Ah, la dura vida del artista. La dura vida del escritor. Nos gusta lamentarnos, es cierto. Pero puede ser divertido.
Hace poco encontré, a través del tumblr de Austin Kleon, un texto de la artista Keri Smith llamado How to Feel Miserable as an Artist. Aunque la traducción sería algo así como Cómo deprimirse si eres artista, la propia Keri explica que más bien es lo que no deberíamos hacer bajo ningún concepto. Aunque ella habla de los artistas en general, yo creo que se aplica muy bien a la escritura en particular. Le pedí permiso para traducirlo y me lo concedió. Así que si os veis reflejados en alguno de estos puntos, ya sabéis: subrayadlos con tinta roja (no en la pantalla, claro, a ver si luego no lo vais a poder limpiar) y dejad de hacerlo, ya, de inmediato.
Ahí van las diez maneras de sentirse fatal como escritor, o las diez cosas que nunca deberíamos hacer (los mandamientos son de Keri, todos los comentarios son míos):
Las 10 cosas que no debes hacer
si quieres ser un escritor feliz:
(o por lo menos no demasiado triste)
1. Compararte constantemente con otros
Aunque compararse es bueno, hasta cierto punto (¿si no nos comparamos con los grandes, cómo aprenderemos?), comparar nuestro éxito o fracaso con el éxito o fracaso de otros no solo es injusto, sino que no tiene sentido. No estamos todos en la misma regla de medidas, ni tenemos las mismas características. Y, como bien sabemos, los éxitos o fracasos rara vez son como se cuentan en Facebook o en Instagram (ese pastel no está tan rico como parece en la foto; ese perro con pinta adorable realmente es un desastre que no hace más que comerse el sofá; esas vacaciones de aspecto idílico en Hawai fueron el detonante del posterior divorcio).
Recordemos también que esos supuestos éxitos “de la noche a la mañana” rara vez lo son. Los que escriben libros buenos que parecen salir de la nada, sin aparente esfuerzo, tienen horas y días y semanas y años de trabajo y frustración detrás.
2. Hablar con tu familia sobre aquello a lo que te dedicas y esperar que te animen
Hay excepciones, pero en la mayoría de los casos simplemente no va a ocurrir, no. Nuestras familias (en teoría) quieren lo mejor para nosotros. Y lo mejor para nosotros, por lo menos a sus ojos, no es morirnos de hambre mientras los miramos suplicantes y pobres con la forma de las teclas marcada en la frente de tanto pegarnos cabezazos contra el teclado.
Además, los escritores podemos ser muy pesados y aburridos con tanta obsesión y tanta inseguridad. Comprendedlos. Es normal que se aburran y nos manden a paseo.
El camino del escritor es solitario. Asúmelo. Solo te comprenderán otros escritores, pero no te estarán escuchando mientras hablas de tu obra, porque estarán pensando en la suya propia.
3. Basar el éxito de tu carrera en un solo proyecto
Esto podría ser también “basar el fracaso de tu carrera en un solo proyecto”. Si algo sale mal, horriblemente mal, y la gente te tira fruta podrida apenas te asomas a la ventana, qué le vamos a hacer. No eres un fracaso. Tal vez ese libro sí lo sea (o, tiempo al tiempo, ¡reconocerán lo bueno que era cuando hayas muerto!), pero tú no. Ponte ya a escribir otro libro mejor. De la misma manera, porque tengas un libro/relato/poema/ensayo que goce de una gran aceptación, no significa que puedas retirarte a vivir de las regalías, satisfecho de haber alcanzado los laureles del autor vitoreado. Sigue trabajando. Puedes hacerlo mejor.
4. Conformarte con lo que ya sabes
Esto es: no salgas de tu zona de confort, no pruebes nada nuevo, no te esfuerces. ¡Mal! La única forma de progresar es atreviéndote con aquello que desconoces. Muchos profesores de talleres literarios te dirán: “Habla de lo que sabes”. Y no es mal consejo, para empezar. Pero llegará el momento en que, para avanzar, necesitarás salir de tu agujerito y explorar mundo.
Yo lo hago constantemente. Escribo cosas raras, cosas que no me salen, que tengo que forzar. Por poneros un ejemplo: ¡el otro día conseguí escribir una escena de sexo heterosexual!
Bueno, bah. Lo confieso, es mentira. Pero algún día lo conseguiré, os lo prometo.
5. Quitarle importancia a tu experiencia
Si llevas ocho años escribiendo y currándotelo, tío, ¡que llevas ocho años escribiendo y currándotelo! ¡Que has publicado cuatro libros! No te comportes como si solo hubieras publicado un poema en la revista del colegio.
Creo que esto es más fácil de decir que hacer, lo sé. Por un lado, muchos tenemos el síndrome del impostor. Y no están las cosas como para ponerse a exigir lo que realmente merecemos, tal y como está el mercado. Pero creo que este es un consejo que puede aplicarse a muchos ámbitos, no solo al de negociar contratos con editoriales. Dale valor a tu trabajo. Si llevas diez años trabajando, si has progresado, si has avanzado, deja de hacer las cosas gratis, para empezar. Y si las haces gratis, que sea por algo que realmente te ayude a avanzar, o que te produzca felicidad.
Y sí, esto también va por determinados grandes medios con ánimo de lucro (mucho lucro) que utilizan a escritores experimentados y blogueros profesionales para crear sus contenidos sin que estos vean un duro, por aquello de darles una “plataforma” y “exposición”. Exposición es lo que tienes cuando te da el sol durante el día, no cuando consigues un seguidor en Twitter cada tres meses.
A ver si entre todos podemos conseguir que el oficio de escribir (sea en el género y formato que sea) valore un poco más la experiencia, especialización y profesionalización. No digo que cualquiera pueda escribir dos palabras escritas y sentarse a esperar que le paguen, pero sí que se empiece a valorar el trabajo de aquellos que lo merecen. Por lo menos, pidamos. Que nos lo den o no es otra cosa, pero vamos a pedir. A veces te llevas sorpresas agradables.
6. Dejar que el dinero dicte lo que haces
Pues claro que necesitamos dinero para vivir: para comer, pagar un alquiler o una hipoteca, sobrevivir a las ofertas de Steam… todas esas cosas fundamentales para la supervivencia del humano medio. Pero siempre está el peligro de que nuestras ganas de conseguir dinero nos hagan olvidarnos de lo que realmente nos gusta. Sí que es cierto que cierto tipo de novelas de romántica venden mucho mejor que la fantasía oscura, por ejemplo, pero el día en que yo escriba “cada vez que veo su tableta de chocolate me estremezco por dentro”, por favor, venid personalmente a mi casa y dadme una bofetada tan fuerte que se me reordenen las neuronas y se me quite la tontería de golpe.
Y no me entendáis mal: no hay absolutamente NADA de malo en escribir tres páginas hablando de los abdominales de un tipo sudoroso. Es solo que a mí no me dibujaron así. Yo soy más de orgías desenfrenadas entre androides y magos de fuego. Orgías en las que muere gente y su sangre crea un portal mágico a otro mundo, por el que se cuelan monstruos primigenios.
¿Qué?
7. Someterte a la presión social
Lo mismo. ¿Creéis que a la gente le parece bien lo de los androides y los magos de fuego? Pues habrá a quien no le guste, del mismo modo que a mí no me interesa lo de la tableta de chocolate ni las novelas donde se usan tres capítulos para describir con pelos y señales una batalla naval en el siglo XVII. Si intentas complacer a todo el mundo, no conseguirás nada. Peor: conseguirás un texto blandurrio completamente igual que todos los textos blandurrios. Por lo menos Crepúsculo innovó en el terreno de la comedia.
(Creo que con ese último comentario tampoco he complacido a todo el mundo. ¡Eh, solo estoy intentando seguir los consejos de Keri!).
8. Trabajar solo en aquello que le encantará a tu familia
El otro día le pedí a mi padre, que es informático, si podía echarle un ojo a mi nueva novela corta, un texto con aires ciberpunk, para asegurarme de que no había ninguna metedura de pata técnica de las gordas.
Luego me acordé de que el protagonista es un programador de videojuegos pansexual que se pasa media novela fantaseando con las tetas de una chica que ha conocido en un programa virtual.
Igual ya no se lo dejo.
La cosa es que si te limitas a escribir aquello que crees que será aceptable para tus seres queridos, estás dejándote fuera una parte muy importante de ti mismo. Todos tenemos demonios, y la escritura es una forma genial de exorcizarlos. Y no tiene que ser algo tan extremo como la vida sexual de un hombre futurista, simplemente hablar de ciertos temas delicados puede echarnos atrás en muchas instancias. Es difícil, pero a veces hay que hacerlo.
9. Hacer todo lo que pida el cliente
El cliente podría ser aquí el editor, por ejemplo, si escribes narrativa. Claro que hay que hacer caso de los editores, pero no hasta el punto de que destruyan aquello que te es importante. Y si escribes por encargo… bueno, ahí sí tienes que hacer lo que pide el cliente, pero intenta siempre añadirle un toque personal, algo que lo identifique solo como tuyo. Eso es lo que realmente te hará destacar por encima de los demás.
10. Ponerte metas inalcanzables/estresantes que tengas que alcanzar mañana mismo
De esto hemos hablado ya. Las metas buenas son las que se plantean a largo plazo y que se van alcanzando muy poco a poco, haciendo algo pequeño pero seguro todos los días.
Ponerse mil metas a la vez y esperar alcanzarlas ya mismo no solo es poco realista, sino que destruye tu autoestima y la confianza en tu habilidad para alcanzar cualquier objetivo.
Poco a poco, despacito y con buena letra.
Con muy buena letra.
¿Qué opináis vosotros? ¿Qué añadiríais a la lista de Keri? Creo que todo lo que se me ocurre ahora mismo podría encajar dentro de alguno de sus puntos. Tal vez habría que añadir: “rendirse”. Tal vez ese sea el peor error que podemos cometer. Rendirse a veces es necesario, sobre todo si estás viviendo bajo un puente y te han ofrecido un trabajo con un sueldo digno, haciendo algo que no sea nada artístico; pero aun en esas circunstancias puede llegar el ansia de crear, la necesidad de seguir escribiendo de madrugada, antes de entrar a currar, o en el descanso, con el bocadillo en la mano. Pero sigamos un poco más. Intentémoslo otra vez.
Las recompensas están ahí. Son insuficientes, y tardan más que un autobús cuando tienes prisa, pero están ahí. Además, todos los demás se rinden. Al final solo quedas tú.
Esta parte ya os la sabéis, pero la voy a decir otra vez, porque vuestro dinero es lo que me permite comprar plumillas. Y tengo un problema con las plumillas:
–Mi librito de corrección básica para escritores ya está disponible en papel. Si quieres tenerlo en tus manitas, para subrayarlo y guarrearlo como debe ser, tienes dos opciones:
a) Comprarlo directamente en Amazon aquí: http://mybook.to/70trucos o…
b) Escribir a gabriella@gabriellaliteraria.com si quieres comprarlo dedicado y caligrafiado.
¡OS PROMETO QUE HA QUEDADO MONÍSIMO! Hasta tiene un unicornio en la contraportada, lo cual imagino que no os sorprenderá en absoluto:
Buen artículo, felicidades 🙂
Pues yo añadiría un punto más: “desesperarte”. Tal vez encajaría en algunas de las cosas que has mencionado, pero me refiero a cuando ves, por ejemplo, que el número de visitas a tu blog o las descargas de tu obra están estancadas, o que tu número de seguidores en la red social que sea no crece… Y entonces, decides actuar impulsivamente, tuiteando mucho (y malo), o escribiendo mucho (y malo) sin orden ni concierto, o aplicando estrategias y técnicas mal vistas (spam, intersticiales en tu web, etc.).
Si no tenemos un plan o una estrategia más o menos definida, es más fácil que caigamos en esta desesperación. E incluso si lo tenemos y es de largo aliento, o no podemos dedicarle mucho tiempo porque estamos metidos a fondo en un trabajo largo, también es muy sencillo que nos descuidemos y terminemos resbalando para caer en las garras de esa desesperación.
Para mí, la cura está en tomárnoslo con calma y alejarnos un par de días de las redes e incluso del blog antes de meter la pata, continuando con nuestro plan. Y si no lo tenemos, pues elaborar uno y aplicarlo.
Muy de acuerdo. Tal vez podría entrar en el apartado de «rendirse». Eso de ir de táctica en táctica sin tener una estrategia a largo plazo es algo en lo que he perdido mucho tiempo. Y es que, como bien ha dicho Anna, lo queremos todo ya.
Todos son buenos consejos, pero me quedo en especial con el 3, el 5 y tu añadido final sobre no rendirse.
El problema, creo, es que nos ponen delante de las narices ejemplos de gente que ha alcanzado el éxito sin «aparente» esfuerzo (porque, como bien dices, la mayor parte de las veces hay muchas horas de trabajo detrás) y, también (creo que es muy importante) porque vivimos en la sociedad del «ya»: lo quiero ya. Y las cosas no funcionan así: hay que ser paciente, constante y trabajar a largo plazo.
Buen artículo, una vez más, y provechoso. Gracias 🙂 y felicidades.
Feliz jueves.
La cinco es terrible, uf. Y además acabamos cayendo en la trampa de la envidia, ya sabes, eso de ver los éxitos aparentes y no entender cómo a X puede irle mejor que a nosotros. Lo gracioso es que, incluso en el caso de bestsellers escritos con el culo, suele haber mucho curro detrás (no necesariamente de aprendizaje de escritura formal, pero sí en networking y en mercadotecnia, y en intentar comprender qué es lo que engancha y funciona con el lector). He conocido a un par de autores que podrían entrar en la categoría de superventas y, aunque no me gustan especialmente sus textos, son de las personas más obstinadas y trabajadoras que he conocido.
Gracias por comentar y que cunda el día 😉
Rendirse no siempre significa abandonar, y eso es lo importante.
Si una puerta está cerrada, atrancada y asegurada con cadenas de metal forjado durante la explosión de energía cósmica que se desató durante la orgía de robots contra magos de fuego, a lo mejor, te conviene dejar de destrozarte la cabeza tratando de abrirla. Quizá lo mejor sea darte una vuelta y ver si te puedes colar por alguna ventana. A veces las cosas funcionan así.
El resto de los consejos creo que nos vienen al pelo: nuestras familias rara vez entienden o comparten lo que hacemos (como las meigas, haberlos haylos…).
La competencia que tenemos con otros escritores a veces es brutal y no debería serlo, sonará muy beat, pero creo que deberíamos remar todos en la misma dirección en vez de darnos codazos como locos, somos 500 millones de hispanohablantes, ¿en serio es necesaria tanta competencia? Hay lectores para todos, y a nosotros nos vendría muy bien la ayuda que nos podemos prestar los unos a los otros, porque, como bien has dicho: esto es camino solitario.
Ahora las cosas empeora, porque además de la competencia natural (todos queremos ser los mejores), tenemos la competencia en las redes sociales, que es la versión moderna de medirnosla a ver quién la tiene más larga.
Yo te añadiría otro consejo: necesitamos aprender a convivir con nosotros mismos. Muchas veces, somos nuestros peores enemigos. Me he levantado demasiadas mañanas odiando lo que hago (incluso cuando me da para vivir), casi nunca somos justos con lo que hacemos, y nos damos mucha más caña de la que merecemos. No sé si será mi sólo en mi caso, pero yo me doy mucha caña…a veces me falta el cilicio y ser albino…
En fin…disculpa por el ladrillo este, pero es que el artículo es apasionante. ¡Enhorabuena!
¡Un saludo y que vaya bien el día!
«Si una puerta está cerrada, atrancada y asegurada con cadenas de metal forjado durante la explosión de energía cósmica que se desató durante la orgía de robots contra magos de fuego, a lo mejor, te conviene dejar de destrozarte la cabeza tratando de abrirla. Quizá lo mejor sea darte una vuelta y ver si te puedes colar por alguna ventana. A veces las cosas funcionan así».
Que no hombre, que no, que es la sangre de los muertos en la orgía lo que hace reacción con el círculo mágico trazado por necromantes en conexión con dimensiones alternativas 😛
Pero sí, la metáfora es más que válida.
«Ahora las cosas empeora, porque además de la competencia natural (todos queremos ser los mejores), tenemos la competencia en las redes sociales, que es la versión moderna de medirnosla a ver quién la tiene más larga».
Así es. Y, a la vez, cuanta más gente compite, más gente se desespera y se rinde antes. Y acabas con una cantidad sorprendentemente limitada de contenidos de calidad. O por lo menos esa es mi impresión. Más hueco para que se cuelen los que aguantan y aprenden.
«Yo te añadiría otro consejo: necesitamos aprender a convivir con nosotros mismos. Muchas veces, somos nuestros peores enemigos. Me he levantado demasiadas mañanas odiando lo que hago (incluso cuando me da para vivir), casi nunca somos justos con lo que hacemos, y nos damos mucha más caña de la que merecemos. No sé si será mi sólo en mi caso, pero yo me doy mucha caña…a veces me falta el cilicio y ser albino…».
Uuuf. Y tanto. Qué horror más horroroso. Tenemos que aprender a querernos un poquito. No demasiado, que si no nos negamos a aprender. Hay que quererse hasta el punto de aceptar incluso nuestras limitaciones, y eso ya es casi imposible.
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.
[…] 10 cosas que nunca debemos hacer los escritores (Gabriella Campbell | Gabriella Literaria): […]
Hola, Gabriella. Soy un habitual de tu blog, aunque nunca he reunido el valor suficiente para dejarte un comentario… hasta ahora. Quería felicitarte por este artículo. Lo cierto es que me siento bastante retratado en los puntos 2 y 8 (y puede que en el 7 también, ¡qué demonios!). Me he reído mucho con tus comentarios adicionales, en especial cuando has descrito el dilema que te supone dejar que tu padre lea tu novela ciberpunk.
Ay, Oliver, es que ser escritor y tener familia puede ser una combinación problemática 😛
Gracias por comentar, tú no te cortes que para eso están los comentarios aquí.
Me gustó mucho el artículo, y coincido en casi todo. Es bueno leer estas cosas de vez en cuanTu anécdota de la novela cyberpunk me hizo recordar un micro que hice de ciencia ficción del cual estoy muy orgullosa; pero mi media naranja, que es técnico electrónico y sabe de robótica y todas esas yerbas, dijo que usaba mal los términos técnicos, según él :/ Pero me importa un cuerno, la letruda de la familia soy yo jajaja
Te has ganado una seguidora, saludos desde Buenos Aires!!
¡Uy, no me hables de las cosas técnicas! Por lo general le paso mis textos de ci-fi a amigos y familiares para que busquen los grandes gazapos. Qué le vamos a hacer, estudié letras 😉
Un saludo y gracias por leer y comentar.
Yo añadiría… cagarte en dios. por qué no sé de dónde carajo vas a sacar todo el tiempo que necesita tu obra. en ná y menos voy a tener una niña. sí, un friki con una hijita. uf! en fin. y cómo vas a vender dicha obra si eres incapaz de vender agua fresca en el desierto. cagarte en dios, y sobre todo, en la virgen, ayuda bastante a liberar tensión :p
Qué buena tu web Gabriella. Disfruto muchísimo leyéndote y tus comentarios cargados de ironía y humor me despiertan carcajadas. Coincido mucho con este post, e incluso con los comentarios de los colegas. A todos nos sirve la experiencia de otros, y como bien dijo Jaus, qué bueno sería tirar para el mismo lado y dejar bastante atrás la competencia. El arte es para todos, y por suerte, hay gran diversidad. No a todos nos gusta lo mismo, ni leemos lo mismo ni consumimos lo mismo. Hay grandes escritores que no han escrito para mí, y no por eso deben ser «desterrados» jaja. Como hay otros que no han llegado a la cúspide y pagaría lo que no tengo por tener todos sus libros en mi biblioteca.
Éxitos para todos! Gracias por compartir y por tu apoyo.
Saludos desde Argentina 🙂
«qué bueno sería tirar para el mismo lado y dejar bastante atrás la competencia»
¡Cierto! La competencia debería servir solo para «picarnos», para ser más exigentes y atrevidos con nuestra obra, nunca para volvernos amargados y frustrados, como he visto en tantos escritores.
Saludos y gracias por leer y comentar 🙂
El punto numero 2 es comun a todos los artistas
Excelentes consejos,como casi todos los que das en tu blog. De todos yo me me quedaría con tratar de evitar la presión social, pero no solo entendiendo por tal la que mediatiza lo que escribes para que guste al público, sino la que te dice que si no triunfas, si no estás en los top 100 de Amazon, o en los superventas de las librerías eres un fracasado, una fracasada.
Hoy todo es mucho más fácil, escribir, dar a conocer lo que escribes, publicar, pero, por eso mismo, es mucho más difícil destacar, porque mucha gente escribe y muchos, lo hacen muy bien. Cada día sigo a cientos de escritores poco conocidos cuyas palabras me dejan literalmente ‘con las patas colgando’. No todos triunfarán -entendiendo por triunfar, ganar premios, ser publicados por editoriales con solera, vender miles de ejemplares-. Puede incluso que los que lo hagan, no sean los mejores porque no son los que mejor se saben vender, pero eso no resta un ápice de valor a lo que escriben (otros, por el contrario, escriben verdaderas bazofias que Amazon se traga sin rechistar…). Por eso, la presión social del triunfo no debe estresarnos; a lo máximo, impulsarnos a mejorar por si un día…
Gracias Gabriela. Como siempre un placer leerte.
¡Hola! Genial este listado que refleja aquello por que todo escritor/a principiante pasa.
Un abrazo
Ah que bueno lo de las orgías de sangre con magos donde alguien termina muerto. Sí, es verdad. Uno tiene que rendirse a veces para sobrevivir. Pero el bicho sigue picoteando.