descargaHoy iba a hacer mi actualización habitual de Beeminder, pero al final me he decidido a hablaros de otra cosa, aunque íntimamente relacionada. Y es que esta mañana me senté delante del ordenador a trabajar en mi novela, como todas las mañanas desde hace un par de años. Me cuesta ahora detenerme a cuidar de la forma, a preocuparme por las pequeñas cosas y los detalles de coherencia, cuando veo el final tan próximo.

El final del primer borrador, claro (si no contamos ese borrador inicial que deseché el año pasado, ups). Solo de pensar en lo que me queda por delante de corrección me dan ganas de abandonar la escritura. Y luego hay que buscar editorial, y ya sabéis lo fácil que está eso.

Luego está el miedo. Madre mía el miedo. Cuando conozco a escritores felices y orgullosos de su trabajo siempre los miro con sospecha, desconfianza y un poco de odio. Yo sufro del pánico a que nadie quiera publicarlo y se quede en el cajón el resto de mis días. ¡Tanto trabajo para nada! (Y sí, ya sé que en teoría sirve para algo, para aprender, pero ya me entendéis). O, mucho peor, ¿y si lo publican y es una mierda y a nadie le gusta y ya nadie confía en mí para publicarme nada nunca más? Es mi primera novela en solitario. Tiene sentido que sea deficiente, aún me queda muchísimo por aprender.

Por todo esto, he llegado a la conclusión de que mi novela es un proyecto imposible. Lo cual no quita que yo siga adelante. Quitemos lo de imposible y dejémoslo en suicida.

¿Cómo se enfrenta uno a un proyecto suicida? No tiene por qué ser una novela. Hay muchos tipos de proyectos imposibles. Pregunté a mis amigos de Facebook cuál era su proyecto infernal. Las respuestas fueron muchas y muy variadas. Algunas coincidían, claro. Tesis doctorales, sobre todo (mis contactos de Facebook son personas muy inteligentes). La UNED parece ser otro gran enemigo. Y novelas, cuántas novelas. Somos demasiados escritores. Más que lectores, sospecho.

Así que ahí va, para todos vosotros, mi lista de pequeños secretos que no son nada secretos. Pasos simples pero a la vez muy difíciles de seguir. Con este método he conseguido terminar dos novelas a cuatro manos y avanzar bastante con una propia; voy perfeccionando el proceso sobre la marcha, pero parece que funciona. No dejéis de compartir en comentarios vuestras opiniones, sugerencias y experiencias personales al respecto:

1. Hay que ir paso a paso: Esto parece de lógica, pero solemos pasarlo por alto. Cuando empezamos con un proyecto estamos motivados, con ganas, pero enseguida llega el aburrimiento. O puede que sea un proyecto que no nos apetece ni al comienzo;  pensamos y pensamos en la grandeza del proyecto, y es inevitable el agobio. Ya sea para escribir una novela o correr una maratón, el secreto está en estar pendiente solo en el trabajo de hoy, no en el de dentro de tres meses. Para ello solo hay que…

2. Empezar: Y con esto no me refiero a hacerlo todo, sino esa temida palabra: ponerse. Para ello es muy útil utilizar herramientas como el pomodoro (ya sabéis que soy devota). Si sabes que solo tienes que trabajar durante 25 minutos (eso sí, con concentración absoluta, nada de email ni redes sociales), todo cuesta bastante menos. Lo de ponerse exige disciplina, y hay dos cosas fundamentales que debemos saber sobre la disciplina: a) que es limitada, por lo que tenemos que buscar el mejor momento durante el día (preferiblemente por la mañana, que todavía tenemos un buen almacén de fuerza de voluntad) para hacer aquello que no nos apetece, y b) que es como un músculo. Cuanto más lo usamos menos nos cuesta (pero en cuanto dejamos de usarlo, se atrofia).

3. Fijar metas. Fundamental. Si nos fijamos pequeños objetivos, será mucho más sencillo tener una sensación de progreso, lo cual es indispensable para no perder la motivación. Pueden ser metas diminutas, como las correspondientes a cada pomodoro terminado, pero conviene además meter otras un poco más grandes (como el trabajo de una semana, o el capítulo de una novela). En este sentido es importante tener bien planificados los objetivos del proyecto. Lo realmente complicado de un proyecto largo es que no tenemos la satisfacción casi inmediata de terminar algo, ese premio mental que nos producen los proyectos pequeños. Así que tenemos que dividirlo en cachos pequeños para que el efecto sea el mismo.

4. Evitar distracciones. Otra que parece de cajón, pero que ignoramos a menudo. Hay aplicaciones para bloquear webs que no debemos visitar (agujeros de tiempo como Facebook, Tumblr, Pinterest y similares), o incluso podemos probar a desconectar internet. Parece inconcebible, pero no lo es. Aquí tenéis diez programitas que os ayudarán.

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Persona con perro

5. Modificar el entorno. No solo nos distrae internet, también nos distraen otras personas, el gato (o perro, que por lo visto es un animal que algunas personas tienen en sus casas), el ruido y mil cosas más. Hay artículos y libros interminables dentro de las ciencias del comportamiento sobre la modificación del entorno para alcanzar nuestros objetivos, pero el muy breve resumen es este: si dejas tus zapatillas al lado de la cama por la noche, por la mañana te dará menos pereza ponértelas y salir a correr; si la comida más alta en calorías está en la balda más alta, te dará más pereza cogerla cuando estás a dieta; si encerramos al gato en la cocina mientras estemos trabajando, no nos molestará. Bueno, la última es mentira, pero vais pillando el concepto.

6. Recompensas. Hay personas que funcionan mejor mediante recompensas, otras actúan de forma más efectiva si hay una amenaza o posible castigo. Prueba con las dos opciones. Cada vez que alcances una de las metas de tu proyecto, recompénsate con algo que te apetezca. Cómprate una falda, ve un capítulo de una serie de televisión, come chocolate, juega un rato al Candy Crush, fornica alegremente con la vecina. Lo que a ti te motive.

7. Castigos. Lo mismo, pero juega con tus propios miedos. Hay gente que esto lo lleva al extremo, y hay incluso quien come comida de gato si fracasa (tendréis que fiaros de mí, ya que no encuentro el enlace correspondiente). El bloguero financiero Maneesh Sethi contrató a una mujer para que le pegara cada vez que entraba en Facebook (true story). No tienes que ser tan exagerado, hay castigos pequeños que además pueden ser positivos a largo plazo, como tener que echar dinero en una hucha cada vez que falles, dinero que luego puedes donar a una ONG o utilizar para comprarle un regalo a alguien. La gracia está, claro, en que eso también sea un castigo, que esa ONG sea una que odies o de la que desconfíes, y que ese alguien sea tu peor enemigo. Beeminder funciona bien en este sentido; si fallas, tienes que pagar.

8. Comparte tus intenciones con los demás y tenlos al tanto de tu progreso. Esto es tremendamente útil. Prueba a decirle a todos tus contactos de Facebook y Twitter (no MIENTRAS trabajas;  volvamos al punto 4) que para tal día vas a tener hecho X, y pídeles que ese día te pregunten por ese X. Trabajarás como un loco solo para no quedar mal delante de todos tus conocidos. Cuanto más valor le des a la opinión de una persona sobre ti, mejor será esa persona para hablarle de tus metas. Y sí, esta es la razón por la que os doy a todos tanta tabarra en las redes sociales y en el blog. Os utilizo para vencer a la pereza, que en mí es grande y mandona.

9. Lee algo que te motive. Esto no es recomendable hacerlo siempre, o acaba por convertirse en una forma más de aplazar el trabajo de verdad, además de perder su impacto. Pero a mí me ha sacado de más de un atolladero. Para esos días de bajona, desidia y cansancio, nada como zamparme unos cuantos artículos sobre productividad para ponerme las pilas. Tengo en marcadores a unos cuantos blogs para esto, y recibo boletines semanales de otros tantos. No leo todo lo que me llega; lo pongo en Instapaper y lo guardo para días de necesidad. No todos son al 100% aprovechables, pero siempre hay buenas ideas.

10. Plantéate la importancia de tu proyecto. Sí, por supuesto que este tendría que haber sido el primer punto. Pero  permitidme un poco de maldad ocasional. Además, cuando empezamos un proyecto lo cogemos con unas ganas que nos impiden ver el esfuerzo que nos queda por delante. A veces hace falta estar a mitad de un proyecto, odiándolo con todas nuestras fuerzas, para preguntarnos si realmente es eso lo que queremos estar haciendo con nuestro tiempo.

Ayuda mucho si el trabajo relacionado con el proyecto se convierte en un hábito diario, ya que dicho trabajo acaba por automatizarse. Os recuerdo además que tengo un artículo muy largo con 69 trucos estupendos para mejorar la productividadY si todo lo demás falla, habladme de vuestro proyecto y me comprometo a mandaros un email diario preguntándoos con dulce insistencia por vuestro progreso. Y cuando digo dulce insistencia quiero decir pesadez con muchos emoticonos. Vais a acabar currando solo por no ver la bandeja de email llena de mierdecitas del Whatssap.

P.D.: Todo esto parte de la base de que tu proyecto es individual. Si es un trabajo en equipo, enhorabuena, acabas de desperdiciar diez minutos muy valiosos de tu tiempo leyendo este artículo.

P.P.D.: ¿Alguien sabe qué caracteres hay que utilizar para hacer el iconito de la mierdecilla del Whatssap? Gracias.