Escribir. Esa cosa en la que te sientas delante de una cosa y creas palabras y escribes cosas.
¿Veis? Fácil.
Y lo cierto es que es así de simple. Coges un papel y un boli, escribes palabras. Abres el Word, tecleas palabras. Haces frases. Las frases se unen a frases y haces párrafos. Repita una y otra vez hasta tener el número adecuado de palabras/frases/páginas/caligramas dieciochescos.
Y a la vez, no lo es. Es horriblemente complicado.
¿Y si esas frases son topicazos aburridos? ¿Y si mis palabras son más feas que el culo de algún babuino cuyo nombre exacto en latín te diré ahora mismo en cuanto lo mire en Wikipedia y me pierda por un agujero virtual del que no saldré en las siguientes tres horas en vez de estar escribiendo?
Al final de la videoconferencia con Gigamesh, me hicieron algunas preguntas. Una de las más interesantes fue: si trabajo 40 horas a la semana, ¿cómo puedo escribir en serio? (o algo así).
He hablado muchas veces de la productividad, de las prioridades y de cómo robarle segundos a las horas para escribir. Pero hoy me gustaría ir un poco más allá. Hoy voy a intentar ofreceros una lista de preguntas, un checklist que podéis utilizar para sacarle el máximo rendimiento (en tiempo y calidad) a vuestra sesión de escritura. Ya sabéis que soy muy aficionada a probar técnicas de todo tipo, y estas son las preguntas que a mí, personalmente, me resultan más útiles. Tal vez para vosotros sean otras. Pero no perdéis nada probando.
5 preguntas para antes de escribir
1. ¿Qué he leído hoy?
Leer no es solo el segundo mandamiento del escritor (el primero es, como repetiré hasta la saciedad, escribir), es una buena forma de meternos en tarea. Leer un poco (aunque solo sean diez minutos) de algo muy bueno, justo antes de empezar la sesión de escritura, nos inspira y nos mete en el cerebro patrones y formas de los que son maestros en su oficio.
2. ¿He eliminado posibles distracciones?
Internet es el mal, amigos. Internet es el enemigo número uno de cualquier escritor. Elimínalo. Enfoca. Cierra la puerta y atrinchérate en tu mesa de trabajo. Desconecta el wifi. Apaga el teléfono. Regálale a tus hijos el GTA V. Lo que haga falta.
3. ¿Cuánto voy a escribir hoy?
Para aquellos que escribimos formatos largos (novela, novela breve), la cuenta de palabras puede ser un modo útil de eliminar la ansiedad que produce embarcarse en un proyecto cuya finalización no es a ojos vista. Las palabras suman, la novela avanza. Tener un número de palabras planificado por sesión no solo nos proporciona una sensación de progreso, sino que nos hace escribir más deprisa y entrar con mayor rapidez en ese estado de flow o zen o como queráis llamarlo que nos trae de vez en cuando la bendita musa. Nos da un objetivo que alcanzar, y la sensación de orgullo que proporciona alcanzar esa meta es altamente adictiva, tanto que queremos obtenerla una y otra vez.
4. ¿Sobre qué voy a escribir hoy?
Hacerse un pequeño guion antes de empezar la sesión de escritura puede parecer una pérdida de tiempo, pero a la larga es una buena inversión. No solo eliminará posibles tropiezos y bloqueos mientras escribimos, acabará con el temido síndrome de la página en blanco y nos ayudará a ordenar mentalmente de la forma más efectiva aquello que queremos expresar. No es obligatorio luego seguir el guion, pero tendremos un punto de partida y un sitio al que volver si nos perdemos.
5. ¿He apagado a mi editor interno?
Miedo. Perfeccionismo. Autocrítica. Duda. No hay sitio para ninguna de estas cosas ahora mismo. Tú lo que vienes es a escribir. Ya editarás, te quejarás y criticarás después. Este momento es solo para ti y para tu increíblemente alucinante talento creativo.
10 preguntas mientras escribes
1. ¿Esto de qué va?
La narración no debe ser como un riachuelo con meandros, metiéndose entre las rocas y por todas partes sin tener ni idea de a dónde va. No. Nuestra narración debe ser más como un río poderoso, de donde pueden salir afluentes igualmente interesantes, pero que tiene muy claro dónde está el mar y cuál es el que le toca, aunque sea un terrible océano de sehnsucht y fastidio vital que no tenga absolutamente ningún sentido para nadie excepto para nosotros. Porque…
2. ¿Estoy escribiendo para mí?
Ahora mismo no estás escribiendo para mujeres pelirrojas carpinteras de Wisconsin de entre 35 y 35,6 años de edad. No, esto que estás escribiendo es solo para ti. Luego ya editarás, te llevarás las manos a la cabeza y te gritarás «¡idiota!». Ahora mismo tienes que estar escribiendo aquello que te hace reír, llorar, gemir, emocionarte en general (pero excitarte no. Eso es importante. Una vez un editor de una revista erótica me dijo que uno no debe tocarse mientras escribe. Creedme, es un gran consejo). Si tú te emocionas, hay más posibilidades de que tu lector se emocione. Lo cual nos lleva a la siguiente pregunta.
3. ¿Me estoy divirtiendo?
Vale, tal vez escribir la muerte por decapitación de tu personaje favorito no sea tu idea de diversión, pero sabéis a qué me refiero. Si lo estás viviendo, si te estás involucrando con la narración, te lo estarás pasando pipa. Si te estás aburriendo muchísimo, piensa en lo que se va a aburrir tu lector. Yo antes pensaba que había partes que había que escribir por narices. Ya sabéis, descripciones de la luz dorada del atardecer sobre las hojas, o de los colores de las lavanderas en las plazas mientras charlan animadamente con sus dieciocho tipos diferentes de tablas de lavar que a continuación describiremos en exquisito detalle… etc. Fue toda una revelación descubrir que no hay absolutamente ninguna obligación en absolutamente ningún manual sagrado de escritura para hacer ese tipo de cosas. Así que es el momento de meter un robot de 18 metros, o una nube con forma de pene, o un altavoz minúsculo y rosa que reproduce canciones de Miley Cyrus mientras todas las lavanderas se contonean con sensualidad. Lo que sea. No hay más límites que los de la coherencia interior del mundo que has creado.
Ojo: también habrá veces en las que será difícil escribir algo, no por aburrimiento sino por puro reto técnico. Estas son las partes a las que deberemos entregarnos sin dudarlo, ya que ahí aprenderemos a velocidades supersónicas.
4. ¿Qué quieren los personajes?
A no ser que estés escribiendo un tratado de mil páginas sobre cómo comerse una magdalena o la insoportable abulia de ser un adolescente en la América de Salinger, tus personajes tienen que querer algo. Puedes sentarlos en un banco a charlar sobre supuestas intrascendencias, pero están esperando a Godot, quieren que llegue ya el muy petardo. Siempre buscan, necesitan, desean, y eso es lo que los hace diferentes, interesantes.
5. ¿Hay conflicto?
Precisamente porque los personajes quieren cosas, aunque solo sea un vaso de Fanta, va a haber conflicto. Igual yo quiero tu vaso de Fanta, y voy a hacer todo lo posible para robártelo. Igual tengo tal necesidad de tomarme un vaso de Fanta que voy a prostituirme para poder pagarlo, o atracar bancos, o asaltar carruajes en un mundo épico-western retrofuturista. Si no hay conflicto, la narración no avanza. Y eso suele considerarse aburrido, a no ser que seas, no sé, Joyce o Foster Wallace.
Al personaje le tienen que pasar cosas. Y si son cosas malas, engancha más. El ser humano es así, morboso por naturaleza.
6. ¿Cuál es el tema real?
¿Qué es lo que se esconde debajo de tu texto? ¿De qué va realmente? Y me diréis, con razón: «Gabriella, cómo te repites, eso ya lo has preguntado antes». Pero llega el momento de pensarlo de nuevo. Antes nos hemos preguntado de qué va nuestro texto en apariencia, cuál es la trama. Tal vez la novela sea sobre la necesidad de tirar un anillo por un monte para salvar al mundo, pero por debajo de todo eso encontramos una historia sobre la amistad, el valor y el sacrificio. Si tienes muy claro cuál es el tema real que subyace a tu historia, tendrás mucho más claro cómo escribirla. Y te saldrán cosas más profundas, con más niveles de sentido y todo eso de lo que nos encanta hablar a los aspirantes a narratólogos.
7. ¿Esta escena sirve de algo?
Esto se une a lo de aburrirse y a las descripciones de las lavanderas. ¿Aporta algo esta parte que estoy escribiendo? ¿Tiene sentido dentro del texto? ¿Está haciendo que la narración avance? Si la respuesta a estas tres preguntas es no, es hora de pasar a la parte interesante.
8. ¿Estoy guardando mi documento?
No solo deberías estar guardando tu documento cada poco tiempo (de hecho, deberías configurar la función de autoguardado del procesador de texto que uses para guardar a intervalos cortos), sino que deberías estar guardándolo en muchos sitios distintos. En la nube, en un pendrive, en post-its rosas pegados a la nevera… en todos los sitios posibles. Escribir 36000 palabras para luego perderlas en el terrible vacío de un ordenador humeante o de un disco duro corrupto es una sensación que muchos escritores describirían como «morir a cámara lenta».
9. ¿Estoy bloqueado, paralizado?
Si la respuesta es sí, puedes probar alguna de las siguientes técnicas:
- Cambia de actividad (puedes escribir otra cosa; o hacer algo de ejercicio o darte un baño o una ducha caliente. Todas son cosas que suelen ayudar a relajarnos y eliminar la frustración y desesperación que suele acompañar al bloqueo y bloquearnos más entoavía). Pero no hagas nada que te aleje ya para el resto del día de tu texto, como jugar al Candy Crush o pelear con leopardos por dinero.
- Prueba un poco de escritura libre. Tú sigue escribiendo, aunque sea la frase «sin dinero y sin cerveza, el escritor pierde la cabeza» una y otra vez. Tu mujer, tus hijos y ese hotel encantado en el que te has encerrado a escribir te lo agradecerán.
- Utiliza lo aleatorio. Vete a la Wikipedia y dale al artículo aleatorio, o busca un generador de palabras aleatorias como el que tiene The Free Dictionary (en este enlace tenéis la versión española). O simplemente abre un diccionario un par de veces al azar. Mezcla las palabras que nada tienen que ver unas con otras, o los conceptos que has encontrado sin querer. No solo es un método genial para desbloquearse, sino que se te ocurrirán ideas muy originales, que de otra forma nunca te habrían venido a la cabeza.
10. ¿Estoy en un momento genial, en una escena importante donde pasan muchas cosas? Es hora de dejarlo
Ya lo decía Hemingway. La mejor manera de coger con ganas un texto al día siguiente es meterse de lleno en este en un momento crucial. Hay escritores que necesitan cerrar una sesión (recuerdo que Iria G. Parente dijo en una ocasión que necesitaba terminar un capítulo antes de dejar de escribir, que no podía dejarlo a medias. Pero Iria viene del país mágico de los duendecillos hiperproductivos de novelas largas, está hecha de purpurina y saliva de unicornio y no debéis hacerle ningún caso).
Si quieres terminar la escena que estás escribiendo, adelante. Pero si la dejas abierta, al día siguiente la cogerás con muchísimas más ganas. Y recuerda: lo más difícil de escribir es ponerse.
5 preguntas para después de escribir
1. ¿Qué tal ha ido la sesión?
Una vez has terminado, es el momento de pararte a analizar qué tal ha ido. ¿Has estado despejado, concentrado, han fluido las ideas? ¿O has estado cansado, luchando contra viento y marea para escribir una sola frase? Ten en cuenta que el entorno y la hora del día influyen mucho en tu estado mental y creativo. Cuando adoptas la costumbre de analizar cada sesión, enseguida comienzas a distinguir patrones, y comprenderás qué momentos y circunstancias son mejores para sentarte a escribir.
Ahora también es un buen instante para preparar un pequeño guion de lo que te gustaría hacer en la sesión siguiente; es bueno anotar cualquier obviedad que queda por continuar, porque por mucha obviedad que parezca ahora, mañana es posible que se te haya olvidado.
2. ¿me he perdido?
Relee lo escrito y pregúntate si tiene sentido, o si parece que has dado más vueltas que alguien buscando aparcamiento en Fuengirola un sábado noche. Ahora es el momento de analizar la estructura y reajustar lo necesario para el guion previo del día siguiente.
3. ¿Hay algo que pueda recortar?
Esta es una pregunta un poco trampa, porque la respuesta siempre es sí. Ni todo lo que has escrito es genial ni es necesario. De hecho, es muy probable que la mayoría sea más bien mediocre. Todos producimos mierda. Mete tijera sin miedo.
También es el momento de añadir: detalles que se te habían escapado, la ornamentación justa y necesaria, intervenciones de diálogo que se han quedado cojas, etc. Y conflicto, claro. Si en las últimas 3000 palabras no ha pasado absolutamente nada, es hora de meter alienígenas. O una guerra nuclear. O un espectáculo de ratones bailarines. O lo que sea.
4. ¿Cometo mogoYón de faltas?
Otra pregunta con trampa: sí, sí, las cometes. Ni los correctores se libran de meter la gamba (seguro que en este artículo la he metido unas cuantas veces. Pero sí, el mogoyón era intencionado; muy mal si justo estabas abriendo el apartado de comentarios para echármelo en cara). Revisa con conciencia: busca faltas de ortografía y de gramática, pero busca también fallos de coherencia y de contenido. Edita, edita, edita, sin merced. Este texto ya no es tuyo, es de un inútil que no sabe escribir y al que tienes que salvar como sea. Más tijera y a ponerse el sombrero de corrector sin piedad. Todavía tendrás que darle unas cuantas vueltas más al texto, pero ahora es un buen momento para darle ese primer repaso.
Si necesitáis ayuda con eso de corregir, os recuerdo que escribí una pequeña guía útil que igual os viene bien.
5. ¿Lo que he escrito está bien o es una porquería muy grande?
Sí, ahora es el momento de hacerse esta pregunta. Si la respuesta tira más por el lado de la porquería: no borres, por lo menos no todavía. Si hay párrafos que no te convencen, corta y pégalos en otro documento. Más adelante, con la frialdad del tiempo y el juicio menos nublado, pueden ser útiles.
Y esto es todo, por ahora. 20 preguntas que pueden ayudarnos a sacarle el máximo rendimiento a una sesión de escritura. ¿Pero qué preguntas creéis que faltan aquí? ¿Qué interrogantes os hacéis vosotros antes, después y mientras escribís? Contádmelo en los comentarios.
Esta parte ya os la sabéis, pero la voy a decir otra vez, porque vuestro dinero es lo que me permite comprar zapatos. Y tengo un problema con los zapatos:
Mi librito de corrección básica para escritores ya está disponible en papel. Si quieres tenerlo en tus manitas, para subrayarlo y guarrearlo como debe ser, tienes dos opciones:
a) Comprarlo directamente en Amazon aquí: http://mybook.to/70trucos o…
b) Escribir a gabriella@gabriellaliteraria.com si quieres comprarlo dedicado y caligrafiado.
¡OS PROMETO QUE HA QUEDADO MONÍSIMO! Hasta tiene un unicornio en la contraportada, lo cual imagino que no os sorprenderá en absoluto:
Puedes ver más libros míos aquí. Y sí, también tengo una lista de correo. Allí te llegará, cada dos o tres semanas, un articulito que no sale en el blog. Y puedes darte de baja cuando quieras.
Yo me pregunto siempre si lo que escribo es una mierda, antes, durante y después. Te diré más, he estado leyendo mucho de mi género (pero un poco más clásico, porque lo de ahora no me gusta) y a medida que voy leyendo me muero un poco más por dentro porque me hace ver que yo no voy a llegar nunca a escribir tan bien. Y se me van las ganas de escribir. Después de una semana se me pasa pero cuando acabo de leer un buen libro, me vengo abajo enseguida. Soy un nido de frustraciones, qué le voy a hacer 🙁 Pero luego leo cosas que se han publicado ahora (algunas autoeditadas) y pienso: «esto está publicado y es muchísimo peor que lo que yo escribo», así que me indigno y me pongo a escribir.
En fin, que todas esas preguntas (casi todas) me las he hecho alguna vez. Especialmente mientras escribo, porque tengo que tener claro que quiero conseguir que el lector sienta un cosquilleo cuando lea algo mío. Hay muchas veces en las que voy escribiendo, me paro a pensar y digo ¿estoy exagerando la escena (erótica)? Y pienso «un montón», y entonces me viene un ramalazo de inspiración y escribo como si no hubiera un mañana, yendo siempre más lejos, dirigiéndome hacia la exageración más absoluta. Porque cuanto más exagero, mejor queda el texto. Además, en escenas eróticas, si haces muchos malabares y generas tensión, al final el texto queda mejor que si solo describiera posturas como en una foto (que, ojo, esto se hace mucho, no voy a señalar, guiño, guiño).
¡Un saludo!
yo he leído poco en esta vida (libros, quicir) pero ese poco creo que he logrado exprimirlo hasta el máximo ^^ y por ejemplo, cuando veo mi gran imaginación o mi capacidad de cerrar y enlazar tramas me animo mucho a escribir (tampoco lo hago tan mal :p). pero después leo a Pérez Galdós, a Pérez-Reverte o a Quevedo y me doy cuenta de que nunca llegaré a ese nivel de maestría, que mi prosa es ingenua y lamentable. joder, sí, lamentable. en las descripciones, en mostrar en vez de contar, sobre todo. para solventar esto me decidí por copiar su estilo (influenciarme, queda mejor :p), incluso pudiendo llegar al plagio? (y algo he avanzado! creo ^^). por qué? pues con el dibujo me funcionó. es decir, de pequeño (EGB) hacía cómics copiando una viñeta de aquí y otra de allá de los grandes (kirby, buscema, etc), fueron casi 10 años, pero cuando quise darme cuenta, como ocurre en la películas que el niño de repente se hace mayor, me vi dibujando bien por mi mismo, y con mi propio estilo. el dibujo hace tiempo que lo deje, pero ahora pienso hacer lo propio con la novela. al fin y al cabo, arte son ambas, no? no sé qué opinará gabriella ^^
De hecho hay una técnica muy común de aprendizaje que consiste en copiar (letra a letra) textos de escritores que admiramos. Si se hace a mano, es mejor, ya que el cerebro asimila de forma más completa todo el proceso. La idea es que al copiar vas absorbiendo los patrones y maneras escondidos en el texto, del mismo modo que un niño aprende gramática de manera intuitiva al escuchar a sus padres hablando.
Lo que no está bien es luego ponerle tu nombre al texto copiado y mandarlo a una editorial, se entiende 😛
gracias por contestar 😀
Plagiar un párrafo ni de coña y muchísimo menos una idea o desarrollo, pero una frase puntual, de estas que sientes casi como tuyas pero que son tan perfectas que no se pueden cambiar/adaptar/mejorar… ^^
en fin, yo lo de copiar así a lápiz me aburriría; lo que sí hago, con todo libro que leo, es subrayarlo masivamente y llenarlo de comentarios a pie de página :p
Yo estoy segura de que el cerebro (por lo menos el mío) asimila muchísimo mejor lo escrito manualmente en lo referente a estructuras y posibles errores que por arte de birlibirloque desaparecen para volver en el momento más embarazoso (me refiero sobre todo a mi labor de editora-correctora). «Oye repasa esto, que está con «v»… ¿Cómo se me ha podido «pasar»? ¿Pero cómo? ¿Cómo?»
Pues muy sencillo, el soporte virtual es taimadamente traicionero. y si encima, te pilla en pleno proceso de adaptación de tus lentes progresivas, ya la has liado…
Ahora solo espero que este pequeño comentario se coloque directamente debajo del tuyo, Gabiella. Tengo dudas…
Un artículo muy completo, interesante y útil. Lo enlazamos en nuestra web. http://www.letrasdeencuentro.es/detalles.php?articulos=330&titulo=20%20preguntas%20salvavidas
¡Saludos!
Hola, Gabriella. Todavía estoy reponiéndome del ataque de risa histérica provocado por tu frase: «¿Y si mis palabras son más feas que el culo de algún babuino…?». 😀
Dicho esto, entremos en materia. Te doy totalmente la razón: internet es el diablo cuando quieres escribir. No sé de dónde sale exactamente ese poder de atracción que ejerce sobre nosotros, pero lo cierto es que si tienes internet abierto mientras estás escribiendo, lo más probable es que consultes tus cuentas de Correo, Facebook, Google, Twitter o lo que sea del orden de entre 500 ó 600 veces en una hora. Eso sin contar con que te dé por consultar la edición online de algún periódico que sigas, algún portal de noticias o alguna mierda por el estilo.
Así que ahí va mi briconsejo de hoy: si vas a ponerte a escribir, apaga el router. No hay otra.
En cuanto al rosario de inseguridades que enumeras, porque a eso se reduce básicamente la cosa, a menos que seas Stephen King, es decir, un enfermo de la palabra escrita, no te salva ni Dios de padecer una, varias o todas a un tiempo. Aunque siempre existe la posibilidad de que te veas sobrepasado por tu ego y consideres que, como Ignatius Reilly, el mundo aún no está suficientemente preparado para reconocer a un genio de tu calibre y creas a pies juntillas en una conjura en tu contra.
Citas como ejemplo de literatura aburrida a dos autores a los que les tengo una especial manía: Joyce y Foster Wallace. A estos dos yo añadiría el nombre de Thomas Pynchon. ¡Oh, Dios, hasta su nombre es aburrido!
Genial tu referencia a los Simpsons en el capítulo dedicado a «El resplandor» de King.
En resumen, buen artículo. Te felicito. Un abrazo, Gabriella. 🙂
Tengo pendiente leer a Foster Wallace, pero me cuesta, en serio. Vi el primer párrafo del Rey pálido, creo recordar, que algún crítico alababa como una demostración de maestría absoluta, y a mí me pareció una demostración de pedantería absoluta. El crítico era Michael Cunningham, que es un escritor sobrio, elegante y muy excelente.
Sin embargo, amo a Joyce. Creo que el error es leer a Joyce del tirón. Hay que leerlo en el baño, en esos ratos intermitentes, y leer párrafos sueltos con sus correspondientes notas críticas. Es alucinante ver que ni una palabra sobra, que cada frase es de una complejidad asombrosa. Para mí Foster Wallace es como Góngora, repleto de palabrería vana, y Joyce es Quevedo, lleno de asombrosos juegos de palabras y niveles de sentido. Siempre he sido más conceptista que culteranista, pero ahí, como en tantas cosas, entra el gusto de cada uno.
Tengo además la sensación de que se ha puesto un poco de moda adorar a Foster Wallace, a la vez que se ha puesto de moda despotricar contra Joyce (ya ves, hasta Coelho lo hace). Y seguro que me equivoco y ahora venís todos a pegarme, pero de vez en cuando se me puede permitir tener opiniones subjetivas, ¿verdad? 😀
Gracias por pillar la referencia a El resplandor. Creo que ese capítulo de los Simpsons es mi favorito.
No sé si conoces Freedom. A este paso parecerá que voy a comisión, y juro que no es así. Es un programa para bloquear internet (te ahorras tener que iniciar luego el router). Es de pago (creo que son 10 dólares al mes), pero seguro que hay otros programas similares por ahí gratuitos o freemium.
Hola, Gabriella. Lo mío con Joyce viene de lejos, de hace como 15 ó 20 años. Lo digo por lo de la moda de despotricar contra él. Aunque creo que esa moda también viene de lejos. Somos muchos los «damnificados» por su incomprensible arte. En cualquier caso, esto es lo grande del arte, ¿no?: lo que a unos les resulta insoportable a otros les puede parecer sublime. Sobre gustos… 😉
De Foster Wallace lo primero que leí suyo fue un libro de relatos titulado «Hablemos de langostas», aunque lo dejé a medias. Empezó muy bien, con un hilarante artículo en el que le da un soberbio repaso a la industria del porno norteamericano en una pieza titulada «Gran hijo rojo». En 35 páginas no deja títere con cabeza. Esa pieza me resultó tremendamente divertida. Luego dejé de leerlo, y no recuerdo muy bien porqué, aunque creo que tuvo mucho que ver esa manía suya de incluir interminables y abusivas notas a pie de página. Luego, cuando me enteré de su suicidio, quise darle una segunda oportunidad y me hice con «La broma infinita», pero me pasó lo mismo que con el anterior, lo tuve que dejar a medias por lo que tú bien dices, me pareció un pedante insufrible, incapaz de resistirse a mostrar su infinita sabiduría en torno a cualquier cuestión que aborde.
De Coelho prefiero no opinar. Y por supuesto que tienes todo el derecho a tener tus propias opiniones subjetivas. No eres modelo de pasarela, por Dios. Porque, no lo eres, ¿verdad? Todos tenenos derecho a tener nuestras propias opiniones subjetivas. Bueno, todos menos Coelho. Ese tío es un peligro con una máquina de escribir entre las manos. Un juez debería dictarle a Coelho una orden de alejamiento de cualquier teclado, como a los hackers que son llevados ante la justicia. Es broma. Que escriba lo que quiera. A mí me da igual lo que escriba. Mejor eso que delinquir en política. 🙂
No conozco el programa que mencionas. Pero hace unos días puse en marcha el plan que te dije, ¡y funciona! Apagué el router durante buena parte del día y me centré única y exclusivamente en la tarea de escribir. Garantizado. Luego encendí el router, accedí a internet y, ¡plas! Adiós inspiración. Hola vagueo y procrastinación. En fin 😉
Me ofende profundamente que dudes de mi capacidad para ser modelo de pasarela.
Aunque sea nula.
No por mi aspecto perfectísimo de mujer realizada, por supuesto, sino por mi falta de equilibrio.
En serio, ¿has visto los tacones que llevan los Louboutin? Flipante.
Por favor, le ruego a usted que acepte mis más sinceras disculpas, pues en ningún momento obró en mí ánimo alguno de causarle ofensa.
Por cierto, que sepas que me he visto obligado a buscar en San Google el término Louboutin, del cual desconocía totalmente su existencia. Ahora ya puedo decir que el tal Christian Louboutin me parece un sádico. Y sí, yo también lo he flipado.
Disculpe usted. 😉
Quedas disculpado, quedas, aunque solo sea por el mal rato que te he hecho pasar mirando tacones, jaja.
Hola, Gabriella. Desde que hemos conocido tu blog no podemos dejar de leer tus artículos. No solo los trabajas de miedo, sino que tratas temas de gran interés y utilidad. Muchísimas gracias, te daremos toda la difusión que podamos en nuestras redes. ¡Un abrazo!
¡Me alegro de que os gusten! Ya he visto que me habéis estado compartiendo en Twitter, os estoy muy agradecida 😀
Hola Gabriella!
Muy interesante el artículo. Tú fuiste la primera persona que me ayudó a hacer ‘click’ en mi cabeza, ya sabes, esa revelación de que el escritor no tiene que sentarse a esperar a las musas, sino escribir como un condenado un día sí y otro también.
Creo que este artículo es muy útil. Actualmente llevo seis meses escribiendo diariamente y coincido con muchas de las cosas que mencionas aquí. Mi ciclo creativo últimamente consiste en: planificar brevemente lo que voy a escribir + escribir un primer borrador asquerosamente feo (a shitty draft, basically) + editar + editar + editar… dejarlo en baremo un tiempo… + editar.
Actualmente ando escribiendo la primera versión de una novela corta que estará terminada para septiembre. Cuando haya terminado, le daré un buen repaso, porque creo que con los proyectos largos hay que esperase a terminar para tener una vista panorámica y luego recortar / ampliar / cuadrar las cosas para que tengan sentido.
Lo mejor de escribir todos los días: que me lo paso genial. En serio, nunca me había divertido tanto. Es cierto que hay momentos en los que siento como si tuviera que abrirme las venas a mordiscos para sacar sangre con la llenar mi pluma estilográfica y escribir algo decente, pero en general, desde que escribo costantemente, estoy un 120% más feliz conmigo misma y la escritura.
¡Gracias por el artículo!
«creo que con los proyectos largos hay que esperase a terminar para tener una vista panorámica y luego recortar / ampliar / cuadrar las cosas para que tengan sentido».
Estoy de acuerdo. Pero no lo dejes demasiado, porque ocurre algo terrible: el progreso que has realizado en ese tiempo (y lo habrás realizado si escribes todos los días) hará que esa obra ahora parezca lo más feo que ha parido madre, y querrás reescribirla por completo (si no la tiras directamente a la papelera). Y así ad nauseam y nunca se termina nada, te lo digo por experiencia 😛
¡Por favor!, no puedes permitirte cometer faltas de ortografía a ese nivel. «Mogollón» es con «ll» no con «y», aparte de que me parece una palabra demasiado coloquial para introducirla en un tutorial sobre escritura.
Asumo que tu comentario es de broma.
Si tu comentario no es una broma, te ruego que leas el apartado donde aparece esa falta, donde explico el uso intencionado de «mogoyón».
Cito de mi texto: «Pero sí, el mogoyón era intencionado; muy mal si justo estabas abriendo el apartado de comentarios para echármelo en cara».
¡Hola Gabriella!, es la primera vez que comento en tu blog aunque lo sigo desde hace tiempo. Muy útil y divertida esta lista de preguntas salvavidas. Al igual que muchos, mi mayor enemigo es internet. Me he reído mucho con las pelirrojas carpinteras de Wisconsin 😉 Gracias de nuevo.
¡Hola Pilar! Muchas gracias por andar por aquí. Internet es un demonio terrible, pero juntos lo dominaremos.
[…] 20 preguntas salvavidas para hacerse antes, durante y después de escribir […]
Grabiella, es genial como escribes, tus ejemplos son lo máximo. Muero de la risa por cada ejemplo abstracto. :B
MUY ÚTIL, de verdad.
Las voy a anotar en una libreta para recordar hacermelas mientras escribo.
Yo sólo me procuro no usar gerundios ni adverbios terminados en mente. Ya voy 35.000 palabras y ninguna de ellas es un gerundio o adverbio de estos… Bueno, miento, se me escaparon algunos al principio pero son pocos.
Gracias otra vez, Gabriella.
Puedes usar algunos adverbios en -mente y gerundios, lo importante es no abusar de ellos y usarlos correctamente 😉
Hola Gabriella, una vez mas me motivas a comentar algo de este escrito tuyo, el de tantas preguntas de una sola vez; ya estaba desacostumbrada, a querer ser solo profesora y no pupila, pero muy interesante y de mucha ayuda para mi en lo particular. El comentario que hiciste en la pregunta nueve, esa de» Estoy bloqueado» ?precisamente ayer lo comente con una de mis hijas, estoy escribiendo una historia y fácil se me hizo porque vuelvo a decir que aplico partes de mis vivencias, claro cambiando los nombres de los personajes, iba muy bien y de pronto había que dar «Vuelta a la trama» y se me puso difícil,a tal grado que me bloquee y me detuve; entonces Juliana mi hija, me paso una técnica que apenas ella estaba poniéndola en practica y es la misma que tu comentas; tomar palabras al azar , mezclarlas y van a llegarte ideas, así fue, ya estoy continuando mi historia.Gracias Gabriela.
A mí esa técnica me saca de verdaderos atolladeros, Nazaria, me alegro de que a ti te haya llegado también y que te sea útil. Un abrazo.
Fíjate, Gabriella, que también yo leo a Joyce en el váter.
El libro me lo regaló mi tío cuando yo tendría unos 15 años; lo leí sin entender nada.
No hace tanto un editor hojeó mi manuscrito. Me dijo que no le había gustado nada cómo estaba escrito. Me hundió pero su sinceridad me ayudó mucho (cuando salí del hoyo).
«Por qué no lo haces estilo Joyce?», me sugirió, no sé si lo dijo por no callar o por quitarme de encima, pero me lo tomé al pié de la letra.
Sobre las 20 preguntas, y por añadir:
Me importa mucho el arte que sana, la literatura como terapia.
Por eso me pregunto: «¿Eso que escribo podrá servirle a alguien, algún día, de esa manera que a mí me rescatan algunas lecturas?» (Por ejemplo, leer a Joyce, con humildad y desde la letrina.)
Buenísima pregunta, Laura. Supongo que a estas 20 preguntas habría que añadirles aquellas que están en sintonía con nuestros objetivos personales (si nuestro objetivo es emocionar podríamos preguntar «¿esto va a emocionar a alguien?»; si es enseñar, sería «¿alguien va a aprender algo con esto?» y así).
Ya entiendo, Gabriella, volvemos al para qué, que me trae de cabeza.
[…] ver aquí (y si quieres conocer su método completo, aparece en su libro). También te ayudará esta serie de preguntas que puedas hacerte antes, después y durante tu sesión de […]
Excelente, me ha dado mucha risa algunos ejemplos pero lo que comentas es muy útil y es la verdad de los escritores. Yo soy novata en este campo, si es verdad que desde hace mucho tiempo me gusta escribir pero no es lo mismo cuando te especializas y conoces las técnicas, teorías y más. Una de mis mayores complejos son los títulos, es algo que se me dificulta un montón, siempre pienso en: ¿será llamativo? ¿pero que palabra englobaría toda la historia? ¿será que el título llamara la atención? son muchas preguntas frecuentes pero con la práctica se que iré mejorando
Me ha gustado, creo que ha merecido la pena leerlo.
Gracias