ID-10050685Este último par de semanas han sido extrañas. He tenido una explosión de creatividad y de ideas, pero por desgracia pocas de estas han llegado al papel y, menos aún, al blog. Han sido unos días de plazos de entrega, lectura intensa y eventos varios, entre los que destaca, cómo no, el Festival de Fantasía de Fuenlabrada. A veces tengo la sensación, releyendo el blog, de que mi vida es una sucesión de hechos entre festival y festival, y eso, he de confesar, me produce una gran alegría. No hay nada como los grandes saraos: encuentros con lectores, amigos (con frecuencia con lectores amigos y amigos lectores), comilonas y bebelonas, y la oportunidad de ver a algunos de los grandes en acción. Por no hablar de la oportunidad de poder hablar y conocer a aquellos a los que siempre has admirado.

Claro que es un privilegio poder conocer a autores de la talla de César Mallorquí, por ejemplo, pero hay otra historia distinta, muy privada (ya no tanto; gracias, blog), acerca de aquellas personas a las que siempre has admirado, con esa incomprensión y mística que te produce la contemplación del Talento (así, con mayúsculas), y con las que luego tienes que actuar como si los conocieras de toda la vida y no-pasa-nada-porque-esté-cenando-con-Alejandro-Terán, no, para-nada. Todo cambia y esos poseedores de Talento (así, con mayúsculas) de repente se transforman en personas de carne y hueso, con las que te vas de cervezas o a cenar o a charlar sobre la función de los talleres literarios y es una sensación rara y extraordinaria. Y todo se normaliza, y todo está bien, y de repente en mitad de una charla trivial te acuerdas de con quién estás hablando y te dan ganas de decirles que cuando eras una pobre editora habrías dado todas tus extremidades porque te hiciera una portada, o te tiembla la mano porque el mismo rotulador que te acaban de dejar para firmar y hacer garabatos es el rotulador con el que Corominas acaba de firmar originales en acuarela en ejemplares de Canción de hielo y fuego. Esa es mi parte favorito de este oficio de masoquistas que es la producción y edición literaria, en todas sus formas.

Es un poco como cuando una noche estuve cenando en un encuentro literario, en un pueblo perdido en un monte aún más perdido, y me puse muy nerviosa porque un autor al que admiraba se sentó casi a mi lado y comenzó a charlar con los que teníamos a nuestro alrededor. Desde entonces eso me ha pasado más de una vez (espléndidos y estresantes gajes del oficio), y cierto es que nunca terminaré de acostumbrarme, pero aquella noche fue, posiblemente, la primera vez que estaba cerca de alguien conocido y respetado en el mundillo literario, y yo estaba realmente de los nervios. Más adelante me leí más libros suyos, me gustaron más todavía y recordaba aquella cena con aún más nervios. De nuevo me había topado con el Talento (así, con mayúsculas).

Un buen puñado de años más tarde, todavía me pongo un poco nerviosa cuando cenamos juntos. Y cuando viajamos juntos, y cuando escribimos juntos. Y sobre todo cuando nos besamos, pero esa es otra historia.

Pero dejemos de lado lo sentimentaloide y vamos allá con mis gráficos de Beeminder:

1. Escribir mi novela. ¿Es posible que vea asomar las orejas del lobo conocido como Fin? He acabado por reunir algunas cosas y simplificarlas, y cabe la posibilidad de que pueda meter dos capítulos en uno. Aún así, cerca de las 125000 palabras de novela, todavía falta bastante.
-Palabras escritas desde el 1 de junio (cuando empecé el desafío anterior): 80398 palabras.
-Palabras por escribir antes del 1 de diciembre: 44602 palabras.

2. Hacer ejercicio. Seguimos entrenando, y me noto algo más fuerte. Por lo menos no me cuesta tanto subir la maleta arriba cuando viajo en tren. Y las sentadillas son tremendamente útiles para cosas que nunca se me habrían ocurrido.

-Minutos desde el 1 de junio: 3055.

-Minutos por hacer antes del 1 de septiembre: 955.

3. Enviar a concursos. POR FIN mandé el dichoso relato interminable (es cierto eso que dicen de que un texto no se termina de escribir hasta que se publica, o, en este caso, hasta que se envía a concurso), y el poemario, y hala, a pensar en el siguiente concurso y el siguiente relato y etc.


4. Leer. Terminé Snow Crash de golpe, leyendo como loca hasta las tres de la mañana. Qué maravilla de cyberpunk, qué maravilla de conceptos asociados a la programación neurolingüística, qué personajes. Qué de todo, excepto el final, que se queda algo corto. El día en que Stephenson escriba un final bien satisfactorio, que no sea abrupto a lo «me aburro de escribir, vamos a ir cerrando el bar», le pongo un aeropuerto, por lo menos.

Minutos leídos: 2245.

Por leer: 755.

5. Actualizar blog. Esta semana he tenido pocas oportunidades de actualizar, aparte de la entrevista y esta puesta al día del desafío de otoño. Pronto más.

Actualizaciones hasta la fecha (desde el 1 de junio de 2014): 46

Faltan (antes del 1 de diciembre): 26

Metas nuevas:

Y ahí van todas las demás:

a) No usar Facebook ni Twitter fuera de horario

b) Acordarme de apuntar mis gastos e ingresos conformen suceden, para evitar luego quebraderos de cabeza intentando cuadrarlo todo.

c) No beber en casa.

d) Nuevo proyecto de escritura compartido

Iba a dejaros unos enlaces, como siempre, pero estoy cansada y es tarde. Tendremos que dejarlo para otra ocasión.

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Podéis ver aquí todas las actualizaciones del desafío anterior, junto con el artículo inicial.

Imagen por cortesía de graur codrin en FreeDigitalPhotos.net