Hoy se cumple el último día del desafío de 30 días Clutterfuck. Los días 29 y 30 no los he fotografiado ni voy a exponerlos ya que se han tratado de objetos recibidos como regalos. Aunque creo que ninguna de las personas involucradas lee este blog, preferiría no publicar dichos objetos por si acaso. Son cosas a las que les tengo cariño pero que llevo ya un tiempo sin usar y que están en muy buenas condiciones; cosas que podrán ser aprovechadas y queridas por otros. A continuación os dejo mi resumen de lo que ha significado este desafío:
¿De qué trataba el desafío y cuál era su objetivo?
Durante 30 días me he deshecho, de manera diaria, de un objeto que ya no usaba, un objeto que sobraba. En el caso de cosas ya muy avejentadas o rotas, las he tirado; las nuevas las he donado a Cudeca o a amigos que me las han pedido. El objetivo era valorar de nuevo los objetos materiales, darles la importancia que merecen, y considerar qué necesito realmente y qué está simplemente ocupando espacio y molestando en mi entorno. Mi esperanza era que este comportamiento además me ayudara a hacer un poco de clutterfuck mental y laboral.
¿Cómo ha sido de difícil?
Relativamente fácil, si bien ha llevado más tiempo los días que tenía que reorganizar y ordenar cosas, por no hablar de subir mis progresos al blog y realizar fotografías. En general ha sido bastante sencillo, pero me alegro de haber terminado y no tener que seguir haciéndolo a diario.
¿Prueba superada?
Sí, lo he hecho a lo largo de 30 días, deshaciéndome de algo a diario. ¡Conseguido!
¿Ha funcionado?
Pues sí, ha funcionado. Tengo menos cosas (aunque todavía me quedan muchísimas más que deberían ir por el mismo camino), menos bulto a mi alrededor. Y no solo eso, empiezo a tener cierto estado mental que me ha ayudado en mi vida laboral también. He conseguido reorganizar algunos proyectos, quitarme carga de trabajo en otros (he recortado en algunas cosas que me satisfacían a nivel personal y profesional: prefiero hacer menos y de mejor calidad) y dejar algo de tiempo para encargos ocasionales, tanto de Miss Cristal como relacionados con las letras, que me entran y que siempre producen un caos total en una rutina que estaba llena de obligaciones que me saturaban. Un tiempo que además me ha venido estupendo para poder echarle más horas a esto de hacer ejercicio (he empezado a ir a un gimnasio, aprovechando que mi hermano se ha apuntado y puede acercarme en coche). Sobre todo me ha ayudado a ver qué es esencial y qué no, si bien queda claro que este es un proceso que no ha hecho más que comenzar. Sospecho que en los próximos meses me veréis ir cortando con algunos otros proyectos que tengo por ahí sin terminar, languideciendo, y que ya no me aportan nada. Me está enseñando a ser más realista y a enfocar, a concentrarme en lo importante y fundamental. Sobre todo, se me está quitando el apego tonto a cosas que no lo necesitan. El afecto es limitado, creo que voy a distribuirlo mejor a partir de ahora.
¿Vas a seguir haciéndolo?
No a diario, desde luego, ya que implica un gasto de tiempo y energía que necesito para probar otros retos. Pero a partir de ahora dedicaré un día fijo, cada dos meses, para hacer un clutterfuck masivo en mi espacio vital, tanto mental como físico. Será muy útil para actualizar prioridades y hacer limpieza en todos los sentidos. También me he adjudicado una nueva regla, muy sencilla: Nada entra sin que algo salga, es decir, cualquier compra, regalo, etc., implicará que tendrá que salir de mi espacio otro objeto que ya no sea esencial. Para empezar, el día 9 de octubre haré el primer clutterfuck masivo y me comprometo a mostrarlo en el blog, sois todos testigos 😉
¿Cuál es el siguiente reto?
Mañana empieza el siguiente desafío de 30 días, el de meditación. Como ya os comenté, la primera semana se tratará de meditación guiada, aprovechando la oferta de Meditationfest (lamentablemente, en inglés), de siete sesiones distintas gratuitas, más que nada por probar diferentes formas y perspectivas frente a la meditación. Después, volveré a mi meditación habitual, que está explicada aquí, y que consiste en poner en blanco la mente hasta entrar en un estado en el que puedes dejar simplemente fluir los pensamientos sin agarrarte a ellos. Si alguien quiere apuntarse al reto pero no sabe ni por dónde empezar porque jamás ha meditado, aconsejo el siguiente proceso para empezar:
- Busca una posición cómoda (pero no tan cómoda que te vayas a quedar dormido). Yo uso medio loto, con las manos abiertas en forma de pinza sobre las rodillas (así, si te duermes, te despiertan tus propias manos al cerrarse. En la imagen veréis a lo que me refiero). Pero te puedes sentar en una silla normal, o donde estés a gusto. Lo importante es que la espalda esté recta y no estés tumbado/a.
- Cierra los ojos y concéntrate en respirar. Si sabes realizar respiración abdominal o diafragmática, esta es la buena. Si no, limítate a inspirar y espirar como siempre, pero de manera mucho más lento y profunda.
- Cuando te sientas ya algo más relajado, no pienses en nada. Es decir, lo que venga córtalo de forma abrupta. Cualquier pensamiento elimínalo tan pronto aparezca, hasta que no estés pensando en nada. Esto al principio es bastante más complicado de lo que podría parecer.
- Una vez has conseguido esto, empieza a dejar pasar los pensamientos. Pero no reflexiones ni te pares con ellos, déjalos fluir y pasar. No los cortes pero tampoco les prestes atención. Simplemente observa. Se trata de conseguir una especie de «mente tras la mente», o testigo de tu propio pensar. Este es el estado ideal al que queremos llegar.
Personalmente me gusta reflexionar un poco antes de empezar a meditar, para quitarme preocupaciones o cosas interesantes que podrían distraerme demasiado durante la meditación. Del mismo modo, suelo quedarme reflexionando un rato después de meditar, ya que pueden haber surgido pensamientos interesantes sobre los que me gustaría profundizar pero que por la naturaleza de la meditación tuve que dejar fluir en vez de pararme lo necesario. A veces apunto cosas. Como método de inspiración es inigualable, desde luego. Lo idóneo es empezar con un tiempo fijo, ponerse el despertador, por ejemplo, y realizar unos cinco minutos, para ir ampliando el tiempo según vamos haciendo sesiones. En mi caso, mi objetivo es llegar a cierto estado de paz y gusto que suelo alcanzar pasados unos 10-15 minutos*, por lo que para mí una sesión exitosa rondará los 20 minutos. Hay días que tardo mucho más, porque estoy preocupada, estresada, etc., y días en los que llego en nada. De cualquier forma cada persona es un mundo y veréis cómo, después de un tiempo de práctica, vosotros también daréis con la cantidad de tiempo idónea para que cada sesión sea fructífera, es decir, que os ayude a vaciar la mente, limpiaros un poco las ideas y os proporcione una relajación fabulosa.
Si alguien quiere hacerme alguna pregunta, sentíos libres de hacerlo por los comentarios o escribiéndome a gabriellavc(arroba)yahoo.es
*Yo lo defino como «el estado de las florecillas y las mariposas», porque suele ir acompañado de imágenes mentales de flores que crecen de mis manos, con mariposas que revolotean alrededor. Sí, WTF. No me preguntéis de dónde sale eso ni por qué. Pero sí que es cierto que en las épocas en las que he meditado más a menudo cada vez tenía imágenes mentales más vívidas durante la sesión. Algunas en concreto acaban asociándose a cierto estado mental, como en el caso de las florecillas en cuestión.
—————
Imagen por cortesía de: FreeDigitalPhotos.net