Sé muy bien lo que estáis pensando: ¿Gabriella está hablando de hábitos OTRA VEZ?
Algunos. Otros estáis pensando en cosas mucho más importantes, y, por mucho que me gustaría, todavía no puedo obligaros a pensar en mi blog durante todas vuestras horas despiertas.
(Todavía).
Mientras, hablemos de hábitos. Sí, otra vez.
Sabéis que defiendo la escritura diaria. Ninguna regla es perfecta para todo el mundo, pero “escribe todos los días” es la regla que, por lo que he podido ver, mejor funciona para los escritores que conozco.
Como dice la escritora de fantasía Mercedes Lackey, escribir es como hacer ejercicio:
¿Qué conlleva y cómo es escribir un libro?
Disciplina. Debes sentarte absolutamente todos los días y llegar a tus metas de escritura diarias. Es exactamente como el ejercicio: si lo dejas un día es mucho mas fácil dejarlo al siguiente, y al siguiente y al siguiente.
Razones de peso para escribir a diario
¡Razones, razones, razones rollizas, sexis y persuasivas!:
1. Si pretendes profesionalizarte, tendrás que trabajar como un profesional. Un trabajo suele implicar una entrega diaria (o, por lo menos, durante los días laborables).
2. Si escribes todos los días, evitas las excusas. Nunca puede haber un “hoy no me apetece”, “hoy no tengo inspiración”, ni siquiera un “hoy no puedo”: la escritura es algo que haces sí o sí, llueve, truene, haga sol o llegue el apocalipsis (que los leviatanes te pillen escribiendo). Pierde el miedo al bloqueo, porque ya no tiene poder sobre ti.
3. Cada vez estoy más segura de que la revelación de Sturgeon es cierta y de que el 90% de toda la ficción es mierda(1). El 90% de lo que escribimos es mierda. Vas a tener que escribir mucho para que el 10% bueno de lo que haces realice su gran acto de aparición.
4. En general, la cantidad es importante. Mayor cantidad no es equivalente a mayor calidad si te empeñas en no progresar, pero lo es si acompañas a esas cantidades de una formación consciente, si realizas una práctica deliberada. No se puede desarrollar una práctica deliberada escribiendo tres veces al mes.
5. Habrá días malos, días en los que escribirás cien palabras y serán cien palabras de basura y bazofia muy repulsiva. Cuando escribes a diario, eso te da igual, porque también hay días buenos que compensan. Aprendes a ceder, a atravesar tu resistencia y sacudírtela de los hombros: solo ha sido un mal día en el trabajo.
6. Las maratones tienen su utilidad (uno no escribe del mismo modo tras hora y media de trabajo que con quince minutos diarios), y un escritor disciplinado puede sustituir el trabajo diario por maratones largas semanales, por ejemplo. Pero a no ser que lleves muchos años escribiendo de modo férreo, no recomiendo dicha sustitución. Las maratones son duras e intentarás escaquearte. Digamos que la tentación de no escribir casi desaparece cuando implementas el hábito diario, algo que no ocurre con las maratones ocasionales, donde la tentación de “dejarlo para mañana” es poderosa.
Algunas meteduras de pata habituales
Si has probado la escritura diaria alguna vez, sabrás que no es fácil. Cuando trabajé con grupos en retos de escritura diaria, observé una serie de problemas recurrentes.
Para empezar, siempre había quienes arrancaban con metas grandiosas de miles de palabras. Pensaban siempre en el mejor día posible de escritura en vez de en el peor. No consideraban lo que ocurriría ante el primer obstáculo. A los tres o cuatro días ya fallaban y, en vez de remontar, abandonaban por completo.
Por esto falla tanta gente en el NaNoWriMo. Personas incapaces de escribir 100 palabras diarias intentan escribir 1600. Eso puede ser el impulso que necesitan, sí, pero con frecuencia es una receta para el fracaso. Si no, ¿por qué tan pocos participantes consiguen llegar a la meta de las 50000 palabras?(2).
En estos retos, es la implementación correcta de un hábito lo que marca el éxito:
1. Se marcaban metas demasiado ambiciosas desde el principio, en vez de aumentarlas poco a poco.
2. Escribían cuando podían, decidían escribir sobre la marcha, en vez de tener una hora asignada (siempre la misma).
3. No asociaban su nuevo hábito a otro que ya tuvieran, por lo que era fácil que se les olvidase llevarlo a cabo.
4. Con frecuencia, aprovechaban para unir otros hábitos nuevos positivos al de la escritura. Esto, sobra decirlo, solo complica las cosas.
5. Escribir no era, en realidad, algo importante para ellos. Les gustaba la idea de escribir, pero no tanto el acto en sí. No era prioritario, y es absurdo forzar algo si en tu fuero interno no lo has aceptado como importante.
6. Caían en el error tan común de pensar que escribir siempre es agradable y divertido. Acostumbrados a escribir en estados de flujo, desconocían la dificultad que tiene el aprendizaje real y consciente de una habilidad.
Maneras probadas de implementar bien un hábito
Ya tengo un artículo completo donde explico cómo se implementan los hábitos y cómo escribir todos los días utilizando dicha implementación. También he hablado en varias ocasiones de mi propia experiencia en ese ámbito. Pero hoy me gustaría ir un poco más lejos.
Conocemos una forma muy eficiente y general de implementar hábitos (la que explico en el artículo ya mencionado), pero hay muchos hábitos diferentes y muchas personas diferentes, por lo que podríamos probar distintas tácticas y ver cuál funciona mejor. En un artículo reciente de Scott H. Young, analiza siete tipos de implementación distintos, y voy a explicároslos uno por uno, añadiendo algunos conceptos que Young no trata y aplicándolos al campo que nos compete: la escritura. Al igual que él, yo he probado varios de estos métodos, así que hablo también desde mi propia experiencia escritora.
Antes de nada, me gustaría aclarar que yo puedo dar mil métodos y pueden funcionar, pero el tema de los hábitos es bastante más complejo. Hay muchísimos factores de entorno, psicológicos e incluso culturales en juego. Este artículo puede ayudar si mentalmente ya estás en el sitio adecuado, pero para una información más completa sobre todo esto recomiendo muy mucho El poder de los hábitos, de Charles Duhigg. Ese es el libro con los contenidos más importantes. Para aspectos prácticos recomiendo Hábitos atómicos de James Clear y los libros de ensayo de Isaac Belmar, ya orientados a la mentalidad tras la escritura.
Hay muchísima bibliografía más, pero creo que esas obras son las mejores para quedarse con los conceptos básicos y arrancar.
Inciso: El hábito como herramienta de sustitución
También me gustaría insistir en algo que se menciona poco en todo esto de los hábitos. Antes de entrar en el proceso de implementar una nueva rutina, es importante analizar qué hábitos tienes ya que dificultarían este proceso. Por ejemplo, si tienes una mala higiene de sueño, será complicado que escribas a diario nada más levantarte. Si algo está afectando a tu vida diaria, enfrentarte a eso (en la medida de lo posible) debería ser una prioridad.
También podría ocurrir que encuentras el modo en que tu nuevo hábito sustituye al viejo hábito negativo. Por ejemplo: si todas las noches te tomas cuatro cervezas y dos bolsas de patatas fritas viendo Netflix, esa rutina se podría sustituir por sentarte en el sofá con una infusión y tus útiles de escritura.
Siete maneras de implementar el hábito de la escritura
1. La prueba de los 30 días
Tanto Scott Young como yo aprendimos este método gracias a Steve Pavlina. Pavlina es un bloguero revolucionario que gustaba de usar “experimentos” de 30 días para probar todo tipo de cosas, desde blogging diario hasta dieta (vegetarianismo y luego veganismo), tipos de sueño (se hizo famoso por sus experiencias con el sueño polifásico) o visitas diarias a Disneylandia (algo… curioso, desde luego). Desde entonces ha adoptado una retórica un poquito mística para mi gusto, pero hay que reconocer que su entrega a estos experimentos era (y es) fascinante.
La prueba de los 30 días consiste en elegir una actividad y llevarla a cabo, a diario, durante 30 días, pase lo que pase. Vences a la resistencia y a la procrastinación, porque, por muy difícil que sea, piensas que solo son 30 días. Pasados esos 30 días analizas los resultados y, si te convencen, vas a por los 60. Así fue como yo llegué a los 1095 días.
Este es, sin duda, mi método favorito. Cuando lo probé, yo estaba en un momento personal y profesional terrible, y con muy escasa confianza en mí misma. Tras un solo mes de escribir 200 palabras diarias, todo cambió para mí. Esa confianza me dio la seguridad necesaria para tomar decisiones importantes, y para desarrollar una disciplina que no sabía que tenía.
Advertencia: 30 días no es suficiente para implementar bien un cambio (la media necesaria tiende a rondar los 66 días… y aun eso depende de varios factores), pero es un arranque excelente y te servirá para probarte a ti mismo qué puedes conseguir.
1.b. Microhábitos
Young no habla de esto en su artículo, pero creo que merece la pena mencionarlo.
En lo que se refiere a ciertos hábitos clave, puedes empezar implementando versiones ridículamente fáciles del hábito que quieres obtener a largo plazo. La gente se reía un poco de mí con aquello de solo hacer 200 palabras, pero sabiendo lo que sé hoy sobre el comportamiento de personas que quieren escribir, lo llevaría mucho más lejos y diría que hiciesen 10 palabras al día.
Porque lo importante, por lo menos al principio, no es escribir mucho ni escribir bien. Si te concentras en eso, si lo quieres todo ya, vas a fracasar. Lo importante es desarrollar el hábito de romper con la procrastinación y empezar. Ese es el verdadero hábito, no el de escribir.
Se trata de vencer a la resistencia aquella de la que hablaba Steven Pressfield. Si durante noventa días eres capaz de sentarte a escribir (aunque solo escribas 10 palabras), empezará a resultarte inconcebible NO sentarte a escribir (sobre todo si lo haces siempre a la misma hora).
Y que solo son 10 palabras. Es tan fácil, facilísimo, que no hay excusas que valgan.
2. No rompas la cadena
Esto lo he visto mil veces por ahí, popularizado por el cómico Jerry Seinfeld, quien decía que escribía un chiste nuevo a diario y lo marcaba en su calendario. Llegó el momento en que tenía tantas marcas que seguía escribiendo por no romper esa cadena.
Esta es mi cadena particular, que comenzó el lunes 19 de agosto y que pretende llegar, como mínimo, a 100 días seguidos de escritura:
Cuando puse esta foto en Instagram hubo más de un comentario curioso, así que la explicaré un poco.
Todos los días escribo nada más levantarme. La primera semana empecé con 25 minutos y he ido añadiendo 5 minutos de duración cada diez días, para que la progresión fuera paulatina y más cómoda. Ahora mismo, mientras edito este artículo, escribo 60 minutos en cada sesión. Alterno días de escritura de ficción con días de escritura para el blog.
Incluyo también en lo de “escribir” el acto de reescribir, porque para mí van de la mano, pero tú puedes adaptar eso a tu gusto. Lo que NO recomiendo es meter actividades de promoción y marketing en este bloque: limítate a actividades solo de escritura o, como mucho, de corrección. Incluir otro tipo de tareas te dará la excusa perfecta para evitar la tarea más difícil de todas (escribir).
Advertencia: La ventaja de la cadena es también su mayor desventaja. No quieres fallar, pero si fallas puede ser muy difícil reunir la motivación suficiente para comenzar de nuevo. Recomiendo crear una serie de supuestos que cubran qué hacer en situaciones donde escribir sea difícil. Por ejemplo: aunque escribo 60 minutos, los días en los que viajo y tengo que madrugar solo tengo que escribir un mínimo de 200 palabras. Es el acto de escribir el que importa, así que el que haya algún día suelto donde escriba poco y mal es indiferente.
3. No falles dos días seguidos
Con esta técnica, llevas a cabo el hábito todos los días, pero si fallas un día, no pasa nada: lo importante es que nunca falles dos días seguidos. Esto es porque un solo fallo no es el fin del mundo(3), pero dos días ya transmiten la sensación de que el hábito ya no es necesario ni importante, y de ahí es muy fácil que esos dos días sin escribir se transformen en tres, en cuatro y en dieciocho.
Advertencia: Esta técnica también depende mucho de su usuario. En mi caso, el saber que tengo “permiso” para fallar un día ya me hace fallar, porque el hábito no es “obligatorio”. Hay quien funciona muy bien con esta mentalidad, y otros, como servidora, solo funcionamos con una actitud de todo o nada. Lo importante es observar tus propios comportamientos, probar distintas tácticas y entender qué es lo que es más natural y efectivo para ti.
4. Prentrenamiento
Hablo de la técnica de practicar un hábito en una situación artificial, más sencilla, para prepararse para un hábito más duro.
¿Un ejemplo? Este viene propuesto también por Steve Pavlina. Imagínate que quieres implementar el hábito de levantarte temprano y de golpe, sin remolonear. Puedes echarte pequeñas siestas de 25-30 minutos y practicar el levantarte de golpe en cuanto suene el despertador. Esta práctica sirve para enseñar al cuerpo a desperezarse de inmediato en cuanto suena una alarma, práctica que luego podrás aplicar en la situación realmente dura: levantarte por la mañana tras una noche entera de sueño.
De entrada no se me ocurría que esto tuviera una aplicación en el mundo de la escritura, pero creo que lo más cercano serían los campamentos nano, NaNo Prep y similares, que sirven para ir planificando tu novela, probar proyectos sin fechas de entrega tan exigentes y pillar cierto hábito de trabajo antes de meterte en algo mucho más exigente: el NaNoWriMo.
Cualquier taller de escritura con «deberes» (proyectos, trabajos, muestras, etc.) serviría también como práctica para una escritura diaria no supervisada. También podríamos establecer por nuestra cuenta un «calentamiento», una preparación progresiva para alcanzar nuestras metas de escritura a largo plazo.
Por ejemplo, si necesitas escribir 2000 palabras diarias para llegar al ritmo de escritura que te gustaría tener y para producir un número de libros determinados al año, sería absurdo arrancar un hábito con ese número diario. Sería mucho más eficiente hacer 30 días de prentrenamiento, haciendo solo 200 palabras, luego subirlas a 400, luego a 800… y así poco a poco hasta alcanzar el número que necesitas.
Por supuesto, aquí uso como medición el número de palabras, pero también puedes utilizar medidas de tiempo (sobre todo si incluyes sesiones de reescritura y revisión). O puedes hacer las dos cosas (“he de escribir 200 palabras en 10 minutos”: algo estupendo para desarrollar la creatividad y cargarte bloqueos).
5. Hábitos basados en proyectos
Hay a quien le funciona mejor el enfoque contrario: concéntrate en el proyecto que tienes y los hábitos vendrán por sí solos, determinados por este.
En principio, ese es el acercamiento que tenemos todos. Quiero conseguir X, así que me pongo y tengo la expectativa de que automáticamente me sentaré a trabajar en X todos los días.
Estos son los hábitos que aparecen solos. Queremos enviar un relato de 5000 palabras a un concurso y el plazo es en una semana, así que sabemos el número de palabras que debemos hacer al día. Nos entusiasma la idea de participar (¡y ganar!), así que nos lanzamos a ello.
Para ciertos proyectos, sobre todo los que no son muy largos, esto puede funcionar, pero no confío en hábitos basados solo en motivación. Si hay una obligación detrás (por ejemplo, si tienes plazos de entrega y comer este mes depende de que cumplas), sentarte todos los días a escribir no es un hábito consciente, sino algo impepinable. No obstante, para los que escribimos novela, por ejemplo, o para cualquier otro proyecto de tiempos más difíciles de definir y con una motivación más intrínseca («me gusta escribir, quiero escribir mejor, quiero escribir un libro») que extrínseca («me pagarán dinero por este libro, dinero que necesito; mi estado actual de vida depende de que entregue el libro en tal fecha»), suele ser necesario implementar los hábitos primero y después preocuparse por el proyecto en sí.
De cualquier modo, es probable que amplíe información sobre esta técnica más adelante, ya que estoy preparando otro artículo sobre el ultraprendizaje (o cómo desarrollar habilidades de manera intensiva, lo que suele llevar asociada la implementación forzosa de hábitos).
6. Compromiso público
Tengo sentimientos enfrentados sobre este método. La idea es que te comprometes públicamente a realizar tu hábito (o, por lo menos, a alcanzar un resultado determinado). Young habla además de penalización: no solo te comprometes, sino que tu público tiene derecho a castigarte si no cumples.
Este castigo podría enfocarse desde el punto de vista del hábito diario, o considerando el resultado final. Por ejemplo, podrías decir en Facebook que vas a escribir mil palabras diarias durante un mes, y que si algún día no cumples te comprometes a donar 200 euros a alguna asociación u ONG a la que le tengas una tirria especial. También puedes hacer lo mismo, pero con el compromiso de tener 30000 palabras escritas a final de mes (y deberás mostrar esas palabras).
De nuevo, esto depende del tipo de persona que seas y del nivel de exigencia de tu público. A lo mejor dices que estuviste enfermo ese mes y tu público te perdona y no te exige que pagues nada. Siempre habrá quien encuentre modos de escurrir el bulto. En los grupos de escritura ya mencionados, el compromiso público era muy eficiente para algunos; otros simplemente desaparecían, avergonzados, cuando pasaban un par de días sin escribir.
Opino que, para que esto funcione, se tienen que dar las siguientes condiciones:
- Tener a alguien ante quien responder que no acepte excusas, que sea exigente y con mano dura.
- Que actúes con absoluta honestidad y transparencia (también contigo mismo).
- Que seas el tipo de persona a quien le importa lo que otros piensen de ti. La mayoría lo somos, de hecho, pero esta clase de desafío puede despertar la vena rebelde de más de uno, con lo que el tener que responder ante otros provoca el efecto contrario al deseado.
Si crees que este tipo de táctica puede funcionar bien para ti, puedes o bien realizar un compromiso público como el mencionado más arriba, o participar en proyectos conjuntos con otros escritores (antologías, grupos de escritura, etc.), que es otro modo de responsabilizarte de tu trabajo en un compromiso con otros.
7. Crea hábitos asociados a la identidad
Este me parece uno de los puntos más interesantes. Creo que su uso óptimo es en conjunto con alguno de los métodos anteriores.
Este principio afirma que puedes probar todas las técnicas del mundo: no funcionarán si tú no asocias tu identidad al hábito que estás implementando. Si tú no te consideras una persona que escribe, nunca vas a escribir.
Esta táctica busca utilizar la disonancia cognitiva a nuestro favor. Si te dices “soy escritor” y luego no escribes, te sientes raro, culpable, porque la imagen que te has hecho de un escritor es la de una persona que escribe. ¿Qué sentido tiene alguien que se define como escritor pero nunca aposenta su hermoso culete delante del ordenador para colocar palabritas?
Este es un concepto que se aplica mucho en las dietas y en las adicciones, por poner dos ejemplos interesantes. Si decides que eres una persona que nunca come tarta, y dices a todo el que se te cruza por delante que tú nunca comes tarta, sería un poco extraño (y algo embarazoso) que delante de todos tus amigos te pidieras el cacho de pastel más grande de la pastelería.
Del mismo modo, es más efectivo decir “no soy fumador” o “yo no fumo” que estar pensando “no debería coger un cigarro” cada vez que te apetece fumar. En el segundo caso tienes que imponer tu fuerza de voluntad varias veces al día (y vas a fallar en algún momento); en el primero no hay decisión alguna: no vas a coger un cigarrillo porque eso no es concebible: tú eres una persona que no fuma, esa es tu identidad.
Cierto es que la identidad no es algo que cambie de inmediato, a no ser que tengas una madrina muy mágica como la de Cenicienta. A mí me llevó varios años pasar de “soy una persona que de vez en cuando escribe” a “soy escritora”, y fue el reto de los 30 días lo que sirvió de catalizador para un hábito que era perfecto para la nueva identidad que quería adoptar. Sin esa preparación mental, digamos, a lo mejor habría fallado en el reto.
Creo que el cambio de identidad, aun progresivo, es necesario para que arraiguen cualquiera de los métodos ya descritos. Puedes seguir todos los trucos, tips y consejos que encuentres por internet para escribir más y mejor: si tu identidad sigue anclada en el punto de “soy una persona que de vez en cuando escribe”, no arraigará el hábito. Y pensemos también en otras identidades que no ayudan en nada, identidades como: “nunca escribiré bien”, “no merezco compensación por mi trabajo” o incluso “soy un gran escritor y mis textos son perfectos”.
Algunas identidades no son las que buscamos ni queremos. A mí me gustaría tener la identidad de “soy una persona que come pan hasta hincharse y que consume alcohol a espuertas”, porque cuando tenía esa identidad mi vida parecía más fácil y podía ir de juerga con mis amigos y comer pizza como la gente normal. Confieso que la identidad de “aburrida persona sobria con la que solo podemos ir a restaurantes raros” no me entusiasma en absoluto. Pero es lo que tiene la vida: lo que tú opines al respecto no le importa demasiado.
No todas las identidades son las que buscamos ni queremos.
Razón de más para tener algunas que sí elegimos, que podemos cambiar.
Hay una identidad que sí me gusta mucho y que me la he construido yo sola. (Qué bien sienta tener cierta ilusión de control sobre nuestra existencia, ¿verdad?).
Es la identidad de escritora. Es la identidad de “persona que escribe todos los días y termina libros y los publica”.
Si quieres que te la preste, es toda tuya.
(1) A los que os quejáis (con mucha razón) de mi uso innecesario e insistente de palabras malsonantes y vulgares: podéis sustituir esta palabra por caca.
(2) Ojo, que nadie entienda esto como que estoy en contra del NaNo. Creo que tiene características muy positivas (sobre todo por la sensación de comunidad que crea), y además es una muestra potente de la disciplina necesaria para escribir de forma profesional: es solo que no es una manera ideal de implementar hábitos. Pero si vais a hacer el NaNo, dadle duro y adelante. ¡Lo peor que os puede pasar es que consigáis escribir un puñado grande y hermoso de palabras!
(3) Bueno, depende de lo que escribas, supongo. Si estás escribiendo un manual para evitar el apocalipsis zombi, mejor que no falles ni un día.
NOTAS PERSONALES:
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- Si te ha gustado el artículo, tengo un libro que recoge lo mejor de este blog sobre escribir, publicar y promocionar tus libros. Está en Amazon y lo tienes en papel y en digital. ¡Échale un ojo!:
Cómo sobrevivir a la escritura: Lo mejor de Gabriella Literaria sobre escribir, publicar y promocionar tus libros.
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Créditos:
- Imagen de chica a la que ya solo le queda ponerse a escribir de Andrew Neel en Unsplash
- Imagen de joven escritor en cafetería rodeado de cactus por Tyler Nix en Unsplash
- Foto de mi experiencia como escritora por nikko macaspac en Unsplash
- Imagen de pareja muy convencida de que va a dejar Netflix, por Alvin Mahmudov en Unsplash
- Foto de aspirante al NaNoWriMo, algo menos protegido que el año pasado, por Roberto Catarinicchia on Unsplash
- Foto de escritor que casi no llega al plazo de entrega, por Jaesung An en Pixabay.
- La imagen de la señora prometiéndolo todo para terminar su novela es en realidad de Lisa P. Jackson en Chesapeake Bay, de los archivos de libre dominio de The US National Archives.
- Foto de pastelitos de colores, de Hanh Nguyen en Unsplash
- Imagen de cabecera por Drew Beamer en Unsplash
¡Qué bueno! Al final siempre acabo dándole vueltas a lo mismo: ¿Soy escritor? Lo que me lleva a otra, ¿quiero ser escritor? O más bien, ¿quiero escribir novelas, relatos, etc? Y siempre vuelvo al mismo punto: las circunstancias de cada uno (lo de ganarse el pan de cada día, la familia y esas cosas).
Pero sí te puedo decir que leer tus artículos me ayudan a agrietar esa barrera de contención que hay en mi entorno y en mí mismo, sobre todo el último punto: la identidad. Creo que es la piedra angular de quien escribe para pasar el rato a quien tiene algo que escribir para mostrar al mundo. Y no es una cuestión de querer decirle a todos que eres escritor, simplemente decírtelo a ti mismo. Sin humos ni egos, simplemente como un hecho.
Nos leemos!
«Creo que es la piedra angular de quien escribe para pasar el rato a quien tiene algo que escribir para mostrar al mundo». ¡Exacto! Realmente no hay tanta distancia entre uno y otro, pero a nivel de identidad es un cambio bastante bruto.
Me alegro de que el artículo te haya servido, Jordi 🙂
Buenas Gabriella:
Justo estaba buscando una rutina que me permitiera pasar de suelo escribir a soy escritor y te encuentro, de lujo!!La prueba de los 30 días me va a ayudar mucho a conseguirlo gracias!!Espero que se convierta en parte de mi identidad.Gracias por estos post.Un saludo:Íñigo
¡Gracias a ti por leerme, Íñigo! Mucha suerte con la prueba de los 30 días. Y si no te sale a la primera, vuelve a intentarlo. A veces cuesta pillarle el truco 😉
Estoy totalmente de acuerdo. Acostumbrarse a escribir cada día es lo mejor que puedes hacer si te has planteado convertirte en escritor. A mí costó bastante, pero resultó ser la clave. Nunca habría terminado mi novela si no llego a ser constante.
Gracias por el artículo!
¡Gracias a ti por leer y comentar, Guillermo!
Hola, Gabriella.
Muchas muchas gracias por el artículo, me ha gustado mucho. Justo ahora me hacen falta este tipo de cosas motivadoras e impulsoras. Ya está decidido: una hora al día -en la que calentaré con alguna lectura tipo escritura creativa- de escritura a mano.
¡Un abrazo!
Gracias por hacerme entender que los bloqueos son algo normal en la tarea de un escritor. Creía que sólo me pasaba a mí porque estaba haciendo algo mal.
Qué post tan completo, me ha gustado mucho leerte!
Me ha parecido especialmente interesante el consejo de crear hábitos asociados a la propia identidad, sobre todo por la forma de explicarlo, es totalmente cierto y parece que efectivo también. Me encantaría dejar por aquí información sobre los retos de treinta días para inculcar un hábito, creo que puede ser de interés para otros escritores también. Espero que os guste!
https://www.sinjania.com/reto-de-los-treinta-dias/