Estos últimos días he visto protesta tras protesta en redes sociales. Por lo visto, va a salir Grey, la versión de 50 sombras de Grey escrita desde la perspectiva del protagonista masculino. ¿Por qué?, preguntan mis amigos, palmeándose y azotándose en el pecho, ¿cómo puede a la gente gustarle esa… esa cosa?
Como soy buena persona, he intentado encontrar alguna explicación o alguna razón que ayude a mis amigos a dormir mejor por las noches.
Tenía ya algunas teorías. He trabajado durante años en el sector editorial y hasta he leído libros (¡de papel!) en busca de teorías e información respecto a este curioso fenómeno que es el superventas. Solo por curiosidad, ayer busqué en Google la frase «what makes a book a bestseller«. Lo busqué en inglés, porque quería ver opiniones sobre el mercado estadounidense, donde todo se hace a lo grande y donde los superventas son muy super.
Para mi sorpresa, muy pocos de los artículos coincidían conmigo. Casi todos preferían intentar convencerme de que con solo cuatro o cinco cosas superfáciles yo misma podría convertirme en ultraescritora de megaéxitos. Y ya paro con los prefijos.
Si lo buscas en español, das más o menos con lo mismo. Supuestos «trucos» para escribir un éxito inmediato («pero compra este libro para que te lo cuente mejor» o «ven a mi taller de escritura»). Tips y consejos para crear un bestseller asegurado. Os puedo decir por adelantado que la mayoría de esos trucos no funcionan. Si lo hiciesen, todos escribiríamos superventas y entonces el mercado del libro sería aburridísimo, habría una inflación de valor autores-ventas y tendría que llegar algo revolucionario para convertirse en la superventa de la superventa. Tendríamos que tener a Danielewski matando a la novela una y otra vez. No ganaríamos para licenciados en Teoría de la literatura y yo ganaría un sueldo fabuloso. Y así todo.
Yo buscaba mucho más. No quiero sus trucos mágicos, señor blogger. No quiero su «escribe sobre algo con pasión y triunfará». El universo no conspira para que Crepúsculo se haga gigante (y si lo hace, ¿puedo cambiarme de dimensión?). Pero sí conspiran muchos otros factores. Nos preguntamos: ¿cómo se produce el fenómeno social que culmina en un 50 sombras de Grey? Porque es lo que hay: por cada Ensayo sobre la ceguera o Moby Dick hay dieciocho El secreto de los templarios y cuarenta y tres Poséeme, soy tuya.
Más aún: ¿cómo se produce el fenómeno social que culmina en libros tan objetivamente problemáticos como Crepúsculo o 50 sombras de Grey? No es necesario un académico para decirnos que la calidad formal de estas obras es, cuanto menos, discutible. Y más de un sociólogo, teórico cultural o psicólogo podría hablarte de cosas mucho más preocupantes en estos textos que un verbo mal puesto o una repetición cansina de las palabras diosa e interior.
Para empezar, creo que esos artículos que ofrecen trucos para escribir un superventas los escriben autores esperanzados, para autores aún más esperanzados. Creen que ellos, sí, también ellos, pueden vivir el sueño. El glamour de las giras de libros, de firmar hasta que se te engarrote la mano, de presentar en pueblos a los que ni ha llegado el wifi. De poder llenar la bañera de billetes de 500 € y restregarte hasta que cojas absolutamente todas las enfermedades de todas las personas por cuyas manos han pasado esos billetes. Ese sueño.
El problema es que ese sueño no es real. Nadie se levanta un día y dice: «eh, voy a escribir un superventas, porque tengo la lista de ingredientes perfecta y porque el boca a boca me hará millonario/a». Como ya hemos dicho, si fuera así, todas las editoriales tendrían éxitos con todos sus libros, porque ellos también conocerían esos ingredientes. Porque esos ingredientes, como las listas para escritores en internet, serían claros y lógicos y posibles.
Aquí está la cruda realidad: nadie sabe exactamente qué convierte a una historia en atractiva, a un libro en superventas. Ni siquiera tenemos claro del todo qué significa calidad cuando hablamos de literatura. Las editoriales gastan dinero incontable en investigación y mercadotecnia, y la rentabilidad de dicho gasto no es clara. Sí, claro que vas a hacer beneficios con las imitaciones y los libros que cabalgan la ola de alguna tendencia, ¿pero cómo dar con el trendsetter, con el libro que lo cambiará todo y nos comprará a todos yates en las Malvinas?
Cuantas más vueltas le doy, más llego a una conclusión curiosa.
El superventas no nace. El superventas se hace.
¿Cómo? ¿Cómo puede una editorial transformar un fanfiction con faltas en un éxito sin precedentes? Ahí va mi teoría de los seis ingredientes que ayudan a conseguir un bestseller:
1. mínimo denominador común
¿Cómo encontrar un libro que venda millones de millones?
Eso significa que tiene que leerlo mucha gente. Que le tiene que gustar a mucha gente.
Le tiene que gustar a tu carnicero, a tu vecina y a la profesora de tus hijos. ¿Pero cómo puedes dar con un libro que guste a muchas personas diferentes? La mayoría de los autores prefiere buscar un nicho, un público que ya bebe de determinados tópicos, gustos y modalidades. Un escritor de ciencia ficción apocalíptica sabe lo que quiere su lector objetivo, pero también sabe que eso probablemente no gustará a la abuela de su lector objetivo (a la que le va el hardboiled detectivesco), ni a su hermano pequeño el mequetrefe borracho (que es más de romántica).
No. Si quieres algo que guste a todo el mundo, solo puedes hacer una cosa. Es sencillo (en teoría): buscas el mínimo denominador común. Haces una media de lo que les gusta a todos. Tiras hacia lo más popular, hacia lo que le gusta a más gente.
¿Qué le gusta, en general, más a la gente? ¿Una lenta reflexión sobre la brevedad del ser o una historia acelerada de amor prohibido? En un grupo de diez personas, ¿qué porcentaje elegirá lo primero y qué porcentaje elegirá lo segundo?
Muchas veces lo que tienen en común casi todas las personas son las cosas sencillas y entretenidas. Muchos podrán quejarse de la mala documentación de Los pilares de la tierra o El código da Vinci, pero las personas capaces de reconocer esa mala documentación son una minoría. Muchos podrán quejarse de que Bella lo abandonara todo (estudios, familia…) por Edward en Crepúsculo, pero las personas realmente preocupadas por el papel de la mujer en la sociedad actual tampoco son una mayoría aplastante.
Siempre que los componentes sean tan atractivos (violencia, sexo) que atrapen como un imán, la calidad del lenguaje (si es sencillo y comprensible) importa bien poco. Lo mismo en cuanto a los componentes sociales y culturales, incluso morales. Algunas personas leen para aprender y reflexionar, pero la mayoría lo hacen para divertirse. Y muchas personas leen muy poco, con lo que para engancharse a leer necesitan libros realmente llamativos, con contenidos hipnóticos. Es como los peores reality shows, tipo Gandía Shore, o como un terrible accidente: es horroroso, pero no puedes dejar de mirar.
Y eso no tiene que ser malo, ojo. Todos tenemos derecho a nuestra evasión y al entretenimiento que nos relaje. El problema está en que este denominador común, esa media de gustos, tiende a la baja y puede ir decreciendo cada vez más, conforme los productores de textos busquen el «más todavía», el componente más llano (personalmente creo que ya han dado con él: se llama letra de reguetón. Pero esa es otra historia).
No sé si en esto somos mejores o peores que nuestros ancestros. No sé si hemos mejorado o empeorado. Ni siquiera sé si importa lo que consumimos. Supongo que en el fondo da igual, siempre que nuestro consumo no dañe a nadie ni impida la propagación de valores que a la larga nos beneficien a todos como sociedad y como cultura. No creo que deba venir ningún Harold Bloom a decirnos qué entra en el canon y qué no; qué debemos leer y qué es porquería para los cerdos. No seamos de los que crean clases según el tipo de producto cultural que consumimos.
Pero no estaría mal dar con más denominadores comunes que propagasen mensajes inteligentes, belleza, progreso. Más como Shakespeare, que era mainstream hace unos siglos, disfrutado con amor por el pueblo llano. Y mirad qué cosas hacía con el lenguaje el tipo, que casi parece que se inventó media lengua inglesa él solo. Habría otros, imagino, éxitos pasajeros que gozaron de oro, cerveza tibia, prostitutas y el favor de la reina. Pero también es verdad que de esos no se acuerda nadie.
Fin de la reflexión profunda. A lo que íbamos.
Vale, pues supongamos que ya tienes tu historia de violencia, sexo y mininos adorables (los tres componentes necesarios para engatusar a cualquiera. Juas). ¡Pero de eso hay mucho! ¿Qué convierte a esa historia en un exitazo?
2. Una plataforma de la que da miedo caerse
Este factor NO es imprescindible. Pero ayuda. Ya sea porque tu fanfiction se lo ha leído media internet o porque tu culo es un experimento mágico de la naturaleza (hola, señorita Kardashian), tú tienes millones de fans adoradores que quieren darte todo su dinero.
Esto ayuda.
Pero no es imprescindible.
Lo que sí vas a necesitar es lo siguiente:
3. Amor interno
Este es un factor sorprendente, que desconocen muchos escritores. La sinergia que haya entre los distintos departamentos de una editorial al trabajar con tu libro puede significar el éxito o el desastre para ti, querido autor. Tendemos a pensar que es el editor quien manda, pero por mucho que le apasione un manuscrito, si marketing, contabilidad y compañía no están respaldándolo al 100%, el libro no tendrá el amor que merece. Si en una casa editorial (y sí, hablamos de grandes editoriales: los superéxitos pueden producirse en editoriales medianas, pero es bastante más complicado y en el siguiente punto veremos por qué) todo el mundo AMA a un libro, hay un alto índice de posibilidades de que ese libro triunfe.
También interviene un factorcito conocido como la falacia del costo hundido. En el caso de casas editoriales enamoradas de un manuscrito, que han pujado fuerte por él en subasta (llegando incluso a pujar mucho más de lo razonable, solo por no ceder la obra a la competencia), el equipo editorial se sumerge en una dedicación absoluta al libro porque, ya que han invertido tantísimo en él, no seguir haciéndolo sería desperdiciar esa inversión, ¿verdad?
No menospreciéis esta dedicación de tiempo y esfuerzo de TODO el equipo editorial. Algunos libros han triunfado gracias al trabajo intensivo de excelentes editores y publicistas, que han cambiado tantísimo la obra original que uno casi se pregunta si no habría merecido más la pena escribirla desde cero.
Lo mejor de todo es que la falacia del costo hundido prosigue, porque si has gastado todo ese dinero y tiempo y esfuerzo, más te vale montarla gorda en…
4. Ultradistribución y ultrapromoción
¿Cuántas veces habéis escuchado eso de «el libro que se ha vendido sin publicidad, solo con el boca a boca«?
Claro, por eso todas las librerías de todas las provincias del país están empapeladas de carteles, stands publicitarios y numerosas llamadas a la acción que te piden que compres, compres, compres. Y hay cuñas hasta en la radio; sale el autor en televisión y todos se refieren a él o a ella como «ese fenómeno desconocido«.
Ya.
La idea de que algo se vende sin un fuerte impulso de promoción detrás es muy inteligente como estrategia de… sorpresa… ¡marketing! No hay nada que nos convenza tanto como la opinión de los que nos rodean (más sobre eso más adelante), y si miles de lectores han decidido que este libro merece la pena, sin intervención alguna de esa maléfica manipulación que hace la publicidad al vendernos cosas que no queremos, debo comprarlo sin duda.
Sí que pueden darse situaciones en las que un libro publicado en nuestro país con escaso éxito venda sus derechos a otros países y arrase en ventas. Y de repente la editorial original aprovecha para vender, con el lema «gran éxito en EEUU». Y, como todo lo de fuera es mejor, pues a comprar también corriendo. Pero esos libros tenían que estar ahí, en la mesa de novedades del Corte Inglés, para que los comprásemos.
En última instancia la visibilidad lo es todo. Y es exponencial, porque cuanto más se vende, mucho más se vende.
¿Cómo?
Explícate mejor, Gabriella.
Eso voy a intentar hacer en el siguiente punto.
5. El groupthink y la espiral del silencio
Imagínate que trabajas en una oficina rodeada de otras veinte personas. De estas veinte personas, hay cuatro que han leído Dieciocho trogloditas visitan el Empire State Building mientras un dinosaurio tiene sexo con una mujer en bikini y opinan que es la mejor razón que ha habido nunca para talar varios kilómetros cuadrados del Amazonas. Son tan entusiastas que le pasan el libro a varios compañeros, y al final ya hay diez personas que quieren tener sexo con ese tiranosaurio cachas y escalar un edificio de altura imposible. De hecho, ya están organizando la visita guiada a la playa de Malibú donde se escribió la novela. Personalmente estás hasta las narices, porque has hojeado ese libro y piensas que a su autor, Juancho Pérez, habría que guillotinarlo con una cuchilla de afeitar oxidada.
Así que cuando llega tu jefa y te ofrece un ejemplar, con toda la oficina pendiente, tienes dos opciones:
1) No gracias. Preferiría tener relaciones sexuales con un puercoespín o
2) ¡Ay, sí, qué ganas le tenía! Esta misma noche lo empiezo.
Ahora todos me miraréis y me diréis: pues la 1), pues claro.
Que sepáis que sois unos mentirosos.
Con un porcentaje mínimo de excepciones, elegiréis la 2), porque es el camino de menos resistencia. Básicamente no os compensa disgustar ni a vuestra jefa ni a vuestros compañeros, que desconfían de cualquiera que no siga la tendencia marcada por la manada. Tenéis que verlos todos los días y lidiar con ellos. A no ser que tengáis una relación cordialísima, inteligente y de lo más respetuosa hacia los gustos de cada uno, por muy raros que sean, en cuyo caso dónde trabajas y dime si hay algún puesto libre.
¿Sabes lo más gracioso? En esta escena imaginaria de oficina, en público muchos de tus compañeros te juzgarían por rechazar ese libro, pero en privado estarían totalmente de acuerdo contigo.
Y es que hay un fenómeno muy gracioso (aunque no tan gracioso cuando se aplica a casos extremos y muy desagradables, donde una minoría entusiasta puede controlar ideológica y físicamente a una mayoría poblacional, porque, entre muchas otras razones, nadie se atreve a ser el primero en protestar) llamado la espiral del silencio. De esta manera, un producto popular y muy visible se vuelve cada vez más popular y más visible porque nadie se atreve a decir «tiranosaurios sexis… ¿es que estáis todos mal de la olla?». Por esto es tan grande la distancia entre los grandes superventas y los autores que simplemente «venden bien». Los primeros crean un efecto de bola de nieve que es imparable.
Con todo, esa mentalidad de manada (groupthink) que tan bien nos viene a veces para sobrevivir, encontrar agua y tener niños, no funciona igual en un mundo cibernáutico. La espiral del silencio es más difícil de mantener si no cuesta nada dejar un mensaje anónimo. Por suerte, en este mundo de internet, digital y sin fronteras, la comunicación es mucho más fluida que antes y tenemos muchas más opciones y opiniones disponibles.
Así, uno va descubriendo que no era el único en mantener una visión distinta. Cuando Raquel Vallés escribió una crítica de 50 sombras de Grey para Lecturalia yo pensé que se la iban a comer viva (también es cierto que allí los comentarios son moderados, así que no tuvimos que leer a los más indignados), y sin embargo la gran mayoría de comentarios fueron de personas que gritaron el ya consabido: ¡menos mal, pensaba que era el único! Cuando Iria G. Parente habló en su blog del fenómeno juvenil After, obtuvo una respuesta bastante apabullante de adolescentes que se sentían hasta insultados por el contenido de la saga y que no se habían atrevido a expresar sus sentimientos, pensando que nadie más lo veía como ellos.
Genial, ¿no es cierto? Los superventas no podrán devorarnos con su malvado pensamiento único porque existe internet y gente importante dice cosas al respecto.
Y ahora viene la mala noticia. El último punto que termina ya de rematar el éxito de cualquier superproducto cultural:
6. Los ecos negativos
Para explicar qué es esto de los ecos negativos, permitidme que cite al escritor y académico Joseph Brodsky, que fue separado de su familia y expulsado de su país por escribir cosas «antisoviéticas». En vez de quejarse de lo que la vida le había asignado, Brodsky decía lo siguiente*:
Procura no prestarle atención a aquellos que intentarán hacerte la vida miserable. Habrá muchos, tanto de manera oficial como autoasignada. Sopórtalos si no puedes escapar, pero una vez has conseguido alejarte de ellos, préstales la menor atención posible. Sobre todo, evita contar historias sobre el tratamiento injusto que recibiste a sus manos; evítalo, por muy receptivo que sea tu público. Este tipo de narración hace que se expanda la existencia de tus antagonistas; lo más probable es que dependan de que seas hablador al respecto y que le cuentes tu experiencia a otros (…). La relación uno a uno no justifica el esfuerzo: es el eco el que cuenta. Ese es el principio mayor de cualquier opresor, ya sea patrocinado por el Estado o autodidacta. Así que deshaz, o detén, ese eco, no permitas que un evento, sea como sea de desagradable o importante, se cobre más tiempo del que le llevó ocurrir.
Muchos productos están vendiendo más precisamente porque los criticamos. Al estar en todas las conversaciones, tanto reales como virtuales, la publicidad se multiplica. Llegará el momento en que las voces discordantes serán mayores que las entusiastas, o simplemente nos distraerá el siguiente gran fenómeno mundial, y ese libro que tanto odias ahora pasará al olvido. Pero antes de ponerte a despotricar contra algo, tal vez merezca la pena pararse a pensar qué nos aporta realmente ese desahogo, y si no estaremos contribuyendo más a la promoción de ese algo (aparte del daño emocional que nos proporciona ese libro maldito al crearnos angustia, enfado y frustración). Claro que hay que decir bien alto las cosas, hay que romper la espiral del silencio, pero una vez rota puede que sea momento de pasar a cosas mucho más interesantes, como, por ejemplo, los libros que sí merecen la pena.
Austin Kleon, en sus mandamientos del lector, dice que hablemos de los autores que nos gustan y ni mencionemos a los que no. Recordad: no hay mayor castigo que la indiferencia.
Y para terminar…
¿Significa todo esto que más nos vale rendirnos, tirar nuestra obra a la basura y dedicarnos a otra cosa? ¿Que nunca llegaremos a vender millones y millones de libros sin todos estos apoyos? Quién sabe. Pero lo maravilloso del mundo digital y de la autoedición es que está permitiendo que autores que no cuentan con todos estos factores puedan ir saliendo adelante poco a poco. Cierto es que el tiempo y esfuerzo (y a veces dinero) invertido en promocionarse es impresionante. Y sí que es cierto también que de vez en cuando alguna editorial tradicional pequeña o mediana saca alguna joya que poco a poco, con cariño y tiempo, va haciéndose un hueco en el corazón de sus lectores y, tal vez, incluso en los libros de texto del futuro.
Pero la próxima vez que lancéis vuestros papeles al aire y gritéis: ¡no concibo el éxito de Dieciocho trogloditas visitan el Empire State Building mientras un dinosaurio tiene sexo con una mujer en bikini!, ya sabéis por qué todo el mundo está leyendo a Juancho Pérez. Pero qué más da. Como dice Neil Gaiman, nadie recordará ese libro.
Como sigue diciendo: «Lee los libros que te encantan, háblale a la gente de los autores que te gustan y no le des más vueltas«.
También puedes hacer otra cosa.
Puedes escribir tú un libro que merezca la pena.
Si te ha gustado el artículo, si te gusta el blog en general, acuérdate de compartir este post. O incluso puedes comprar mi libro. A falta de grandes editoriales enamoradas de mi obra (¡eh, tiempo al tiempo!), recurro a cada uno de vosotros para ir extendiendo mis tentáculos.
(Disclaimer: No tengo tentáculos. Comprar mi libro no aporta fondos a una reserva millonaria de adoradores de dioses primigenios destinados a matarnos a todos. Para nada.
Nop).
*La cita de Brodsky viene robada vilmente de un artículo del gran James Clear.
**Más información sobre la obra del reconocido escritor de absurdpunk Juancho Pérez aquí.
Al final escribirás algún libro de Juancho Pérez y será un superventas. Si ya tienes las claves y todo.
Me ha encantado el artículo. Conocía el groupthinking, pero aunque había oído de pasada lo de la espiral del silencio no sabía en qué consistía.
Me has hecho plantearme no reseñar los libros malos directamente. Aunque luego he pensado que no leo libros malos y se me ha pasado XD
Es un pseudónimo que cada día me atrae más. Con Juancho no hay límites.
Tal y como concibo personalmente la crítica, como un proceso de ir desvelando capas y capas de sentido, de dar información sobre una obra, para mí hacer crítica de un libro malo no tiene mucho sentido, porque no hay donde rascar. Se pueden hacer análisis culturales y sociales, supongo. Y, como tú, procuro leer libros que ya de entrada me parece que serán de una calidad interesante, que podrán aportarme algo. Si no, los dejo. Supongo que por eso en Goodreads, por ejemplo, mi media a la hora de dar valoraciones es de 4 sobre 5 🙂
Gracias por leer y comentar.
Oh, dios, he encontrado las respuestas en tu entrada. En especial lo que has llamado «La espiral del silencio» (da para título). Recuerdo que cuando se publicó la novela de 50S yo lo leí porque el tema me interesaba (oye, me vendían un libro que exploraba el BDSM y luego resultó que era mentira (además, como escribo erótica, tenía que documentarme)) y cuando lo acabé me sentí estafada porque lo que había en la sinopsis no se correspondía con el interior del libro. Hasta aquí todo normal. Hice una reseña, puse a parir la historia en mi blog, gran parte de mis seguidores me dieron la razón.
Pero el asunto seguía ahí. Creciendo. Incubando. Eclosionando hasta convertirse en un monstruo deforme y horrible. Y yo me preguntaba «¿es que nadie lo ve?» «¿Qué co**o está pasando por la cabeza de la gente?». Nada, que no lo entendía.
Ahora, no hago más que escuchar que el libro es una mierda. Todo el mundo empieza a decir AHORA que el libro no valía ni para encender fuego o para usarlo de base para la jaula del hámster. Ahora. He asistido a presentaciones dónde todas las autoras (y algunas lectoras) decían que el libro no valía para nada. Y yo me preguntaba «¿Ahora lo dicen? ¿Por qué no lo hicieron antes?» Nadie decía una palabra… y yo lo dije, y me sorprendí al ver en su momento que nadie denunció mi blog por decir que no me gustaba. Seguro que también has oído hablar de otro éxito literario de una de las autoras de más éxito de romántica en España. Salió hasta en la tele, en T5, en máxima audiencia. Yo decía «Pero… si es todavía peor que Grey». Hice reseña, dije que el libro no molaba nada, pensé que se tirarían a mi cuello pero solo dijeron «Sí, tienes razón». Nadie dijo una palabra. Ahora, después del éxito, lo dicen.
En fin, supongo que esa es la explicación, la espiral del silencio, todos callados como zorras. Pero es que no lo entiendo xD
¡Besos! ^_^
El problema es que ahora con los ecos negativos la cosa sigue lucrando. Creo que ahora precisamente es cuando tenemos que ignorar este «fenómeno», borrar sus anuncios de Twitter y Facebook y seguir con nuestras vidas muy tranquilamente, hablando de los buenos libros de BDSM o de erótica en general.
Y mira que el mensaje de Historia de O no es precisamente positivo (¿por qué ese final, por qué?), pero lo disfruté muchísimo. Creo que el mundo necesita historias de BDSM en condiciones, Paty, así que más nos vale ponernos a ello u_u
Pienso que se dice mas ahora porque es posible que lectores mas… intelectuales (llamemosle) se han puesto a leer el libro pues por eso, porque ha tenido mucho exito… Y cuando lo lees te dices que «pos si, no vale para gran cosa». Esto dicho, no es peor que las millones de novelas romanticas que salen cada anyo. Tambien es posible que al principio se dejaran llevar por el factor shock de introducir el BDSM al publico general y luego, con el tiempo y a lo mejor leyendo otras obras sobre el mismo tema, pero que hasta entonces solo eran conocidas por el lector interesado, hayan podido comparar y se hayan dado cuenta de los defectos. Esto dicho, y habiendolo leido en version original, no es ni de lejos la peor cosa que he leido en ingles.
AUn no he terminado de leer el articulo, pero en respuesta a tus parrafos de introduccion y tus amigos que se golpean el pecho, a la gente le gusta 50 Shades porque tiene sexo explicito. Es como cuando la gente cruzaba la frontera a Francia para ir a ver «El Ultimo Tango en Paris». Iban por las escenas explicitas, no por la calidad de la actuacion de Marlon Brando (no porque fuera mala, sino porque dudo que a nadie le importara tanto como para cambiar de pais…). Luego, 50 Shades tiene la tipica historia de amor de toda la vida. La chica guapa que no sabe que es guapa y el tio super-mega-guapisimo que se hace el duro pero que se ve a las cuarenta millas que se le cae el culo por la chica… El envoltorio puede que sea de esposas y latigos, pero el caramelo es el mismo sugus de fresa de toda la vida… 😀 Esto dicho, esta mujer no ha inventado nada escribiendo el libro desde el punto de vista opuesto. Meyer intento hacer algo parecido con Crepusculo, pero como una de las cuatro personas a las que les mando el manuscrito lo empezo a pasar… pues no lo publico, de la decepcion… Porque, el interes de saber que pensaba ese… En fin, sigo con el articulo 😀
En verdad deberías escribir el libro del dinosaurio. Aunque sea sólo como para poner en práctica la teoría aquí planteada. Saludos.
Yo pensaba que los bestseller se hacían así:
http://wp.me/p3h2Xr-bd
Pero bueno a mi si me gustó dieciocho trogloditas visitan el Empire State Building mientras un dinosaurio tiene sexo con una mujer en bikini aunque la secuela está un poco seca.
Los santos peces gato torturados. No está mal.
Tu método me parece mucho mejor que el mío, desde luego 😉
Me ha encantado el post, y coincido contigo.
Ahora, siento decirte que el dinoporno ya está inventado. Pero seguro que ya lo sabías 😉
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/10/cultura/1381390998.html
Jajaja, sí, precisamente era un guiño a uno de los subgéneros eróticos más ridículos que ha proporcionado internet 🙂
Acabo hace un par de semanas de descubrir tu blog y te quiero felicitar es buenísimo y muy inteligente! Estoy escribiendo por primera vez una novela, y en algunos puntos me ha servido de mucha ayuda algunos de tus artículos. !Muchas Gracias!.
Muchas gracias, Gia, me alegro de que te haya servido. ¡Mucha suerte con tu novela!
[…] a tu público a mirarte, tal vez no le estás vendiendo el producto adecuado al público adecuado. Ya hablé de qué hay detrás de un superventas, y es muy complicado conseguir buenas ventas simplemente haciéndolo todo uno mismo, corriendo de […]
Hola, es la primera vez que me paso por tu blog. Felicitaciones por él.
Respecto a este post, lo cierto es que ya estoy acostumbrada a que me digan que soy una lectora basura porque me encantó Crepúsculo y 50 sombras de Grey; también porque tuve el descaro de decir que Cumbres Borrascosas, Jane Eyre y El Monje eran mis libros favoritos a pesar de que me gustaron las dos anteriores, y de que insulten a los escritores ya sea porque sí o sea porque no. Muchos grandes literarios dicen que la narrativa de Cumbres Borrascosas es una gran ofensa a la literatura (es pésima, lo sé, pero igual me gusta por eso de que soy una lectora basura); Mark Twain habló tan, pero TAN mal de Jane Austen y su obra, que solo basta con citar esta frase para hacerse a una idea:
«Los libros de Jane Austen, también, están ausentes en esta biblioteca. Ese hecho simplemente haría que cualquier biblioteca fuese buena, aunque no hubiese ningún otro libro.»
Y ahora todos desearían que Jane Austen reviviera para besarle los pies, lo que me dice que si me gusta la obra de él, debería aborrecer la de ella, y viceversa. Y aquí podría escribir otro post sobre GRANDES escritores que odian el trabajo de otros GRANDES escritores, y ¿a dónde llegaríamos? a ningún lado.
Siempre he creído (y lo he comprobado en varias autoras de habla hispana) que la publicidad solo sirve para que el escritor coma un par de meses. Sé de casos (no voy a decir nombre por respeto) en los que se le hizo publicidad a un libro hasta en las revistas de farándula de España y América Latina; sí, vendió como pan caliente los 3 o 4 primeros meses, y luego… ahí está su puntuación de 1.7 en Goodreads y su total fracaso como escritora. De qué le sirvió la publicidad tan AGOBIANTE que hizo, si su libro no gustó (a nadie, solo a ella y a su familia, teniendo en cuenta que solo tenga 3 miembros en ella y ni un amigo). La publicidad solo sirve para dar a conocer un libro; si este «no sirve» está destinado al fracaso.
Quizás sucede lo que comentas sobre que la mayoría del mundo no tiene criterio para saber qué es una buena obra literaria y qué no, o solo se busca la diversión en los libros de ficción (porque para aprender están las universidad. No duré 5 años en una por nada) lo cual ahora es un pecado mortal, porque los libros de ficción, según los expertos en literatura, no son para divertir sino para formar moralmente a las personas, y enseñarles lo que en los colegios no pudieron.
Entonces, si Mark Twain habló tan mal de los libro de Jane Austen, cómo no esperar que alguien hable mal de los libros que a mí me gustan (para divertirme, no para aprender, porque para eso mi madre gastó mucho dinero en mi educación, aunque muchos dirán que lo perdió). En definitiva, cada persona debe leer porque le gusta lo que lee, porque la historia, aunque no es digna de los ojos de los grandes literarios, es entretenida y permite que la disfrutemos, porque si esperamos que haya un libro del que TODOS hablen bien, nos vamos a morir de viejos, y no va a llegar; porque hasta los grandes clásicos han tenido y tienen aún, quien los llame «literatura basura» y como todos los libros que he leído en mi vida han sido llamados alguna vez «literatura basura», pues me considera una orgullosa «lectora basura».
Para lograr un bestseller simplemente hay que tener una cosa: una buena historia. No importa si tiene una mala narrativa o si va en contra de «la moral y las buenas costumbres», aunque todavía mi cerebro no logra procesar cómo un simple libro puede cambiar la moral de la persona que lo lee, si esta no tiene alguna enfermedad mental. La sociedad no necesita que un libro le diga que se está pudriendo, eso lo hace la gente solita sin ayuda alguna. Además, si hablamos de mujeres arribistas y hombres dañados, nos quedamos con Cumbres Borrascosas, que mira que Katy era una trepadora de primer nivel, y Heathcliff no es el mejor ejemplo de hombre que podamos encontrar. Igual cada uno percibe lo que quiere. Yo encontré hermosas historias de amor en estos libros (en El Monje no tanto =P ), mientras que otros vieron maltrato, violación a la libertad femenina, locura, depravación… «Una persona ve en el mundo aquello que lleva en el corazón» dijo Johann Wolfgang (habrá que ver que tan cierto es).
Lo que dices de que uno no se levanta diciendo que hoy va a ser el día, es muy cierto, porque cuando la autora de Harry Potter lo escribió, no imaginó el éxito que iba a tener, lo mismo la de 50 Sombras, la de Crepúsculo, y la misma Jane Austen. Eso solo lo deciden los lectores, ya sea lectores basura o no. Y siempre he creído algo: Si todo dejamos de leer los libros que todos leen, y empezamos a leer los libros que nadie lee, estos se volverán libros que todos leen, y al final tenemos un círculo vicioso, y alguien que se queje del éxito de los demás (porque para envidiosos la humanidad).
PD: me quedo por aquí porque he encontrado temas muy buenos y de mucha ayuda. Me gusta mucho tu blog. Felicitaciones por la dedicación y por tu pluma 😀 Besos.
¡Oh! ¿y sabes qué está más de moda que leer libros basura? criticarlos. Me he topado con gente que dice: 50 sombras es basura, ese libro no sirve. Y les he preguntado qué no les gustó, y ¿qué me responden? No sé porque no lo he leído, pero si todo el mundo habla mal de él, seguro es malo… (Prefiero ser lectora basura, pero con criterio propio, que andar criticando algo que no conozco) De esos abundan, hay millones. Pero así es la humanidad. Yo prefiero el silencio del que hablas, porque la gente es más honesta, a la algarabía que se genera después, en la que parece que una plaga de ridículus repetitbus, anda infectando al mundo. Así que hay que ver, qué tanta gente en realidad tiene ese fabuloso criterio de diferenciar entre buena y mala literatura, porque con tanta gente aficionada a la moda, no es raro que al romper el silencio se estén escupiendo para arriba.
¡Hola, Martina!
Creo que es tontería juzgar a un lector por lo que lee, efectivamente: debemos leer lo que nos haga felices. También creo que debemos leer lo que nos haga estremecernos, pensar y evolucionar. Yo diría que es perfectamente saludable una dieta equilibrada, «comiendo» un poco de todo 🙂
La publicidad no es un método mágico, desde luego, pero sí considero que suele hacer falta para que se alineen los astros. Si el libro además engancha y tiene elementos que hagan que la gente lo disfrute, necesita de esa inversión publicitaria detrás, casi siempre, para convertirse en éxito. Eso no quiere decir, como bien apuntas, que una gran inversión publicitaria asegure grandes ventas.
Entrar en la moralidad de los libros es otro debate. Yo considero que un autor debe poder escribir lo que quiera (para mí, como para Wilde, la verdadera moralidad del libro está en su estética), pero eso no quita que, como objetos culturales, se alimenten de lo que la cultura significa y a la vez alimenten a esa cultura. Con esto quiero decir que si tenemos libros con gran influencia en sus lectores, algunos aspectos pueden ser perniciosos. ¿Significa esto que no deban leerse? No, significa que todos deberíamos ejercer un poco más la inteligencia para ver más allá de nociones que puedan ser tóxicas para nosotros, tanto como individuos como seres que forman parte de un entramado social. Y tenemos todo el derecho del mundo a expresar por qué son perniciosos, por qué perpetúan mensajes que son dañinos. No tanto a apuntar con el dedo a alguien porque no comparta nuestra visión de lo que es literatura y lo que no lo es.
Cada uno puede leer lo que quiera, y nadie tiene derecho a llamarlo/a de una manera u otra por ello. Pero sí creo que podemos juzgar a los libros, como objetos y como textos culturales.
«Si todos dejamos de leer los libros que todos leen, y empezamos a leer los libros que nadie lee, estos se volverán libros que todos leen»:
¡Ah, pero qué maravillas leeríamos! 😀
(Esto es broma, obviamente. Sería ingenuo pensar que los libros que nadie lee son todos buenísimos. A veces no los lee nadie porque no hay quien se los lea).
[…] millones de libros y bañándote en piscinas de esas sin horizonte en alguna torre en Dubai. Pero no es así como funcionan los superventas. No te creas todos esos artículos llenos de banners interactivos que te aseguran que puedes […]
Grabriella, desde que descubrí tu blog gracias a un artículo de Ebook Hermanos, estoy enganchado como si estuviera leyendo el Necronomicon, que ya sabes que era un libro que una vez lo empezabas no podías dejar de leer hasta que te llevaba a la locura.
Muy buen artículo.
En mi caso, llevo dos años satirizando en el blog cosas como Crepúsculo, 50SDG, y After, porque, a priori, me parecía que, más allá de lo subjetivo del gusto, que es respetable, había factores objetivos para afirmar que eran truños como zepelines en lo que a téncica litararia se refiere, y tampoco es que yo sea un Pope, pero es que eran cosas muy evidentes.
Y la verdad es que me ha servido para generar muchos artículos, echarme muchas risas, e incluso hacer un ebook para regalar a los lectores.
Supongo que es como el Ying y el Yang. Cuando todos se decantan por algo, hay un porcentaje menor, pero a nivel global integrado por un número de personas considerable, que piensan lo contrario, y que al final acaban haciendo también su pensamiento de manada, pero en chiquitico.
Supongo que la magia de los tiempos actuales es que todos, incluso los bractopodnecrofílicos, pueden encontrar su sitio en un colectivo, gracias a «itenné».
Un saludo
¡No prometo que leer mi blog no lleve a la locura! Ya está, avisado quedas.
«En mi caso, llevo dos años satirizando en el blog cosas como Crepúsculo, 50SDG, y After, porque, a priori, me parecía que, más allá de lo subjetivo del gusto, que es respetable, había factores objetivos para afirmar que eran truños como zepelines en lo que a téncica litararia se refiere, y tampoco es que yo sea un Pope, pero es que eran cosas muy evidentes».
En efecto. Una cosa que tengo bastante clara es que nunca me voy a meter con un lector por lo que elija leer, pero creo que tengo todo el derecho del mundo a decir que un libro es mediocre desde un punto de vista puramente técnico. Si el lector acepta eso y disfruta el libro… bueno, por lo menos tendrá una capacidad narrativa y de intriga acojonante.
[…] Las reseñas de libros siempre han sido entidades independientes, animales curiosos y mitológicos que admiramos y tememos en la lejanía. Pero las reseñas son anuncios, también campañas de promoción (ya sea buena o mala) y, no, tirarles el suficiente dinero, o tiempo o esfuerzo, no resulta en ventas. Si fuera así, las grandes editoriales solo tendrían que apartarse un presupuesto concreto para promoción reseñística y repantigarse en sus metafóricas* butacas para ver entrar el dinero con todas las obras que sacan. Y sabemos que no es así como funciona la cosa. […]
Me ha parecido muy interesante, especialmente cuando hablas de Brodsky (no conocía a este autor).
Lo que él dice me provoca una duda (aunque igual es otro tema) ¿es negatuivo hablar sobre traumas que nos han ocurrido? Siempre he leído que escribir puede ser terapéutico, pero si escribo sobre gente que me ha amargado la vida (aportando mi experiencia a un personaje de ficción) ¿estoy provocando ese efecto «amplificador» del que habla Brodsky? ¿Es entonces mejor dejar nuestras experiencias negativas con otra gente fuera de nuestros escritos?
Un saludo.
No lo creo. Está demostrado a nivel terapéutico que hablar es bueno para cerrar ciertos bucles abiertos o incluso traumas, cosas sin resolver de nuestro pasado o presente. Y escribirlo también. Creo que a lo que se refiere Brodsky es a no darle más «poder» o permanencia a personas que te han hecho daño al perpetuar sus actos mediante la escritura. Así que si por ejemplo utilizas tus malos recuerdos para crear personajes de ficción, yo creo que puede ser un ejercicio muy positivo y creativo, siempre que no lo uses para volver una y otra vez a lo mismo ni enquistarte en el rencor. Pero vamos, eso mejor que te lo diga un psicólogo, no yo 😉
[…] debatir sin cesar sobre qué mecanismos llevan hasta el superventas (y cuanto más sé de la industria editorial, más estoy convencida de que el famoso boca a boca no […]