No hablamos demasiado del contrato editorial.

Una de las razones por las que no había vuelto a publicar en este blog era porque ya no tenía mucho que decir sobre todo esto de escribir, publicar, promocionarse. Ahí fuera tenéis webs y blogs y vídeos incontables con todo el contenido que podríais desear.

Pero empecé a dar vueltas al tema de los contratos. Hace unos años apenas se hablaba de esto, y la información que había era muy técnica, muy compleja para autores que acaban de entrar en el mundillo.

Así que, por supuesto, vine corriendo a compartir mi experiencia y la de mis amistades escritoras, y a hablaros de cláusulas que me parecen problemáticas. Pero me he encontrado con que, de hecho, sí hay bastante contenido sobre todo este tema.

Verdad verdadera

Lo que sí veo que se menciona poco es algo que a mí me parece crucial: la posibilidad de la negociación. Hablo del concepto de que hay cláusulas que no tienes por qué aceptar o rechazar sin más. Puede que creas que si propones cualquier modificación la editorial te mandará a paseo, pero en el 99% de los casos no es así.

Así que voy a mojarme y a hablar de algunas cláusulas que, en mi experiencia y la de la gente que conozco del mundillo, están abiertas a réplica.

Vaya por delante que cualquier duda que tengas deberías consultarla con alguien profesional, disclaimer legal, etc., etc., etc. Consulte con su médico o farmacéutico o chamán local antes de tomar este medicamento.

La cruda, cruda realidad

Hay problemas respecto a la firma de contratos que encuentro una y otra vez entre mis amistades escritoras, incluso entre aquellas que llevan muchos años publicando. Hablo sobre todo de narrativa en el sentido tradicional (novela, cuento), ya que conozco poco de otras facetas de la industria (cómic, guion, narrativa de videojuegos, etc.).

Hay cierto silencio sobre todo esto, a veces porque nos lo impone el propio contrato, a veces porque tenemos miedo. Tenemos miedo de que las editoriales nos vean como autores «problemáticos» y tendemos a callar. Hace poco pregunté por este tema en Twitter (donde me siguen muchísimos escritores) y no obtuve demasiadas respuestas*. Cierto es que Twitter tiene ahora un alcance más limitado (de eso hablaremos en otro momento), pero estoy segura de que más de una persona vio ese tuit y prefirió no meterse en jaleos.

Así que necesitaba dejar estos puntos aquí. Con que solo haya una persona ahí fuera a quien puedan ser de utilidad, me basta. Del mismo modo, si como autor/a o editor/a tienes también sugerencias sobre este tema, agradecería que lo pusieras en los comentarios, para que podamos beneficiarnos todos.

No entraré en generalizaciones sobre qué es un contrato editorial ni qué cláusulas debe contener. De eso sí que hay de sobra. Sin ir más lejos, en el libro El camino a la publicación, de María Antonia de Miquel, se explican las cláusulas básicas y hay un contrato de ejemplo entre sus páginas. Por internet también podrás encontrar modelos y explicaciones generales.

Pero yo quiero ir a lo específico.

¿Negociar? ¿Yo?

Sí, tú. A no ser que te hayas topado con una editorial de coedición encubierta, se presupone que la editorial que te ha ofrecido un contrato tiene cierto interés en contar con tu obra. Tu poder de negociación si acabas de empezar es pequeñín, pero no es cero.

Partimos de algo que parece evidente, pero no lo es: la mayoría de los contratos que ofrecen las editoriales arrancan con las mejores condiciones posibles para estas. Aunque pueda parecer que buscáis lo mismo (vender libros), los intereses de una editorial no tienen por qué coincidir al 100% con los tuyos.

contrato editorial
—Como autor, mi objetivo es preservar ante todo la integridad ética y artística de mi obra, y usarla para promover valores culturales que despertarán la conciencia de los ciudadanos en esta sociedad hipercapitalista y vacía en la que nos ha tocado vivir, despertando una revolución social y espiritual que nos llevará a un nuevo nivel de realidad y conciencia. ¿Cuál es el suyo?
—Eeeeh. Eso mismo, sí.

Cuando empezamos, entramos al contrato con la perspectiva inocente de que la editorial busca lo mejor para el libro y, por tanto, lo mejor para nosotros. Pero esto es más como negociar el precio de una casa: quien vende normalmente no espera que le paguen el primer precio que pide. Si tiene suerte y da con alguien que no tiene ni idea del asunto y paga todo sin rechistar, aleluya y que lluevan piruletas de colores, pero generalmente el comprador ofrecerá, en contraposición, una cifra más baja, o preguntará cuánto está dispuesto el vendedor a rebajar de su cifra inicial.

Ya, ya, el mercado inmobiliario no es el editorial. A no ser que seas un superventas, tu poder de negociación es menor que alguien que quiere comprar una vivienda. Pero casi todas las editoriales están dispuestas a ceder en algunos aspectos, sobre todo porque muchas veces los autores negocian cosas que a ellos les dan bastante igual, sin fijarse en aquellas que sí pueden ser muy lucrativas para ellas.

Y aquí va otro disclaimer: aquí las editoriales no son las malas, que nadie saque esa conclusión de todo esto. Yo soy editora también. Solo tienes que entender que son entidades con sus propias expectativas: no son responsables de tus intereses. Tus intereses son responsabilidad tuya (y de tu agente, si lo tienes).

1. Una exclusividad demasiado exclusiva

Si tu libro es jugosito, puede que la editorial quiera que te comprometas a solo sacar ese libro en un tiempo determinado. Es decir, que si sacas libro con ella, ya no puedes sacar nada más en el tiempo que ellos digan. Esto es para que no te hagas competencia publicando varios libros a la vez y dividiendo así la atención y dinero de tus lectores.

Esto es algo que siempre ha estado a debate. Aunque de entrada tiene sentido, tener varios libros a la vez puede tener un efecto llamada, y hacer que tus lectores compren varias obras tuyas de golpe. Si tu marca personal es clara, aumenta tu visibilidad y eso puede afectar de forma positiva a tus ventas. Esto funciona muy bien con autores hiperproductivos como Stephen King (y analizo ese caso concreto aquí), pero claro, es más difícil medir los resultados de autores pequeños.

También hay que tener en cuenta que a lo mejor publicas libros en géneros distintos, para públicos diferentes, con lo que no estarías en competencia directa entre tus propias obras. Muchas editoriales están acostumbradas a trabajar con autores de un solo género y tipo de publicación, y pueden no darse cuenta de que no es tu caso si no lo especificas.

Sea como sea, para autores prolíficos (y casi todos los autores deben serlo si quieren obtener un rendimiento medio digno por su trabajo), esta cláusula puede ser muy peligrosa, sobre todo si la editorial no deja claro qué tiempo tiene ella para publicar tu obra ni qué estrategia seguirá para publicitarla. Te arriesgas a tener obras paradas, sin poder sacarlas, porque ese libro en ese contrato que firmaste sigue sin salir (o ha salido ya, pero no lo está comprando nadie).

2. La cláusula del tiempo

Muchos autores tienen verdaderos problemas para decir a una editorial que no, que no piensan ceder los derechos de su obra durante quince años. Y yo sospecho que las editoriales tampoco tienen esa expectativa. Si cuela, cuela, pero la mayoría de los libros que se publican dejan de ingresar cantidades dignas mucho, mucho antes de que pasen quince años (y diez. Y siete. Y cinco).

Una cláusula de quince años realmente suele significar «diez si me lo piden». Siete es negociable. Cinco sería lo ideal en un mundo de purpurina, unicornios y cuchufletas; pocas editoriales están dispuestas a algo así. Recuerda que las devoluciones de un libro en la industria tradicional pueden empezar a apenas dos semanas de su colocación en librerías. ¿Realmente quieres que tus libros estén cogiendo polvo en un almacén durante 15 años? Eso si no los queman antes, claro.

Pero cuidado con esto, porque a veces lo de poner una barbaridad de años puede ser un señuelo para que te fijes en eso y no en un pez muy muy gordo: los derechos internacionales y los audiovisuales.

3. Claúsulas de territorio y lengua

Si una editorial invierte en tu libro (lo cual es un riesgo considerable, no nos engañemos), es normal que quiera sacar todos los beneficios posibles. Pero hay algo importante a tener en cuenta aquí: ¿cómo va a mover la editorial tu libro en otros territorios? ¿Acude periódicamente a grandes ferias internacionales, se relaciona con editores de otros países, ha conseguido colocar otros libros del mismo sello en otros territorios e idiomas? Si la respuesta a esto es «no», ¿por qué le vas a ceder derechos internacionales?

Si en alguna ocasión se alinean los astros y la oportunidad de publicar en otro idioma toca a tu puerta, te sorprendería lo fatigoso que puede ser llegar a un acuerdo con la editorial para gestionar una publicación con una tercera parte. Ya no hablo de dinero, hablo de que (sobre todo con editoriales grandes) podrías perder esa oportunidad simplemente porque no sabes cómo gestionarlo legalmente y ellos no contestan a tus preguntas, porque… sí, están demasiado liados con otros de sus miles de autores.

Intenta, si puedes, que los derechos de publicación de tu obra sean en castellano y poco más (para otras lenguas del territorio español se aplica la misma regla: ¿publican ellos en catalán, gallego, etc. o han conseguido que sus autores lo hagan?). Y a no ser que su distribución vaya más allá de los mares, procura que el territorio se restrinja a España también.

4. Cláusulas de otros medios

Tal vez hayas oído de boca de editores tradicionales que el eBook apenas les aporta beneficios y que, por tanto, el eBook no funciona y para qué vas a quedarte tú con los derechos.

Para algunas editoriales, esto es porque no saben trabajar con eBooks. Su política de precios es mala, no entienden nada de plataformas como Amazon ni están dispuestos a invertir en publicidad de ningún tipo. Quieren quedarse con los derechos en eBook «por si acaso».

Pero el eBook es un arma de doble filo, porque lo que no solemos pensar es que «derechos digitales» no se reduce a eBook. ¿Y si el futuro del libro electrónico está en el blockchain o en nuevos tipos de plataformas digitales o canales de venta? Hace poco oí plantear la posibilidad de realizar NFT con libros digitales. Si tú estás en contra de los NFT, por ejemplo, imagina que por contrato no pudieras impedir que una editorial crease una de tu obra y la vendiese.

contrato editorial
—Usando una tecnología avanzadísima de inteligencia artificial artística, hemos creado una obra única no fungible con su libro y la hemos vendido en una plataforma estupenda que apenas es responsable de un porcentaje que no mencionaremos de la contaminación mundial. Pero no se preocupe: el resultado supera con creces todos los ingresos que hemos obtenido hasta la fecha de su libro.
—Bueno, entonces no será tan terrible. ¿Cuánto nos hemos sacado?
—A usted le corresponden exactamente 3,14 euros.
—Pues vaya pi-tada.

Al ceder derechos digitales pierdes muchas posibilidades futuras (sobre todo si viene acompañado en la cláusula de aquello de «posibles tecnologías futuras aún no inventadas»). También estás perdiendo la oportunidad de moverte en Kindle Unlimited con sus lecturas por página, que para algunos géneros es una fuente grande de ingresos. No hay que ser J. K. Rowling y hacer millones con Pottermore: si son cien euros más que te vas a sacar al año con eBooks, mira, son cien euros más que te vas a sacar al año con eBooks**.

¿Saca libros digitales siempre la editorial? ¿Cómo los gestiona? Si ni siquiera tienes seguridad de que la editorial vaya a sacarte en digital, o no te deja muy claro en el contrato qué planes tiene para ellos, guárdate los derechos y sácatelo tú. Todos hemos oído historias de grandes editoriales que han ofrecido contratos a autores autopublicados solo para poder tener sus libros digitales en el limbo y que no les copen las listas y visibilidad para otros libros de la editorial.

Otra opción es solicitar que se incluya una cláusula que deje claro que si la editorial no explota los derechos digitales en un tiempo determinado, estos revertirán al autor. Este es un compromiso que he visto funcionar bien en ciertas ocasiones.

5. Medios que no te imaginas

¿Sabías que bajo ese paraguas que estás firmando también estás dando derechos a posibles juegos de mesa, juegos de rol, videojuegos, cómics o incluso un tarot inspirado en tu novela?

Y también están las ediciones especiales. Mucho antes de este crowdfunding reciente tan famoso, Brandon Sanderson ya sacó por micromecenazgo una edición especial de su novela El camino de los reyes. De haber firmado un «todos los formatos durante tropecientos años» sin cuestionárselo siquiera, no habría podido hacer esto.

Si hay algún medio con el que tienes contactos o en el que te gustaría investigar, solicita que lo excluyan expresamente de la cláusula. Sí, probablemente no vayas a hacer nunca un cuaderno de muñecas recortables basados en tu novela, pero la editorial tampoco.

contrato editorial
Hola, sí, ¿con quién tengo que hablar para convertir mi trilogía de fantasía épica en un juego de puzles para móvil?

De nuevo, mira qué hace la editorial. ¿Crea adaptaciones a otros medios? ¿O negocia otros formatos con otras empresas de forma habitual? Si no lo hace, quédate tú con esas posibilidades.

6. El filón gordo: el audiovisual

¿Y si mañana Netflix te dice que quiere adaptar tu libro? Te aseguro que no es tan sumamente imposible como parece. ¿Y si una editorial de cómic quiere una versión gráfica de tu obra? ¿Y si Storytel quiere venderla en audiolibro?

Al final vas a dar un 50% (¡con suerte!) a una editorial de toda la explotación de tu obra, cuando tú estabas pensando solo en libros en papel. Hoy en día hay más formatos y medios para un libro que nunca.

Yo nunca tenía en cuenta estas cosas cuando firmaba, al igual que la mayoría de escritores que conozco. Y es demasiado común ver que editoriales que apenas habían hecho nada por un libro se llevaban un cacho grande de tarta de este cuando triunfaba gracias al esfuerzo y contactos del autor.

7. La opción preferente

Hay muchas variantes en esta cláusula, pero básicamente viene a decir que la editorial tiene prioridad para publicar tu siguiente novela (o que por lo menos debes enseñársela a ella antes que a otros).

Si tú estás a gusto con una editorial, saldría de ti querer repetir la experiencia. Si no, ¿por qué diablos querrías repetirla? Es cierto que ya casi nunca veo esta cláusula, pero tiene además el defecto de que no tiene en consideración la posibilidad de que el autor sea híbrido y que su siguiente novela sea una autopublicación.

8. Renovaciones despistadas

Esta es una cuestión menor que a muchos se nos escapa. Muchos contratos indican que a no ser que alguna de las dos partes lo indique EXPRESAMENTE, el contrato se renovará de forma automática. No solo eso: muchas veces tienes que indicarlo con varios meses de antelación.

Esta es una de esas cláusulas a las que ya no veo demasiado sentido. Es útil para la editorial si un libro va bien: si no hay que renovar un contrato, tampoco hay que renegociar nada. Para la editorial es más cómodo, pero para quienes escribimos puede ser un verdadero fastidio. ¿No basta con tener tu libro abandonado en esos almacenes ya mencionados durante 15 años, ahora si te despistas cogerá polvo otros 15 más?

(Y si el libro va bien, esto es aún más importante, porque en la nueva firma PUEDES RENEGOCIAR y pedir mejores condiciones).

Por mucho que digas que no se te va a olvidar… mira, se te olvida. Tu primer libro es la luz de tus ojos y piensas que estarás pendiente de todo lo que haga, pero cuando llevas cinco a tus espaldas ya pierdes la cuenta con rapidez de fechas de finalización de contratos.

¿Por qué tener que apuntarlo, ponerte una alarma, nota en el calendario o lo que sea? Y no hablemos ya de editoriales que no responden a tus dudas y ni sabes si han visto tu indicación de que no piensas renovar. Pide que se eliminen o modifiquen cláusulas que permitan que el contrato se renueve de manera automática.

9. La cubierta

No sabía si incluir esto, porque aquí veo con mucha claridad la perspectiva de la editorial. Hay autores que quieren un «derecho a veto», digamos, a la cubierta de su libro. Esto es porque con demasiada frecuencia salen libros al mundo con portadas que hacen que sus propios autores se estremezcan de la vergüenza.

No sé, no sé, ya sé que tiene todos los elementos cruciales que os pedí, pero aun así creo que esta cubierta que me habéis mandado no termina de captar la esencia de mi libro.

El problema está en que porque seas autor no significa que seas experto en diseño ni en marketing (aunque hoy en día nos toca serlo, ejem). Y la editorial probablemente tenga una idea más clara que tú de qué diseños les venden más libros, cuáles se ajustan mejor a su público.

No solo eso: hay un presupuesto limitado para la cubierta y la mayoría de artistas y diseñadores cobran extra por modificaciones o cambios grandes en sus cubiertas, así que si se obtiene una portada que no gusta al autor, a lo mejor no hay dinero para encargar otra (o cambiar la que hay lo suficiente).

Dicho esto, si no tienes una seguridad absoluta en que la editorial vaya a crear una cubierta satisfactoria, tal vez sí haya que intentar negociar algún punto de acuerdo intermedio en este sentido.

La cruda realidad (bis)

Por mucho que yo te diga aquí que reclames, negocies, etc., si acabas de empezar, probablemente tengas que firmar casi todo. Al fin y al cabo, la editorial necesita sacar lucro de un producto poco fiable, y hay muchos autores ahí fuera más desesperados que tú.

Pero intenta negociar algo, aunque sea algo mínimo. Aunque solo sea un año menos de duración, algún derecho de algún medio, limitar un poco territorio e idiomas. Qué narices, aunque solo sea el merchandising: por lo menos podrás vender marcapáginas a tus lectores más fieles. Recuerda, como ya he dicho, que los contratos normalmente son modelos con los que la editorial propone una serie de cuestiones ventajosas para ella: no está creando un contrato para ti, porque no es tu agente ni tu abogado ni nada así. Es una empresa que necesita hacer dinero con tu obra.

Otro aspecto a tener en cuenta es que es importante negociar todo lo que puedas ahora, cuando estáis la editorial y tú en la fase ilusionada de «luna de miel» y la editorial contesta a tus correos. Créeme que por muy bonito que te parezca todo en estos momentos, más adelante puedes convertirte en uno más del catálogo: otra persona a la que no le contestan a los emails ni a las llamadas (y cuanta más grande la editorial, mayor es esta posibilidad).

Hecha esta advertencia, sobra decir que con buenas palabras se consigue mucho más que con las malas. Tampoco arranques ya con una predisposición negativa hacia la editorial, eso no tendría sentido. Había algún dicho por ahí de que para poder hacer trabajar juntos como amigos había que negociar los contratos como enemigos, o algo así.

A lo mejor no era así para nada.

De nuevo: no soy abogada.



Un apunte final: Tras escribir este artículo descubrí que Mariana Eguaras había tratado un tema similar (sugiero que complementéis este texto con el suyo) y que además ofrece un servicio de asesoramiento de contratos. No obtengo comisión al mencionar esto ni soy afiliada de Mariana, pero sí puedo decir que es una gran profesional y recomiendo siempre su trabajo.

Yyyy otro apunte aún más final: Al hablar de contratos editoriales en este artículo no he especificado (porque creo que se entiende) que hablo de contratos con editoriales tradicionales, no de coedición ni autoedición, que pueden tener sus propias cláusulas problemáticas (sobre todo si dicha coedición es encubierta). Creo que a estas alturas sobra decir que cláusulas del tipo «el autor deberá cubrir la venta de 200 ejemplares en la presentación de su libro» son banderas rojas como la amapola más roja.

*Gracias a los que sí comentasteis, sobre todo a Ana González Duque, a BEF, a David Lozano y Fernando Llor por sus apuntes. Gracias también a Joanna Penn por su episodio The Legal Side Of Intellectual Property, NFTs, and DAOs With Kathryn Goldman, del podcast The Creative Penn. Se trata el tema de los derechos digitales y las ediciones especiales de forma muy interesante.

**También, como en todo, hay que valorar tiempo-esfuerzo-dinero. Si ya publicas eBooks por tu cuenta y te dan muy poquita rentabilidad, dejar esos derechos en manos de una editorial (si sabes que explotará dichos derechos) puede quitarte quebraderos de cabeza.


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