Una de las cosas que más me ha confundido siempre es lo complejo que puede llegar a ser el hecho de dar.
Pongo un ejemplo muy simple. A mí me encanta hacer regalos, de hecho me proporciona mayor placer que recibirlos. Esto no es porque yo sea mejor o peor persona, más o menos altruista, sino porque es parte de mi carácter, es algo que me hace feliz. La emoción de buscar o crear el regalo, de ver cómo reacciona el receptor, me resulta muy gratificante. De cierta manera es un tipo de egoísmo: al realizar el regalo satisfago una necesidad personal. Creo, como decía Joey en aquel episodio de Friends, que ningún acto es plenamente desinteresado.
Y ese es precisamente el problema. Por mucho que me guste hacer un regalo, también hay una parte de mí que espera que el universo recompense este acto de «bondad» con algo recíproco. Por esto, un porcentaje alto de los regalos que recibía me resultaban insatisfactorios, me hacían pensar que la persona que realizaba el regalo lo hacía por obligación, no por amor, y sin ningún interés por lo que a mí realmente me podría gustar. Con el tiempo, resolví este conflicto dándole mensajes muy claros a mis seres queridos de qué cosas me gusta que me regalen. Por otro lado, el experimento Clutterfuck ha cambiado radicalmente mi percepción acerca de muchas cosas materiales. Pero la metáfora sigue valiendo… ¿dónde está la diferencia entre dar por el hecho de dar y dar esperando algo a cambio? Y, más importante, ¿dónde está la diferencia entre hacer felices a los demás con tu comportamiento, con tus actos, y que los demás se aprovechen de esta disposición?
Otro caso parecido ha sido el del Proyecto Poema. Mi idea era llevar a cabo un proyecto artístico que fuera positivo para otras personas y que fuera totalmente gratuito. No obstante, confieso (y me cuesta mucho reconocerlo) que una parte de mí esperaba algo a cambio. Por tanto, si el receptor no expresaba gratitud, o no recompensaba mi gesto de alguna manera, aunque fuera simbólica, me sentía muy frustrada. Esto es absurdo, al fin y al cabo yo misma había especificado que el proyecto era gratuito, lo cual implica que se realizaba por el mero placer de realizarlo. Pero me he dado cuenta de que me había creado ciertas expectativas que además no había comunicado a los que participaban en él. No puedes esperar que los demás sean adivinos y que cuando dices «gratuito» lo que quieres decir realmente es «a cambio me amarás para siempre y además realizarás una donación monetaria generosa». Pensé que, tal vez, aunque no recibiera nada físico, el proyecto tendría cierta trascendencia y obtendría cierta notoriedad. En el fondo mis motivaciones tenían más que ver con la vanidad y el dinero que con el arte por sí mismo. Me ha llevado un tiempo reconocer esto ante mí misma, darme cuenta de que lo he enfocado mal y plantearme un serio ¿merece la pena seguir con esto? La respuesta, obviamente, es que no, o por lo menos no de la misma forma. Tengo una idea que decidirá la dirección que tomará el proyecto, y en cuanto esté mejor definida la compartiré por aquí.
En cualquier caso, veo que este es un patrón que repito bastante, y no estoy muy segura de cómo salir de él.
Una de las cosas que más me ha costado aprender a hacer (¡y todavía estoy aprendiendo!) es decir no. Cuando tenía la editorial, y cuando estaba muy activa en el mundo del fandom de ci-fi, fantasía y terror, recibía muchos mensajes de autores que querían que leyera su obra para opinar sobre ella. Dedicaba más tiempo a satisfacer los deseos de estas personas que a mi propio trabajo remunerado, lo cual era un desastre. Me producía estrés, y en muchas ocasiones, en vez de decirle claramente que no a alguien, acababa con un lastre de trabajo que no podía llevar a cabo. Si hubiera dicho que no al principio, tal vez habría quedado mal con ese autor. Al decir que sí y no poder llevar a cabo la tarea correspondiente, quedaba incluso peor. A lo largo de los años he ido corrigiendo esto, y generalmente este tipo de peticiones de ayuda se contesta con un presupuesto por un informe de lectura. Que una disfruta ayudando a los demás, pero tiene que comer también.
Y ahí está la gran pregunta. ¿Cómo puedes hacer algo que ayude a los demás, que aporte valor, que haga que el mundo sea un sitio un poco mejor (porque eso es lo que quieres hacer) pero que te permita ganarte la vida con dignidad y que los demás no utilicen tu buena disposición para conseguir servicios gratuitos o a precios ridículos? ¿Dónde está el límite entre el amor por los demás y el respeto por uno mismo?
Supongo que no hay una respuesta clara ni universal. Mientras, seguiré buscando.
————————
Image courtesy of kibsri / FreeDigitalPhotos.net
Entiendo el paralelismo pero yo creo que hay una diferencia entre los regalos que haces por gusto (ya sea propio o de los demás) y tu proyecto de poesía «gratis». La gente te pedía esos poemas, no los dabas a quien te parecía, y hay una diferencia entre «dar la voluntad» a cambio de un poema y recibir sin dar nada a cambio. Un poema es trabajo tuyo y como tal, aunque tú no le pusieses precio, los demás deberían valorarlo. Me parece natural que dejaras de hacerlo si la gente no respondía.
afyo tampoco entiendo que los blogueros deseen profundamente que les dejes un comentario y que sólo una mínima parte te hable, conteste, dirija la palabra -no ya agradecerlo, que ya sería la bomba y tambien lo mínimo (y ojalá estas actitudes sean castigadas. soy rencorosillo). a mí me cuesta dar (regalos) y recibir(los) pero ¿qué mínimo que compensar el trabajo de PROYECTO POEMA (tambien te sirve para tener enganchada a la gente y quizá he notado que algo desilusionadilla estás pero no me acojones con lo de «una nueva dirección» ) No comprendería que desistieras de una labor original y menos en este tiempo en el que la gente está intentando desahacerse del egoísmo, la competición y el miedo a perder. Tampoco debieras hacer otros actos generosos como un blog (si lo piensas, alguien podría lucrarse con una copia). Ojalá supiéramos compartir (al margen del hecho accidental de que alguien pueda llevarse miles de cosas de una tienda gratix o de una gratiferia) ¿Un enfoque más rentable y gratificante? Sería genial pero tu pregunta no la puedo responder: Alguien capaz de aunar arte y negocio me parece una extrañeza (yo preferiría decantarme por el primero) ¿Y si te dijeran que estudies unos años de la carrera universitaria «empresariales»?alex, alicante
Opino que es bastante más difícil recibir que dar. Esto por la posición en que quedan ambas partes. En el car´cter español en términos generales he visto cuán difícil le es recibir regalos, favores, etc. y muchísimas veces he oído la misma argumentación: es que soy así, es mi caracter, no lo puedo evitar etc etc. Opino que detrás de esto se esconde una conducta acomplejada y dominante (guau!, psicologia de diez céntimos!) es decir recibir es para estas personas ponerse en un plano de inferioridad y eso es algo que afecta su autoestima -frágil-. Ser capaz de recibir regalos, favores, invitaciones requiere carácter, fortaleza y desprecio por la tendencia y la convención, además de, en muchos casos estar realmente necesita@s de esa ayuda.
Yo desconfío siempre de esas personas generosas compulsivas del mismo modo que de aquellas agarradas y mezquinas: veo dos caras de una misma moneda. En fin eso es todo amig@s!
Muchas gracias, chicos, por vuestras opiniones (de repente no me funciona el widget de últimos comentarios y no los había visto). Interesante lo que comentas, Elías, sobre lo complicado que puede ser también recibir. Aparte de ese plano de inferioridad que mencionas, diría que hay miedo o agobio a tener siempre que corresponder a lo recibido.
Intercambio de revistas, no considero que sea imposible aunar arte y negocio, pero muy complicado es, sí, en efecto. En cuanto a empresariales… no tengo formación universitaria en ese campo pero sí algunos cursos (por no hablar de mi propia experiencia como empresaria), y no veo que me hayan sido realmente efectivos más allá de aprender a llevar una contabilidad, el aspecto fiscal y la perorata del márketing. Sí que es un campo que me interesa, e intento seguir formándome de manera autodidacta, que por ahora es lo único que puedo permitirme a nivel práctico. Si hay algo que he aprendido es que toda esa teoría empresarial que me tragué no sirvió de nada cuando tuve que enfrentarme al mundo real; ahí lo aprendes todo a pasos agigantados 😉