Explorar o explotar, esa es la cuestión.

No lo digo solo yo. Lo dicen los programadores y también la gente esa tan lista que analiza tendencias de mercado, economía y empresas.

Hay mucha terminología raruna y matemáticas extrañas asociadas al debate de la exploración/explotación, pero es también aplicable a nuestra vida diaria. Por ejemplo: se aplica a nuestros gustos musicales.

Una de las decisiones más complejas a la hora de definir qué música nos gusta es elegir si seguimos explorando o si pasamos ya a la explotación.

 Y esto, a la vez, depende bastante de nuestra fase vital:

  • ¿Cuántos años tienes? Si eres adolescente, es muy posible que estés ahora mismo escuchando muchas cosas distintas. Estás probablemente en una fase de exploración: quieres escuchar lo más posible, porque ¿y si te estás perdiendo cosas realmente buenas?
  • Si estás en la veintena, es muy probable que sigas explorando, pero que ya haya un conjunto relativamente grande de grupos y cantantes a los que recurras con bastante asiduidad, porque te han demostrado de forma repetida que lo que producen a ti te satisface. Cada vez tienes un gusto más definido.
  • Si has pasado los treinta, es muy posible que explores cada vez menos. Explorar cansa, porque hay mucha basura ahí fuera, sobre todo si escuchas Spotify sin ser premium. Crees que nada puede superar a los noventa (olvidas convenientemente la porquería que también teníamos en los noventa) y además tú tienes ya una serie de artistas que no te suelen decepcionar. Hay discos de más de diez o quince años que escuchas una y otra vez.
  • Si pasas los sesenta, es posible que alguien te haya acusado de ser cerrado de mente, de nunca querer escuchar nada nuevo (¿Los Beatles OTRA vez, en serio?). Pero ¿para qué? Tú ya sabes bien lo que te gusta.
debes abandonar la escritura
Tengo millones de canciones al alcance de un simple dedo en mi teléfono móvil, pero escucho el torito enamorao de la luna del Fary en bucle, porque así debe ser.

Este tipo de actitud ante el descubrimiento y el placer es otro de esos puntos donde se crea fricción intergeneracional. Los más mayores no entienden por qué los más jóvenes no saben estarse quietos un minuto, y los más jóvenes no entienden la cerrazón y falta de flexibilidad de sus mayores. Hay símiles políticos también, por los que se teoriza que somos más progresistas cuando jóvenes, y más conservadores conforme nos hacemos mayores.

Pero este es un blog de escritura, no de política (y cuánto me alegro de que así sea), así que vayamos al meollo meollante de nuestra peripecia escritoril:

¿Cómo afecta esta dicotomía a nuestra escritura?

Este enfrentamiento de exploración y explotación se da en la escritura también. Cuando empezamos a escribir, queremos probarlo todo. Queremos hacer endecasílabos gore, citas líricas en Instagram con bebés de fondo, pentalogías épicas con soliloquios shakespearianos. Leemos un montón de cosas distintas y eso hace que queramos emular mil estilos distintos.

Y esto es crucial. La exploración nos permite encontrar qué nos resulta más cómodo, qué nos funciona mejor. Es a eso a lo que se refieren con aquello de «buscar tu voz«. Pero conforme aprendemos, damos con nuestros estilos y temas favoritos y dedicamos todo ese tiempo de exploración ahora a la explotación: a explotar o desarrollar aquello que hemos elegido.

La exploración como procrastinación

El problema ocurre cuando la exploración se alarga demasiado y estamos usando un tiempo valioso que deberíamos estar enfocando en una sola cosa. Yo peco mucho de esto. Qué le voy a hacer, ¡soy una exploradora nata! Pero incluso yo me he dado cuenta de que enfocar mi energía en un solo objetivo es mucho más productivo que pasarme la vida de flor en flor.

Con frecuencia, un exceso de exploración proviene del miedo. Un miedo a dedicar demasiado esfuerzo y tiempo a una sola meta, porque tememos que salga mal (y perder todo ese esfuerzo y tiempo).

También tenemos miedo de estar dedicando tiempo y esfuerzo a las tareas equivocadas: ¿y si ahí fuera las hay mucho más efectivas? Es lo que en internet se conoce como FOMO (Fear Of Missing Out: miedo de perdernos cosas).

debes abandonar la escritura
Queeee me han dicho que ahora hay una app que te permite saber cuántos huevos te quedan en la nevera. Y yo contando mis huevos in situ como una antigualla.

Puede nacer de la pereza y la procrastinación: probar cosas nuevas nos da una recompensa de entusiasmo y motivación/inspiración que no nos proporciona el acto de realizar las mismas tareas una y otra vez.

Así que si notas estancamiento, merece la pena preguntarse si tal vez deberías pasar del proceso de exploración a la explotación.

O tal vez llevas demasiado tiempo metido en un proceso de explotación que no aporta ningún fruto, y es hora de regresar a la exploración y probar otra cosa. Aunque esto último es menos común. Generalmente, no se trata de que dejes de explotar, sino de que encuentres nuevos modos de hacerlo, que optimices tu proceso.

¿Cuál es el punto medio?

Nos encontramos, entonces, con dos preguntas cruciales:

  1. ¿Dónde está el punto exacto en que debes dejar de explorar para pasar a explotar?
  2. ¿Y dónde está el momento donde debes abandonar la explotación para explorar de nuevo?

No hay una respuesta sencilla a esa última cuestión, me temo, así que os voy a dar la complicada.

El problema del abismo

Seth Godin llama a ese punto decisivo the dip(1), el momento en que todo es tan difícil que te preguntas si es mejor abandonar y dedicarte a otra cosa. Por desgracia ese dip, esa pendiente o abismo, es muy engañoso, porque los resultados excelentes normalmente solo llegan tras muchos años de inversión de esfuerzo. Ese abismo es como todas esas asignaturas horribles de primer año de facultad: existen precisamente para filtrar a los que no son lo bastante buenos ni tienen un propósito lo bastante poderoso.

¿Cómo saber que vas en la dirección adecuada? Ante eso, no tengo respuesta definitiva. Pero sí puedo decir que si llevas varios años realizando las mismas tareas con los mismos resultados, algo tiene que cambiar. Eso puede parecer evidente, pero aseguro que no lo es, para nada. El sesgo de pérdida es un sesgo cognitivo muy poderoso.

Godin habla de tres tipos de situaciones que marcan la diferencia entre explorar y explotar. Si no sabes si abandonar y seguir explorando, o centrarte y explotar todo lo que puedas, analiza si tu situación es un abismo, un precipicio o un callejón sin salida.

1. El abismo

El abismo (the dip) es esa bajada que a todos nos ha ocurrido. En la curva del aprendizaje yo lo llamo el abismo de la desesperación:

debes abandonar la escritura

No hay un solo abismo, por cierto, ni es todo tan lineal como en ese gráfico. Puede haber grandes abismos y abismos pequeñitas. Está en todos los momentos en los que hacemos esta pregunta: ¿cómo sabes si esta dificultad, esta falta de respuesta de tu público, esta sensación de que todo es inútil, es algo que nos debería hacer abandonar?

Pero el abismo está ahí precisamente para los que consiguen superarlo. Los que consiguen hacerlo, los que medran y se defienden como pueden de la desesperación, que cada día buscan soluciones, son los que llegan a la cima. En nuestro sector es un abismo larguísimo, múltiple, de muchos años, y por eso es tan común que tantos abandonen. Es precisamente porque tantos abandonan por lo que la diferencia entre los que venden mucho (o los que escriben muy bien, según la meta que tengas: estas dos cosas no son necesariamente compatibles) y los que no venden nada es tan inmensa. Por cada prosista extraordinario hay decenas de miles de manuscritos que hacen doler los ojitos.

—¿Cuánto decías que cobraba el de los informes de lectura?
—Treinta euros por manuscrito.
—¿Tú crees que lo haría por veinte?
—Y por diez.
—Jo, qué bonito es trabajar en el sector editorial.
—Precioso.

2. El precipicio

El precipicio es muy peligroso, porque crea una sensación de falsa seguridad.

He visto a muchos autores en esta situación: se criaron y tuvieron éxito en el sistema tradicional y las cosas les van bien… o eso se dicen. No se plantean ningún formato que no sea el papel con distribución física tradicional. De repente sus anticipos empiezan a bajar y sus editores ya no los tratan igual de bien. No tienen ninguna agencia sobre sus derechos ni se han preocupado por aprender nada de marketing ni entienden en absoluto cómo funciona el mercado actual.

No digo que esto ocurra a todos los autores del sistema tradicional, ¡ni de lejos!, pero el precipicio es aquello que ocurre en sectores que necesitan renovarse o morir. Ocurre en los periódicos, ocurre en ciertos sectores alimenticios, ocurre hasta en las tienditas de ropa de barrio que se preguntan por qué ya no les vienen las señoras de siempre a comprar, y se lamentan de que la culpa de todo la tiene internet.

No defiendo todos estos cambios, por cierto. Solo digo que están ahí y no tiene sentido hacer las cosas como las hemos hecho siempre, porque el mundo no es como siempre.

3. El callejón sin salida

Ah, el más temido. Y sí, pese a lo que he dicho sobre el abismo y la luz al final del túnel, creo que hay callejones sin salida en algunos sectores. Hay géneros que, sinceramente, venden poco. La poesía no da de comer, por mucho que dos o tres personas hayan conseguido hacer dinero poniendo fotos bonitas con versos en Instagram. La razón por la que un puñadito minúsculo de instapoetas pueden triunfar con libritos de versos pobres repletos de tópicos es precisamente porque la gente no tiene bagaje lector en poesía. Porque la gente no lee poesía.

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—¿Qué estás leyendo?
—Poesía.
—Venga, va, no me mientas.
—Está bien, está bien, es 50 sombras de Grey. ¿Y tú?
—Pues lo mismo, Lola, lo mismo.

Es horrible y me duele hasta teclear esto, pero necesitas sincerarte e investigar si lo que escribes tiene mercado. Y si lo que escribes “no sabes definirlo, es que realmente no pertenece a ningún género”, tienes un problema aún más grande.

Abandonar o seguir, la pregunta eterna

Muchos, científicos y artistas, han intentado responder a todas estas cuestiones. Algunos incluso han creado algoritmos complejos para marcar el punto de inflexión perfecto entre exploración y explotación, intentando solucionar problemas conocidos de probabilidad como el del bandido multibrazo.

Y las cosas no son blancas o negras (y menos en las profesiones creativas). Por ejemplo: darlo todo con la explotación no implica que no apartes un poquito de tiempo para explorar. La exploración es divertida, es creativa y evita que te conviertas en el tipo que solo escucha a Los Beatles. Scott H. Young, al que ya me harto de citar, opina que lo importante es tener un espacio para la exploración: un reducto de tiempo y espacio físico para explorar nuevas habilidades, ideas, amistades. Pero esto solo funciona si antes te has creado una estabilidad en esos campos mediante la explotación.

Personalmente, creo que la respuesta se halla en una sola palabra: progreso. Si hay estancamiento, si exploras tanto que en realidad no consigues nada, o si explotas algo que no te proporciona resultados, hay un fallo en tu sistema. Ya que hablo tanto en el blog de adquisición de habilidades, mirémoslo así: si no estás avanzando en tu aprendizaje, tu método de aprendizaje te está fallando.

Tal vez llegó la hora de invertir tu proceso. Si exploras mal o demasiado, explota (intentando no manchar demasiado). Si explotas mal o demasiado, explora.

Qué fácil parece, ¿verdad? A mí se me da de pena. Pero vosotros, que sois mucho más guapos, aguerridos y listos que yo, seguro que sabéis hacerlo. Y yo también aprenderé.

Tenemos, después de todo, toda una vida escritora por delante.


(1) Enlazo a la versión original de su libro, porque la versión en nuestro idioma, Salir del abismo, parece estar descatalogada. Aunque si lo quieres pillar en Amazon por 145 euros, todo tuyo.


Notas:

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Créditos

  • Imagen de teléfono móvil repleto de música que a tu abuelo no le interesa por Martin Engel – Grafiker Hamburg en Unsplash
  • Foto de mujer escandalizada porque aún no se ha instalado la app de los huevos, por Juan Alexis Mora en Unsplash
  • Imagen de la curva del aprendizaje creada por servidora.
  • La foto de la pila de manuscritos a la espera de ser leídos es real. La sacó Cory Doctorow y es el slush pile (así llaman a esa pila en el mundo angloparlante) de la editorial Tor. La foto está en Flickr, con licencia creative commons.
  • Imagen de dos señoras leyendo «poesía» en el tren en Singapur, por BBH Singapore en Unsplash
  • Imagen de cabecera por Priscilla Du Preez en Unsplash