«¿Qué haré cuando tenga al bebé? —me preguntan, ansiosas, mujeres embarazadas en mi bandeja de correo. Como si yo tuviera la más remota idea de lo que es eso—. ¿Podré seguir escribiendo?«.
¡Sí, bienvenidos a una nueva entrega de Gabriella Responde a Cosas que le Preguntan por Email!
Como buena especialista en responder a cuestiones que no me atañen, suelo decir que conozco a varias escritoras con familia que escriben y escriben mucho, ¡y que hasta viven de lo que escriben! Así que sé que en teoría es posible lo de escribir con niños, bebés y/o adolescentes.
En teoría.
Preguntando por las mazmorras
Yo no tengo progenie ni intención de tenerla, así que juego con ventaja al adjudicar tiempo a la escritura. Pero ya sabéis cómo va esto: escribir, reescribir, corregir, editar, publicar, diseñar, promocionarse… Ya me cuesta a mí encontrar horas en el día para todo: ¿cómo lo harán mis compañeras que son madres? Y ahora que hay, por suerte, un reparto un poco más equitativo en esto de criar niños, cada vez me escriben más autores masculinos que se enfrentan a la misma situación.
Así que decidí hacer lo único que se puede hacer en estos casos: batallar contra monstruos incontables en una mazmorra de cien niveles a cada cual más terrible, en busca del olvidado Talismán de la Sabiduría Infinita.
Y luego decidí que qué pereza, que aún tengo que llevar el hacha al afilador y las botas a abrillantar y buscar un peto mínimo de esos con sujetador metálico en punta como Madonna.
Opté por otra opción válida ante la ignorancia: preguntar.
Hice mi habitual crowdsourcing en redes sociales, hablé en persona con amigos y me encontré con muchísimas respuestas, algunas muy ingeniosas. Estaba claro que había muchos progenitores ahí fuera, locos por que alguien les preguntara, por fin, eso de: ¿cómo diantres has hecho lo de tener un bebé y publicar un libro (o tres)?
No todos los padres escriben
Antes de nada me gustaría dejar claro, una vez más, que escribir no es obligatorio y que nadie nos amenaza por teléfono con despedazar a nuestra amada secuestrada si no escribimos mil palabras diarias (espero).
Hubo padres con los que hablé que me contaron que durante los primeros años de infancia de sus hijos dejaron de escribir por completo. No solo por falta de tiempo, sino porque querían dedicar ese tiempo a sus hijos en su totalidad.
Creo que esto es muy respetable (y posible). Estar dos o tres años sin escribir no te va a matar. Te costará recuperar las buenas costumbres y el nivel que habías alcanzado, pero no es imposible.
Pero también es totalmente respetable seguir escribiendo. Los hijos son importantes, sí, pero reservar un tiempo mínimo para algo que es importante para nosotros como individuos, como personas además de padres, podría ser muy beneficioso para nuestra salud mental.
Y de eso es de lo que vamos a tratar en este artículo.
Cómo criar y escribir, sin matar a nadie por el camino
Los rituales y las rutinas son cruciales para el escritor de a pie, el escritor que no tiene que levantarse cinco veces por noche a consolar a un bebé irritable. La práctica regular y periódica es fundamental para implementar un hábito saludable de escritura, pero «práctica regular y periódica» es algo que no está al alcance de muchos padres. Todos los padres con los que hablé parecen estar de acuerdo en que la adaptabilidad es crucial: sacan ratos de donde sea y simplifican lo más posible los procesos de escritura.
Adáptate o muere (de sueño)
Como dice Laura L. Cochard:
(…) los horarios con los bebés son muy fluctuantes, porque entre los estirones, la dentada, las regresiones de sueño y las enfermedades, toda la rutina cambia. La clave para mí está en mantenerse flexible. Y si uno es de esos escritores excéntricos que tienen que tener todo de determinada manera para escribir, pues nunca puedes con un bebé.
Para cada persona, flexibilidad puede significar algo distinto. Me ha resultado divertido ver hasta qué punto se adaptaban algunos padres a las necesidades de sus criaturas para poder escribir, como en esto que cuenta Marta de Myr:
Si tiene un día difícil, he descubierto que puedo dormirla metida en el fular y yo encima de una pelota de yoga.
Escribir dando botecitos no es muy fácil, así que a veces uso la grabadora o el dictado por voz.
Esas cosas nunca te las cuentan en los libros esos gordos con bebés mofletudos en la portada, ¿verdad?
Aprovecha los resquicios de tiempo
Cualquier momento es bueno para escribir:
- Mientras los niños están en clases extraescolares, guardería o colegio.
- En los ratos de viaje: trenes, autobuses, metro… Las idas y regreso del trabajo o del cole son momentos que se pueden aprovechar para la escritura.
- En las horas más tempranas y las más tardías: entre las respuestas era común encontrar a escritores que se levantaban a las seis de la mañana o antes, o autores que escribían a medianoche. También escribían justo después de comer, mientras el resto de la familia se echaba siesta. Estos eran los únicos momentos tranquilos de los que podían disponer.
- Cualquier hueco sirve: si se agarran cinco minutos, se agarran; las rachas de varias horas seguidas se aprovechan para realizar maratones.
- Dicho esto, los fines de semana suelen ser la salvación de muchos padres, que entre niños y trabajo «nutricional» no encuentran un minuto para la escritura de lunes a viernes.
Cualquier herramienta vale: si hay que usar el móvil para escribir de forma disimulada delante de otros padres que esperan a recoger a sus hijos, pues se usa el móvil. Además, tienes el orgullo muy orgulloso de saber que mientras ellos tontean por Whatsapp o Instagram, tú estás salvando el mundo con tu escritura.
También puedes aprovechar las ventajas del dictado para soltar ideas en cualquier parte o incluso para escribir: prueba la grabadora de tu móvil con complementos como Dictate de Microsoft, programas completos y avanzados como Dragon, o aplicaciones sencillas de transcripción instantánea como esta de Google.
Planifica donde y cuando puedas
Muchos escritores aprovechan ratos muertos para planificar. Estructuras y personajes se pueden diseñar en el móvil (o en la cabeza) en cualquier sitio: en una sala de espera, realizando tareas domésticas, paseando al perro… A veces hay que hacer encaje de bolillos para conseguirlo, pero no es imposible. Como cuenta Leonor Basallote:
En estos siete años he hecho malabares para compaginar la maternidad con la escritura: cascos y música para evitar a Bob Esponja y a Peppa Pig, grabar notas de voz en descansos en el parque, publicar en redes sociales mientras hago la cena, aprovechar cada siesta, actividad extraescolar o juego con amigos para planificar y escribir… Pero, aun así, he conseguido escribir una novela cada año y medio, más o menos, y contestar día sí, día no, la pregunta de: «¿cómo lo haces?». Con mis ojeras pisándome los talones.
Comunica y negocia tus prioridades
Si algo me ha quedado claro de toda esta debacle, es que es muy importante pactar tus ratos de escritura con la(s) persona(s) con las que compartas tus obligaciones de crianza. Muchos escritores hablaban de cómo se turnaban con su pareja para que cada uno tuviera tiempos periódicos que pudieran dedicar a ellos mismos, aunque solo fuesen unas horas un par de veces a la semana.
No todo el mundo tiene la inmensa suerte (o el gran infortunio) de convivir con otro escritor, así que a veces olvidamos que debemos explicar a nuestra pareja por qué la escritura es una prioridad para nosotros, y tampoco se nos ocurre que podamos negociar un intercambio de tiempo para que nuestra otra mitad pueda, también, tener un espacio para realizar todas esas actividades que son solo suyas.
Porque tú crees que tu escritura es importante, pero también tiene tu pareja derecho a su rato de fútbol con los colegas, a sus cursos de ganchillo irlandés y degustación de cervezas bielorrusas. No sé, creo que eso es todo lo que hacen las parejas que no son escritoras, tengo escasa experiencia en ese ámbito.
Comparte tu escritura con tus hijos
También pueden encontrarse modos de seguir desarrollando la creatividad en familia. Dei Gaztelurrutia organiza actividades especiales con ese fin:
(…) he organizado con mis hijas la hora del TEC (taller de escritura creativa) y una tarde por semana nos juntamos las tres e inventamos cuentos.
Hacer partícipes a los hijos de tu escritura puede funcionar. Silvia Santipolo dice:
Ahora son grandes, pero en su momento los ponía arriba de la mesa en un bebesit e iba hablando en voz alta lo que escribía, mirándolo y «consultando» cualquier duda, siempre en voz alta, en una especie de diálogo… eso podía durar unos veinte minutos o mucho más si se dormían.
Parece que es bastante productivo aunar tus hábitos con los de tus hijos. Algunos escritores aprovechan para trabajar mientras sus niños hacen los deberes o mientras se quedan dormidos. Me encanta esto que cuenta Pilar G. Cortés:
(…) hasta hace dos años no era capaz de dormirse sola, teníamos que quedarnos con ella en la habitación hasta que se durmiera. Lo que al principio me pareció un fastidio (tener que estar ahí sin hacer nada hasta que se durmiera, una niña que considera que dormir es una pérdida de tiempo), lo convertí en mi ventaja. Me busqué un hueco junto a su cama, y con el portátil en las rodillas, o si tenía suerte encima de la cama, comencé a escribir todos los días. Casi siempre llegaba al objetivo de palabras, aunque había días que costaban más que otros.
Lo que funciona hoy podría no funcionar mañana
Las rutinas se modifican también con el crecimiento del bebé. Al contrario de lo que uno podría pensar, para muchos padres resulta más fácil escribir cuando los niños son muy pequeños. A partir de cierta edad, se acaban las siestas y el niño demanda una atención más constante. Quien escribe y es madre/padre está dispuesto a aceptar que algunas épocas son más difíciles que otras. Como dice Abel Amutxategi:
Combinar escritura, paternidad, pareja (que habrá que hacerle caso alguna vez, digo yo) y un trabajo nutricional a jornada completa es… divertido. Yo básicamente le robo el tiempo de escritura al sueño hasta que hago catacroquer y me veo obligado a cambiar de prioridades.
Tu capacidad de concentración podría ser determinante. Como explica Chiki Fabregat:
Siempre digo que los que venimos de familias numerosas, los que hacíamos los deberes en el salón, con la tele, con alguien al lado jugando al Scalextric… tenemos ventaja, porque podemos escribir y concentrarnos con los Teletubbies de fondo y preparar la merienda mientras trazamos arcos de personajes.
Los hábitos y la disciplina valen más que nunca
Pese a las dificultades evidentes que presentan los niños si quieres escribir, y dentro de la flexibilidad ya mencionada y tan necesaria, muchos padres desarrollan hábitos férreos que les permiten tener una disciplina admirable. Es el caso de Silvana Lameiro, que habla también de usar retos para conseguir resultados sorprendentes. Menciona algo determinante: prioridades.
Creo que el secreto está en la constancia y en si de verdad escribir es tu vida. Yo tengo un objetivo mínimo de 550 palabras diarias y lo cumplo siempre, desde hace dos años, seis días a la semana (…). Me voy marcando retos también: el año pasado, después de leer un artículo de tu blog, me propuse escribir un borrador de novela corta en sesenta días, escribiendo mil palabras diarias. Lo conseguí en treinta y cuatro.
Aprovecho cada rato que puedo, en el parque, en las actividades de mi peque escribo, básicamente el cuerpo me pide escribir. Cada ratito libre es para la lectura y la escritura, a veces es estresante, pero me compensa. Me encanta, es mi sueño.
Las metas son determinantes
Tener metas claras y muy bajas expectativas con tu primer borrador puede ayudar muchísimo a superar bloqueos, y los inconvenientes y obstáculos de cada día, como demuestra Caroline Corpas-Neale:
(…) lo que me funciona es olvidarme de que la prosa salga fluidamente. Si tengo que escribir a tramos de cinco minutos, pues bueno, eso es lo que hay, pero para eso tuve que convencerme de que el primer borrador siempre iba a ser una caca. Tener una meta es clave también. Me propuse escribir el borrador en tres meses, con un máximo de 150000 palabras. Dividiendo 150000 entre noventa días, tuve la meta de escritura diaria. (…) al final alcancé mi meta y el primer borrador tenia 120000 palabras. Cuando hay impedimentos (acabo de levantarme a limpiarle laca de uñas de las manos a la niña) ser sistemática funciona.
Tu ritmo no es el de los demás… y eso está bien
A la vez, debes aceptar que tu ritmo de trabajo es solo tuyo y que no tiene ningún sentido caer en la comparacionitis. Y que un párrafo o dos al día es mejor que nada. Cada experiencia es diferente, como muestra Nuria C. Botey:
Combinar escritura y maternidad, cuando uno de los niños tiene también diversidad funcional:
-Planificar la estructura y diseño de personajes a golpe de teléfono móvil (Evernote, Keep o similares) en cualquier sitio (sala de espera del médico, parque, etc.)
-Escribir de madrugada, robando horas al sueño.
-Imaginar la historia mientras planchas, friegas, etc.
-Aceptar que lo que otros hacen en 6 meses tú tardarás años en terminarlo.
Recuerda: cien palabras al día es mucho mejor que cero palabras al día, y poco a poco se van acumulando. Ya os he contado lo mucho que da de sí escribir 200 palabras diarias.
Los hijos también deben respetar tu tiempo
Es complicado que un bebé de seis meses entienda lo importante que es para ti la escritura. Pero conforme van creciendo, es posible (y hasta recomendable) conseguir que los hijos acepten que los ratos de escritura son algo serio y que no se deben interrumpir. Una buena amiga escritora, autora de romántica muy prolífica, me explicó que en su hogar sus hijos (¡y su marido!) sabían perfectamente que el tiempo de escritura era el «tiempo de mamá» y que era importante respetarlo.
Esto es algo que parecen tener en común muchas de las escritoras con hijos que conozco. Y sí, esto sí parece ser algo más propio de las mujeres: la necesidad de reivindicar un espacio temporal y físico propio. No es necesario citar a Virginia Woolf para entender la relevancia de esto: culturalmente todavía tenemos el lastre de pensar (y dar a entender) que nuestro tiempo y espacio siempre se comparten, que no son solo nuestros.
¿Y qué pasa con… ?
Sería muy largo entrar aquí en consideraciones específicas de sexo, de enfrentar maternidad con paternidad, pero sí que me habría gustado tener una mayor representación masculina en los ejemplos de este artículo, ya que no son solo mujeres las que me escriben hablándome de las dificultades de compaginar escritura con tareas familiares. También me habría gustado incluir ejemplos de casos de madres o padres solteros/divorciados, que lidian solos con las cargas y responsabilidades de tener hijos.
Por todo esto, me encantaría que contarais vuestras experiencias en los comentarios. Si escribís y tenéis hijos, ¿cómo ha sido para vosotros? ¿Habéis tenido que aparcar la escritura un tiempo? ¿O habéis encontrado modos de seguir adelante?
Contadme, que insisto en que yo, de todo esto, no puedo opinar nada.
Bastante es que tengo que cuidar a un gato. No os imagináis lo complicado que es levantarse a escribir cuando Ebony está acurrucado, calentito, contra mí en las mañanas de invierno.
*IMPORTANTE: Gabriella Literaria en ningún momento aprueba el cocinado, envasado al vacío y envío de niños a países en vías de desarrollo.
NOTAS PERSONALES:
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CRÉDITOS:
- Imagen de portátil con persona que me manda un correo larguísimo, de NeONBRAND en Unsplash.
- Foto de mujer que escribe cosas más importantes que tú en su móvil, de Anthony Ginsbrook en Unsplash.
- Imagen de Guillermo, el hombre que bailaba haciendo el robot junto a las señales de tráfico, por Guillaume de Germain en Unsplash.
- Foto de madre que hace amenazas terrible a su niña, de Irina Murza en Unsplash.
- Imagen de cabecera del artículo, de Simon Rae en Unsplash.
Es curioso, yo empecé a escribir de forma continua cuando nació mi hija. Antes solo juntaba letras, pero al nacer ella me surgió la necesidad de dejarle un legado. Realicé varios cursos de escritura creativa, parí un blog, y empecé una novela de fantasía, que dejé en stand by cuando tuve una formación más completa: había empezado por el tejado.
Eso fue en enero de 2012. Aprovechaba sobre todo las tardes, pero mi mujer me indicó que habían muchas tareas que hacer en casa y que las tardes eran mal momento. Trasladé entonces mi rutina a la noche, pero al poco tiempo me hizo ver que si el único tiempo de pareja que tenemos es a partir de las 21:00 no es buena idea ponerme a escribir todos los días. Finalmente, forzado por las circunstancias, trasladé mi rutina a las 06:00 de la mañana. Tenía el inconveniente del despertador, pero dentro de lo que cabe, es un mal menor. Así que me levantaba seis días a la semana bien tempranito para escribir. Fue una temporada de mucha producción.
He de decir que no siempre escribía textos de calidad aceptable (incluso después de la revisión). Si has tenido mala noche, arrastras cansancio, etc, influye en tu creatividad de forma negativa.
Alguna vez aproveché una tarde libre para escribir, pero al tercer «¿No has hecho nada en toda la tarde?» lo dejé por imposible. En mi caso me he acostumbrado a escribir cuando los demás duermen; por necesidad, más que por elección.
Y todo iba bastante bien hasta que me preparé unas oposiciones. Desde ese parón de casi dos años no he conseguido volver a coger el ritmo. También es cierto que han cambiado algunas circunstancias que antes de mi oposición no estaban y que han afectado seriamente a mi escritura, que anda moribunda desde entonces. Ahora solo aprovecho ratos libres, que son pocos, pero que no hay continuidad ni rutina. En el momento en que logre de nuevo continuidad será más sencillo que la novela que sigo escribiendo no siga perdiendo coherencia.
Por cierto, se me ha olvidado indicar, haciendo referencia a la compaginación de tareas, que elaboro el menú semanal, compro y cocino (todos los días), mantengo impoluta la cocina, friego y plancho, recojo a mis hijas del cole, las llevo a extraescolares, parque, deberes, etc.
Muchas gracias por compartir tu experiencia, Jordi. Espero que pronto puedas volver a cogerle el ritmillo.
Es curioso lo que comentas sobre las oposiciones. Justo el otro día me comentaba alguien el índice tan alto de madres y padres con niños pequeños (incluso bebés) que se presentan a oposiciones (sobre todo madres). Desde luego la disciplina para hacer algo así es alucinante.
Yo soy padre de dos —ahora— adolescentes. La verdad es que me pasó algo parecido a lo de Jordi. Aunque de adolescente escribí un par de tonterías, fue contándoles cuentos por la noche cuando me di cuenta de que tenía que escribir. Tardé un tiempo, un par de años o tres, en ponerme, pero llevo cuatro ya haciéndolo a salto de mata. Porque, además de la familia y la casa, tengo un montón de aficiones —toco el clarinete (bastante mal), me gusta el ilusionismo, la jardinería y mucho más… ¡ah!, y el queso me encanta—, pero con las obligaciones paternales, domésticas y laborales no me dejan respirar. La ventaja es que viajo bastante en tren y que me paso algunas horas esperándoles en las extraescolares. Así es que, un relato cada quince días, o un micro —50 palabras— al día en algún reto, cae. Lo que me puede es el sueño: con sueño soy incapaz de hacer nada, pero la vida de padre va ligada a la ausencia de descanso; si puedo, escribo, si no, pues leo y si tampoco… pues a otra cosa. Escribir todos los días me es imposible, pero si saco un par de ratos a la semana, me vale.
Lo del sueño es terrible, sí. Al final, si no dormimos suficiente, de poco vale todo lo demás 🙁
Yo ando de opos. Debería andar de opos, que para eso me he tomado el año sabático.
En realidad, escribo mi novela a traición y lo compagino con asistir de alumna a taller de mecanizado y automatismos, la intendencia de la casa y las mellizas por las tardes.
Me he cansado de hacer lo que se espera de mí, porque la vida son 4días y yo vengo a aprovechar las oportunidades, en lugar de lamentarme de por vida.
Total, esa opo no la aprueba ni Peter. Seguiré de interina y ya está.
Parece que me estoy auto convenciendo, eh?
XD
¡Ay, pues te deseo mucho ánimo! Conozco a un par de personas que están en situaciones muy similares con las oposiciones. Decidas lo que decidas hacer al final, espero que te vaya muy bien 🙂
Gracias Gabriella!
😊
Me ha gustado mucho el artículo y agradezco la mención. Tu forma de escribir es: ágil, veloz, frenética, divertida, práctica y muy, muy útil y completa para las que nos dedicamos a la escritura y para las que no también.
Tu blog es fantástico. ¡Felicidades! y «kip-on-rokinnnn».
¡Muchas gracias, Silvana!
La verdad es que compaginar la escritura con el resto de tu vida a veces resulta muy difícl. Pero con constancia y regularidad se puede hacer.
Muchas gracias por el artículo!
Hola Gabriella,
eres muy valiente al hacer este artículo. Intentar poner unas pautas en este tema es muy difícil porque no existen dos niños iguales. Sin embargo, me parece que has hecho una muy buena síntesis de la cuestión.
Yo, desde un punto de vista muy amateur y tratando la escritura como algo solo para mí, pienso que has dado en el clavo; aprovechar cada momento.
La idea de ir con una especie de móvil escribiendo a todas horas me ha gustado, pero, desde mi experiencia no creo que me sea posible; esos momentos siempre se ven truncados por alguna urgencia al caso que te saque de la tarea, y eso, a mí, me desespera. Además, escuchar los quehaceres diarios y rutinas truncadas de cada madre/padre, durante las esperas o paseos por los parques, puede convertirse en una fuente de nuevas ideas.
No obstante, lo que mejor me ha funcionado es el trabajo mental. Es decir, aprovechar cada momento para ir pensando o repensando ideas, editar secciones o reinventar tramas, rediseñar personajes…, pero mentalmente, intentando mitigar al máximo la acción propia de escribir, transformándola en un mero garabateo de todo el trabajo que has ido repensando.
Al final es saber adaptarse. Y no hay que temer al desespero, cada vez que un bichejo de esos te regala una sonrisilla todo mal se desvanece.
Un saludo y perdón si me enrollé mucho, se nota que estoy metido de lleno en el meollo… Ja, ja, ja.
¡Muchas gracias por tu aportación, Pepe! Me llama la atención que, a falta de tiempo para concentrarse y escribir «físicamente», tantos padres recurran a la escritura mental. Me recuerda a la anécdota de la hija de un gran escritor cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, que regañaba a su padre en las fiestas, celebraciones, etc., porque sabía que estaba escribiendo en su mente en vez de estar disfrutando del momento con su familia 😉
Yo tengo un niño que ahora tiene 3 años, y justo llevo unos meses que he vuelto a escribir «en serio». Estuve años sin hacerlo (aunque siempre seguí escribiendo algún que otro blog) pero no por tener a mi hijo, que también, sino por juntarse tener a mi hijo + que me apareciera una enfermedad crónica + quedarme en paro… En fin. Situaciones de la vida en las que tienes que tener otras prioridades. PERO después de todo, en lo que respecta a la organización: yo tengo la suerte de trabajar como recepcionista, y tengo muchos ratos muertos delante de un ordenador, así que casi siempre escribo o planifico en el trabajo. Lo peor de esto es tener que estar parando a cada momento para contestar al teléfono o atender a una visita (¿ves? acabo de contestar a una llamada ahora mismo). Además, escribo cuando el niño duerme (ya sea la siesta o si se ha dormido pronto por la noche). Planifico, como algunos te han comentado, mientras friego los platos, cocino, plancho, etc. Y a veces tengo ratitos en los que mi pareja (cuando coincidimos, que es poco) sabe que estoy escribiendo y se ocupa del nene para que yo me pueda centrar. Lo que peor llevo es sentir que escribo muy despacio y cuando hay días que, aunque tenga ideas y ánimos, no es posible encontrar un simple hueco para escribir.
Te deseo mucho ánimo, Jessica. Entiendo que es muy frustrante cuando hay días de esos es los que es físicamente imposible escribir, pero te doy la enhorabuena por haber conseguido esos ratitos escasos que mencionas. No te preocupes por ir despacio: incluso la escritura más lenta es mucho más rápida que no escribir.
Un beso grande.
Hmmm… Este es un tema que me ha atraído desde que tengo hijos. Por una parte no me parece casual que las primeras escritoras mujeres que lograron “trascender” no tuvieran hijos (Jane Austen, las hermanas Bronte, Sor Juana Inés de la Cruz, más tarde Virginia Woolf…). Por otra parte, desde entonces muchas mujeres ya sí han conseguido la nada desdeñable tarea de criar hijos y ser grandes escritoras, así que algo hemos debido de avanzar, y parece que absolutamente incompatible no es.
En relación con este tema a menudo pienso en dos escritoras. Silvia Plath y Doris Lessing.
Silvia Plath los últimos meses de su vida estaba sola, al cargo de una niña de dos años y un niño de un añito, lejos de su familia, y aún así esforzándose mucho por continuar escribiendo (de hecho al parecer fue en este periodo que escribió buena parte de los poemas de Ariel, que luego sería su libro más aclamado). Yo cuando me la imagino en esa situación no puedo evitar pensar que “¡como no se iba a suicidar!”. Y por supuesto entiendo que esta es una interpretación demasiado simplista, y que no estoy teniendo en cuenta la enfermedad mental… (aunque también podríamos decir “¡Cómo no iba a caer en depresión!”). Lo que quiero decir es que qué lejos de la realidad de la crianza de niños pequeños está la imagen social, si la gente cree que puede ocuparse de dos niños menores de tres años y trabajar de la misma manera o con la misma productividad que si no tuviera esos niños. Y esto sin entrar en la profunda crisis de identidad que conlleva a menudo la maternidad…
Doris Lessing en lugar de matarse abandonó a sus hijos de unos tres y dos años. “Nadie puede escribir con un crío alrededor. No merece la pena, solo conseguirás acabar cabreado”. Hay quien diría que esta estrategia es más recomendable, porque además de sobrevivir, acabó recibiendo el premio Nobel de literatura. (El coste emocional para ella y los hijos lo desconocemos). Por cierto, indagando ahora un poco más resulta que los “abandonó” al cuidado del padre de las criaturas, que no sé por qué sospecho que de haber sido el padre el que, tras la separación, deja a los hijos con la madre, no sería famoso por abandonarlos…
Y perdón por el rollo, quizá estoy intentando redimir mi parte de culpa por el suicidio de Plath (y el sufrimiento de tantas otras madres que desconocemos). Porque sí, me siento de alguna manera responsable. Responsable como parte de la sociedad que aún a día de hoy no reconoce lo suficiente el inmenso esfuerzo físico, mental y emocional de criar niños pequeños. Por eso lo que defienden algunos de tus entrevistados de intentar sacar ratos sueltos, me parece un tanto delicado… Con niños un poco más mayores, en edad de cole, quizá es posible. Con bebés o niños pequeñitos… no sé, a mí personalmente me parece muy difícil. Mi vida al menos mejoró cuando dejé de intentar cosas así. Cuando me di cuenta de que la frustración (y el subsecuente enfado y mala leche…) venían de tener expectativas. Si tienes expectativas de hacer algo, por nimio que parezca, en la misma vivienda en la que están tus hijos pequeños, en un alto porcentaje de las veces te estás condenando al fracaso. Escribir solo media hora ahora que están entretenidos, leer nada más un capítulo, ojear un artículo… da igual. Cuantas menos expectativas menos frustración y más felices todos.
Así que… ¿es posible escribir con niños? Pues supongo que depende de la madre en cuestión, del niño en cuestión y, sobretodo, de los apoyos que tenga (o que se pueda pagar) para el cuidado de sus hijos.
En todo caso, los bebes no son bebés siempre y los niños pequeños tampoco son pequeños siempre y, como escribió Antonio Machado: “que el arte es largo y, además, no importa”.
Aquí hay un artículo con las opiniones de varios escritores: https://lithub.com/14-famous-writers-on-whether-or-not-to-have-kids/