La mayoría de la gente que conozco es muy de enfrentamientos.
No es gente violenta, por lo menos no a nivel físico. Es solo que a los humanos nos encanta agarrarnos a opiniones extremas, sentencias indiscutibles, y enfrentarlas a otras. Somos dualistas y duelistas. Es más fácil que intentar entender, qué sé yo, la teoría de los polisistemas o la gestalt expresada por Ted Chiang en su relato Understand, o el tao o cualquier filosofía integradora.
Los que escribimos también somos muy de enfrentamientos. Entre nosotros, entre nosotros y el establishment, entre nosotros y nuestra metodología.
Cuantos más artículos y libros leo sobre la escritura, más me parece intuir una diferenciación entre dos escuelas de pensamiento.
Los escritores, como tantos artistas, tenemos opiniones muy claras y enfáticas acerca del hecho de escribir. Blanco o negro, parece ser. Enemigos de unos procedimientos; mejores amigos de otros. Esto está bien, porque solo mediante nuestra propia experiencia podemos saber qué funciona para nosotros y qué no. Lo malo es cuando intentamos aplicar nuestras propias experiencias a todos los demás.
Probablemente yo también lo haga y por ello pido disculpas. Probablemente seguiré haciéndolo, porque soy muy despistada y se me va a olvidar enseguida que ese no es mi cometido.
Mi cometido, por lo menos hoy, es hablaros de algunos asuntos que espero que os produzcan tantas chispas en el cerebro como a mí.
Altucher, la escritura pasiva y la escritura agresiva
Las dos escuelas de pensamiento de las que hablaba, y que veo reflejadas no solo en artículos y libros y en reflexiones directas, sino en todos los comentarios que veo en redes sociales, foros y grupos de escritura, las expresa muy bien James Altucher aquí.
Hay dos maneras de aprender: pasiva y agresivamente.
Pasivamente es cuando analizas tus errores, lees la historia de aquello que estás estudiando, te relacionas con otros del sector, encuentras tu «tribu», buscas un mentor, etc.
Agresivamente es cuando estás metido de lleno. Estás hasta el cuello, y te llega la pelota de frente: ¿qué vas a hacer?
Pasivamente está en tu cabeza. Agresivamente es notarlo AHORA MISMO y actuar.
Lo que ocurre en tu cabeza es importante. Pero es la ACCIÓN la que crea héroes.
Altucher no habla aquí de escribir, habla de cualquier habilidad que requiere de un proceso de aprendizaje, pero creo que podemos aplicarnos el cuento (nunca mejor dicho. Qué ingeniosa soy).
¿Eres un escritor pasivo? ¿Consideras que la mejor forma de aprender es leyendo y estudiando todo lo que hay que saber sobre la escritura?
¿O eres un escritor agresivo? ¿Crees que solo se puede aprender escribiendo y que todos esos estudios son una pérdida de tiempo?
Si habéis respondido que sí a una de las dos preguntas, es posible que os estéis perdiendo buenas oportunidades en vuestro camino.
En todo el tiempo que he trabajado con escritores, he observado que estos dos tipos, en un estado más o menos puro, progresan a un ritmo lento. Hay escritores que dedican tanto tiempo a estudiar su oficio que este estudio se convierte en procrastinación, en una forma de pereza y cobardía. Y hasta que no apliques los conocimientos a la práctica, hasta que no te hinches de escribir, de poco te servirán esos conocimientos.
Sin embargo, también hay escritores que, con cinco, ocho o veintitrés libros a cuestas, siguen produciendo obras muy mejorables. ¿Por qué? Porque no se han molestado en aprender de los posibles errores que están cometiendo, y por tanto siguen cometiéndolos, una y otra vez.
Dicen que necesitamos 10000 horas de práctica para ser los mejores, 1000 para hacer un trabajo decente. Pero no sirven de nada si no se acompañan de horas de análisis, de deliberación, de conocimiento de nuestro arte. Como dice David Burkus, en un artículo para Forbes:
Así que, ¿estás desperdiciando tus 10000 horas? Depende. Aunque el número exacto de horas necesitado para alcanzar un rendimiento experto es algo sobre lo que se sigue debatiendo, lo que nunca se ha debatido es el papel de la práctica deliberada. ¿Estás dedicando tu tiempo a rutinas que ya conoces o experimentas con nuevas técnicas y estudias para desarrollar nuevas habilidades? ¿Estás jugando dentro de tu zona de confort o diseñas ejercicios y proyectos que te impulsan a crecer? Si no estás comprometido con una práctica reflexiva, entonces, con casi toda seguridad, estás desperdiciando tus 10000 horas.
Habrá excepciones, por supuesto. Habrá personas que dediquen toda su vida a estudiar y luego produzcan la obra de arte perfecta. Habrá quienes solo actúen y por intuición vayan desarrollando un estilo perfecto. Pero esto es lo que yo he observado. Considero que uno no debe ser un escritor pasivo ni un escritor agresivo. Considero que uno debe ser esa mediocritas dorada aristotélica y saber integrar ambas facetas en su proceso de aprendizaje, en sus 10000 horas o más. Ya sabéis que ese proceso no acaba nunca.
Además, hay otra parte del proceso que con frecuencia se nos olvida: fuera de la actividad de escribir, y fuera del conocimiento sobre el tema, hay otro elemento importante: desarrollar una mirada de artista y saber darle buen uso.
Penn, Van Gogh y la importancia de saber mirar (y anotar)
Anoche, dando vueltas en la cama, tuve una idea brillante sobre cómo empezar el artículo de hoy. Era ocurrente, inteligente y divertida, o al menos a mí me lo parecía (seguro que también vosotros habéis tenido alguna vez esa sensación, efímera pero seductora —y taaaan mentirosa— de que moláis). Era tan buena mi idea que sabía que era imposible que la olvidara.
Por supuesto, cuando me desperté esta mañana no conseguía recordarla.
Apuntad todas vuestras ideas.
No creo en el bloqueo del escritor. Creo que es un síntoma de haber dejado que el pozo de las ideas se seque. Ve a llenarlo, emociónate de nuevo y luego regresa a la página.
La gente de aquí lleva, por instinto, el azul más hermoso que he visto nunca. Es un lino tosco que tejen ellos mismos, urdimbre negra, trama azul, que crea un patrón de rayas negras y azules. Cuando pierde intensidad por el viento y el clima, es un tono infinitamente apacible, sutil, que hace resaltar los colores carne. En resumen, lo bastante azul como para reaccionar con todos los colores donde haya tonos naranjas ocultos y lo bastante apagado como para no desentonar.
Parks y la lectura como cerradura y llave
Cuando percibimos algo por primera vez no llegamos realmente a percibirlo, porque carecemos de la estructura apropiada que nos permite hacerlo. Nuestro cerebro es como un artesano de cerraduras que crea una cerradura cuando decide que una llave es lo bastante interesante para ello. Pero cuando encontramos una llave por primera vez (por ejemplo, un poema nuevo, o una especie animal nueva), no existe una cerradura lista todavía para tal llave. O, para ser precisos, la llave no es siquiera una llave, ya que todavía no abre nada. Es una llave en potencia. No obstante, el encuentro entre el cerebro y esta llave potencial hace que comience la creación de una cerradura. La siguiente vez en que nos encontremos o percibamos el objeto/llave, abrirá la cerradura preparada a tal efecto en el cerebro.
Derakhshan y la internet que tenemos que salvar
A veces pienso que igual me estoy haciendo demasiado estricto conforme pasan los años. Puede que esto sea todo una evolución natural de nuestra tecnología. Pero no puedo cerrar los ojos ante lo que está pasando: una pérdida de poder intelectual y de diversidad y todo lo que eso podría significar para estos tiempos tumultuosos. En el pasado, la red era lo bastante poderosa y seria como para que acabaras en la cárcel. Hoy no parece mucho más que entretenimiento. Tanto que incluso Irán no se toma algunas redes lo bastante en serio (Instagram, por ejemplo) como para bloquearlas.
Echo de menos la época en que la gente podía estar expuesta a diferentes opiniones, cuando se molestaban en leer más de un párrafo o 140 caracteres. Echo de menos los días en los que podía escribir algo en mi blog, publicarlo en mi propio dominio, sin tener que tomarme el mismo tiempo para promocionarlo en numerosas redes sociales; cuando a nadie le importaba lo del «me gusta» o «compartir».
Esa es la red que recuerdo de antes de ir a la cárcel. Esa es la red que tenemos que salvar.
Y, ya que estamos, salvémonos también del leer por leer, de las acumulaciones de títulos leídos porque sí, de las lecturas obligatorias:
Varios autores y los grandes libros que no han leído
En un ejercicio cuyo objetivo se me escapa, un buen puñado de autores de renombre confesaron qué grandes libros nunca se habían leído. Y digo confesaron porque los mencionaban con una especie de culpa que no termino de entender:
O, para ponerlo de forma más clara: somos nosotros, no él. No es culpa del autor o del texto; es culpa del lector. Alexander Chee comentó que se había mantenido alejado de otro clásico de (Gabriel García) Márquez en parte por su popularidad, que es la misma razón por la que uno de nosotros evita libros recientes que tienen cuentas de Twitter y de los que se habla en el mundillo literario; a veces, es simplemente mejor esperar a que los cumplidos disminuyan, para que el libro pueda leerse en el silencio de los pensamientos de uno.
Estoy de acuerdo con lo de los libros populares. Como ocurre con cualquier elemento mainstream, a veces se nos quitan las ganas de leer un libro precisamente porque todo el mundo habla de él. Pero comprendo las autoacusaciones: «He de confesar que no he leído…», «me avergúenza decir que…». Los propios redactores del artículo parecen enorgullecerse de que algunos grandes escritores sean tan humanos como ellos: ¡tampoco se han leído Cómo matar a un ruiseñor! Puede que este artículo sea el equivalente literario a ver que esa modelo o actriz perfecta que tanto envidiamos acaba de salir en la portada de Cuore con las tetas caídas y los muslos llenos de celulitis.
Creo que algunas obras son importantes; leer obras importantes es necesario en nuestro desarrollo como escritores y lectores. Pero si leyéramos todos los grandes libros, no tendríamos tiempo para leer los libros pequeños, aquellos que nos proporcionan el placer de lectura que nos impulsa a seguir abriendo libros. J. K. Rowling y Laura Gallego no pasarán a los anales de la historia como las mejores escritoras de nuestra generación, pero considero que han hecho más por la lectura en general que muchos de los integrados en el canon de Bloom, en el canon de cualquiera que se crea con derecho a decirnos qué debe permanecer en nuestro inconsciente cultural y qué no.
Si estabas leyendo a Harry Potter en vez de a Harper Lee, bien por ti. Bien por todos nosotros. No dejes la buena lectura de lado, ni la que está oficialmente reconocida como tal ni la que no lo está.
Hay que leer a los grandes. En ellos descubrimos lo más espléndido y lo más terrible del espíritu humano. Pero, por favor, que se acabe esta vergüenza por los libros que no hemos leído y las películas que no hemos visto y los discos que no hemos escuchado, como si la vida fuera una lista que hubiera que ir tachando para quedar bien en nuestros círculos habituales.
Así que hoy vamos a enfocarlo de otra forma:
¿Qué supuestos grandes libros no habéis leído y no sentís la más mínima culpa por ello?
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Si le dejo una una nota a mi vecino que diga:
Hola, veo que tienes una feliz vida en pareja. Sería genial que disfrutaras plenamente de ella en métodos o lugares donde yo no escuchara.
¿Eso me hace un escritor pasivo-agresivo?
Ná, para eso te falta el final:
«Con cariño,
un vecino afectuoso y con sueño».
Pues yo no me avergüenzo de los clásicos que no he leído. Si no me interesa el tema, pues no me interesa el tema. Tengo otros libros que me entusiasman más. Y total, cuando me muera se borrará toda esa información de mi cerebro 😛 En cuanto a la longitud de los artículos, me gusta que los tuyos sean largos (lo mismo se vale para los de Kristen Lamb).
También es verdad que cada persona tiene sus ritmos y funciona mejor con determinada extensión. Eso podría haberlo puesto en el artículo.
Pero entonces habría sido aún más largo 😛
Mucha razón en muchas cosas (me repito, lo sé).
Con los artículos longform yo tengo una relación de amor-odio: me encantan, yo también creo que ya está bien de cuatro palabras y dos fotos, pero tampoco creo que deban forzarse. Un tema requiere la longitud y profundidad que requiere, pero tampoco creo que haya que hacer chorromil palabras sólo porque el longform mola.
Ay, las lecturas «importantes»… Yo culpa ya no siento ninguna, a menos que sea una obra que, personalmente, considero que debería haber leído. El «Quijote» no me lo acabé y creo que fue una buena idea. «Tiempo de silencio» de Luis Martín Santos (obligatorio en COU en mi año e instituto, al menos)… me faltó quemarlo, y se supone que es un clásico.
Me da vergüenza tener en el montón de libros pendientes «1984», por ejemplo, pero, qué leches, si no lo he leído aún es porque he leído otras cosas! 🙂
Añado, aaaademás, que si tuviésemos que leernos todos los libros importantes de la historia, y teniendo en cuenta que cada vez hay más (o debería)… dentro de 20 años no se podría publicar nada nuevo, porque nadie lo leería. Y nos perderíamos nuevos libros importantes. Digo yo…
Lo más importante, creo, es formar un criterio y saber reconocer qué tipo de libros nos gustan y, sí, claro, ir a los que nos pueden gustar de los «míticos» e importantes y no dejarlos escapar.
Besiños y buen finde!
Eso por supuestísimo: cada texto tiene unas necesidades. Eso precisamente hace que sea tan evidente (¡y quede tan feo!) cuando un artículo que podría dar mucho de sí se queda apenas en la superficie por exigencias del formato. Lo bueno de los longform pesados es que con mirar por encima los dos primeros párrafos es fácil ver si te va a compensar el tiempo invertido o no.
Además, largo no tiene por qué significar difícil de leer, que a mi juicio es un error muy común de textos buenos que no están «adaptados» a las necesidades de una lectura en pantalla (ninguna imagen ni separación de párrafos, ningún sitio donde descansar la vista ni pararse a asimilar la información). Por eso yo uso mucho el formato lista (o, en su defecto, mucho encabezado o un esquema claro). No solo porque sea atractivo para que la gente pinche y lea, sino porque permite una visión rápida del contenido, una lectura más fluida y una comprensión estructurada y práctica. También por eso cambié completamente el diseño del blog; busqué un diseño que ofreciera una fuente grande y de lectura cómoda.
«Lo más importante, creo, es formar un criterio y saber reconocer qué tipo de libros nos gustan y, sí, claro, ir a los que nos pueden gustar de los “míticos” e importantes y no dejarlos escapar».
Así es. A veces hay que obligarse un poco, porque si no, por pereza nunca leeríamos libros complejos que exigen más esfuerzo. Además, son algunos de esos libros complejos los que nos van a ayudar a formar nuestro criterio. Pero de ahí a tener que tragarse algo que nos haga odiar la literatura solo porque sea «mítico», hay un paso.
A mí Tiempo de silencio me encanta, y de no haber sido lectura obligatoria en el cole igual ni lo habría probado (mala idea, por otra parte, no es un libro que vaya a enganchar a nadie a la lectura, y menos siendo adolescente). Pero estoy muy de acuerdo contigo con El Quijote. Qué pena que la gente me ponga muecas de horror cuando lo digo.
Muy bueno, como siempre, lo de las notas es todo un debate. A mí me raya porque siempre encuentro al autor prestigioso que dice que anotando «matas» la idea… ¡Pero me da mucha rabia que se me olviden cosas!
Pregunta: ¿qué app está bien para escribir en el móvil? No paso de ColorNote y no me convence.
PD: No puedo con Alicia en el País de las Maravillas ni con El Libro de la Selva, y durante un tiempo me sentía culpable.
Fíjate que yo creo que el problema de Alicia es que se vende como libro infantil/juvenil, y a mí me parece que se disfruta mucho más como adulto. Pero eso ya es cuestión de gustos, supongo.
Yo para notas uso Evernote y me encanta. Es gratis, aunque luego puedes pagar por determinados extras. Para escribir en general no creo que nada sea muy impresionante, es lo que tiene la limitación del teclado en pantalla.
Lo de matar la idea tiene su porqué, de la misma forma en la que no es recomendable hablar de tu libro con otros. Al anotar o hablar de algo, nuestro cerebro considera que hala, que ya está hecho, y eso nos resta entusiasmo para sentarnos a escribirlo. Pero para mí no hay más remedio: si no lo anotara todo, se me olvidaría, y eso que en teoría tengo buena memoria. No es tanto por recordar: es solo que no me gusta ir todo el día con la cabeza cargada de cosas (así sí se olvida todo, hagas lo que hagas). Una vez algo queda apuntado, puedo concentrarme bien en otros asuntos necesarios.
El señor de los anillos. Lo he intentado más de una vez. Pero no me avergüenzo de decir que no he podido terminarlo. Me parece un libro demasiado clásico, y sé bajo qué objetivos se escribió y cuáles son sus logros, pero no es el tipo de literatura que estoy buscando. Es demasiado denso y poco fluido, con demasiado interés por la forma, tanto que a nivel argumental no hay mucho que rascar una vez has visto la película (vale, sí hay muchas cosas, pero en general no lo suficiente para una historia que ya conozco).
En otro orden de cosas, yo también estoy a favor del artículo largo (¿se me nota?).
Es uno de esos libros con los que muchos se atascan, sí. A mí me gusta muchísimo, pero tal vez influye que fue el primer libro «adulto» que leí siendo una niña. Me saltaba las partes que me aburrían; luego de adulta me las he leído muy gustosa.
Me pregunto si también influye la diferencia de edad con esto. Cuando yo tenía 11 años, de fantasía no había mucho fácilmente disponible que fuera muy interesante (luego ya descubrí a Dahl, a Wynne Jones y a Barker, por ejemplo, pero Tolkien fue mi primer contacto con la fantasía épica). En tu caso, si no me equivoco, ya tenías una disponibilidad de títulos fantásticos mucho más variados, entretenidos y modernos. Digamos que además te habrás criado leyendo épica que bebía de Tolkien, por lo que este te habrá resultado algo cansino. Creo que eso influye mucho en el hecho de que la gente de 30 para arriba tiene una relación con Tolkien muy diferente que la que tiene 10 años menos. No sé, es una teoría 🙂
Una teoría que es completamente correcta. Estoy seguro de que habría visto a Tolkien con otros ojos si fuera mi primer contacto con la alta fantasía épica y sobre todo si no hubiese visto las películas.
En la sala de L.A. (Lectores Anónimos), una joven se puso en pie y habló.
—Me llamo Pilar y no he leído «Matar a un ruiseñor».
—Te queremos, Pilar.
—… ni «Cien años de soledad»…
—Te queremos, Pilar.
—…ni Ulises, ni En busca del tiempo perdido aunque me sé de memoria lo de la magdalena de Proust…
Se produjo un silencio en la sala. Finalmente, todos hablaron.
— Te queremos, Pilar.
—…tampoco he leído 50 sombras de Grey.
—¡Bravo!
—…ni tampoco Ambiciones y Reflexiones de Belén Esteban.
Y la sala estalló en un aplauso.
Pido disculpas a todos por este festival del humor que me he marcado. Es culpa del tercer café ;).
Era mi manera de explicar que no me avergüenza no haber leído clásicos que según algunas «listas» debería haber leído (Grey y Belén Esteban no entran en esas listas jejeje). No los he leído y sigo respirando. Es maravilloso.
Igual que como se ha comentado más arriba, los artículos largos no molestan si su longitud se ajusta a lo que el contenido requiere. A veces resulta difícil saborear textos con las exigencias de inmediatez que impone la vida en internet (y fuera de ella). Lo que hoy está disponible, mañana ya será demasiado desactualizado. Por eso leo artículos cortos cuando no dispongo de mucho tiempo y cuando dispongo de más, lo dedico a leer textos más largos.
Desconocía la historia de Hossein Derakhshan y estoy muy de acuerdo con sus palabras.
¡Qué verguenza! Vaya comentario longform 😉
«No los he leído y sigo respirando. Es maravilloso».
Creo que ahí podemos resumir todo este debate, sí 😀
Mi aplauso a Musaensutinta 🙂
Y también a Gabriella por su artículo. Personalmente no tengo preferencia por artículos largos o cortos. Me interesa el contenido. Si uno largo lo es sólo por serlo, dejaré de leerlo. Si uno corto no me sacia lo suficiente, me «quejaré» en los comentarios: «Más, más, quiero más».
Eso como lectora. Como bloguera, hago lo que puedo y llego a donde llego (que no siempre coincide con «donde quiero»). No me fijo en el número de palabras de mis posts.
Genial artículo, Gabriella. En tu caso, yo siempre me reservo un ratito laaaargo para poder disfrutar de tus artículos sin prisa.
Saludooosss.
«Genial artículo, Gabriella. En tu caso, yo siempre me reservo un ratito laaaargo para poder disfrutar de tus artículos sin prisa».
Pues eso es un privilegio y un honor. Muchas gracias por leer y comentar 🙂
El tema de la llave y la cerradura me ha llamado poderosamente la atención, yo siempre he pensado en ello, pero nunca le había puesto un nombre. Por ejemplo, en la música siempre digo que primero hay que hacer el oído a nuevos estilos y canciones antes de saber si te gustan realmente o no. Con libros, películas y demás pasa igual. Con casi todo el conocimiento y el arte…
Van Gogh puedo decir que es mi pintor favorito, recuerdo con cariño mi visita al museo de Ámsterdam. Me impactó mucho ver su obra al natural, atacaba directamente al corazón, cuesta creer la sensibilidad que tenía este hombre. En el caso de los escritores podríamos decir que donde el otro ve algo cotidiano, nosotros vemos una historia.
El apartado de “Derakhshan y la internet que tenemos que salvar” me ha encantado. Estoy harta de escuchar protestar a la gente en cuanto tienen que leer algo más largo que un tuit. Soy una amante de los artículos largos, que le vamos a hacer (eso no quiere decir que no disfrute de una pequeña joyita de esas que pululan por la red). Me gusta profundizar, no la banalidad. Pero un artículo largo, profundo, con gran cantidad de trabajo detrás, requiere esfuerzo para ser leído, requiere… pensar. Y eso hoy en día no gusta.
¡Un abrazo!
Yo nunca he sido fan de Van Gogh, pero sí de su lucha personal y su visión particular sobre el arte.
«Me gusta profundizar, no la banalidad. Pero un artículo largo, profundo, con gran cantidad de trabajo detrás, requiere esfuerzo para ser leído, requiere… pensar. Y eso hoy en día no gusta».
También hay culpa en la propia producción de contenidos. Como se paga tan mal (he llegado a ver ofertas de un euro, o menos, por artículos de 500 palabras), al creador de contenidos le compensa escribir mucho y muy rápido, más por intereses de posicionamiento y SEO que por auténtico valor de lectura. Eso creo que está cambiando gracias a los esfuerzos de Google por recompensar el contenido de calidad, pero siempre habrá textos masificados que solo buscan el clic y la lectura rápida e inconsecuente.
Y cuántas veces hemos visto comentarios a textos que demuestran que el comentarista no se ha molestado ni en leerlo… Pero esa es otra historia.
«Pero ¿lo son? ¿O es que estamos tan acostumbrados al formato rápido, a la lectura por encima, al clickbait, al SEO que ofrece frases básicas, casi sin sentido, que cualquier narrativa que nos obligue a dedicar más de dos minutos de nuestro tiempo nos resulta insoportable?»
es el gran problema del tiempo. no sólo de nuestra limitada mortalidad, yo por ejemplo, utilizo huecos en el trabajo para leerte (fíjate lo precario del asunto O_o). de hecho hoy, en este mi momento contigo, justo tenía dolor de cabeza. aún así has logrado que lo terminara. gran post :p
«Hoy no parece mucho más que entretenimiento. Tanto que incluso Irán no se toma algunas redes lo bastante en serio (Instagram, por ejemplo) como para bloquearlas».
interesantísimo! jaja, mucha frivolidad y postureo es lo que hay hoy. y mucha mediocridad. instagran es cojonudo para atesorar eso (y otras redes).
en cuanto a grandes libro que no he leído… demasiados son los grandes libros que no he leído. yo antes era de los que cuando quería leer un libro lo escribía. o de leer sólo los libros que podían serme útiles para documentarme para algo. pero bueno, en mi caso, no sólo tengo que aprender a escribir bien, también tengo que aprender a leer bien. tarde he empezado ^^
Ya sabes que para escribir bien hay que leer mucho. A mí me da mucha envidia esa gente que se come ocho libros al mes y se quejan de que quieren más; yo tengo que ir robándole tiempo a los recovecos de mi día para conseguir leer algo. Razón de más para apreciar que tú uses algunos de esos recovecos para leer este blog, ¡gracias! 😀
Si te digo los grandes libros que no he leído no acabo más. A mí me gusta leer, lo que sea, bueno, lo que sea no, algo que me guste y que no me haga doler la cabeza. Me encantó «Matar a un ruiseñor», de Harper Lee; «A sangre Fría», de Truman Capote; y «La testigo», de Nora Roberts. Me encantaron un montón de libros autopublicados que podrían incluirse en el género de novela romántica o en chic lit, me encantó Drácula, me encantó un relato sobre un circo de mantícoras que leí, me encantó «La conjura de los necios», y así podría seguir. No he leído a Saramago, ni la mayor parte de las obras de García Márquez, sólo una obra de Isabel Allende, y no he leído Harry Potter. Puedo seguir, pero el resumen es que yo leo de todo e intento fusionar lo mejor de cada libro cuando escribo. Biquiños!
Yo creo que no hay que cerrarse a ningún género. De hecho, creo que mezclar nuestras lecturas es muy positivo para crear luego cosas originales e inteligentes. Y también creo que es muy importante leer por placer. Así que mezclemos de todo y disfrutemos 😉
[…] Pero los mejores, los genios, los grandes… 17 años. ¡Eso es mucho! Un tercio de tu vida adulta. Altucher dice que los grandes escritores a los que ha entrevistado suelen coincidir en esa cifra. Curioso, ¿verdad? Dice que Vonnegut también: comenzó a escribir al volver de la guerra. No tuvo mucho éxito hasta 1963 o así, cuando publicó Cuna de gato. Y por cada Vonnegut hay un buen montón de señores muy mayores, todavía escribiendo, que se limitan a escribir, nada más (ni a leer, ni a estudiar, ni a analizarse de manera crítica), y que apenas han avanzado. […]
Yo, por ejemplo, leí dos libros de R. L. Stevenson: «El misterioso caso del Doctor Jekyll y Mr Hyde» y «Olalla». El primero me encantó, y no porque fuera un clásico entre los clásicos (para poder ir presumiendo por ahí de que lo he leído o lo típico de «oh, fíjate, que intelectual soy»), sino porque me gusto muchísimo como lo había escrito y el tema que aborda: La dualidad del ser humano. El segundo, en cambio, me aburrió sobremanera y apenas entendía lo que quería decirme. Para que veáis que hasta un gran escritor como puede ser Stevenson puede transmitirnos sensaciones muy distintas, y no porque sean grandes obras tienen porque gustarnos o si quiera inducirnos a echarles un vistazo… Hay muchas novelitas rosas que cualquiera que se las quiera dar de «Snob» las catalogaría de «tontas» y «empalagosas» y sin embargo a mi me encantan y me hacen muchísima gracia.
Yo tampoco he leído nada de Garcia Márquez ni de Charles Dickens, por poner un ejemplo, así que tampoco seré yo quien tire la primera piedra, chicas xD
Por cierto, lo que explicas de la teoría de la llave y la cerradura me pasaba mucho con los poemas: Al principio no los podía ni tragar del asco que me daban, pero con el paso del tiempo algunos los he vuelto a releer y como «por arte de magia» he descubierto que me gustan mucho mas de lo que creía… Ahora ya se porque 😉
Genial el artículo y me quedo con una cosa: nos hemos vuelto, no solo cómodos, yo diría más bien que vagos. Todas las cosas que son importantes en esta vida se consiguen a base de sacrificio: la pareja, unos hijos, un trabajo, unos amigos, etc, y hoy, ya huimos de él, vamos a lo fácil. Es mejor una imagen, que está bien, pero la palabra es imprescindible. Hasta las editoriales te ponen un límite de palabras, hoy las mejores novelas, el Quijote, Los Miserables, Guerra y Paz, se hubieran quedado fuera