Todo el mundo escribe.

Alguien me comentó el otro día que tiene la terrible sospecha de que en España hay más escritores que lectores. Puede que tenga razón.

Y si todo el mundo escribe, ¿qué es lo que diferencia a un escritor profesional de un escritor aficionado?

Es una pregunta difícil, porque ¿qué es realmente un escritor profesional? ¿Existe tal cosa?

Muchos definirían a un escritor profesional como alguien que vive de lo que escribe. Podría ser un escritor de ficción, un creador de contenidos, un periodista.

Otros lo definirían como alguien que solo escribe. Es decir, no tiene otras ocupaciones laborales.

Y otros se contentarían con definir a un escritor profesional como alguien que recibe dinero por lo que escribe, aunque no sea suficiente como para vivir de ello.

Esa es otra discusión aparte (y larga). Por mi parte, he intentado dar con las claves de lo que separa a alguien que escribe por afición de alguien que escribe de manera profesional. Y no digo que no sea serio escribir por afición. Si escribes cuando puedes, porque te gusta, sin mayor aspiración, eso es igual de válido, pero tus objetivos serán muy distintos. Intento diferenciar aquí entre los que escriben simplemente porque les gusta y aquellos que escriben con aspiraciones de publicar y recibir una remuneración por su trabajo.

Por supuesto que hay escritores que no entran en ninguna de las dos categorías. Hay escritores buenos, volcados en su arte, que sin embargo no tienen ningún interés en extraer rendimiento económico de su obra. Y aficionados que no dedican apenas tiempo ni trabajo a su arte y que sin embargo intentan comercializarlo por todas las vías posibles.

No es mi intención hablar aquí de esos casos intermedios. Como ya he dicho, quiero analizar lo que diferencia a la gente que escribe por afición y la gente que pretende profesionalizarse. Tal vez mi intención es intentar demostrar todo lo que implica el duro camino del escritor que pretende vivir de lo que crea. Tal vez mi intención es solamente divertiros, que paséis un buen rato. Tal vez solo busco que compréis mi libro. ¡Nunca lo sabréis!

Quiero dejar constancia de que los puntos que enumero a continuación son el resultado de mi percepción de los escritores profesionales que conozco, mi propia experiencia intentando cruzar el temible valle de la afición a la profesión y, sí, comentarios de escritores profesionales en internet. Estoy segura de que muchos de vosotros podréis aportar más diferencias que nazcan de vuestra propia escritura y experiencia, y puede que haya puntos con los que no estáis de acuerdo. No dejéis de darme vuestras opiniones en los comentarios.

Allá vamos.

escritor profesional

¿Listos para la primera diferencia? Seguro que sois capaces de adivinarla, porque no dejo de repetirla en el blog:

1. Hábito

Sí, así es. El escritor profesional escribe. Escribe todos los días. Y cuando no escribe corrige, piensa, adelanta estructuras, se documenta.

Hay excepciones, claro. Hay escritores que escriben dos semanas del tirón y luego se dedican a corregir durante otras dos semanas. Hay escritores que dedican un mes al año a irse muy lejos de viaje y reiniciar el cerebro. Cada persona tiene un proceso diferente. Pero lo que suelen tener todos los escritores profesionales en común es que han encontrado un sistema de trabajo que les funciona bien y lo mantienen a rajatabla.

Los escritores profesionales, al igual que cualquier otro profesional (sobre todo si trabaja desde casa), tienen una rutina, o una serie de objetivos, o un sistema, y cumplen. Tal vez en pijama, pero cumplen.

¿Qué más tiene el escritor profesional?

2. Una plataforma

Puede ser una web, un blog, un canal de Youtube, una cuenta de Twitter… pero el escritor actual que intenta profesionalizarse tiene un hogar virtual, un punto de contacto con lectores, ya obtenidos y potenciales.

También hay excepciones, claro. Hay escritores que consiguieron entrar en una editorial grande y que poco a poco han ido publicando y haciéndose un hueco. Pero las posibilidades de publicación a este nivel son escasas, y hemos llegado a un punto en que las editoriales buscan a autores que tengan ya un seguimiento formado, ya que implica un mínimo de ventas aseguradas.

Todo está cambiando. Estoy viendo a autores que vivían con cierta comodidad gracias al sistema tradicional de edición y que ni siquiera tenían página web, y para ellos la situación ya no es la misma, ni de lejos. Los anticipos son más bajos, las ventas más escasas, el dinero ha menguado. Las compras cada vez están más dirigidas por el mercado presente en internet (en el Reino Unido, por ejemplo, las compras online de libros ya superan a las compras en librerías. Llevan ya más de un año en las mismas en EEUU).

Los autores que ahora mismo despuntan, que se están manteniendo en el mercado, suelen tener una plataforma bien establecida y un seguimiento virtual marcado.

¿Significa esto que tienes que ir corriendo a hacerte ocho cuentas en Pinterest, LinkedIn e Instagram? No. Encuentra la plataforma que más te gusta y concéntrate en ella. Estúdiala, observa cómo funciona y dedícale trabajo. Lo cual nos lleva a…

3. Una inversión considerable de tiempo

Esto es horrible, porque por desgracia el trabajo del escritor ya no se limita a escribir. Ahora todos tenemos que ser expertos en social media, en mercadeo, en nuevas tecnologías, en edición, en diseño y en mil cosas más. Cada vez hay menos intermediarios, así que el escritor se ve haciendo el trabajo del editor, del diseñador, del corrector y del departamento de promoción.

Empezar a escribir y practicar, crear un libro, dos, tres, no exige demasiado tiempo, solo dedicación. Pero lo preocupante es que para ir más allá, para profesionalizarse, uno tiene que ser una especie de hombre orquesta que además de tocar todos los instrumentos del mundo tiene que saber jardinería avanzada, arqueología alienígena y cocina submarina. Tal cual.

Los escritores que conozco que (mal)viven de lo que escriben, sobre todo los de ficción (la creación de contenidos es otra historia), viven por y para escribir y todo lo relacionado.

¿Significa esto que tienes que dejar tu trabajo (y tu vida) para ser escritor? No, claro que no. Ni se te ocurra, porque morirás de hambre. Simplemente contémplalo como un objetivo a largo plazo: deberás ir ampliando poco a poco el tiempo dedicado a todo lo “escritoril”. Pero piensa que cuanto más escribas y más desarrolles todas las habilidades que necesitas, mejores serán tus productos y tu oferta y más cerca estarás de obtener dinero a cambio. Por lo que podrás ir dedicándole más tiempo.

Y hablando de malvivir…

4. Saben cuándo trabajar gratis (y cuándo no hacerlo)

Muchos profesionales de todos los sectores coinciden en que es una mala cosa el trabajar gratis. Primero, porque incita a clientes y demás a aprovecharse de tu talento y esfuerzo; segundo, porque rebaja la percepción de estos del valor de un trabajo, por lo que otros profesionales tendrán que bajar sus tarifas o incluso ofrecer los mismos servicios de forma gratuita. Y reconozco que a veces doy saltitos ridículos de frustración cuando veo a supuestos “profesionales” ofreciendo sus servicios a precios bajísimos. Entiendo que las cosas van regular y todos estamos desesperados, pero bajar tanto los precios no solo te afecta a ti, también nos afecta a todos los demás.

Pero por algún lado hay que empezar, y del mismo modo que un traductor recién salido de la facultad no cobra lo mismo que uno que lleva dieciocho años trabajando (o no debería, por lo menos), un escritor que empieza sabe que tiene que escribir gratis. Para participar en antologías, o para salir en revistas, o para colaborar con un blog que tenga difusión. Es una manera de posicionarse, de que tu nombre empiece a sonar.

Un escritor profesional, alguien que lleva años escribiendo y sabe que tiene ya una calidad contrastada, no suele aceptar propuestas de trabajo gratuito. Simplemente no le compensa. En el tiempo invertido en realizar ese encargo sin remuneración, puede realizar algo con más posibilidades de venta (y que además le apetezca hacer).

Puede que, de vez en cuando, realice encargos gratuitos, si considera que merecen la pena. Pero todos los escritores deberíamos dejar de contestar correos electrónicos donde alguien nos ofrece participar en cosas que nos venden como “una gran oportunidad”, cuando realmente solo nos van a ofrecer una muy escasa visibilidad, mucho trabajo y esfuerzo, y una remuneración nula.

Saber lo que vale nuestro trabajo es difícil en un mercado tan difícil y abstracto como es el literario, pero es una decisión que no solo debemos tomar, sino que debemos ir actualizando conforme mejoren nuestras habilidades y experiencia.

Y es que el escritor que sabe lo que vale…

5. Tiene una actitud profesional

Un escritor profesional no tiene problema en decir “soy escritor” cuando le preguntan a qué se dedica.

Ya, a mí eso se me da fatal. Por eso estoy todavía en el valle de lágrimas entre la afición y el oficio.

Un escritor profesional sabe cómo tiene que enviar sus propuestas a editoriales. Sabe cómo confeccionar sinopsis y planes de trabajo. Sabe exactamente qué tono, entre serio y amable, utilizar con un editor. De hecho, un escritor profesional probablemente ya conozca en persona a ese editor, porque se ha preocupado de asistir a todo tipo de encuentros para conocer a todo tipo de colegas del sector.

Y es que, como en cualquier oficio, un escritor profesional sabe la importancia de…

6. La lista de contactos

Ya habéis oído hablar del networking, ese palabro. Suena fatal, y puede serlo. En serio, hay gente que muere de networking. Bueno, igual no de forma literal, pero en mi cabeza explotan en pedacitos sangrientos muy a menudo.

¿Sabéis esa persona que se te acerca en un bar, al final de un día de convención, y empieza a venderte su libro? ¿Esa persona muy interesada en que quedéis, aunque no la conoces de nada? ¿Esa persona que se empeña en seguirte a ti y a tu grupo de amigos a comer después de una conferencia, aunque no tengas ni idea de quién es y nadie la haya invitado? ¿Esa persona que se te acerca por la calle para darte SU TARJETA?

Sí, eso es networking. Y no lo soporto.

Esa lista de contactos que todos los escritores necesitamos no debe ser algo artificial, a la caza y captura de personas que puedan ayudarnos. Esa lista debe nacer de forma orgánica, natural, y tiene que estar llena de gente que nos encanta. Gente con quien nos divertimos. Gente a la que conocemos de tanto charlar con ellos en las redes sociales o por email, a la que vemos más de una vez en actos literarios y con quien, inevitablemente, acabamos compartiendo café (o té, en mi caso), cerveza y buenos ratos.

Cuando nos preocupamos por movernos en entornos donde se mueven otros miembros del sector, es inevitable conocer a todo tipo de gente. Tanto a los que pueden ayudarnos como aquellos a los que podemos ayudar nosotros. Y esa es tu lista de contactos. Esa es la razón por la que, cuando quieras enviar un manuscrito a una editorial, posiblemente conozcas ya a la persona con la que tienes que contactar, o por lo menos a otra persona que la conoce.

Hay un dicho por ahí, un truco de psicología barata, que afirma que si quieres caerle bien a alguien debes pedirle un favor. No sé si eso funciona. Yo solo sé que me cae mucho mejor alguien que me escribe para decirme lo que ha hecho por mí (o para proponerme algo que nos interesa a ambos) que alguien que me escribe para pedirme algo de lo que yo no obtendré beneficio alguno. Como dicen los de la ludificación, con los juegos de suma positiva ganamos todos. Si quieres hacer contactos, debes o bien obtenerlos de forma natural, o tener algo que ofrecerles, aunque simplemente sean palabras de ánimo o algo de atención.

En mi experiencia, los escritores de más éxito tienen relaciones de suma positiva con todos sus colegas del sector. El talento y el trabajo son importantes; la calidad es importantísima; pero tomamos decisiones constantes basadas en nuestra preferencia por una u otra persona, incluso sin darnos cuenta. Conocer y llevarse bien con compañeros del sector es fundamental.

Y recordad: no hace falta haber nacido con grandes dones de labia y seducción. Muchas habilidades sociales pueden aprenderse. Si yo puedo superar mi aparatosa timidez (a veces), vosotros podéis conseguir cualquier cosa. Y gran parte de lo que conseguimos proviene de…

7. Flexibilidad y adaptabilidad

El mercado editorial está en un cambio constante. ¿Dominará el ebook? ¿Seremos todos asimilados por extraterrestres disfrazados de máquinas productoras de libros a demanda? ¿Conseguirá Amazon un monopolio absoluto del sistema capitalista y acabaremos todos rezándole tres veces al día?

Todas estas son preguntas a las que nadie tiene la respuesta (no, a lo de los alienígenas tampoco). Y un buen profesional, se dedique a lo que se dedique, tiene que estar preparado para todo. Uno puede (y debe) tener unos principios claros y sólidos, para poder moverse alrededor de ellos con absoluta tranquilidad.

Los escritores profesionales que conozco son flexibles (mentalmente; físicamente no tanto, por aquello de pasar tanto tiempo sentados). No se agarran a determinados formatos ni se comprometen con nada para el resto de su vida. Si algo no funciona, prueban otra cosa. No pierden tiempo llorando por las esquinas.

Y es que un buen profesional…

8. No tiene miedo del fracaso

Bueno, miento. Tiene miedo, vaya si tiene miedo. Pero el fracaso lo hace más fuerte. Se queja, se lamenta, y luego prueba algo distinto. Las historias de éxito que conozco tienen muchas historias de fracaso detrás.

Muchos escritores profesionales han experimentado una cantidad de rechazos editoriales impresionantes. El aficionado abandona. Se dice que es injusto, que el mercado es terrible y que la culpa es del sistema. Y sí, el mercado es terrible y el sistema no es nada chachi, no, pero la diferencia entre un aficionado y un profesional es que el primero se rinde, abandona, lleno de odio. El profesional intenta aprender y mejorar y vencer al sistema. Y por el camino se convierte en un escritor impresionante.

Y no lo hace gracias a la pura repetición. Es de locos intentar lo mismo una y otra vez si siempre da el mismo resultado. El escritor profesional estudia, busca nuevas formas de conseguir lo que quiere. Experimenta.

El profesional intenta convertir el fracaso en aprendizaje. Y es por esto por lo que…

9. Sabe aceptar las críticas

No me refiero a las críticas injustas en Goodreads/Amazon/Blogs Molones tipo “odio este libro porque los capítulos son demasiado cortos y porque el autor es muy feo y porque he dormido mal esta noche y mi perro ha vomitado por la ventana”. Me refiero a las opiniones y sugerencias de editores, lectores cero y otros escritores mejores que nosotros. Las opiniones de nuestro público objetivo, de los lectores que nos interesan. Si escribes novela histórica y tus lectores opinan que en tu libro hay documentación errónea, más te vale revisar tu documentación. Si escribes erótica y tus lectores dicen que tus escenas de sexo no son creíbles, ídem. Si escribes middle-grade y alguien te dice que le gustaría ver más escenas gore en tu novela, eso lo puedes ignorar.

El escritor profesional sabe distinguir entre las críticas personales y sin sentido (escuecen, pero sabe que no son útiles) y las críticas valiosas, de las que se puede aprender. El escritor profesional las asimila y las aplica a su trabajo para hacerlo mejor. No se cruza de brazos, arruga el gesto y dice: “eso es que nadie me comprende”.

Que igual es cierto y nadie te comprende, y el mundo simplemente no es capaz de concebir algo tan avanzado y revolucionario. Pero también puede ser que no.

Y para esto viene muy bien el siguiente punto.

10. Sabe escuchar a otros

El escritor profesional tiene una habilidad muy especial, que ha ido perfeccionando a lo largo de los años, para encontrar a personas que están a un nivel superior (en experiencia, talento, conocimiento, etc.) y exprimirlas al máximo. Puede tratarse de un escritor con más años a cuestas, un editor que sabe lo que se hace o un corrector del que sacar todo el conocimiento posible, etc.

El profesional sabe que no hay que abusar, claro, o si no perderá a la gallina de los huevos de oro. Pero no teme preguntar en las conferencias, aun a riesgo de quedar como tonto, ni se corta a la hora de preguntarle a un corrector por correcciones que no entiende o de las que quiere aprender (de nuevo, por experiencia, por favor no os paséis con esto, que luego los que corregimos pasamos más tiempo respondiendo dudas que corrigiendo). El escritor profesional está siempre aprendiendo de otros.

También sabe que para que otros con más experiencia le echen una mano tiene que ofrecer algo a cambio, como hemos dicho en un punto anterior. Si vas a exprimirle el cerebro a un escritor, por lo menos invítalo a cenar o a un par de copas.

Sin intenciones de ligar, por favor. Que se me olvidaba. Networking tampoco es intentar hacer contactos y de paso ver si alguno/a cae. Los escritores tendemos a acabar liándonos con escritores por simple inevitabilidad, proximidad y una atracción inexplicable hacia el look náufrago/vagabundo, no porque acabemos picando cada vez que alguien intenta meternos mano con la excusa de “leerte un extracto de mi novela”.

Sí, sí, os podéis reír todo lo que queráis. Pero pasa.

Y hablando de leer…

11. El profesional lee, lee mucho

No solo lee a escritores a los que se quiere parecer. El profesional lee sobre técnicas de escritura, lee sobre todo aquello que necesita para documentarse para su novela, lee todo lo que puede y más. De hecho, es probable que las ganas de escribir le nacieran con la lectura.

Algunos escritores aficionados no leen. Los hay que dicen que es porque quieren que su voz sea única, no verse influida por otros. Otros tienen la curiosa noción de que no les hace falta leer porque su escritura es mucho mejor que cualquier otra cosa publicada.

Como os podréis imaginar, esa actitud no los llevará lejos. Nuestra voz, esa voz única, nace de una confluencia de voces, de experiencias, de entornos. Y leer a los grandes es la mejor manera de asimilar patrones interesantes, de aprender a evitar determinados errores, de saber hacer las cosas bien.

Pero el profesional no se limita a leer libros de su género o sector. Sabe que las mejores ideas llegan del cruce entre cosas opuestas, diferentes. La inspiración, cuando viene, lo pilla trabajando y a raíz de alguna conexión de lo más curiosa entre lecturas y elementos de su experiencia y entorno.

La lectura también nos convierte en mejores jueces de nuestro trabajo. Lo cual ayuda al profesional, ya que…

12. Es también editor

El escritor aficionado escribe, suelta su torrente de palabras y queda satisfecho. El escritor profesional sabe que el primer borrador suele ser malo. Reescribe, corrige, edita. Manipula, destroza, reconstruye el texto.

El escritor profesional no tiene clemencia con su obra. La ama y por ello sabe que debe hacer lo mejor para ella, aunque eso signifique dejarla casi irreconocible.

El escritor profesional edita hasta el agotamiento, pero sabe que debe parar en algún momento. No permite que su perfeccionismo lo domine y le dé una excusa para no mostrar su obra al mundo.

13. No solo escribe, escribe muchísimo

Para progresar y para ingresar hay que escribir una cantidad obscena de palabras.

Esta afirmación no es válida al 100%, lo sé, pero yo diría que sí al 90%.

Claro que hay autores que han dado el bombazo, aparentemente, con un solo libro. Pero ese solo libro es el resultado de muchos libros que se han quedado en el cajón o que fueron rechazados por editoriales. Incluso los libros más horribles que son superventas se han convertido en superventas porque el autor ha reconocido un deseo, una necesidad de su público, y ha sabido crear una historia atractiva. Las formas pueden fallar, pero esa sola es una habilidad, increíblemente valiosa, que rara vez es innata. Escribir mucho suele implicar aprendizaje.

Y los escritores que conozco que viven de lo que escriben lo consiguen porque tienen una lista larga de publicaciones acumuladas. Cada vez escriben mejor y cada vez dan con mejores oportunidades. Sus lectores gustan de lo que escriben y tienen muchos más títulos entre los que elegir y comprar.

Solo escribir mucho no te dará de comer, claro. Hay muchísimos más factores, como los incluidos en este artículo. Hay gente que simplemente escribe y escribe, sin ningún interés por mejorar lo que produce. Pero creo que es importante un ritmo alto de producción para poder tener alguna oportunidad de conseguirlo. Y el escritor profesional, al escribir mucho, puede ofrecer productos de una calidad cada vez mayor.

Y para ello hace falta un alto índice de…

14. Paciencia

A diferencia de otros sectores, donde es posible cierto progreso y avance, la escritura está llena de incógnitas. ¿Llegaré algún día a vivir de esto o acabaré viviendo debajo de un puente? ¿Gustará mi próximo libro o me lanzarán a la fosa de pinchos que pinchan mucho? ¿Me mirará alguien mal si cojo ese sándwich a medio comer que acaban de tirar a la papelera? Son todas preguntas que reconoceréis como vuestras, estoy segura.

Lidiamos contra gigantes, es cierto. No tenemos ninguna garantía de que tantísimas horas de esfuerzo sirvan de algo. El escritor profesional sabe que el fracaso de hoy puede significar un éxito mañana, y que el éxito de ayer puede ser el fracaso del mes que viene. Y, pase lo que pase, a todos nos quedan muchas muchas horas de rodaje.

Por eso, el escritor profesional no solo tiene un baúl sin fondo en el ático repletito de paciencia, sino que…

15. Está hecho de adamantio

Ni el fracaso, ni el rechazo ni el hambre pueden con el escritor profesional. Si no puede vivir de lo que escribe, intenta conseguirlo con otras cosas relacionadas con lo literario, o escribe cosas que nunca se habría imaginado escribir (las increíbles prestaciones de un Honda Civic; las ventajas de niños que crecen rodeados de mascotas; las dieciocho entradas de audio de una placa base hecha exclusivamente de miga de pan, etc.). El escritor profesional juzga por resultados, no por toda la porquería que le ocurre durante el proceso. Mira, analiza, aprende y lo intenta de nuevo.

Y es que, al final, el escritor profesional es un obsesivo.

Lo único que quiere es escribir.

 


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