¿Quién gana en el peligroso y espeluznante Juego de Escritores?

Los mismos que ganan en cualquier sector.

¿Los que tienen más cara y menos ética personal? Tal vez. Pocos grandes escritores son conocidos por su afabilidad y moral, aunque también es cierto que no oímos hablar de la afabilidad y moral de grandes escritores, porque es mucho más divertido leer sobre su depravación y corruptela.

En realidad soy majo y dono parte de mis regalías a Médicos sin Fronteras, pero esto me lo exige la editorial por contrato.

Si hablamos de escribir mejor, de producir textos que emocionan e impactan, ya sea a nivel personal o comercial, creo que podemos estar de acuerdo en que es necesario dominar tres habilidades cruciales para destacar:

  1. La habilidad de aprender a hacer cosas difíciles. Sí, escribir es difícil. Escribir y además vender es muy, muy difícil.
  2. La habilidad de producir a un nivel muy competitivo, en relación tanto a calidad como velocidad. Puede que escribas como los dioses, pero ahí fuera hay miles de autores que escriben como los dioses, y lo hacen mejor y más a menudo que tú.
  3. La habilidad de convertir tu trabajo en algo que otros valoran. Si escribes algo que solo disfrutas tú, eso es estupendo. No obstante, creo que la mayoría de los que leéis esto escribís porque queréis comunicar algo. Queréis que vuestros textos signifiquen algo para vuestros lectores, que tengan valor para ellos.

He copiado vilmente estas tres habilidades de Cal Newport, porque en Deep Work las asocia a aquello que hará destacar a los profesionales del futuro.

Los artistas, mal que nos pese, también queremos ser profesionales del futuro. Por aquello de sobrevivir y no formar parte de las hordas hambrientas de zombis tras el muro de la pobreza y el olvido.

Todos podemos estar de acuerdo en que yo debería dormir más y no quedarme hasta las tantas viendo maratones de Juego de tronos. También podemos estar de acuerdo en que, cuando hablamos de trabajo, podemos resumirlo en dos clases:

  1. Trabajo productivo
  2. Trabajo superficial

En el 1 escribes tu novela. En el 2 juegas al Candy Crush. ¿Cuál de las dos tareas es más productiva para ti a largo plazo? Pues eso.

Para realizar trabajo productivo (y pocas cosas hay tan productivas como la práctica deliberada) necesitamos concentración. Necesitamos distintos tipos de concentración, pero sobre todo necesitamos hiperenfoque.

Por qué es tan importante el hiperenfoque para alguien que escribe

Si quieres aprender algo (por ejemplo, a escribir), necesitas prestar atención. Esto ya lo sabíamos, porque nos lo decían en el cole. Pero no nos lo decían por decir.

Cuando repites un proceso una y otra vez, haces que se disparen ciertos circuitos en tu cerebro, una y otra vez. Cuantas más veces se disparen, más fácil para el cerebro será repetir el ejercicio, cada vez mejor. Y para desarrollar una habilidad necesitas que tus neuronas desarrollen a su alrededor una cosa llamada mielina, capas de tejido graso (formado por células llamadas oligodendrocitos) que envuelven a tus neuronas y actúan de cemento alrededor de ese circuito. ¿Qué permite que se forme ese tejido tan chachi?

Hola, soy un oligodendrocito y habrás olvidado mi nombre antes de terminar este artículo.

Para cementar ese proceso y que el tejido se forme bien, tienes que dispararlo de manera aislada. No se va a cementar nada si estás con varios procesos a la vez. Tu cerebro no va a aprender a escribir bien si mientras escribes estás en Facebook, así de sencillo.

O eso dice Daniel Coyle. No sé si lo habré explicado bien, pero creo que se entiende que una concentración única y enfocada es la única manera de aprender a hacer algo.

Vale, nos queda claro que un estado de hiperenfoque implica hacer solo una cosa a la vez (y, como vimos en el artículo anterior, regresar a nuestra tarea cada vez que surge una distracción interna o externa). Pero ¿qué hay del residuo de atención, esa basurilla que se nos va a acumulando con los bucles abiertos y los restos de otras tareas del día? Si tienes residuo de atención por ahí acumulado, no tienes libre todo tu espacio de atención. Para eso nos sirve ese otro concepto que vimos en el artículo anterior: el enfoque disperso. ¡Es un barrido de limpieza!

Vemos que hiperenfoque y enfoque disperso son dos formas de atención que van de la mano. En el próximo artículo hablaré de los distintos tipos de enfoque disperso y cómo utilizarlos, pero ahora nos vamos a concentrar en el hiperenfoque, el rey de la productividad, de la práctica deliberada, del flow y de todo lo bueno que ha ocurrido nunca en el mundo.

Posiblemente.

Cómo vencer a la resistencia

Tal vez el problema más acuciante con esto del hiperenfoque es que cuesta mucho ponerse. Lo oigo una y otra vez: «me encanta escribir, pero, no sé por qué, me cuesta mucho sentarme delante del ordenador y empezar».

No entraré en todas las cuestiones psicológicas asociadas a este fenómeno. Procrastinación, inseguridad, cansancio, síndrome del impostor, crisis de identidad… hay miles. Pero en mi experiencia hay dos cuestiones que sobresalen: falta de priorización y ansiedad.

Hablar de prioridades necesitaría de otro artículo (y sí, probablemente lo haya, también. Articulo que da gusto), pero vamos a resumir este problema en una frase muy sencilla:

Si escribir no es una prioridad para ti, siempre encontrarás excusas.

Encontrarás excusas para no ponerte y excusas para distraerte mientras escribes. Si no sabes para qué escribes y no has decidido que tenga importancia en tu vida; si no has tomado medidas para implementar la escritura en tu agenda, este artículo es una pérdida de tiempo. Y quien habla de escribir puede hablar de estudiar, hacer encaje de bolillos o croquetas: si algo no es importante para ti y si no lo priorizas, no vas a dedicarle hiperenfoque. Porque el hiperenfoque es:

  • Cansao.
  • Exigente.
  • Te deja sin voluntad.
  • Quita tiempo.

Si escribir para ti es una diversión, un pasatiempo, olvida el hiperenfoque. Escribir para ti pasaría al ámbito del enfoque disperso, así que estás leyendo el texto equivocado.

¿Escribir para ti es prioritario?

Si has respondido sí, me parece estupendo y fabuloso, aunque un tanto suicida. Sigue leyendo.

Veamos cómo acabar con la resistencia:

  • Planifica. Hay escritores ahí fuera que no usan agendas. Me parece bien. Allá ellos con sus vidas. Pero te propongo que cada mañana (o noche anterior) escojas un espacio de tiempo para tu escritura. Crea una cita en tu agenda, diario o calendario. Es una cita importante. Da igual que sean dos horas o cinco minutos. Escríbelo ahí, en esa hoja o pantalla. Informa a tu cerebro de que tiene un compromiso ineludible. (Esto funciona especialmente bien si lo haces justo antes de dormirte).
Comprar comida para el gato, echar a lavar la ropa de cama, responder a los 28 flechazos de triple voltereta con fotop**a del Tinder[1] y, ah, sí, escribir la Gran Novela Española.
  • Revisa tu propósito. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué es importante para ti? ¿De qué modo te ayudará a mejorar y aprender? Y, algo fundamental: ¿qué quieres conseguir en esta sesión, cuál es tu objetivo?
  • ¿No tienes tiempo? Analiza tu comportamiento durante un día entero (o una semana entera, aún mejor). ¿Realmente ha estado el día lleno de tareas cruciales, prioritarias en tu vida? ¿De qué tareas o trabajo podrías prescindir sin que se acabase el mundo? (Pista: por extraño que parezca, no es obligatorio responder a todos los emails que recibas ni a todos los mensajes o comentarios en redes sociales).
  • Piensa en el tiempo mínimo que crees que podrás trabajar con atención completa. Lo importante es que no te agobies. Recomiendo mucho para esto los pomodoros, ya que son sesiones de 25 minutos y hay muchos temporizadores para ello y aplicaciones, pero si eres de esas personas que a los 5 minutos ya está distraída sin remedio, ponte 5 minutos. Irás ampliando ese tiempo conforme mejores tu capacidad de enfoque, no te preocupes. Lo importante no es la cantidad de tiempo que puedas enfocar tu atención, sino la calidad de ese enfoque.
  • Ten una libreta abierta junto a ti. No tiene que ser una cosa cara y excesiva. Cualquier cuaderno baratuno sirve.
Jajajaja. Cualquier cuaderno baratuno, dice, jajajaja.
NO. COMPRAD PAPERBLANKS. Y SÍ, POR SUPUESTO QUE ESTE ES UN ENLACE AFILIADO.

Y ahora vamos a lo que vamos:

  1. Escoge el objeto de tu atención
  2. Elimina todas las distracciones posibles (externas e internas)
  3. Centra tu enfoque en el objeto de tu atención
  4. Cada vez que notes una distracción, haz que tu enfoque regrese al objeto de tu atención
  5. Si la distracción es relevante (por ejemplo: una buena idea; una tarea importante que habías olvidado; una búsqueda que necesitas hacer para documentarte), no te pongas a hacer otra cosa. Apunta en la libreta esa nota para luego, descarga ahí ese residuo de atención que de nada te sirve ahora mismo.

¿Te cuesta? ¡Enhorabuena, lo estás haciendo bien!

En cuanto notes que las distracciones son cada vez más frecuentes y cada vez es más difícil volver a enfocar, ¡para! Necesitas un descanso. Puedes descansar de manera literal (una minisiesta sienta de maravilla) o realizar cualquier actividad propia del enfoque disperso (fregar platos, dar un paseo, planchar, etc.). Si notas agobio o ansiedad, es que tu atención está saturada. Resetea antes de seguir trabajando.

Una sesión correcta de hiperenfoque debe ser tranquila pero estimulante, con un propósito claro y una sensación de fluidez. Si te notas con nervios, despistes o saturación, tu atención no está funcionando como debe.

¿Cuándo debo usar el hiperenfoque?

¡Cuando puedas! Incluso los cerebros más acostumbrados a esto de prestar mucha atención no pueden mantener un estado tan intensivo más de 90 minutos seguidos, y requieren una energía mental tremenda, así que lo ideal sería poder realizar dos o tres sesiones, como mucho, al día. Recomiendo que se realicen lo antes posible en el día, para que las urgencias habituales de la vida no te dejen sin tu sesión, pero esto puede adaptarse a la situación de cada uno. Lo ideal es convertir el hiperenfoque en una práctica diaria, siempre a la misma hora, por aquello de implementar un hábito, pero adáptalo a tus necesidades.

Ante todo, ten un poco de autocompasión (¿sabías que la autocompasión funciona mejor que la confianza en uno mismo? ¡Es científico![2]). No te exijas mucho. Una sesión enfocada de 10 minutos es mil veces mejor que dos horas sentado delante de la pantalla con sueño, hambre y ganas de matar a la humanidad, intentando obligar una concentración que no llega.

Veamos ahora algunas ideas que ayudarán mucho con tu capacidad de hiperenfoque.

Huye de las redes sociales

Pocas cosas crean tanta ansiedad y residuo de atención como las redes. No es nuestra culpa: están diseñadas para ello. En Digital Minimalism, Cal Newport propone abandonar las redes por completo durante 30 días e ir luego implementando de nuevo solo aquello que es absolutamente necesario y que aporta más a nuestras vidas de lo que nos resta.

Por desgracia, si escribes, sabes que lo de estar 30 días sin usar redes sociales puede ser perjudicial para tus ventas. Muchos de nosotros usamos redes porque no tenemos más remedio: son parte de nuestra plataforma de promoción.

Este ha sido para mí un problema gordo: el uso de redes sociales se había cargado de forma alarmante mi capacidad de concentración. Notaba que siempre tenía que hacer varias cosas a la vez, que mi cerebro necesitaba estímulo constante, siempre en busca de la recompensa de dopamina a la que lo tenía acostumbrado. Eso me llevaba, a la vez, a tomar ciertas medidas para desconectar mi cerebro ansioso que no ayudaban en absoluto. Sí: hablo de sesiones interminables de Netflix y HBO, regadas de cantidades nada desdeñables de alcohol.

Por suerte, lo del alcohol he conseguido dejarlo.

Niiinoninoniiiinoninoniiiii. Niiiinoninoniiinooo-¡ninoniiiii!

Una posible solución: el uso de bloques

Dice Chris Bailey que tras una distracción el cerebro tarda una media de 22 o de 29 minutos (sí, has leído bien) en recuperar su enfoque completo, según si esa distraccion es accidental o buscada. Eso es casi media hora de tu vida que has perdido, cuando podrías estar escribiendo tu libro sobre dragones hipoglucémicos enzarzados en una batalla por una estación espacial contra humanos genéticamente alterados con ocho pezones.

O algo así. Yo no juzgo lo que escribes.

Si te vas a distraer de todos modos, ¿no es mejor decidir tú cuándo te distraes?

Esta ha sido una especie de solución que he encontrado al tema de las redes. No es definitiva, porque creo que Newport podría tener razón y tendríamos que abandonar las redes sociales y punto (y el correo electrónico, ese otro gran mal de nuestro tiempo), pero ayuda bastante.

La idea es que divides las tareas y actividades de tu día en bloques temáticos. Es decir, que en vez de mirar tu correo ocho veces al día, lo miras solo una vez, durante un espacio de tiempo predeterminado. Si tienes que compartir cosas en Facebook, hazlo, pero a una hora decidida de antemano, durante un tiempo definido de antemano. Ayuda elegir un tiempo cuya finalización es inevitable, para evitar caer en agujeros estúpidos de distracción. Por ejemplo: si sabes que a las cinco tienes que salir de casa para ir a recoger a tus niños, ponte las tareas de redes sociales de cuatro a cinco, porque no tienes más remedio que terminar a las cinco, pase lo que pase.

A no ser que seas muy mal progenitor, claro.

—¿Y tu madre, Crispín?
—Liándola en Twitter, tito Duncan. Liándola en Twitter.

Conclusión: la revolución del hiperenfoque

Si, como yo, os encanta leer artículos y libros sobre productividad, creatividad y etc., tal vez tengáis la sensación de que no os he contado nada nuevo. Y sin embargo creo que con todo esto he conseguido, después de años de experimentación, dar con ciertas claves cruciales en esto de la escritura. Escribir (y todas sus tareas asociadas) exige de una disciplina interna muy particular, ya que los proyectos suelen ser muy largos y las recompensas son escasas. No hay un sistema continuo de tarea-recompensa que pueden tener otras actividades. Cuando haces la cama, obtienes una cama bonita que da gusto ver. Cuando escribes una hora, muchas veces obtienes un cúmulo de palabras que acabarás tirando a la basura.

Por esto es tan importante que la actividad de escribir se convierta en una meta y recompensa por sí misma. A lo mejor no nos gusta la exigencia de escribir, su dificultad, pero nos encanta haber escrito. Y el desarrollo de esta actividad tan extraordinaria exige de una entrega muy especial.

Es imposible escribir bien pensando en la pelea que tuvimos el día anterior con nuestra pareja o con el dedo puesto en otra pestaña del explorador que nada tiene que ver con nuestra escritura. Es imposible escribir bien con el teléfono sonando, las notificaciones de email nuevo y nuestra cabeza a mil por hora en miles de asuntos que no son nuestra prioridad.

Hablo de escritura, pero podría hablar de cualquier cosa importante para ti.

¿Quieres pasar el resto de tu vida en el bucle de los pensamientos sin resolver?

¿O quieres hacer algo importante?

Los bucles afectan a todo el mundo, a todos los que están ahí fuera. Atrévete a ser diferente y a dedicar tus recursos más valiosos: tiempo y atención, a algo que merezca la pena.

Porque esa inversión es cada vez más rara.


[1] No sé cómo funciona Tinder. Tengo 37 años y me ligué a mi pareja en Hotmail Messenger, como las personas decentes.

[2] Lo explica fenomenal Eric Barker en su curiosísimo libro Barking Up the Wrong Tree. Y también este artículo de The New York Times.


Este artículo es parte de una serie sobre el poder del enfoque:

  1. Guía avanzada del enfoque (o cómo las distracciones se están cargando tu escritura.
  2. Aplica el hiperenfoque para revolucionar tu escritura.
  3. Enfoque disperso: usa el poder de la atención creativa.

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Créditos:

  • Imagen de escritor malote atracando a un conductor, por Sargis Zubov en Shutterstock.
  • Imagen de oligodendrocitos por Juan Gaertner en Shutterstock.
  • Foto de mujer casi dormida por Volha_R en Shutterstock.
  • Imagen de corona que en nada tiene que ver con Juego de tronos, lo juro, por tomertu en Shutterstock.
  • Foto de Crispín, el pobre niño abandonado con una maleta más grande que él, por Romrodphoto en Shutterstock.
  • Imagen de cabecera de stockfour en Shutterstock.