Dice Hugh MacLeod en Gapingvoid que la persona creativa suele tener dos tipos de trabajo a la vez. Uno es el tipo de trabajo sexi, atractivo, imaginativo. Otro es el tipo de trabajo que paga las facturas. A veces, un proyecto une estas dos condiciones, pero no ocurre muy a menudo.

Esto es lo que se conoce como la teoría del sexo y el dinero. A veces haces algo atractivo porque te apetece (sexo) y otras veces haces algo porque tienes que comer (dinero).

Hay una idea sobre el artista que pulula por el inconsciente colectivo: que debe abandonarlo todo para dedicarse a su arte y que entonces mágicamente aparecerán las hadas de la abundancia y le lanzarán sus sujetadores llenos de billetes. Porque el mundo se lo debe: su esfuerzo y entrega y sacrificio merecen recompensa.

No se nos da muy bien eso de aceptar que el mundo no nos debe nada.

No conozco a un solo escritor que haya triunfado dejándolo todo de golpe para escribir (los habrá, seguro, pero no he oído hablar de ellos). En los casos que sí conozco, tuvieron que volver a su trabajo «de día» al cabo de un tiempo. Eso desanima a cualquiera. Alguno hasta dejó de escribir (o, por lo menos, dejó de escribir en serio).

Sí que sé de varias personas que compaginaron su trabajo «oficial» con su arte, y que cada vez robaron más horas a sus tareas obligatorias y banales para dedicarse a sus proyectos creativos. Y que consiguieron vivir de esos proyectos. Dice MacLeod que cuanto antes acepta el artista la necesidad de los trabajos aburridos, cargantes, antes llega a la meta imaginada de hacer dinero con su pasión.

Hablo y trabajo con muchos escritores, y cada vez tengo más claro que la cantidad de autores (o de aspirantes a autor) que entienden el sacrificio que representa la vida del escritor emprendedor es mínima.

No es fácil, te esperan elecciones muy duras* y a lo mejor ni lo consigues. A veces creo que puedo orientar un poco a la gente, echar una mano con algunas dudas puntuales, decirles qué sección de su blog podrían mejorar o qué día de la semana es mejor para lanzar un libro en Amazon, pero otras veces quiero decirles que si la escritura no es su obsesión, su prioridad absoluta, es muy posible que no, que no alcancen su sueño dorado, sea el que sea. Y que todo esto lo tienen que compaginar con su vida diaria. Con el curro, con los niños, con hacer la cama.

Ya está, ya lo he dicho.

También creo que en cualquier trabajo o proyecto, por muy aburrido o pesado que sea, hay posibilidad de lo creativo. Me gusta pensar que en mi caso se unen sexo y dinero (aunque, claro, prefiero mil veces los proyectos que hago por amor). Me gustaría dedicarme solo a la parte chula y apasionante, pero sé que pasará mucho tiempo más antes de poder hacer eso.

Escribir por placer es maravilloso. Tal vez deberíamos limitarnos a eso. ¿Por qué no nos limitamos a eso?

Porque si quieres vivir de escribir, ya puedes ir poniendo el despertador para las cinco de la mañana.

Te toca hacer corrección, escritura y marketing antes de marcharte a ese empleo que odias.

 


*Si aquí te has reído porque has leído «erecciones muy duras», enhorabuena: eres tan infantil como yo.