A veces recibo mensajes de gente que empieza a escribir. Gente que a lo mejor ha ganado algún concurso de relatos local y se plantea, tal vez, tomarse esto un poco más en serio. O que disfruta mucho escribiendo y quiere saber si merece la pena profesionalizarse (si es que eso existe). Me piden recomendaciones de libros para mejorar, consejos sobre cómo empezar a publicar, cosas así. Así que decidí escribir un artículo que intentara responder a algunas de estas cuestiones, tal y como las veo en estos momentos.

(Puede que el año que viene haya cambiado de idea. Hablo desde mi experiencia presente, y como siempre espero que deis vuestro punto de vista en los comentarios).

Yo no sé demasiado, la verdad. No tengo Las Respuestas. Aunque siempre he escrito, solo llevo unos años tomándome esto de la escritura como algo primordial. Sí que he trabajado mucho tiempo en el sector editorial. Puedo deciros, dentro de lo que he aprendido, cuáles creo que son las diez necesidades básicas del escritor. Puedes comprarte todos los libros que quieras sobre cómo construir un argumento que enganche o cómo pasar tu documento .doc a .mobi, pero si te fallan estos diez principios es muy posible que tropieces por el camino.

No digo que no puedas prescindir de alguno de ellos (conozco a buenos escritores que no tienen un sitio propio para escribir, por ejemplo), pero yo diría que todo te será bastante más complicado.

necesidades básicas del escritor

Lo primero y lo más importante:

1. Disciplina

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No sé por qué, pero en nuestra sociedad se vende de manera continua la idea del éxito inmediato. A no ser que acabes de ganar la lotería, el éxito no suele aparecer de repente y porque sí. Tiende a ser el resultado de muchísimos años de esfuerzo. A lo mejor es que la idea del éxito sin esfuerzo vende muchos ebooks de esos de gurús del blogging, esos que se hacen ricos vendiéndote libros sobre cómo hacerte rico.

O los supuestos expertos en dietética que te prometen que con su método perderás peso en apenas un par de semanas, sin hacer ejercicio ni privarte de nada.

Otro mito que siempre me ha hecho gracia es aquel que dice que cada uno nace con determinada fuerza de voluntad, que o tienes disciplina o no la tienes. Habréis oído, con suerte, aquello de que la voluntad es un músculo: cuanto más la ejerces más fuerte es. Creo que es cierto.

Alguien me dijo hace poco: “Es que yo no tengo tu disciplina”. No sabía si reírme o enfadarme. Soy la persona más vaga que conozco. En serio. Y precisamente por eso tengo que ser muy estricta con mi horario, muy estricta con mi tiempo, y tener clarísimo qué es lo que quiero y cómo planeo conseguirlo.

He descubierto que la mejor forma de imponerse una disciplina es adaptar tu entorno y tu rutina para hacer lo que tienes que hacer. Depender solo de tu voluntad es suicida. Si escribir es importante para ti, asegúrate de hacerlo todos los días, aunque sea una cantidad mínima. Una vez escribí doscientas palabras en mi móvil, porque había olvidado que tenía que escribir y estábamos bebiendo en la feria. Escribí doscientas palabras en el móvil mientras me entraba un borracho y mis amigos bailaban y hablaban de cosas mucho más interesantes que las que yo estaba poniendo en el móvil.

(Por suerte mis amigos ya saben de mis costumbres rarunas).

Si quieres progresar en esto de escribir, vas a tener que practicar mucho. Vas a tener que escribir muchísimo. Tal vez solo uses luego un 10% de lo que escribas, pero tienes que escribirlo.

Y si no lo haces, tal vez escribir no sea para ti la prioridad que pensabas. Tómatelo como un hobby, disfrútalo. Pero si quieres publicar, si quieres ser bueno, oh, no sabes lo que te espera.

 2. Tiempo

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Esas 10000 horas que se supone que necesitas para alcanzar cierta maestría no se van a hacer solas. Y las 1000 que necesitas para ser mucho mejor que la mayoría, tampoco.

Si quieres hacerle un regalo a un escritor, no le compres una pluma o una Moleskine (aunque yo acepto PaperBlanks y Pilots 0,5 Hi-Tecpoint, gracias. Y cualquier pluma: me gustan todas). Ocúpate de alguna de sus tareas o dale dinero. Para que pueda apartarse una hora para escribir.

Si escribes, aparta un hueco al día solo para ti, solo para escribir (o para corregir, o editar, o lo que necesites).

3. Espacio

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Puede parecer de perogrullo, pero esto lo descubrí hace poco. Escribir es una actividad creativa, muy distinta a editar, corregir, contestar a emails o mirar Twitter. Tener un lugar destinado solo a la escritura (¡preferiblemente sin conexión a internet!) ha multiplicado mi enfoque y velocidad. No todo el mundo tiene este lujo, claro, pero no es necesario un despacho o una habitación aparte. Escribo en el porche de la casa de mi abuela, sentada a una mesa de plástico. Antes escribía en cafeterías. A veces también lo hacía en un balcón o terraza, o en la playa (¡ay, esa novela que escribí a los quince años, con folios llenos de arena!). Lo importante es separar espacios.

4. Una actitud realista

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Una vez trabajé en la misma oficina que un diseñador web; yo ofrecía servicios editoriales. Aunque hacíamos cosas muy distintas, algunos de nuestros clientes eran curiosamente parecidos. Los suyos querían crear Facebook con un presupuesto de 500 €. Los míos querían sacar una tirada superventas de libros con un presupuesto de 500 €.

A veces coges a clientes así porque, eh, hay que comer. Pero estos clientes eran malas inversiones para nosotros. Sabíamos que nos regatearían, que le pondrían peros a todo lo que hiciésemos, que intentarían convencernos para subirnos a su castillo en el aire de fantasía.

Sabíamos que se estrellarían y que luego buscarían a quienes culpar de su fracaso: a nosotros.

No seas como esa gente. Lee y estudia sobre tu oficio, sobre tu mercado. Nadie se hace rico en un día. Nadie es un gran escritor en un día. Échale las horas a tu práctica. Sé consciente de que tardarás mucho en llegar a alguna parte. Sé consciente de que tendrás que sacrificar mucho para llegar. No sabes si llegarás a vivir de esto, y desde luego no vas a poder dejar tu trabajo para ponerte solo a escribir. Vas a tener que madrugar mucho, abandonar gran parte de tu tiempo de ocio, acostarte muy tarde.

Pregúntate si merece la pena.

5. Contactos

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Esto no es exclusivo del mundo editorial, claro. Eso del networking es fundamental en cualquier sector. Pero yo diría que en el literario tal vez más que en muchos.

Somos muchos escritores. No hay demasiados editores. Si tiras por la vía tradicional para sacar un libro, vas a necesitar contactos.

Con contactos no quiero decir enchufes a la antigua. No te van publicar un libro solo porque conozcas a alguien. Pero relacionarte con compañeros del sector redunda en beneficio de todos: aprendes y haces amistades con gente maja. Relacionarte con gente del sector no significa fingir que alguien que te parece un idiota te caiga bien. Se trata de conocer a gente interesante y hacer amistades en un entorno que es el tuyo. Eso no te va a dar una publicación. Pero sí puede hacer que tu manuscrito se lea un poco antes, o que si surge alguna oportunidad los demás se acuerden de tu existencia.

En mi caso, ir a convenciones, congresos, festivales es una inversión fantástica de mi tiempo. Aprendo sobre mi sector, comparto experiencias con otros, pregunto para intentar encontrar soluciones a los problemas que pueda tener. Además, he conocido así a muchas personas a las que me enorgullece poder llamar amigos. No porque sean buenos escritores, editores o loquesea (que también), sino porque son geniales y estar con ellos me hace sentirme calentita por dentro.

6. Lectura

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Otra importante, y repetida hasta la saciedad. Vas a leer, leer, leer. Lee sobre todo a los grandes, para imitar sus patrones y talento. Lee un poquito a los malos, para reconocer sus errores y aprender de ellos. Lee ficción, lee ensayo, lee sobre el acto de escribir.

Recuerdo un conocido que tenía que escribía, llamémoslo X. Hacía tiempo que no lo veía, y me encontré con un amigo que teníamos en común, llamémoslo Y. Y tenía bagaje en esto de la escritura. Cuando le pregunté a Y si X seguía escribiendo, me dijo: “Ahora sobre todo está leyendo, leyendo mucho, que es lo que tendría que haber hecho desde el principio”.

Cruel, pero con más razón que un santo con mucha razón.

7. Paciencia

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Necesitas paciencia para escribir todos los días. Paciencia para escribir las partes menos emocionantes. Paciencia para escribir en los días en los que tienes mucho sueño, en los que estás deprimido, en los que tienes mucha prisa. Paciencia para releer y corregir por quinta vez ese cuento que no termina de estar como tiene que estar. Paciencia para ilusionarte y luego fracasar. Paciencia para terminar.

Paciencia para empezar de nuevo.

A veces creo que escribir no es más que un ejercicio interminable de paciencia.

8. Conoce tus herramientas

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¿Cómo pretendes escribir si no conoces el lenguaje? ¿Si no haces más que cometer faltas de ortografía, fallos gramaticales, fallos de concordancia?

¿Cómo pretendes escribir si no sabes qué le da coherencia a un texto, si no haces más que escupir contenidos sin pretender darle ninguna cohesión ni verosimilitud?

¿Cómo pretendes que alguien lea tu texto si no conoces ni las nociones más básicas de maquetación? ¿Crees que será cómodo para tu lector? ¿Es tan potente tu arte que serán capaces de perdonarte por una experiencia de lectura desagradable?

¿Cómo pretendes conocer a tu público si ni siquiera sabes cuál es?

¿Cómo pretendes conmover, emocionar, tener un impacto, si no eres capaz de mostrarte, si no puedes ser vulnerable, si no estás dispuesto/a a enfrentarte a tus demonios?

Tus herramientas: tu idioma, la hoja o pantalla en la que escribes, la relación con tu lector, tú mismo.

9. Autoestima

doubt-485790_640Oh, esta es mi favorita.

Escribir, curiosamente, ha sido un gran aliciente para mi autoestima. Me ha hecho enfrentarme a una de las cosas que más temor me producen: la crítica de los demás. Me he pasado mucho tiempo sin hacer cosas por miedo al qué dirían. Y cuando te encuentras con un rechazo tras otro (¡tal es el sino del escritor!) te va a hacer falta una confianza férrea en lo que haces.

Porque cuando los demás critican tu obra (y te aseguro que lo harán; si no lo hacen más te vale preocuparte: estás creando algo que no le importa a nadie), tienes dos opciones:

1. Encerrarte en tu cuarto a llorar.

2. Subir la barbilla y mirar a tu ego a la (metafórica) cara y decirle:

“Lo he hecho lo mejor que sé. Y mañana será mejor”.

Y subir la barbilla y mirar a tu crítico, también metafóricamente (nada de enfrentamientos directos, no des de comer al trol):

“No importa. No lo estaba escribiendo para ti”.

Las pocas veces que realmente me he planteado mandarlo todo a la mierda (aparte de aquellas directamente relacionadas con el problema económico), han sido porque alguien ha mirado a mi criatura, a mi texto, y ha decidido que no sé. Que no sirvo. Que soy mala.

Y he decidido que no tienen razón (aunque a veces la tengan). Es la única forma de seguir adelante.

(Esto no cuenta para las críticas constructivas, claro. Esas son muy útiles y deben agradecerse como tales).

10. Una personalidad obsesiva

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Creo que aquí no hay que explicar mucho. Si has leído los nueve puntos anteriores y estás de acuerdo, si tú también crees que son necesarios para tomarse en serio esto de escribir, si tú te has parado a analizar tu vida y has dicho: sí, merece la pena; si tú también paseas pensando en cómo hablaría o actuaría determinado personaje, si tú tienes que ir corriendo a buscar un papel para anotar una idea durante una conversación cualquiera, si tú también has llorado de emoción con un libro y te has dicho: “yo quiero hacer esto”; si tú también lo has dejado todo de lado, incluso aquello que disfrutas, para dedicarte a la escritura, es que cumples

(de sobra)

esta última exigencia.

 


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