Los anglosajones, con ese amor por la palabra compuesta, nueva, sensorial (a veces extrema) dicen cosas como book porn, y he de admitir que pornografía de libros no me termina de convencer. Así que, hasta que Fundeu no se pronuncie al respecto, voy a hablaros del book porn y de su máximo exponente: la fotografía de bibliotecas.

Oh, sí. Podéis poner todas las fotos que queráis en Instagram de vuestras colecciones monas de libros, de vuestras Billy de IKEA cargadas de tomos enciclopédicos y de novelas antiguas hasta los topes. No podéis competir con una buena biblioteca.

Por eso me encantó el artículo de Allison Meier para Hyperallergic, donde habla de un libro muy especial: el Improbable Libraries de Alex Johnson. Lo único mejor que una estantería sexy es una biblioteca improbable. Aquí os dejo con algunos de mis ejemplos favoritos:

Johnson y las bibliotecas más extrañas

Muchos habéis oído hablar de Alfa y Beto, los biblioburros que recorren Magdalena (Colombia) con libros en sus alforjas. Pero seguro que no conocíais al señor Dashdondog Jamba, que ha viajado por todas las provincias de Mongolia para llevarle libros a los niños. Jamba es escritor, traductor, editor y bibliotecario. Muchos de los libros que presta son suyos, otros son libros que ha traducido e impreso él mismo. Jamba no obtiene beneficios de su labor: aunque es un autor reconocido en su país, todo el dinero que proviene de la venta de sus libros se invierte en la creación de más obras que poder llevar a los sitios más remotos:

Jamba Dashdondog

No es el único, claro. A ciertas aldeas de Laos se va en elefante, como demuestran los participantes del proyecto Big Brother Mouse, que cuentan con Boom Boom entre sus empleados. Boom Boom significa libro en el idioma laosiano:

big brother mouse

Johnson no solo llena sus páginas de animales, también trae otras rarezas y maravillas como el Arma de Instrucción Masiva de Buenos Aires, una escultura itinerante diseñada para poder repartir 2500 libros:

Arma de instrucción masiva

Pero las bibliotecas extraordinarias no se crean solo para llegar a los medios rurales, a los pueblos perdidos. También pueden traer felicidad a los sitios donde, de hecho, más apetece leer un libro. Como a la playa. Esta sí que es una estantería de IKEA que merece la pena (en Bondi Beach, Sídney, Australia):

librería sydney ikea

Si queréis más imágenes de las bibliotecas más raras del mundo, echadle un vistazo al artículo de Meier o, mejor aún, comprad el libro original.

Orwell y la definición del buen escritor

Encontré esta cita de George Orwell en el libro Los ángeles que llevamos dentro, de Stephen Pinker, en un capítulo sobre el desdoblamiento de nuestra conciencia entre la realidad objetiva y el autoengaño. Orwell se refiere en la cita (sacada de 1984) a lo que hace a un buen gobernante, pero yo creo que es aplicable a lo que hace a un buen escritor. El escritor tiene también ese extraño desdoblamiento: por un lado, una parte de nosotros nos dice cuál es la realidad objetiva (eres bueno, eres malo, avanzas pero necesitas mejorar, etc.); por otra, nuestro cerebro intenta convencernos de algo muy diferente, ya sea por sobrestimar (eres la hostia en vinagre y todos los hombres y mujeres de esta habitación quieren tener sexo salvaje contigo; te conviene pensar esto porque así no tendrás que enfrentarte a la incómoda noción de que te queda mucho trabajo por delante) o por subestimar (eres una mierda y todos los hombres y mujeres de esta habitación quieren patearte la cabeza; es más fácil pensar esto y que luego no te lleves ninguna desilusión; es más fácil pensar esto para tener una excusa para no hacer el trabajo necesario para mejorar). Muchos pasamos de una perspectiva a otra de manera constante; otros se quedan en una o en otra, anclados en el autoengaño. Para ser realmente buenos escritores, para llegar a un punto perfecto de aprendizaje, progreso y confianza, hagamos caso de lo que decía el tito George:

george orwell 1984

(…) El secreto para gobernar es combinar una creencia en la propia infalibilidad con el poder de aprender de los errores del pasado.

¿Os imagináis eso? ¿Y si nos creyéramos infalibles? Es decir, ¿y si creyéramos que no podemos fallar, y si tuviéramos toda esa confianza? Eso sí, sería una confianza inteligente, una seguridad fruto de todo lo que hemos aprendido de los errores de nuestro pasado. Y cada vez que fallásemos, no importaría. Volveríamos a creernos infalibles, porque esta vez hemos aprendido; esta vez lo vamos a hacer bien, con todo el conocimiento del que disponemos gracias al fracaso.

Sería un autoengaño maravilloso. Adiós temores, adiós dudas incapacitadoras. Solo seguridad con cada nueva andanza.

Roy Peter Clark y el poder de las partes

Roy Peter Clark, escritor y profesor de escritores, dice que los autores profesionales suelen aprovechar solo un 10% de su material inicial. Todo eso con lo que empezamos (notas, apuntes, imágenes, ideas, esquemas) acabará en gran parte tirado a la basura. No se ha desaprovechado, todo ha sido parte de nuestro proceso mental. Para llegar a las ideas buenas hemos tenido que producir ese 90%. Clark habla de esa recopilación de ideas y material como un proceso muy personal, nada lineal, y no puedo estar más de acuerdo. Conozco escritores que se sientan a hacer un esquema sencillo de exposición-nudo-desenlace y preparan un borrador-esqueleto que luego van desarrollando. Yo lo he hecho en algunos proyectos menores y, sí, puede ser recomendable. Pero ahora mismo me veo sumergida en un caos extraordinario de fragmentos. Me encuentro inmersa en un bucle fabuloso que es la novela en la que estoy trabajando, una suerte de enciclopedia de minutiae cuyas partes crecen, se desarrollan y desaparecen. Es una locura. Es lento, alocado y poco recomendable. Es un montruo, pero estoy enamorada de este monstruo.

Clark dice esto hablando de ensayo y periodismo, pero me he sentido muy identificada como escritora de ficción:

roy peter clark

Este no es un proceso lineal. Para describirlo correctamente, necesitaría unos ciclos rotatorios o de doble hélice. Si no consigo seleccionar nada del material que tengo, me digo: «A lo mejor es que me falta el enfoque». Si no encuentro el enfoque, me digo: «Tal vez no he reunido suficiente material». Está siempre como retornando, en ciclo.

Ciclo de eterno retorno, como diría Nietzsche. Apunto, recojo, reflexiono. Enfoco, escribo. Apunto, recojo, reflexiono. Repetir hasta que la novela explote o, en su defecto, llegue el momento de la revisión profunda.

Lo dicho: no hagáis esto en casa.

Sobre todo si acabáis de empezar. Porque es mejor empezar por lo pequeñito, con los bichitos. Primero microrrelatos, tal vez poemas. Luego cuentos cortos. Cada vez irán saliendo más largos. Llegaréis al relato y os sonreírá con su boca descarnada, os morderá con toda su fiereza egoísta y os veréis atrapados por la novela corta. Y luego, grande y hambrienta, llegará la novela, tal vez, a reírse de vosotros. A señalar con su dedo índice alargado e imposible y a exigiros sacrificios de sangre.

Para entonces ya estáis perdidos.

Yo misma y Lectores aéreos

(por fin)

Por suerte para todos, aunque yo ya estoy secuestrada por un dinosaurio ominoso, hubo una época en la que fui sensata y escribí relatos. Escribí bastantes y elegí los que más me gustaban. Los desnudé y destripé, les quité gran parte de esa galantería artificiosa que acompaña siempre a los textos del pasado y los reuní en un libro.

Ese libro sale en preventa en Amazon el lunes.

Se llama Lectores aéreos y quiere que lo compréis y lo leáis. Es la única razón de su existencia. Hay magia, edificios vivos, reencarnaciones criminales, predicciones imposibles, viajeros en el tiempo, amores condenados y un pobre escritor plagiado.

lectores aéreos gabriella campbell

Y nada más que decir por hoy (bueno, sí, mucho más, pero los artículos han de terminar por algún sitio). Hasta el lunes, hasta el lunes, disfrutad del fin de semana.

Escribid, leed y fornicad salvajemente sobre el sofá de vuestros vecinos. No sé, por proponer algo un poco especial. Que luego acabamos haciendo siempre lo mismo.


 

*Nota: Gracias a Vladimir Vásquez por descubrirme la maravilla que es el recopilatorio online de la Fundación Nieman de Periodismo.