Conozco a una chica que, además de ser escritora, también hace correcciones.
Bueno, conozco a varias chicas así, pero para lo que nos interesa, hablemos de esta. Llamémosla Laura, por ponerle un nombre así anónimo y que no sepáis quién es.
Laura me contaba que tuvo un cliente una vez que necesitaba corregir su novela, pero que no podía pagarlo. Así que en vez de hacer lo que cualquier correctora en sus cabales haría (que sería decir: «Pues nada, ya hablamos otro día»), Laura le ofreció un recurso estupendo.
Explicó a su cliente que la mayoría de los errores que cometemos se repiten una y otra vez. En realidad es eso: nos equivocamos del mismo modo de manera repetida. Así que, en teoría, si ella hacía una corrección de un par de capítulos aleatorios del libro, el cliente vería cuáles eran sus errores más frecuentes y cómo podría solucionarlos. Luego podría aplicar esos nuevos conocimientos al resto de su novela.
El cliente le hizo caso, estudió muy bien la corrección de los capítulos que le mandó Laura y aplicó lo aprendido a los demás capítulos. El gasto era bajo y el resultado era mucho mejor que si no hubiera contado con esa ayuda. La mejora fue sustancial, el libro acabó encontrando casa en una editorial y fue publicado.
Una corrección profesional es necesaria
Antes de que todos mis compis correctores empiecen a insultarme, diré que, EVIDENTEMENTE, esto no sustituye a una corrección completa. Y todos sabemos que una corrección profesional vale cada céntimo que cuesta (por favor, no regateéis a vuestros correctores, os aseguro que ninguno se está haciendo de oro a vuestra costa).
Pero también soy consciente de que los costes de producción de un libro son muy altos. Con frecuencia ni siquiera recuperamos la inversión. Yo no digo que saquéis libros sin corregir al mercado, pero sí que entiendo que no todo el mundo puede pagar siempre una corrección completa.
Si de verdad no puedes acudir a un/a profesional para toda tu obra, este recurso que he mencionado es mejor que nada. Recomendaría apoyarlo con revisiones de tus lectores cero y, si tienes a alguien de confianza que tenga conocimientos de corrección, intenta ofrecer alguna recompensa o intercambio de servicios si no puedes pagar.
Así que, insisto, este es un recurso de emergencia si lo que quieres es corregir tu obra. Pero es un recurso vital para otro aspecto de la escritura: mejorar el estilo.
Solo 1500 palabras pueden cambiar radicalmente la percepción de tu estilo
En su momento, yo ofrecía servicios de análisis de estilo, donde trabajaba sobre un documento breve de mi cliente y hacía una corrección con comentarios, explicando cada modificación que realizaba sobre el texto. No había mucho de subjetivo en este proceso: yo solo cambiaba aquello que a) técnicamente estaba mal o b) tenía potencial para mejorar en su orden, ritmo, claridad, etc.
La idea era que en solo 1000-2000 palabras, el cliente pudiera entender cuáles eran sus fallos más comunes y también de qué manera podía sacar el máximo rendimiento a su estilo.
Ya no ofrezco este servicio, sobre todo porque no me resultaba demasiado rentable. Me llevaba mucho tiempo y esfuerzo (nunca he sido una correctora rápida) y el mercado no me permitía ponerlo al precio que realmente requeriría. No todo el mundo está dispuesto a pagar por algo que le acabará dando más trabajo, y que además podría proporcionarle inseguridad y desazón con su escritura. Muchos creemos que nuestra escritura es perfecta hasta que nos demuestran lo contrario.
En mi experiencia, un análisis corto de estilo puede transformar de forma radical la producción de alguien que escribe. Pero lo que queremos no es eso: queremos promesas vacías de que venderemos millones de libros con un simple truco (spoiler: no ocurrirá), queremos que nos animen con pompones prometiéndonos que seremos el próximo premio Nobel.
Y qué pocas veces queremos hacer el trabajo difícil y real.
¿Dónde consigo un análisis de estilo?
Por suerte para todos, hay montones de profesionales ahí fuera que estarán encantados de hacer algo similar a lo que he propuesto: analizar un texto corto con el objetivo de pulir el estilo. Para ellos sí resulta un poco más rentable, porque pueden encajarlo entre otros proyectos más grandes que también son de corrección. A nivel de productividad y uso del tiempo, suele ser más fácil hacer más de lo que ya haces que hacer algo distinto a tus demás ocupaciones (como era mi caso).
Busca a un corrector o correctora que alguien te haya recomendado (o pregunta entre tus conocidos escritores) y pregúntale si podría hacerte una corrección de solo unas 1500-2000 palabras. Asegúrate de que realice su corrección con algún tipo de control de cambios (para que puedas ver qué cambios ha realizado). Si no entiendes alguno de los cambios, pregúntale (pero siempre desde las ganas de aprender, no a la defensiva. No está atacando a tu obra, solo intenta ayudarte).
Mejor aún: haz el mismo encargo, si puedes, a tres personas diferentes. Verás que habrá variaciones (por muy técnico que sea el análisis, como dije arriba, puede haber cuestiones subjetivas y también hay diferentes perspectivas). También verás con qué profesional te sientes más a gusto y esa información es muy importante a la hora de encargar otras correcciones más adelante.
Si te da miedo que otra persona juzgue tu trabajo (como nos pasa a todos), echa un vistazo a este artículo donde hablo de cómo lidiar con todo eso.
Y recuerda: lo barato sale caro. No digo que vayas siempre con la oferta más costosa, pero generalmente obtienes lo que pagas. Si alguien te ofrece esa corrección a 10-15 euros, probablemente no sea la persona que estás buscando.
Un par de recursos más
Para entender de otro modo el proceso de corrección y cómo funciona el estilo en general, recomiendo mucho este artículo de Víctor Sellés.
Si buscas explicaciones sencillitas y prácticas, siempre tienes mi 70 trucos para sacarle brillo a tu novela, que explica los fallos más comunes que he ido encontrando en mi propia escritura y a lo largo de mi trabajo con escritores, y que ha ayudado ya una jartá de personas.
Nadie quiere que toquen su texto preciosísimo, único y personal. Es un poco como si estuvieran hurgando en nuestras entrañas. Llevo muchos años en esto y aún tengo esa primera impresión de patada en las partes más íntimas cuando otra persona mete mano a mi escritura. Una de las herramientas más importantes para escribir es aprender a desligarte un poco de tu texto, intentar mantener algo de objetividad.
Te aseguro que es posible. Y piensa que la próxima vez que alguien te corrija algo en Twitter o te señale una falta ortográfica en el trabajo, lo lógico sería mostrar agradecimiento, aunque por dentro quieras estrangularlo con sus propios intestinos.
No te quejes. Al fin y al cabo, te está haciendo una corrección gratis.
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Totalmente de acuerdo, Gabriella.
Si nuestros textos en las dos primeras revisiones exigen cientos de cambios, creo que en la primera lectura de mi primer libro sustituí más de 400 adverbios y 140 había, cuando pasan por la mano de un corrector parecen dignos de García Márquez.
Por no hablar del rollo que metemos, de 72.000 palabras lo dejaron en 52.000
Esa es otra… ¡la de palabras que podemos eliminar!
Gracias por tu comentario.
Interesante artículo, reconozco que un lector cero bueno es una lotería, aunque pienso que siempre está uno con la duda de si el que tienes es el más adecuado.