Hace no demasiado, escuché a un señor muy ilustre decir que no le gustaba la fantasía.
Se levantaron oes y aes entre los asistentes a su discurso (que no eran muchos, como en tantos discursos relacionados con lo fantástico), y exabruptos variados ante tal atrevimiento (algunos míos, lo reconozco). Con media sonrisa sabia, lo repitió: «No, a mí no me gusta la fantasía. Todos esos elfos y dragones y todo eso. No, a mí lo que me gusta es ese tipo de literatura que parece realista, donde puede llevarse todo hasta el límite, donde ocurren cosas maravillosas y extraordinarias». No fueron sus palabras exactas (mi memoria no es tan buena, y ese día todavía no había instalado Evernote en el móvil1), pero nos puso algún ejemplo y diríase que estaba hablando, sin saberlo, de la fantasía urbana. Podría también haberse referido al surrealismo, al realismo mágico o al slipstream en general, pero lo que me quedó cristalino es que confundía un apartado de la fantasía, la fantasía épica, con todas las variantes que pueden incluirse dentro del género.
Y no es rara esta confusión, desde luego. Siempre he escuchado a profesionales y expertos del género hablar de las diferencias entre ciencia ficción y fantasía (o entre fantasía y cualquier otra cosa), argumentando, una vez más, lo de los elfos, los mundos inventados, la magia y etc. Como si la fantasía se redujera a eso, o como si no existieran pasos entre los dos, puentes e híbridos. También hay debates interminables acerca de si es más fácil escribir fantasía o ci-fi. Yo diría que depende de cómo escribas y, ante todo, del tipo de fantasía o de ci-fi que escribas.
Tolkien es un referente imprescindible. Pero también ha hecho mucho daño. Él tampoco escribía de cero: tomaba temas y aspectos que se habían tratado antes, pero supo crear un mundo realmente inspirador. Tras él llegó una cola de imitadores dispuesta a seguir proporcionándonos historias de magos y héroes y enanos y trols. En un país y en una época en los que no era fácil encontrar fantasía que se apartara de esa cola, muchos crecimos asumiendo que Tigana era lo más raro que íbamos a leer dentro de ese género. Había honrosas excepciones (Ende se mantenía fijo en las estanterías de todos con Momo y La historia interminable, pero se le consideraba más un autor de «libros para niños» que un excepcional autor de fantástico). Por lo menos, creo que fue esa la experiencia de muchos de los que dependíamos de centros comerciales y de la paga semanal que nos daban nuestros padres para comprar libros.
Hice lo que muchos y recurrí a lo que se publicaba en esos momentos en otros países. Por suerte, yo era una chavala privilegiaba; mi padre viajaba mucho y me traía libros (¿recordáis aquellos tiempos preAmazon, preBookDepository, prePaypal?). Leer a Diana Wynne Jones cambió mi noción de lo que era fantasía (y lo que era juvenil) para siempre. Y luego le robé libros de Clive Barker a mi tía, conseguí convencer a mis padres de que los libros de Anne Rice no contenían sexo (¡no, para nada!), y de ahí me fui de perdida al río. Al final, tras libro tras libro de Dragonlance, la mayoría acabamos por cansarnos de los elfos, los enanos y las espadas y los conjuros, y decidimos cambiarnos de bando.
Fenómenos más recientes como Harry Potter han ayudado a deshacer, en parte, este daño de cara a la mayoría, esta percepción limitada de lo fantástico. ¡Una escuela de magos también puede ser fantasía! Pero Rowling no nos ha descubierto nada nuevo, en realidad; ahí estaba antes la ya mencionada Wynne Jones haciendo lo mismo con Witch Week y similares, o Jill Murphy con The Worst Witch. Pratchett empezó a copar las listas de superventas con algo casi inconcebible para el lector medio (¡fantasía cómica!), seguido al poco por Robert Rankin o Tom Holt, todos en la estela del maestro Douglas Adams.
Muchos lectores, del mismo modo que no asocian 1984 o Un mundo feliz con el término ciencia-ficción, no asocian Harry Potter con fantasía. Son libros para niños, para jóvenes. Fantasía son elfos, y espadas, y señores viejos de barba blanca que van con bastón, aunque no lo necesiten para caminar.
«Es que en el mundo hispanohablante no hay tradición de fantasía», he escuchado argumentar. Desde El Quijote hasta Cortázar, pasando por Borges y Bécquer, yo diría que tenemos una tradición fantástica fantástica, valga la redundancia. Tenemos también tradición épica: ahí tenéis el Cid, que no era precisamente realista. Pero seguimos pensando en elfos y magos y enanos.
Así, llegamos a esas sentencias que muchos, como yo, habréis oído en más de una ocasión, expuestas de una manera u otra. Los que seáis habituales del género no aprenderéis nada nuevo con este artículo, sin duda, pero os sorprendería (o no) descubrir la cantidad de lectores mainstream que creen lo siguiente a pies juntillas:
Mito 1: La fantasía es una entidad cerrada
La fantasía no es un género cerrado. No hay una lista muy clara y específica de qué libros son fantasía y cuáles pertenecen a otros sectores literarios. La fantasía es un fenómeno fluido. A veces gusta de emparejarse con el terror (El gran espectáculo secreto, It, Las montañas de la locura), a veces le da la mano al ciberpunk (El fin de los sueños2, mismamente), al surrealismo (Guardianes de sueños, el Codex Seraphinianus3), a la novela histórica (La reina blanca), a la space opera (Mobymelville, Capitán Harlock), a veces al realismo (Casa tomada, Cien años de soledad), ¡incluso a la clásica novela decimonónica inglesa (Jonathan Strange y el Sr. Norrell)! Diría que es el más libertino de todos los géneros, porque bebe de la fuente de la narrativa: la imaginación más pura.
Mito 2: La fantasía es una y solo una
Realismo mágico, fantasía oscura, fantasía urbana, fantasía cómica, far-fetched fiction, New Weird, juvenil, historias de fantasmas, romance paranormal, fantasía romántica, cuentos de hadas, cuentos infantiles (¡hay animales que hablan!)… además de todo lo que tradicionalmente se asocia a la ci-fi pero que puede tener elementos fantásticos: steampunk, dieselpunk, dreampunk4, ficción de superhéroes y aledaños; y aquellos que simplemente tocan lo raro y extravagante, como el bizarro. No, no es solo fantasía épica.
Mito 3: La fantasía es solo para niños y adolescentes
Decidle eso a todos los adultos que les roban los libros de Harry Potter a sus hijos. O a la editorial que sacó una nueva edición de Harry Potter con portadas más “adecuadas” para su público adulto, para que nadie pensara en el metro que leían chorradicas para niños.
Tal vez la fantasía sea el género ideal para niños y adolescentes. Los niños tienen un sentido de la maravilla y del nonsense mucho más abierto, y la literatura de aventuras y evasión tiene éxito entre los adolescentes, tal vez por lo difícil que es eso de ser adolescente.
Pero eso no implica que solo puedan disfrutarla los que pertenecen a esos grupos de edad, y hay fantasía que yo, desde luego, no le daría a leer a un niño (¿La canción secreta del mundo, amigos?). Cierto es que los adultos les damos más importancia a la lógica y a la coherencia, pero para eso están Bacigalupi, Murakami, Ishiguro, Miéville, y muchos autores más que mezclan racionalismo con elementos fantásticos de gran coherencia interna, o que introducen el surrealismo para exponer una realidad distinta. También resulta curioso que haya muchos autores que incluyan elementos fantásticos en sus obras (me vienen a la cabeza Carmen Martín Gaite o Rosa Montero), pero que, debido a su calidad de “clásicos para adultos”, no suelen encontrar entrada a las listas y baldas de fantasía, que parece reservada solo para, otra vez, Tolkien.
Aunque, bueno, tal vez les convenga más estar en las baldas de superventas, qué le vamos a hacer.
Mito 4: Toda la fantasía épica es igual
Hace poco recomendé El final del duelo, de Alejandro Marcos Ortega. El libro contiene algunos de los elementos de la épica caballeresca y de la leyenda fantástica: duelos, nombres floridos de territorios, viajes a través de terrenos inhóspitos, y sin embargo está repleto de elementos novedosos (como, por ejemplo, combates mágicos que recuerdan más al laser-tag que a un torneo medieval). Podríamos decir lo mismo de George R. R. Martin. Y sin embargo creo que todos estaremos de acuerdo en que la obra de Martin tiene poco que ver con lo que concebíamos como fantasía épica. En primer lugar, porque la fantasía no es predominante en Canción de hielo y fuego. En segundo, porque la complejidad y realismo de sus personajes se aleja mucho de los cánones de la épica.
Mi propio padre, al que he intentado engatusar una y otra vez con obras fantásticas, sin éxito (dice que al ser programador informático no consigue creerse los elementos mágicos, ya veis qué excusa), se zampó El nombre del viento con mucho gusto. Rothfuss, Sanderson, Martin… son nombres que nos ofrecen una visión comercial, pero de calidad, de lo que está funcionando en la fantasía supuestamente épica y todos sus subgéneros y compañeros. Y con este auge se redobla el interés en los clásicos anteriores que también sabían escaquearse de los patrones copiotas, desde el Stormbringer de Michael Moorcock al ciclo de Terramar de la gran Le Guin.
(Esto no quita, eso sí, que sea algo preocupante la cantidad de autores de espada y brujería que aseguran que su libro es “completamente distinto y original”, para luego ofrecernos todos los clichés, tópicos y patrones del género).
La oferta es variada, cada vez más. Y podríamos hablar durante horas y horas sobre qué es el género, su necesidad y división (grandes teóricos lo han hecho durante siglos y siglos; ahí teníamos ya a Aristóteles comiéndose la cabeza con su Póetica). Muchos argumentan que las etiquetas no sirven de nada (me gustaría que eso se lo dijeran a un librero; podría haber violencia). Otros dedican demasiado tiempo, sin duda, a realizar diferenciaciones constantes y a la creación de subcategorías ridículas).
Yo solo os pido una cosa.
La próxima vez que digáis que no os gusta la fantasía, planteaos lo siguiente:
¿De verdad no os gusta la fantasía? ¿O simplemente no sois fans de Tolkien?
Dadles a otros una oportunidad. Miles y miles de escritores y libros del mundo os lo agradecerán.
Notas
1A quién quiero engañar. No podía, tenía una Blackberry.
2Ya sabéis que si no lo menciono en uno de cada tres artículos no me quedo tranquila.
3Sí, es oficial. Existe.
4Personalmente distingo entre surrealismo y fantasía del siguiente modo: la fantasía necesita de un código interno, de coherencia en el sistema o universo creado. El surrealismo, no. Obviamente esta es una rápida apreciación personal y está muy abierta a debate.
Sea como sea, el uso de imágenes propias del mundo onírico hace que con frecuencia ambos géneros se toquen o se mezclen sin pudor. En este sentido, tan surrealistas serían Guardianes de sueños y El fin de los sueños, que contienen aventuras enteras desarrolladas en mundos oníricos, como fantástico el Codex Seraphinianus, ya que, a pesar de su imaginería surrealista, tiene un carácter enciclopédico, coherente y sistémico. No sabría dónde incluir el manuscrito Voynich, ya que no hay conocimiento de si su intención es satírica, fantástica, enciclopédica, paranormal… Tal vez lo metería simplemente en la categoría de “Cosas Que Molan Un Puñao”.
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¡OS PROMETO QUE HA QUEDADO MONÍSIMO! Hasta tiene un unicornio en la contraportada, lo cual imagino que no os sorprenderá en absoluto:
Hola Gabriella. Te dejas una de las novelas fantásticas que más me han gustado y que tengo en un pedestal ahora mismo: la trilogía victoriana de Felix J. Palma (el mapa del tiempo, el mapa del cielo, el mapa del caos), que hace un acercamiento a lo que hace un siglo se llamaba el romance fantástico (lo que es lo mismo, todas las obras de HG Wells). Son novelas puramente fantásticas, pero sin elfos ni enanos ni trolls, sino con sucesos completamente lógicos. De hecho, Wells es el protagonista de las historias y él mismo (en boca del Wells personaje, me refiero) habla de que la fantasía, para que resulte creíble, debe tener un sentido y una lógica. Me gusta esa reflexión y creo que viene muy bien como comentario a tu artículo.
Pero si hablas sobre los mitos de la fantasía, ¿qué te voy a contar yo sobre los mitos de la novela romántica/erótica? Igual que Tokien (según has dicho) hizo daño al género, hay otra autora que hizo añicos cualquier novela posterior a la suya que contuviera un mínimo de sexo explícito dentro de una novela romántica. Porque ahora, con decir palabras fuertes, ya te meten en la categoría de erótico, infravalorando de esa manera la novela al compararla con toda la basura que llegó a rebufo de la trilogía. Así que imagina la tesitura, ahora nadie «medianamente culto» lee romántica porque eso para señoras, porno-madres, y solo hay sexo sin fundamento.
Y lo de las etiquetas me parece absurdo (vale, al librero igual no, jaja). Pero que la gente se invente subcategorías para no compararse con los demás, o lo que dices, que su «obra es original y tiene cosas que las demás no tienen» cuando no es así, también he oído mucho esa campana en los congresos de romántica.
¡Un beso!
¡Hola, Paty!
Me dejo fuera muchísimos subgéneros y muchísimas novelas, desde luego. El propio Palma bebe de Powers y autores anteriores que, sin dejar un camino claro de influencias (Wells, Verne, etc.), supieron labrarse textos diferentes y originales. Mencionarlos todos sería imposible. Y ahí tenemos también a nuestra Victoria Álvarez, que triunfa con la victoriana, o a Biedma, a Rodolfo Martínez con el pastiche holmesiano, o a tantos otros, todos con elementos fantásticos.
Estoy segura de que lo que ocurre con el fantástico ocurre con muchos otros géneros. Llega alguien que crea una tendencia muy bruta y enseguida todos se apresuran a imitarla. No solo por rentabilidad, sino por pura influencia cultural. Durante mucho tiempo la romántica se asoció con novelas tipo Corín Tellado, luego con la chick-lit y ahora con… no voy a decir el nombre.
Es inevitable, y por eso es importante intentar compartir con los demás todo aquello que rompe con estereotipos, patrones fijos y popes intocables de lo literario. O por lo menos yo creo que ayuda.
Besos y gracias por comentar,
G.
Concuerdo con el texto en muchos puntos, principalmente en su eje: mucha gente, ya sea por la avasalladora influencia y relevancia de Tolkien y/o por representaciones de la cultura popular, piensa que existe una única forma de hacer Fantasía, a la manera de lo que se entiende tradicionalmente por «fantasía épica». Y precisamente porque no valoran la propuesta de Tolkien y menos aún los refritos comerciales de sus imitadores, terminan pensando que la Fantasía es un género descartable y poco atractivo.
Eso es una lamentable realidad que podría subsanarse si quienes están tan prestos a enjuiciar negativamente algo tuvieran la responsabilidad suficiente de investigar para saber de qué hablan. El curso natural, en todo caso, es el que tú y tantos otros hicimos en su momento: no quedarse sólo en Tolkien o en las obras que el mercado nos ponía por delante. ¡Me habría encantado leer a Wynne Jones antes! Y a muchos otros que recién estoy conociendo, porque sólo ahora estoy en condiciones de adquirir obras que antes me estaban vedadas por precio, disponibilidad o idioma.
Ahora bien, no creo que los prejuicios asociados sean culpa de Tolkien. Quienes hicieron este daño fueron aquellos lectores y autores irresponsables que banalizaron su propuesta estética como fórmula de mercado, simplificando su obra en lecturas superficiales (la cansina alegoría de la bomba atómica, etc.) o haciendo de su influencia un molde que copiar sin entender el descomunal trabajo literario que hubo detrás. Como anécdota, a mí me gusta mucho la propuesta quizá más cercana a Tolkien que existe en español: la Saga de los Confines de Liliana Bodoc (que, me temo, ha de ser poco conocida en España, probablemente porque también se la ha de leer como una alegoría de la destrucción europea a América Latina, que NO es). Sin embargo, mi novio me discute que, para hablar de un autor latinoamericano que realmente fuese un equivalente intelectual y literario de Tolkien, aquél tendría que ser un especialista en lenguas precolombinas (o lo que queda de ellas, vaya) y realizar un trabajo de reelaboración lingüística en la historia… Y ese tipo de autor NO EXISTE. Bodoc no hizo eso. Sin duda, su obra habría sido bellísima de haberlo hecho. Pero no lo hizo. No podía hacerlo. Es un trabajo monumental.
Lo que nos lleva a algo que señalas y que yo misma, prácticamente de manera literal, he sostenido: en el mundo hispanohablante no hay tradición de fantasía. Eso es cierto. El problema es que se confunden las estéticas de la imaginación por la ambigüedad de conceptos asociados a lo «fantástico» y la «fantasía». Creo que no podemos equiparar en un mismo concepto el trabajo literario de, por ejemplo, Borges y Tolkien, porque la forma en la que ambos trabajan la imaginación ficcional desde el lenguaje es completamente distinta, persiguiendo además otros fines estéticos.
Lo fantástico (fantastique) se suele entender como un quiebre sobrenatural en una construcción ficticia de realidad que intenta recrear nuestra concepción de realidad. La Fantasía (fantasy) trasciende los concepos de «natural» y «sobrenatural», al basarse en la forma superior de la imaginación y, muchas veces, crear un mundo autónomo que no necesariamente debe regirse por leyes naturales y en donde el lenguaje lo crea todo. Mientras que el fantástico persigue un efecto de desconcierto racional e incomodidad, al modo de advertencia («la realidad es más peligrosa/extraña de lo que crees») o de tratamiento lúdico y perturbador, la Fantasía busca sanar y consolar el anhelo del espíritu humano por todas aquellas cosas a las que se ve restringido por su mortalidad y por los límites propios de un ser encarnado, dando motivos por los que decidir regresar a nuestra realidad con una visión distinta de ella (vgr., Bastián en La Historia Interminable), todo a través del mundo y la historia tejida desde un estilo distintivo de esta estética.
Es, en suma, satisfacer el deseo de encontrar una unidad con la maravilla, esa esencia atávica de la que fuimos expulsados y de la que, probablemente, el lenguaje sea su único resto. De ahí que, pese a quien le pese, muchos de sus autores son creyentes, porque varios conceptos vinculados a la Fantasía son de índole espiritual y de búsqueda de trascendencia. Por supuesto, existen brillantes excepciones (Le Guin es atea, hasta donde sé), pero en rigor la búsqueda es la misma. Personalmente, sin estar adscrita a ninguna religión ni, por ahora, a un concepción más o menos estable de «Dios», me siento cercana a esta búsqueda desde la ficción de estos autores.
Si intentamos buscar obras emblemáticas de Fantasía en español que expresen al menos parte de lo anterior y que hayan tenido una relevancia semejante a la del propio Tolkien, Lewis, etc., nos la tendremos un poco difícil, me temo. Sí creo que es posible realizar lecturas de obras como El Quijote desde algunos de estos aspectos, pero al parecer la propuesta de Cervantes no buscó eso en su creación, y eso es decisivo. La tradición hispana, hasta donde sé, bebe más del poema épico y la novela de caballerías antes que del kunstmarchen o cuento de hadas literario, que es el corazón de la Fantasía. (En Latinoamérica, de hecho, la tradición europea que se rescata es la francesa, que es muy distinta a la británica o germánica). Pero en fin, la gente que encasilla a Tolkien como escritor épico o que ve la Fantasía sólo como fantasía épica se queda con la parte más superficial de su influencia de William Morris y omite la de George MacDonald (que se ve, ante todo, en los cuentos del propio Tolkien).
Para cerrar, hace unos días hubo un bullado debate entre Le Guin y Kazuo Ishiguro sobre lo que se entiende por Fantasía. Le Guin hizo pedazos, con la elegancia y claridad que la caracteriza, la común suposición de que lo que define una historia de Fantasía sean sólo los elementos superficial como dragones, ogros o hadas (es decir, los prejuicios que suele tener la gente que desprecia la Fantasía por creerla sólo fantasía épica). Pero es un tema de estilo, principalmente. Y eso es una excelente forma de entrar a distinguir entre la Fantasía como estética literaria y como género comercial. Escribí algo de ese asunto, glosando algunos argumentos de estos autores y exhibiendo una opinión personal al respecto, aquí:
http://tierradefay.blogspot.com/2015/03/the-buried-giant-de-kazuo-ishiguro.html
Lo enlazo porque creo que es pertinente al tema y que nos ayuda a ampliar nuestra mirada del difuso concepto de «Fantasía», de la mano de una autora magnífica y que sabe perfectamente de lo que está hablando (sus ensayos al respecto son BRUTALES).
Saludos, Gabriella. Me da gusto robarle tiempo a mi trabajo escribiendo estas cosas (que son lo que verdaderamente importa), así que gracias por abrir el debate 🙂 <3
Hola, Paula,
me temo que no voy a tener el tiempo suficiente de responder a tu comentario como se merece; planteas cuestiones que podríamos estar hablando y matizando muuucho tiempo. Gracias por el enlace de la Le Guin, que sin duda será interesante, ya que Le Guin e Ishiguro son representaciones muy distintas de lo que podríamos entender como fantasía.
«Lo fantástico (fantastique) se suele entender como un quiebre sobrenatural en una construcción ficticia de realidad que intenta recrear nuestra concepción de realidad. La Fantasía (fantasy) trasciende los concepos de “natural” y “sobrenatural”, al basarse en la forma superior de la imaginación y, muchas veces, crear un mundo autónomo que no necesariamente debe regirse por leyes naturales y en donde el lenguaje lo crea todo».–> Ese puede ser parte del problema, desde mi punto de vista. La separación (a veces incluso como «alta» y «baja» fantasía, dándole, como los griegos, ciertos condicionantes casi morales) es útil a nivel de estudio y teoría, pero lo veo menos útil para un tiempo en el que la hibridación está a la orden del día. No veo ya una distinción tan clara entre ambos conceptos, excepto en obras que siguen patrones reconocidos de cada (sub)género.
«Sí creo que es posible realizar lecturas de obras como El Quijote desde algunos de estos aspectos, pero al parecer la propuesta de Cervantes no buscó eso en su creación, y eso es decisivo».
Nunca he sido muy de la intencionalidad del autor, soy más partidiaria de la estética de la recepción y de otras perspectivas más relacionadas con el texto, tanto como hecho escrito y como entidad cultural. La cosa, además, es que nadie conoce la intencionalidad de Cervantes en El Quijote, es algo que se lleva debatiendo siglos. El problema, como siempre, es que podemos enfocar este debate desde diferentes perspectivas, y no es eso lo que busco. La definición de qué es fantasía y qué es fantástico es algo sobre lo que podríamos discutir durante años (pero no lo haremos, porque somos chicas muy atareadas ambas :P). Tampoco es lo que busco. España (al igual que otros países hispanohablantes) tiene sus propios condicionantes, muy diferentes a las características anglosajonas, nórdicas, francesas (aunque sin duda está influida por ellas) y considero que la fantasía hay que buscarla dentro de lo que puede significar e implicar para nuestra cultura. Nuestra tradición de fantasía no es la que conocemos, la que nos han enseñado como “fantástica” (mitos artúricos y etc., por poner ejemplo), pero está ahí. Si prefieres no definirlo como Fantasía, sino como fantastique, bien; a lo mejor tendría que haber especificado eso en mi artículo. Pero ya comenté antes que considero que esa diferenciación se está desmontando.
Precisamente lo que vengo a argumentar es que los límites de cualquier género son muy difusos, y que pueden encontrarse características de muchos en literatura que, de por sí, no parece pertenecer a ese género. Puedo estar equivocada, por supuesto, pero creo que ambas estamos de acuerdo en la premisa de que la gente se pierde muy buenas cosas al pensar que toda la fantasía es más de lo mismo 😉
Otro apunte, que se me había escapado:
«Ahora bien, no creo que los prejuicios asociados sean culpa de Tolkien. Quienes hicieron este daño fueron aquellos lectores y autores irresponsables que banalizaron su propuesta estética como fórmula de mercado, simplificando su obra en lecturas superficiales (la cansina alegoría de la bomba atómica, etc.) o haciendo de su influencia un molde que copiar sin entender el descomunal trabajo literario que hubo detrás.»
Muy de acuerdo (espero que no parezca que eso es lo que insinúo con el artículo). Y de hecho parece que estamos en un momento en que está de moda que no te guste Tolkien, tal vez por lo mainstream que se ha vuelto. Como tenga que leer otra vez «es que Tolkien era mal escritor», voy a empezar a repartir unos cuantos libricos. Para que se vea lo que es escribir mal.
No era perfecto, ni mucho menos, pero ignorar su tarea descomunal y su importancia dentro del género no tiene mucho sentido, desde mi punto de vista.
A mí no me parece tan complicado, la fantasía implica elementos fantásticos, es decir, que no son reales, que no puedes encontrarte en la realidad, vamos. Se diferencia de la ficción en que esta no es real, pero podría serlo. El Quijote desde luego que no es fantasía, independientemente de la intención del escritor o de la recepción del lector: no tiene elementos fantásticos, tan sólo de ficción.
De esta forma, la ciencia-ficción se englobaría dentro de la fantasía, siempre que la realidad no llegase a superarla. Es con la ci-fi entonces donde tendríamos más el problema de la clasificación, porque «Clones» puede ser fantasía hoy, pero ¿y mañana? 😀
Para terminar, que haya semejante tema de conversación sin que salga Gaiman a relucir… ¡tirón de orejas! 😛
Lo dicho: depende de tu concepción de qué es y qué no es fantasía. Según tu propia definición, yo sí veo elementos fantásticos en el Quijote. Hay cosas imposibles, no reales.
El problema del Quijote es que tiene niveles múltiples de narración, en los que se juega con lo fantástico, lo maravilloso y la ficción pura y dura. Hay cosas imposibles, ¡pero están en la cabeza del Quijote! ¿O no?
Y la recepción del lector es fundamental, no hay una lectura clara. Me gusta la interpretación que se hace al respecto aquí: http://www.academiaeditorial.com/web/lo-fantastico-y-lo-maravilloso-en-el-quijote/, pero no es la única, ni mucho menos, donde se defiende la presencia tanto de lo fantástico como de lo maravilloso (otra distinción espinosa) en el texto de Cervantes. Depende de cómo te lo tomes (¿es un texto racionalista con elementos surrealistas que nacen en la cabeza de un loco? ¿Es fantasía, la fantasía de alguien que no está cuerdo? Depende también de tu definición de locura y cordura). Estoy de acuerdo en que El Quijote no es un texto «de fantasía», pero sí es un texto que contiene elementos que muchos consideran fantásticos (algunos directamente arrancados de obras de épica que poco tienen de realistas), y en nuestra tradición diría que no somos tanto de libros «de fantasía», sino de narraciones con muchos elementos fantásticos.
Viendo tu comentario y el de Paula, veo que tendría que haber aclarado esto más, lo siento. No obstante, hay que terminar el artículo en algún momento, ¿verdad?
«La fantasía implica elementos fantásticos, es decir, que no son reales, que no puedes encontrarte en la realidad, vamos». No sé, no lo sé. El realismo mágico y el far-fetched fiction, que rozan en imaginería con la fantasía, presentan algunos elementos que son extravagantes pero no imposibles por completo. La fantasía también puede ser altamente improbable, yo creo, y es ahí, justo ahí, donde se toca con la ficción (y también podemos pelearnos sobre si eso es maravilla, pero precisamente lo que no quería era debatir etiquetas, sino defender lo enorme de lo fantástico y cómo trasciende el género tan limitado donde la gente pretende meterlo). Es también el problema de diferenciar entre fantasía y ci-fi, por aquello de que la magia podría ser, simplemente, tecnología que no conocemos todavía.
Y no he mencionado a Gaiman, porque no sé por qué sale siempre a relucir Gaiman, jaja. Es genial, sí, pero sospecho que no ha hecho nada que otros no hicieran antes. Ni inventó la fantasía oscura, ni la urbana, ni la reescritura de cuentos de hadas, pero sí que tiene el mérito de haberlos hecho más conocidos, supongo. Me parecía una referencia facilona 😛
Volviendo a lo mismo: podemos debatir durante mucho sobre qué es fantasía y fantástico y qué no lo es. Precisamente eso apoya lo que decía de que los géneros no son cosas cerradas y que hay que hacerle ver a la gente que hay muchas obras ahí fuera que merecen su atención y que no se parecen nada a lo que ellos, de forma muy limitada, entienden por fantasía.
Me has hecho pensar. De verdad. Porque siempre he dicho que yo soy lectora de Fantasía y no de Ciencia-Ficción, pero es verdad que tal y como tú lo cuentas, las dos cosas pueden ir de la mano en un momento determinado. Aunque la verdad, la Fantasía puede ir de la mano de lo que quiera (humor, romántica, histórica, terror…). Así de promiscua es la jodía…
Se me ha olvidado mencionarlo, pero este problema que afecta a la fantasía afecta de un modo similar a la ci-fi. Con «ciencia ficción» mucha gente piensa en space-opera, en naves espaciales, cuando ahí están las distopías, las narraciones postapocalípticas, el ciberpunk, el hard, las ucronías, el viaje en el tiempo, el retrofuturismo… Y luego todo el tema del transhumanismo, de la evolución del ser humano como individuo y como ser social en combinación con la tecnología, y algunas cosas weird que tienen más en común con lo fantástico que con lo científico. Piensa en Cronenberg, por ejemplo, o en Akira. La nueva carne puede ser una aberración científica que roce lo onírico y lo puramente fantástico (y el terror, claro). Por eso muchos claman por nuevos términos más comprensivos, como «ficción especulativa», por ejemplo. Y en algunos círculos es habitual usar «género fantástico» para hablar de fantasía, ciencia ficción y terror no realista.
Las etiquetas las usamos para simplificarnos la vida. Si no te gusta mucha de la ci-fi que has leído de la sección de ci-fi de las librerías, es normal que creas que no lees ci-fi (y es muy posible que la mayoría del género siga sin gustarte). Pero si nos paramos a analizarlo, igual sí has leído libros que te han gustado que la mayoría no asociamos con la ciencia ficción (Un mundo feliz o 1984, por ejemplo), y seguro que podrías dar con libros etiquetados como tal que podrían sorprenderte 🙂
Los géneros sólo sirven para tener las bibliotecas ordenadas según ellos, eso está claro. No vas a disfrutar más o menos porque te digan que una obra es de ciencia ficción dura o no. Pero como os veía tan preocupadas con el tema… XDDD
Para mí no hay duda en lo del Quijote: si ocurre en su cabeza, es su imaginación, por lo tanto hablamos de una obra de ficción. Claro está que cada uno puede interpretar las cosas como prefiera, hay quien dirá que la biblia no es ficción ni fantasía, porque cree que los milagros existen. 😀
En todo caso, no creas que no he puesto a prueba mi propia teoría, ¿qué pasa con Viaje al centro de la tierra? ¿Es fantasía o ciencia-ficción? Porque 20.000 leguas de viaje submarino podía parecer ciencia-ficción, aunque con el tiempo se ha visto que sólo es ficción… pero con Viaje al centro de la tierra, parece que al final se ha visto que es más fantasía, no?
Bueno, pajas mentales para viajes en tren. El caso es que tu intención era buena, que la gente no se quede en las etiquetas y abra su mente. Aunque hoy en día, con que lean algo, aunque sea a Dan Brown o las 50 sombras de Grey, ya me doy por satisfecho.
«Los géneros sólo sirven para tener las bibliotecas ordenadas según ellos, eso está claro. No vas a disfrutar más o menos porque te digan que una obra es de ciencia ficción dura o no.»
Ah, pero he ahí el problema, que muchos se guían solo por las limitaciones (supuestas) de un género, con lo que se están perdiendo muchas cosas chulas solo por no querer tocar un libro que suela encajarse en dicho género. A mí la fantasía épica me aburre, por lo general, pero si no le hubiera dado por eso una oportunidad a Martin me habría perdido muchos ratos divertidos 😀
«Para mí no hay duda en lo del Quijote: si ocurre en su cabeza, es su imaginación, por lo tanto hablamos de una obra de ficción». El problema es el que te comentaba antes, que hay diferentes narradores y niveles de narración. En el primer nivel, lo que está ocurriendo es «real». Luego ya interpretamos que ocurre en su cabeza (y repito que algunos estudiosos no estarían de acuerdo con esto tampoco), pero los símbolos e imágenes que se usan son propios de la fantasía. Del mismo modo, el típico juego de «¿esto está ocurriendo de verdad o se lo está imaginando el personaje?» podría considerarse fantasía en cuanto son realidades para los personajes, y en dichas realidades ocurren cosas que se escapan de la realidad general, elementos fantásticos. Todo se complica, además, con la segunda parte, ya que empieza a desaparecer la línea entre realidad e imaginación. Cito, con permiso, a Borges, cuando dice: «La segunda parte del Quijote es deliberadamente fantástica; ya el hecho de que los personajes de la segunda parte hayan leído la primera es algo mágico, o al menos lo sentimos como mágico». Vamos, que entiendo bien por dónde vas, pero yo no lo veo tan claro 🙂
Tengo, de hecho, la misma duda con mi propio libro. Los elementos fantásticos que aparecen en la novela son producidos por la mente soñadora de los personajes. ¿Es un libro de fantasía? Yo diría que sí, en cuanto introduce elementos no propios de la realidad de dichos personajes (también es un libro de ciencia ficción, pero ese es un tema aparte). Pero prefiero dejar esas cosas en manos del lector, desde luego.
Yo diría que la línea entre ficción y fantasía no está muy delimitada, por casos como los señalados. En la trilogía de Nueva York de Paul Auster, o en Niebla de Unamuno, hay un juego de metaficción por el que acaban produciéndose cosas que no corresponden con lo permitido por la realidad. Son metáforas, por lo que tal vez entraríamos más en el terreno de la lírica, pero yo diría que también son elementos fantásticos, en cuanto que lo son para los personajes (aunque el lector puede encontrar explicaciones racionales para estos). Como bien dices, es cuestión de interpretaciones.
«Aunque hoy en día, con que lean algo, aunque sea a Dan Brown o las 50 sombras de Grey, ya me doy por satisfecho». No puedo estar más de acuerdo. No puedo evitar que algunas lecturas me parezcan tóxicas por determinadas razones que van más allá de su calidad literaria, pero desde luego yo no voy a ser la que prohíba o limite la lectura ajena.
Madre mía, iba a contestarte con brevedad y al final mira la que he liado. No vuelvo a escribir un artículo de este tipo, el debate es demasiado interesante.
¡Debates interesantes son los que hacen falta! 😀
¡Por supuesto! Y yo encantada. Lo malo es que escribir las entradas y mantener el blog me lleva tanto tiempo que luego no me queda tiempo para debatir. ¡Marrdita sea!
Hola, soy un aspirante a escritor que ya cuento con un total de cuatro libros. Dos de ellos son de fantasía épica, y sí, aparecen elfos, enanos, brujos, trols, etc. Creo que el hecho de que Tolkien fuese el pionero o quizá el autor que precedió a la enorme cantidad de libros y autores del género, no significa que no puedan aparecer otras personas capaces de encandilar a los lectores con creaciones del género con matices distintos. Tal y como ocurre con los vampiros, fijaos la diferencia que existe entre el Conde Drácula y los vampiros de Crepúsculo. Pues habrá gente que odia la saga de los vampiros que brillan a la luz del sol, pero nadie puede decir que la saga no ha resultado ser un superventas.
En mi caso, creo que, por mucho que se haya escrito sobre elfos y enanos, siempre existen distintos puntos de vista, tantos como autores puedan haber. Por tanto, creo que mis novelas, autopublicadas en Amazon, contienen una historia diferente y pueden ser tan entretenidas como otras de generos quizá más en auge.
De hecho, he creado mis novelas después de devorar libros y libros del género de fantasía épica (Warhammer, Reinos Olvidados, Tolkien…), hasta sentir la necesidad de crear mi propia saga. Aquí dejo el enlace, por si os interesa.
http://www.amazon.es/En-Territorio-Gigantes-Vol-Valhadia-ebook/dp/B00S52K7QM
Un saludo a todos. Por cierto, enhorabuena por el blog, Gabriella!
¡Hola, Gerard! Lo que dices es muy cierto (y por eso mencioné a Martin, que, aunque sigue determinados patrones y utiliza elementos propios de la fantasía épica, les ha dado un giro de realismo sucio muy interesante. Yo misma estoy ahora atareada con una novela que, supongo, podría encuadrarse dentro de ese tipo de fantasía.
Lo cual no quita que haya mucho prejuicio hacia ese tipo de fantasía, por el daño que han hecho los imitadores y los productores de textos a mansalva sin chicha ni nada. Precisamente por eso he incluido el punto de «no toda la fantasía épica es igual» 🙂
Gracias por leer y comentar.
habia bastantes novelas de vampiros antes de bram stoker y ademas el vampiro como criatura magica ya existia en la sociedad
Hola! Yo tengo la suerte (o la desgracia) de estudiar Teoría de la literatura y, entre otras cosas, leemos bastantes cosas sobre los géneros. En general, de lo que se trata la categorización en torno al género es de conocer más a fondo las obras, es decir, que los géneros son un medio, no un fin.
Claro está, que esto puede ser malinterpretado. Te viene alguien que quiere escribir una novela fantástica y con meter cuatro elfos y dos orcos se queda tan pancho, cuando la fantasía en concreto puede dar muchísimo más de sí.
Así que la conclusión es paradójica, ya que los géneros por un lado limitan nuestra percepción de las obras (como lo que comentas de 1984 o Un mundo feliz), pero por otro lado, nos ayudan a conocerlas más a fondo. Son un arma, y como cualquier arma se pueden usar para bien o para mal.
Con lo que creo que no hay que quedarse es con simplismos como «Tolkien es fantasía», porque eso en general aporta poca cosa. Sí, lo metes en una categoría, pero no dices nada. O como los que discuten sobre si algo es una space opera o ciencia ficción. Lo importante es hablar de la obra en sí, no del aire (y lo digo yo, que me he presentado como futuro teórico de literatura).
Un saludo,
Adrián
¡Hola, Adrián! Ahí estamos: los géneros son necesarios y prácticos, pero a la vez pueden determinar demasiado nuestras lecturas. Además, sus límites nunca son claros ni estrictos, por lo que conviene evitar los prejuicios y las simplificaciones. Me gusta tu símil del arma. ¡Pueden usarse para el bien o para el mal!
Y estudiar Teoría de la literatura es una suerte, te lo digo yo, que me licencié en esa carrera 😉
[…] ¿Por qué lo llaman fantasía cuando quieren decir Tolkien? Cuatro medias verdades sobre el género fantástico […]
«Mi propio padre, al que he intentado engatusar una y otra vez con obras fantásticas, sin éxito (dice que al ser programador informático no consigue creerse los elementos mágicos, ya veis qué excusa)».
jaja, tendría que leer algunas cosas que he hecho yo. háblale de la Magia orientada a Eventos (u objetos ^^) y de las Unidades centrales de procesos mágicos, … :p
«Unidades centrales de procesos mágicos»
Jijiji. Yo también he hecho cosas de esas. Por muy de letras que sea una, vivir entre informáticos (y traducirles textos técnicos constantemente) acaba haciendo que algo se filtre.
sí, yo finalmente hice una analogía entre el uso de la magia y la programación (orientada a web), por resumirlo de alguna manera. me gusta escribir en un mundo, como decías, tolkiniano ¬¬ y aunque hay cosas muy desarrolladas en background (la magia, por ejemplo) no quiero dar la tabarra al lector explicándole las cosas. y tampoco quiero aburrirle con otro nuevo puto mundo fantástico más (ójala se pudiera aprovechar la tierra medio o tantos otros, alquilándolos, o rollo franquicia ^^). no quería aburrirle con nuevos tipos de razas, nuevos mapas, etc; quería entrar poco en esos temas para centrarme en la trama y en las relaciones entre los personajes. y sí, es temática fantástico-medieval realista de lo que me gustaría escribir. espero que me perdonéis :p. en mi caso, quería hacer un batido de alatriste, tolkien, tarantino, mignola, pérez galdós, quevedo… con la batidora de mi propio toque, you know ^^
[…] novelas de triángulos amorosos adolescentes, lo siento, por ahora busco temas de fantasía (la fantasía no se reduce a Tolkien) y ciencia ficción, […]
Gran artículo, felicitaciones.
Resumiría esa actitud diciendo que la ignorancia es muy atrevida. El utilizar un cliché para rechazar algo sobre lo que no sabes ni te has preocupado de saber no es nada nuevo y pasa en muchos otros campos.
Antes de Tolkien también hubo vida como Robert E. Howard, donde tampoco había elfos ni demasiada magia. Y ahora en la era post-Tolkien con Abercrombie, Martin o Sapkowski, por ejemplo, el género ha evolucionado bastante en nuevas direcciones que se alejan del citado cliché.
Yo hasta me he tomado el lujo de inventar mi propio género fantástico, el «Pulp cañí», pero no ha calado.
La fantasía épica es cierto que puede saturar, yo llevo años sin leer nada después de leer en mis años mozos del Tirón ESDA, El hobbit, Silmarilion (infumeibol) las crónicas y las leyendas de la Dragonlance.
Y mira que Juego de Tronos, me llama, que con la serie lo estoy flipando, pero leerme los libros me da pereza, I don’t know why.
Pero sin embargo, ponme por delante algo de los mitos de Cthulhu, y no tengo hartura.
Hola me gustaría saber si podría citar tu articulo para una ponencia de literatura de genero en la categoría fantasia épica, en el II congreso de literatura de genero en Santo Domingo República Dominicana que será el próximo Sábado 27 de este mes.
Por supuesto, Manuel, sin problema. Siempre que se cite autoría y no se reproduzca el texto completo, yo encantadísima.
Muy bien así lo haré, luego de que la ponencia concluya si consigo algún video o imágenes del mismo, te la haré llegar para que tu mismo lo veas. Aunque lo más probable es que publique la noticia en mi blog en manuelanotniogonzalezcabrera.com y desde allí puedas ver las imágenes o el video en caso de que lo suban.
Es posible que se transmita el evento en este enlace este sabado: https://www.youtube.com/watch?v=KKR59Y5Ylz4
¡Gracias por el enlace!
Me ha encantado el artículo Gabriella, me ha parecido genial. Estoy totalmente de acuerdo con lo que mencionas en cada punto y me has descubierto libros que desconocía. También he vuelto a soltar una carcajada con algunos de tus maravillosos comentarios, jajajaja. Cuando he leído que convenciste a tus padres de que en las novelas de Anne Rice no había sexo me he partido la caja, que recuerdos me has traído. Como me flipaba las crónicas vampíricas en el instituto, no me leía los libros pero una de mis mejores amigas era adicta a esta escritora, y me contaba la saga entera. Me encantaba escucharla, nos reíamos mucho. ¿Me recomiendas «la canción secreta del mundo»? He leído por ahí que es un poco gore, así que pintaza ; )
Yo la recomiendo muchísimo, es uno de mis libros favoritos. Es un poquito gore (¡muy poquito!), pero menos que Crónicas del fin, por ejemplo. Si te gusta la fantasía oscura, la disfrutarás seguro.
Y sí, la Rice fue todo un descubrimiento adolescente 😛
Por fin leo algo que expresa lo que siento. Odio que la gente tenga a la fantasía y al sci fi divididos por un muro sin puertas xD
A mí me irrita mucho, pero mucho 😀