Este artículo iba a llamarse Tu primer libro es una caca (y eso es bueno).
Por suerte (creo) no suelo quedarme con mi primer título. Nuestras primeras ideas no son, necesariamente, las mejores ni las más convenientes. Algo parecido ocurre con nuestro primer libro, nuestro primer relato, lo primero que enseñamos al mundo. Peor aún: ocurre con lo primero que otra persona nos corrige, ese momento crucial donde somos conscientes de que somos seres imperfectos, fallidos, erróneos.
Y eso siempre duele, porque en nuestra cabeza somos todos anuncios de champú.
Tienes un moquito.
Creo que es en la primera novela donde nos llevamos el golpe más duro. O en nuestro primer libro de relatos o de ensayo: en la primera obra donde hemos invertido meses (¡tal vez años!) de nuestro tiempo, pobres corderitos inocentes y esperanzados que nos creemos el vástago secreto de Heminway con Le Guin.
Sobre todo este tema hemos hablado mucho en el grupo de Facebook El escritor emprendedor, donde un grupo aguerrido de autores independientes nos ayudamos (¡y consolamos!) mutuamente. Esa conversación se ha trasladado a nuestras webs y blogs, y han surgido muchos artículos al respecto en este último mes. Concretamente, Esther Magar y servidora quisimos hablar de cómo afectaba al autor recibir su primera corrección profesional.
Así que este texto que vas a leer es doble: yo hablo de la teoría e intento aportar herramientas para lidiar con todo esto, y Esther ha entrevistado a varios autores para que nos cuenten su experiencia personal. Os recomiendo de manera muy encarecida que vayáis a leer su artículo también.
Hablemos entonces de corrección, lectores/escritores míos. Y hablemos de desastre.
La mentira del primer libro
Todos los seres humanos tenemos la expectativa extraña de que la primera vez que hagamos algo será fabuloso. Y es ridículo, si lo piensas. Si jamás has tocado el piano, ¿qué te lleva a pensar que nada más sentarte al taburete podrás interpretar a Bach con soltura y pasión?
En el mundo artístico es donde esto ocurre de forma más irritante. Nadie espera saber hacer un plan de empresa a la primera, sin tener ni una mísera guía para ello, pero por alguna razón incomprensible, todos nos pensamos Picasso la primera vez que cogemos un pincel y Foucault la primera vez que compartimos un pensamiento «profundo» en Facebook, a la espera de que lluevan los me gusta. Claro que, en un acervo cultural donde se considera que una novela se escribe con mucho licor y café en una noche, esto tampoco debería extrañarnos.
En este blog ya he hablado de cosas como el efecto Dunning-Kruger, que hace que personas que acaban de empezar se crean especialistas y que personas especialistas se crean incompetentes.
Y, sin embargo, no es exactamente así. Esa explicación es, a su vez, una muestra maravillosa del propio efecto. Cuando investigué y aprendí más sobre Dunning-Kruger, descubrí que no era, ni de lejos, tan sencillo. Más bien hay una curva de aprendizaje, competencia y confianza que funciona un poco más tal que así:
La mala noticia de todo esto es que, sí, al principio creerás que eres mucho mejor de lo que eres y, cuando te des cuenta de que no, te vas a llevar el chasco de tu vida: caerás en ese abismo de la desesperación que aparece en mi dibujito. La buena noticia es que poco a poco aprenderás y serás más consciente de tu grado de competencia.
El problema, of course, es que hay gente que se rinde al caer en el abismo de la desesperación. Hay momentos clave donde casi tiramos la toalla: la primera crítica, el primer rechazo (y, sí, la primera corrección). Esto lo aprovechan algunas personas para vender ideas. conceptos, servicios y productos que son de fiabilidad… cuestionable. Así tenemos empresas de autoedición que te prometen que tu obra es perfecta, cursos que prometen llevarte de la mano al éxito sin tener que escalar montaña alguna o incluso lectores profesionales que halagan en demasía tu trabajo, para asegurarse de que les pagues lo que les corresponde.
También conduce al otro lado del espejo. Amigos que dejan de hablarte porque te piden ayuda profesional y se enfadan cuando intentas explicarles aspectos técnicos que pueden mejorar. Alumnos que abandonan talleres porque solo buscan una cámara de eco que les asegure que son lo mejor que se ha inventado desde el pan en rebanadas. Reseñadores que muestran entusiasmo público por un libro que no valoran, solo por no perder su relación con la editorial que los provee de ejemplares. Todo esto forma un entorno peligroso, de retroalimentación sesgada.
Porque nada hay tan desesperante como recibir una crítica, por muy constructiva que sea. O que te manden de vuelta tu texto, tachonado por completo y cubierto de bolígrafo rojo (o modificaciones del Word en el control de cambios). Algunas personas tienen la piel gruesa y pueden aceptar críticas sin pestañear, pero en general los escritores tendemos de ser de ego frágil cuando nos tocan a nuestra criatura. Lo más común es sentirnos así, como muy bien describe Alejandro Moreno:
Me sentí desnudo, juzgado personalmente y decepcionado conmigo mismo por tanto fallo.
El choque de la corrección
Reconozco que no soy el mejor ejemplo de cómo tomarse bien una corrección. Al principio, porque me pasaba como a todos los autores y creía que sabía más que nadie. Yo estaba ahí, en la cima de la gilipollez de mi ignorancia. Y me enfadaba cuando algún profesional tocaba mi obra maestra.
—Te estoy diciendo que es absolutamente correcto escribir puntos suspensivos al final de cada frase. ¡8 de cada 10 escritores de libros de autoayuda no pueden equivocarse! —Tú calla y mira a cámara.
Luego bajé al abismo de la desesperación y dudé de todo. Permitía que otros hicieran lo que quisieran con mi trabajo. ¡Yo no tenía ni idea de nada! Entro en ese abismo todavía, de vez en cuando. La diferencia es que ahora intento utilizar esos choques para poder progresar y aprender mucho más deprisa. ¡A veces hasta lo consigo! Y además, lo fenomenal de hacer imbecilidades es que viene muy bien para compartirlo con otros en este mismo blog. Mi sufrimiento es vuestro placer y beneficio. De nada.
Al final, tras bastante tiempo dedicado a estudiar, practicar y corregir a diestro y siniestro, me sentí bastante más competente. Me queda aún mucho camino por delante, me falta aún escribir muchas cosas malas (como dice Isaac Belmar, tienes que poder auparte encima de mucha basura para llegar alto), pero me siento más segura en lo que sé. Y esto tiene otro problema: me he vuelto mucho más exigente con las correcciones que me hacen a mí.
Lo cual es positivo, ¿verdad? Cuando te toca un gran corrector, es fantástico. Pero de vez en cuando puede tocarte alguno… no tan bueno.
Sí, lamento decir que esto ocurre. Ocurre cuando te autopublicas y cuentas con ese corrector de aspecto profesional, web seria y precios razonables. Ocurre con el corrector que trabaja para la editorial grande. Ocurre en todos lados, en todos los formatos y circunstancias. Hasta puede darse el caso de que un buen corrector haga una mala corrección por falta de tiempo o desgana por tener que trabajar con tarifas muy bajas. No hay garantías. Si autopublicas y tienes a alguien que te corrija de plena confianza, has triunfado. Hay correctores muy buenos y correctores que no son muy buenos, y, teniendo en cuenta lo mal pagado que está, en general, el tiempo, esfuerzo y conocimiento necesarios para hacer una buena corrección, no debería sorprendernos que tendamos más a lo segundo. Pero ese es un debate para otro día.
Antes de nada, si estás pensando en encargar cualquier tipo de revisión, te recomiendo que leas este documento fabuloso de Pilar Comín Sebastián, que explica muy bien cómo funciona el proceso de trabajar con un profesional de la corrección.
Pero volvamos al asunto: ¿qué hacer cuando ya te han corregido y te enfrentas al resultado? ¿Cómo saber si ese texto lleno de tachones es porque tú eres un escritor con muchos fallos… o si es que te ha tocado un corrector regulero?
12 pistas para saber si te han hecho una buena corrección
La calidad de una corrección es difícil de medir (a no ser que te dediques a ello de manera especializada). El arte de la corrección, para el ojo no entrenado, puede parecer un misterio insondable, como la naturaleza de los unicornios o la satisfacción pomposa de gente que todavía no ha visto Juego de tronos. Y es que… ¿quién puede entender el comportamiento de errores y erratas?
Varios autores se me han quejado de correctores que para ellos eran malísimos, pero al ver su trabajo comprobé que simplemente estaban aplicando conceptos que los autores desconocían. Otros autores me han venido a presumir de correctores fabulosos que les revisan novelas completas por cien euros. No os sorprenderéis si os cuento que vi esas correcciones y no eran fabulosas, no.
He ahí algunas ideas (y si hay correctores ahí fuera que tengan más sugerencias de este tipo, me encantaría que las dejarais en los comentarios):
1. Si es tu primera obra, es muy probable que un profesional sepa mucho más que tú.
Así de simple. Si tienes dudas, hay muchísima información en línea y en manuales para saber quién lleva la razón. Si aun así no te aclaras, pregunta directamente, siempre con amabilidad y humildad, que como (ex)correctora os digo que no hay nada peor que un cliente que te viene encabronado a llamarte inútil y a gritarte hasta que le plantas la página correspondiente del manual de ortografía de la RAE en las narices.
2. Fíjate en qué cambia el corrector y busca patrones.
Un buen corrector siempre muestra coherencia en su trabajo: no aplica las reglas al tuntún. Un mal corrector, por desgracia, sí lo hace, porque trabaja desde el instinto en vez de desde el conocimiento.
3. Si algún cambio te parece raro, raro, rarísimo, ¡enhorabuena!
Es muy probable que hayas aprendido algo nuevo e importante. Investígalo. Hay muchas cosas que aprendí con los libros de Gigamesh, por ejemplo, porque suele emplear correctores excelentes, que aplican reglas que muchos no saben ni que existen.
4. Si el cambio te parece excesivo, puede ser señal de que el corrector está aplicando criterios demasiado subjetivos.
Modificación o eliminación de párrafos enteros, párrafos cambiados de sitio, párrafos reescritos por completo… Generalmente para las modificaciones grandes se recurre a un editor más estructural, o el corrector lo señala como sugerencia (con sus explicaciones); no es habitual que un corrector de estilo u ortotipo se tome esas libertades.
No obstante, no te escandalices si ves que te han cambiado los elementos de una oración de orden, por ejemplo. Esto es algo muy común, ya que muchos autores abusan del uso de un orden enfático sobre el orden natural de la lengua.
5. Si hay muy muy pocas correcciones, no te confíes.
Si tienes motivo para sospechar que el corrector no ha hecho todo lo que tenía que hacer, recurre a otro para que te haga de sujeto de control: págale para que corrija un extracto pequeño del texto y compara la diferencia.
Aquí tienes tu texto; es tan grandioso y perfecto que no he querido tocar ni una coma. Ahora mismo te paso la factura. Sí, sí, por supuesto que mi oficina está pintada de negro porque va a juego con mi corazón y mi ética profesional.
6. No te desesperes demasiado si tu texto está lleno de cambios.
Muchas veces los que corregimos preferimos pasarnos a quedarnos cortos, porque partimos de la base de que tú, el cliente, decides qué aceptas y qué no. Evidentemente, algunas cosas hay que aceptarlas sí o sí (faltas básicas de ortografía, por ejemplo), pero preferimos que ignores ese punto y coma que te hemos puesto en vez de dos puntos antes que entrar en un debate interminable contigo para justificar una decisión que puede tener carices subjetivos.
7. Antes de ver qué cambios se han realizado, lee el texto corregido del tirón.
Si tienes la opción, lee el texto final sin tener las marcas a la vista. Si notas mucho los cambios o hay algo que te chirría, examina qué modificaciones concretas se han llevado a cabo. Si de entrada no notas nada que te llame la atención, probablemente el corrector ha hecho un buen trabajo. Nuestro oficio es sacarle todo el rendimiento posible a tu texto, pulirlo, no cambiarlo hasta que sea irreconocible o quede a nuestro gusto subjetivo. Un buen corrector puede cambiar muchas cosas respetando el estilo del escritor. A veces es peor mirar las correcciones de entrada, porque dejamos que nuestro orgullo se meta por medio (¿por qué ha cambiado esto, si estaba bien?), en vez de percibir la mejora total de la obra.
Si trabajas con Word, la herramienta de control de cambios te permitirá ver tu texto con o sin los cambios aplicados. Si nunca has usado esta herramienta, échale un ojo a esta pequeña guía del Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea:
Si el corrector no ha usado este control para sus modificaciones, puedes utilizar la herramienta de comparar para ver qué ha variado entre tu texto original y la versión corregida.
Dicho esto, pide siempre por adelantado que los cambios se puedan ver de algún modo (que tengas acceso a algún tipo de control de cambios o por lo menos que te aparezcan señalados en el texto).
8. Ten en cuenta que hay muchos tipos de correcciones: ortotipográfica, de estilo, estructural, de galeradas…
Infórmate y pregunta a tu corrector qué servicios ofrece para entender qué tipo de modificaciones puedes esperar en el texto. No puedes pedirle a un corrector de ortotipo que te simplifique subordinadas, por ejemplo (aunque algunos lo harán por puro orgullo profesional), ni puedes esperar de alguien que revisa galeradas que te haga una revisión estructural.
9. Jamás, pero JAMÁS, rechaces una modificación porque a ti tu elección «te suena mejor».
Hazlo, desde luego, si la razón del corrector ha sido subjetiva, pero si hay razonamiento técnico detrás, el que a ti algo te parezca más bonito o mejor no significa que sea correcto. El corrector tiene más experiencia que tú en ese sentido (esperemos) y entiende mejor que tú el funcionamiento del lenguaje. Consulta si tienes dudas, pero no entres en debates pedantes. NO seas aquel cliente que se inventó una declinación latina porque sí, porque le gustaba, ni aquel cliente que no quería que le corrigiera las faltas porque quería que su libro fuera «de la calle».
10. Lo barato sale caro.
Aquí no tengo que dar muchas explicaciones, ¿verdad?
11. Recuerda que esto es personal para ti, pero no para el corrector.
Quien te ha corregido ha visto, como mínimo, tres textos mucho peores que el tuyo en lo que va de mes. Muchas veces nos sentimos avergonzados: ¿qué pensará de nosotros quien nos corrige con todas estas meteduras de pata? Nos hartamos de justificar nuestros errores y despistes. De verdad, no es necesario. Quienes corrigen no tienen tiempo ni ganas de juzgarte. Son como el ginecólogo que ve una vagina. De verdad que ha visto, como mínimo, tres vaginas mucho peores que la tuya en lo que va de mes.
12. algunas correcciones no son para eliminar errores, sino para crear una coherencia de estilo en una publicación
Esto lo verás mucho en revistas y periódicos, pero casi todas las editoriales tienen sus preferencias en este sentido. Por ejemplo: en El fin de los sueños nos modificaron cuestiones de puntuación, no porque estuvieran mal, sino porque la editorial seguía las recomendaciones de José Martínez de Sousa sobre las de la RAE respecto a la puntuación con texto entre comillas. Esto lo explica bien aquí Marian Ruiz Garrido:
Al rato volvió. «Te traigo un regalito». Era el libro de estilo de El País. «Perdona, tenía que habértelo dado antes». Sonrió y se fue. Poco a poco me fui recobrando. No había sido por cuestiones gramaticales, sino por convenciones vinculadas a la línea editorial. Aprendí lo importante que es ajustar la propia voz al tipo de publicación y a qué llamaban «línea editorial».
El síndrome del primer libro (y cómo remediarlo)
Por suerte, el momento horrible de recibir un texto repleto de modificaciones es algo que experimentarás solo una vez.
Jajaja, no.
Experimentarás esa sensación de vacío en la boca del estómago cada vez que recibas correcciones. Por suerte también te pasará lo siguiente:
- a) a medida que avances aprenderás y cada vez habrá menos tachones y
- b) cada vez te importará menos, porque empezarás a ver las correcciones como algo muy positivo.
Ten por seguro, eso sí, que no eres el primero ni el último en pasar por ese bache, y que es una parte fundamental del trabajo del escritor. Si no te consideras capaz de lidiar con eso, no te consideras capaz de ser escritor.
Como dice Óscar Iborra en el artículo de Esther:
A quienes se estén enfrentando a críticas ahora les digo que no se desanimen. Que no se lo tomen a nivel personal. Que se desapeguen de su texto y no tengan miedo de borrar y reescribir. No pierdes lo que te hace escritor por destrozar lo que has escrito y rehacerlo. Es como una especie de miedo a perder algo concreto, el texto que hemos escrito, y no ser capaces de volver a escribirlo. Pero hay que pasar por ese proceso de perder lo que hemos hecho para crear algo mejor. Corregir nos hace más fuertes, nos hace más escritores.
Con todo, hay algunas cosas que te ayudarán a reducir el escozor:
- Tu sistema de apoyo. Hay gente para todo, pero yo creo que el trabajo del escritor puede ser tan solitario y desagradecido que es importante tener una red de apoyo. Comunidades virtuales o reales, espacios de coworking o grupos online (como el ya mencionado Escritor Emprendedor), te ayudarán a superar los momentos de mayor inseguridad y frustración.
- Entender que no eres el primero en pasar por esto. No te sientas idiota por sentirte mal: ¡es completamente normal! Recomiendo de nuevo leer las entrevistas de Esther para ver de qué modo lidiaron otros autores con este problema.
- Leer un libro muy malo. Esto te parecerá una tontería, pero a mí me ayuda mucho. En mis momentos de bajona y duda leo algo terrible en línea o en papel y me digo que, por mucho que me falte por aprender, por lo menos no soy tan soberanamente inútil como Juancho Pérez, el de las novelas romántico-gores de vampiros hombres-lobo zombis.
- Celebrar la corrección. Hay dos formas de hacer esto: 1) Aceptar que has llegado a una fase más de tu libro y que eres un superviviente fabuloso. Sal con tus amigos, ve al cine, pasea feliz a tu mantícora por un monte bonito y lustroso. ¡Enhorabuena! O también puedes optar por: 2) Chupito por cada gerundio que el corrector te ha eliminado.
- Releer la opinión de las personas que se leyeron tu manuscrito y que se emocionaron con él. Las correcciones son la parte técnica: en realidad nos tomamos como algo subjetivo algo que debería ser robótico, una fase más de escritura, y nos olvidamos de aquello que es muy muy valioso: el placer de las personas que leyeron tu obra y consideraron que merecía mucho la pena.
- Tomártelo como una experiencia de aprendizaje. Conviértelo en algo objetivo y menos doloroso incluyéndolo de forma activa en tu sistema de trabajo. Categoriza tus errores, crea listas de referencias que podrás tener a mano en las revisiones de tus siguientes textos. Esto te ayudará a ver la corrección como la herramienta poderosa que es.
- Publica y comparte mucho, exponte constantemente a la crítica. La realidad del asunto es que cuantas más veces te corrija alguien, menos escuece. Esto también pasa, hasta cierto punto, con las reseñas. Pero de las reseñas hablaremos largo y tendido en otro momento, ya que dependen de factores muy distintos: la meta en una corrección nunca debe ser opinar, sino encontrar los fallos de un texto con el objetivo constante de mejorarlo y sacar todo su potencial.
Hay vida después de la corrección
Es muy normal que tras la publicación de un libro te sobrevenga una sensación de vacío y agotamiento. Puede incluso que tengas cierto bloqueo durante un tiempo. Muchas personas experimentan esa sensación antes, al recibir la corrección, así que entiende que esto nos pasa a todos, que no es que tú seas especialmente torpe. Muchos autores recomiendan parar la escritura un tiempo cuando termina el proceso de un libro, desconectar y descansar. Puede que eso te funcione, pero también corres el riesgo de que asocies ese libro con sensaciones negativas y cada vez te cueste más ponerte a escribir otra vez. Y cuanto más largo sea ese bloqueo más difícil será empezar de nuevo. Por eso yo suelo recomendar que no dejes de escribir en ningún momento: emociónate con una historia nueva lo antes posible. Durante unos días te costará horrores, pero poco a poco vendrá.
Una de las cosas malas (y buenas) de la escritura es que se trata de un trabajo de acumulación a muy largo plazo. Esto es malo porque el aprendizaje (y la venta de libros, ejem) es un proceso muy muy lento en comparación con otras habilidades. Pero también es bueno porque, a diferencia de las habilidades atléticas, por ejemplo, es algo que puedes desarrollar todo el tiempo que quieras. Es de los pocos trabajos donde serás mejor cuanto más viejo seas.
Y cuando tengas 76 años mirarás este artículo y te reirás por lo mal que lo pasaste en aquella primera corrección. 156 correcciones más tarde, te parecerá algo tan anodino como levantarte cinco veces a mear por la noche. Levemente molesto, pero necesario.
A no ser que para entonces seamos todos entidades avanzadas, grandes masas de carne fofa y sin forma con cerebros conectados a la nube, productos en masa de alimento y energía para nuestros señores los gatos robóticos.
En cuyo caso, es muy probable que todo esto de hablar de escritores y corrección se nos quede un pelín obsoleto, ¿no te parece?
NOTAS A ESTE ARTÍCULO:
- Si la corrección te sigue pareciendo un misterio insondable, puedes recurrir a mi libro, 70 trucos para sacarle brillo a tu novela, para entender un poco mejor cómo funciona y para aprender a aplicar revisiones básicas a tu libro. También puedes pedírmelo firmado (escríbeme a gabriella@gabriellaliteraria.com).
- Este artículo existe gracias a la generosidad de mis mecenas: Pamela Rojas, Jorge del Oro, Carlos S. Baos, May Quilez, Eduardo Norte, Carla Campos, Adela Castañón, Anabel Rodríguez y Daniel Hernández Alcojor. ¿Te gusta este blog y quieres que siga actualizándose? Mi tiempo lo pagan tus donaciones. Es fácil ayudarme con Patreon.
Créditos:
- La idea de la cima de la gilipollez viene de esta web (pero el gráfico es mío, que su trabajito me ha costado).
- Foto del anuncio de champú por Irina Bg en Shutterstock.
- Imagen de burritos adorables por poupine en Shutterstock.
- Foto de corrector muy sospechoso por Atstock Productions en Shutterstock.
- Imagen de portada de chica resacosa por Dmitry A, en Shutterstock.
Cada vez me gusta más el periodo de edición y menos el de la primera escritura, y eso lo aplico también a la corrección. Creo que lo mejor que puede hacer un corrector por ti es cuidar tu texto, y cuidar tu texto es precisamente ayudarte a que quede mejor. A veces pica, pero también pica la mercromina.
También te digo que he tenido mucha suerte a la hora de enganchar correctores. Me sé algunas historias de terror en las que un corrector destroza por completo el manuscrito por querer imponer su propio estilo.
Bueno, la Cristalmina pica menos 😛
Enhorabuena por haber tenido buenos correctores: eso es muy muy valioso.
Enhorabuena Gabriella, excelente trabajo, vaya mina de información que eres, qué profesional. Me he vuelto a suscribir en tu newsletter por supuesto (espero que lo haya hecho bien) un abrazo, Carlos
¡Muchas gracias, Carlos!
Un artículo extraordinario, Gabriella.
Creo que el título no hace justicia a lo que encuentras luego en el artículo en sí, pues va mucho más allá de lo que necesitas para la primera vez.
Me ha encantado la guía con este nivel de detalle de cómo afrontar una corrección, con los momentos en que probablemente sea culpa ver cosas raras y cuándo puedes sospechar de la calidad del corrector. Creo que «las doce pistas para saber si te han hecho una buena corrección» merece un artículo propio de lo importante e interesante que es.
En resumen, me reitero: un artículo sobresaliente.
¡Muchas gracias, majo! Fíjate que, una vez hecho el artículo, lo pensé también. Tal vez la parte de cómo saber si la corrección es buena merecería un artículo separado. Pero bueno, hecho está 🙂
Parece que un tema como la corrección, no puede dar tanto de sí… y mira (y eso que se hace laaaaargo).
Diría que no se te ha escapado nada. ¡¡Real, como la corrección misma!!
Me gustó leerte, Gabriella, un gran artículo. En especial, las pistas para saber si te han corregido bien.
Un saludo.
Estupendo artículo, en mi opinión. Yo suelo decir que corrijo el texto, no al autor, que es otra manera de decir que no es nada personal. Aun así, a veces cuesta mucho convencer a un autor (o a un traductor) de que hay asuntos gramaticales o pragmáticos que desconoce y que un buen corrector profesional domina.
Aquí os dejo este documento pensado para personas que quieren encargar una corrección; quizá a alguien le sirve lo que explica
http://www.uniondecorrectores.org/decalogo-para-encargar-la-correccion-de-un-texto/
Es fantástico ese documento, Pilar. Se lo recomiendo a todo el mundo. De hecho, voy ponerlo en el artículo ahora mismo, porque es un recurso estupendo que nos facilita la vida a todos (correctores y corregidos).
Estupendo, Gabriella. No sabes cómo me alegra que se útil. Un abrazo.
Hacía mucha falta este artículo, así que gracias, Gabriella.
La primera vez siempre es más bochorno, después ya le pillas el punto. Y no lo digo por experiencia. Todavía no di el paso de contratar los servicios de un corrector profesional, aunque quisiera hacerlo cuando se dé el caso.
Sí recuerdo la vergüenza, que me puse hasta colorada, cuando mi hermana (más puesta) me devolvió mi primer manuscrito lleno de tachones rojos. Más que resaca fue un tierra trágame. Claro que entonces yo ni sabía que existía este oficio, suerte si había llegado al corrector del Word, que ya me parecía, uf, lo más. Ahora ya no voy tan torpe, aun así… Aun así fantaseo con ese retoque apenas perceptible pero definitivo, mientras me empeño en escribir algo de vez en cuando. Solo por curiosidad, me gustaría tanto leer algo mío bien corregido…
Me doy cuenta que muchos lectores ignoran esta labor a la sombra, no tienen por qué conocerla, y por ende desconocen cuánto esfuerzo invertimos quienes nos empeñamos en publicar nuestras historias, sin respaldo editorial. Sin ná. Eso sí, por el camino vamos atando cabos. Pero quedan tantos sueltos: errores, gazapos, horrores, muletillas, erratas… Atrevidos somos (por no decir inconscientes), y no, no lo sabemos todo todo, ¡faltaría!
P.S. Muy útil el tutorial sobre control de cambios; esclarecedor, el documento de la Unión de Correctores.
¡Hola, Laura! ¡Esa primera vez de tachones rojos es terrible! Pero todos esos fallos nos ayudan a aprender, creo yo. De los errores aprendemos mucho más rápido que de los aciertos 😛
Gracias por leer y comentar.
Otro genial artículo tuyo que sumo a una lista de imprescindible. Este lo etiqueto como «artículo que debe leer el cliente antes y después de una corrección». Y en breve empezaré a sugerir que se lea dos veces, por si la primera vez no queda algo claro. 😆
Abrazos, guapa.
Aish, mil gracias. La verdad es que muchos problemas que veo entre correctores y clientes surgen de una mala comunicación, falta de información y expectativas erróneas. Documentos como el de Pilar deberían ayudar con este tema (y, ojalá, el mío también).
Estoy a punto de comerme una corrección que me va a escocer.
Voy a pensar muy fuertemente en lo bonito y bien peinado que va a quedar al final. Solo quiero ver esa imagen ahora mismo xDDD
Me quedo un pelín más tranquilita después de leer tu artículo, pero que ganas de ser vieja y escribir mejor xD
Gabriella eres maravillosa. Adoro leerte.
Aunque le han faltado fotos de unicornios (sad face).
Espero que al final esa corrección no escociera demasiado…
Intentaré acordarme de poner fotos de unicornio en el próximo artículo, pero no prometo nada. Últimamente me ha dado por las cabras.
Me encanta el concepto de La cima del imbécil xD Totalmente de acuerdo, según vas aprendiendo y aceptando críticas te vuelves más maduro y menos piel fina. A mí en clase cuando me corrigen algún relato pienso: ¿Pero por qué habré puesto esta mierda aquí? Si en el fondo sé que está mal.
Y aún así la pones por puro ego y hace falta que alguien que sabe te de la colleja para que escuches con el tiempo a tu Pepito grillo interior
Sin ir más lejos, en mi comentario tendría que haber escrito: «Me doy cuenta de que», en vez de «Me doy cuenta que». Ay, ay, ay.
Creo que he superado la cima de la gilipollez, he bajado al valle de la desesperación y ahora mismo estoy en la cuesta del aprendizaje. Me encanta ponerle nombre al proceso de evolución. Efecto Dunning-Kruger. Hasta suena bien 😉
Enhorabuena entonces por estar subiendo esa cuesta 😉
Excelente articulo, Gabriella!!!
Como siempre, claro y de gran utilidad.
¡Muchas gracias!
Hola, Gaby, un placer leerte.
Como siempre, eres acertada y enfática. La mayoría de escritores noveles no nos gusta ser corregidos. Tenemos un ego del tamaño del mundo. Una premura infantil por ver publicada la obra. Y algo peor: la esperanza que esa novela nos sacará de pobres. Es natural, somos humanos.
Por otra parte, un autor novel, por muy consciente que sea de sus errores, no siempre tiene 1000 euros para someterla a un corrector de los buenos. Son aproximadamente 22 mil pesos mexicanos, un dineral en mi país. Entiendo, es un gran trabajo mental, y el profesional tiene que pagar facturas. Comprendo, según Ernest Hemynwey, la primera novela es una mierda y pide a gritos ser corregida.
¿Cómo compaginar las necesidades del autor y el corrector? El primer libro lo más seguro es que no se venda. A menos que sea pensado para ser un gran bestseller. El debutante no tiene posibilidad de recuperar lo invertido. Es un soñador, confía en su talento, tiene ganas de triunfar, de darse a conocer, y de ser posible ganar el nobel. Hay grandes escritores que surgieron de la pobreza.
Ahora bien, ¿un corrector tiene que ser también escritor? Sin duda. Debe tener varios libros y haber circulado medianamente. Hay excelentes talleristas, en la red, que no tienen un solo libro publicado. Eso les resta credibilidad, ¿cómo confiar en quien no ha recorrido el camino? La mejor enseñanza serían sus propios libros.
Un soñador nato…
Mi mayor ilusión es ser un escritor de los que no necesitan corrección. O muy pocas, claro. Soy obsesivo compulsivo corrigiendo mis textos. Por el número de lectores, que tiene mi blog, intuyo que no lo hago tan mal. Posiblemente agrade mi estilo o los temas que abordo. Quiero ser diferente y abrir nuevos caminos.
Cuando escribo jamás pienso en el dinero. Una escritora, profesora de literatura en la universidad, corrige mis textos. La última vez que hablé con ella me dijo: «aún tienes un diez por ciento de errores», ¡Guau! Quiere decir que voy avanzando. Tiene 10 libros publicados de todos los géneros. Vivo holgadamente de mi trabajo.
Les dejo un texto, y juzguen si no es «suigéneris»: http://letrasarteyoriginalidad.blogspot.com/2018/01/dialogando-con-zapata.html
Gracias por tus palabras, José. Un solo apunte: no estoy segura de que el corrector tenga que ser también escritor. Hay correctores excelentes que entienden perfectamente el funcionamiento del estilo y la lengua, pero que no escriben (o por lo menos no de forma profesional).
Besos.
Bueno, bueno, bueno.
Gracias por este post tan bueno y muchas gracias por citarme en él. Espero que mi aportación sirva para alguien (o que me pongan una calle en mi barrio, o un callejón, o un arbusto)
Esa gráfica de confianza y conocimiento, con su cima de la gilipollez, es soberbia.
Lo del cambio raro, rarísimo seguro que te sirve para aprender, como dices, pero me da que la primera reacción será más hacia la conservación, en plan: “pero ¿qué hace este corrector quitando todo esto? ¡Entonces la historia ya no es la misma!” Por mi parte, hay veces que cuando estoy escribiendo o planificando una historia me pregunto de pronto “¿y si…?”, y esa pregunta conlleva un cambio significativo de la historia. Pero supongo no es igual cuando lo hace uno como escritor a cuando lo ve en su obra hecho por un corrector.
Y lo de leer un libro muy malo como apoyo es una verdad enorme, aunque a veces me vengo arriba y digo lo mismo con otro libro que no es malo, que sé objetivamente que no es malo, pero me puede la envidia.
Muchas gracias de nuevo y un fuerte abrazo,
Óscar.
¡Muchas gracias a ti, Óscar, por compartir tu experiencia!
«me da que la primera reacción será más hacia la conservación, en plan: “pero ¿qué hace este corrector quitando todo esto? ¡Entonces la historia ya no es la misma». Sí y eso puede ser parte del problema. Tendemos a pensar que cada coma es preciosa y no tiene que ser así. Todo depende, también, de en qué punto de la gráfica estés. Si ya eres consciente de tu competencia, sí que puedes aducir razones técnicas para cada coma. Esa es la diferencia, creo yo 🙂
Hola, Gabriella:
Gracias por este texto desde el otro lado de la barrera. A los correctores a veces nos cuesta hacer entender por qué nuestro trabajo es tan necesario.
Yo no escribo, como sugiere una persona que ha comentado por aquí, pero sí leo mucho y veo por qué hacemos falta. A veces, buenos libros se echan a perder por falta de corrección y, otras veces, libros normalitos salen del paso por haber llevado un buen control de calidad. Y eso es así.
Y claro, nunca es una cuestión personal para nosotros. Es nuestro trabajo y tratamos los textos con cariño.
Te comparto y te sido desde ya.
¡Un saludo!
¡Gracias a ti por tu comentario, Raquel! 🙂
Gracias por este artículo, sin duda la corrección es imprescindible. Te comento mi experiencia al respecto.
El sentimiento que me han despertado las tres correcciones de mi primera novela, ha sido de GRATITUD, si así con mayúscula.
Corrección ortotipografica: Acepté el 99% de las correcciones (que fueron muchiiiisimas)
Primer informe de lectura: Correcciones a la primera y segunda parte, más reescritura de la tercera parte completa.
Segundo informe de lectura: Unas cuantas correcciones adicionales.
Luego de eso, aún realicé alguna modificación y algún pequeño agregado.
Esa novela ya salió del nido, veremos si es capaz de volar.
Compré el libro de los 70 trucos para sacar brillo a mi novela y lo utilizaré con la novela que estoy escribiendo ahora. Con seguridad me va a ser muy útil.
Cordiales Saludos.
¡Gracias, Rolo! Espero que mi libro te ayude.
Las acciones que describes son las más recomendables ante una corrección y un informe de lectura, sin duda. Por tu reacción, tiene pinta además de que te hicieron un buen trabajo 🙂
La corrección es pura terapia de choque para el que escribe, se expone, por eso es tan dura si no estás preparado para lo que podría venir.
Como siempre, extenso y minucioso… muchas gracias por compartir, siempre haces reflexionar.
Una queja del artículo para terminar, qué decir de la foto… En esto estaremos de acuerdo, esta resaca no es por una fiesta… ¡publicidad engañosa!
¡Gracias, Jon! Y creo que las resacas de corrección pueden ser incluso peores que las de las fiestas 😉