Aburrimiento. Indecisión. Sin metas fijas, sin ilusiones. Sin saber hacia dónde tirar. Sin motivación.
¿Te suena de algo?
La motivación no es determinante para conseguir algo: lo determinante es el trabajo diario y para eso nunca hay motivación suficiente. Aun así la perseguimos, a la busca de la nueva emoción, de ese subidón que nos da comenzar un nuevo proyecto o leer un libro que nos restaura la fe en nosotros mismos.
Hay detonantes, trucos que nos permiten volver a ponernos en el camino adecuado o, por lo menos, en el camino menos nefasto (ese que conduce a la abulia y a la desesperanza). Atajos para recuperar la ilusión.
De eso quiero hablaros hoy.
A riesgo de pisarme con mi artículo sobre cómo volver a enamorarte de la escritura, creo que merece la pena comentar los hacks para recuperar la motivación que propone Steve Pavlina. Más que nada porque no solo sirven para darle un acelerón a tu escritura, sino también a tu vida en general.
Pavlina es un ser polémico y yo misma desconfío de mucho de lo que escribe. En el último par de años se ha vuelto un poco demagógico para mi gusto y tiene salidas new age que a veces huelen a pseudociencia y a espiritualismo exacerbado. Pero eso no quita que, cuando no está hablando de talleres de crecimiento personal, de subjetivismo extremo y de su comunión con el mundo, siga proporcionando contenidos realmente buenos. Recomiendo su blog también por sus experimentos variados, desde el sueño polifásico hasta el poliamor y el BDSM. No se corta un pelo y personalmente admiro mucho su valentía a la hora de enfrentarse a supuestos fundamentos de nuestra vida diaria.
Pero vamos a lo que vamos. Hace poco publicó en su blog un artículo con atajos para volver a encender la chispa de la motivación. Aquí los traigo, calentitos:
Pavlina y ocho atajos para recuperar las ganas
- Ábrete a lo nuevo: Pavlina argumenta que necesitamos muchas experiencias para poder comparar y elegir aquello que más nos gusta y conviene (hablamos de esto también en el artículo del viernes pasado, con el recorte de James Clear). Como escritores, es un buen consejo: leamos de todo, escribamos en muchos géneros y busquemos también otros pasatiempos creativos: unas disciplinas alimentan a otras. Si no probamos muchas cosas, no aprenderemos lo realmente bueno y original. James Altucher dice que es entonces cuando se produce idea sex, cuando dos ideas dispares se combinan para dar a luz a una idea realmente buena (más sobre como combinar ideas al escribir aquí).
- Presta atención a tus miedos: El miedo nos bloquea. Analiza tus miedos e intenta identificar un miedo que sea irracional, un miedo que, si actuaras pese a su bloqueo, no produciría ningún daño real (algunos ejemplos: hablar en público, subirse a un avión, abandonar un vicio, llevar a cabo cierta fantasía sexual). Para los escritores, no hay mayor miedo que compartir lo escrito (¿y si es horrible? ¿Y si en las reseñas dicen que soy inútil? Spoiler: siempre habrá una reseña que diga que eres inútil, hagas lo que hagas). Termina aquello en lo que estás trabajando. Publica, comparte. No hay mayor motivación que la sensación de libertad que eso produce.
- Sumérgete por completo: Si quieres aprender algo nuevo, no hay manera más rápida que sumergirse por completo. Date permiso para lanzarte plenamente a tus obsesiones de vez en cuando. Haz una maratón de escritura, lárgate a un retiro para escritores, dedica un día completo a leer un libro excelente. Recuerda lo que era apasionarte por algo.
- Elimina las obligaciones sin sentido. Pavlina pone el ejemplo de comprar regalos para cumpleaños y navidades, ya que le parece una tradición absurda. No creo que lo imite en ese campo (¡hacer regalos mola!), pero hay unas cuantas cosas que solemos hacer por un sentido truncado de la obligación. Desde que el blog empezó a crecer un poco, he perdido la cuenta de las veces que he tenido que decir «no». Dedico mucho tiempo a intentar ofrecer información útil en esta web; si empezase a hacer absolutamente todo lo que la gente me pide a nivel individual, no podría dedicarme ni al blog, ni a mi escritura ni a nada. Echad un ojo a todo lo que hacéis durante el día: ¿hay algo que hagáis sin un sentido claro? ¿Una obligación que cumplís no por necesidad, ni verdadero afecto, sino por no quedar mal?
- Abandona rápido. Sí, ya sabemos que se necesita mucho tiempo y disciplina para ser bueno en algo. Pero, en tu proceso de probar cosas, acuérdate de medir y de abandonar con rapidez aquello a lo que no le veas un provecho actual o futuro. Muchas actividades tienen un claro techo de cristal, o se mueven en un sector limitado/con exceso de oferta y escasa demanda. Igual te encanta escribir cyberpunk, pero si tu meta es vender, llegará el momento en que tendrás que enfocar hasta qué punto ese género puede darte lo que buscas. Hay un sesgo cognitivo peligroso que es el miedo a desperdiciar el tiempo invertido en algo; y cuanto más tiempo inviertas más te costará abandonar, por aquello de no querer admitir que has dedicado todo ese tiempo y esfuerzo para nada (algo parecido pasa con el dinero y con las relaciones personales). Márcate un tiempo para tomar una decisión: si en ese tiempo no ves ventajas claras ni pasión por una actividad, déjala rápido o acabarás viéndote durante años entregado a asuntos que en realidad no terminan de gustarte ni de proporcionarte ningún avance. El truco está, claro, en diferenciar esto del típico aburrimiento y desidia de la rutina y de las tareas diarias en los proyectos que merecen la pena. Por eso es tan importante tener metas específicas y una buena medición de resultados.
- Tómate vacaciones de verdad. Tómate dos días o dos semanas o dos meses, pero desconecta. Volverás renovado e inspirado. Esto es importantísimo y yo lo hago fatal. A veces caigo en la trampa de trabajar y trabajar y trabajar hasta quemarme, y luego paso unos días completamente fuera de combate. NO. Programa los días libres: necesitas descansar para poder hacer más y mejor. Hago una excepción con la escritura: escribir es algo que hago a diario, descanse o no descanse, para no perder el hábito.
- Cambia el enfoque. Si empiezas a sentirte agobiado con lo que estás haciendo, prueba a cambiar radicalmente de enfoque, a dedicarte a otra cosa durante un tiempo. Si el proyecto original realmente era importante para ti, volverás, con más ganas que nunca. Y todo lo aprendido mientras, en otro campo, te será útil; sobre todo si te dedicas a concentrarte en partes de tu vida que has estado evitando (burocracia y papeleo; limpieza; salud; vida social…). Quitarte de encima esas losas pesadas que te estaban agobiando, quitarte de encima todo ese lastre emocional, ayudará muchísimo a tu escritura.
- Deja de preocuparte por la indecisión. Se nos vende que debemos tener UNA pasión, una prioridad. Y sí, yo creo que elegir es muy importante. Pero conforme pasa el tiempo cambiamos, nuestros intereses y prioridades cambian. Debemos darnos permiso para experimentar, para meter los pies en muchas piscinas. Esto no puede durar siempre, claro, y es un peligro acostumbrarse a la emoción de iniciar proyectos para luego abandonarlos en cuanto la cosa se pone un poco difícil o pesada, pero podemos tener varios intereses y puede llevarnos un tiempo elegir o entender cómo adaptar unos intereses a otros. Y no tiene nada de malo ser flexible. Creo que la clave está en dedicar toda nuestra atención a una cosa a la vez. Eso no significa que solo pueda dedicar toda mi atención a una sola cosa durante el resto de mi vida.
Lo llevaría aún más lejos. Está bien ser indecisos sobre nuestras opiniones, sobre nuestros conocimientos. Mi objetivo es vivir en un estado constante de desconocimiento, de no aceptar como completamente válidas todas mis opiniones ni mis conocimientos. Y conseguirlo de manera activa, sin dejar de querer aprender ni escuchar las opiniones y conocimientos de otros. Sin que eso me paralice ni me deje clavada en el camino, sin saber qué hacer. Como dice Pavlina:
Creo que no pasa nada por estar indeciso. Tengo 44 años, y todavía paso por periodos de indecisión acerca de qué hacer o experimentar. Incluso cuando me siento seguro, a veces me equivoco. La diferencia está en que no me enfado conmigo mismo por esos periodos de indecisión y no dejo que otras personas me critiquen por ello tampoco. Me tomo la indecisión como un tiempo para explorar y estirar mis límites.
Si no sabes qué hacer, sigue escribiendo, sigue creando. Experimenta, prueba diferentes temáticas y géneros, cárgate tus límites, prueba distintas voces. Y el día menos pensado encontrarás la tuya. Si le das el tiempo y la valentía suficiente ocurre, os lo prometo.
¿Pero qué ocurre cuando tenemos límites de los cuales ni siquiera somos conscientes? Nathan Berry nos ofrece una buena solución.
Berry y los consejos que no pediste
¿Os habéis dado cuenta de que a veces opinamos sobre el trabajo de gente cercana a sus espaldas, pero no les contamos nuestras opiniones a la cara?
No lo digo en el mal sentido. A lo mejor resulta que ves clarísimo en qué falla otro escritor, por qué no está escribiendo bien/progresando/vendiendo/ligando con groupies, pero no se te ocurre comentárselo a él directamente. Igual ni se te ha pasado por la cabeza, o temes que le siente mal.
Sabemos lo cabezones que nos ponemos todos cuando enfocamos la vista en algo concreto y no somos capaces de verlo desde fuera. Cuando nos empeñamos con un árbol y no conseguimos ver el bosque, aun cuando nos lo describa un amigo desde su helicóptero. También es verdad que a veces nos traen consejos personas que no conocen para nada nuestro sector, personas que llegan con la mejor de las intenciones a proporcionarnos la Gran Solución, cuando nosotros hemos probado ya esa solución (y mil otras) y sabemos bien por qué no funcionan. No sé a vosotros, a mí ese tipo de consejo me da entre risa y ganas de puñetazo. Como cuando te dicen que deberías escribir fantasía juvenil, que debe de ser muy fácil porque es un género en que todos los libros son muy malos y venden a puñaos. Sí, eso.
Pero a Berry se le ocurrió una solución, en un retiro que hizo con amigos emprendedores. Se dio cuenta de que entre ellos tendían a hablar de fallos de otros conocidos, no presentes. Y Berry se dijo que oye, que por qué no hacerlo a la cara, como ejercicio de tormenta de ideas.
La estructura que propone Berry me parece muy buena, y creo que se trata de un ejercicio que podría realizarse bien en un taller de escritura o incluso en un grupo pequeño de escritores que tengan cierta confianza entre ellos. En los grupos de escritura se hacen cosas similares: las «críticas» a los textos leídos por otros. Pero esto iría más allá. Si tienes amigos escritores más o menos a tu nivel de habilidad (o por encima de este), que conozcan de forma general tu manera de escribir, de trabajar, de promocionarte, son los más indicados para participar en este ejercicio, dirigido no solo a mejorar tu escritura, sino todo tu proceso de trabajo. Creo que festivales como el Celsius, por poner un ejemplo concreto, podrían ser buenos puntos de encuentro para algo así, pero valdría cualquier lugar que sirviese de reunión para autores, con alguna sala tranquila donde trabajar. Funcionaría del siguiente modo:
- Cada sesión se centrará en un sujeto durante quince minutos.
- El sujeto se quedará ahí sentado y tomará notas.
- El sujeto no podrá hablar ni interrumpir en ningún momento. Solo podrá tomar notas.
- Los presentes hablarán del sujeto como si no estuviera allí.
La idea es representar la escena como si el sujeto no estuviera presente, por lo que los demás hablarán con mayor libertad (intentando, claro está, ceñirse a temas objetivos, no entrar en valoraciones de la persona). El sujeto no podrá interrumpir: con esto se pretende que no busque justificarse ni explicarse, sino que se concentre realmente en lo que se le está diciendo. Con sus notas, será libre de hacer caso a lo que le convenga e ignorar aquello que no le sirva. En ningún momento se tratará de una sesión crítica, sino que se presentarán ideas y opiniones basadas en resultados. Esto es importante. Muchas veces nos justificamos con el proceso («es que eso todavía no lo he probado», «es que estoy en ello», «es que no tengo tiempo para X»), pero lo que ven los demás es lo que producimos, ven los resultados: lo que hemos conseguido (o no). Ellos ven todo el bosque, por lo que merece la pena escuchar sus comentarios (sobre todo en las partes en las que todos estén de acuerdo).
¿Por qué es importante esto?
Porque los resultados que ven tus compañeros son también los que ven tus lectores. Tener alguna idea de la percepción que tienen de ti puede ser impactante al principio (¡nunca se corresponde con la que tenemos de nosotros mismos!), pero tremendamente útil. Es posible que mucho de lo que te digan no te sirva de nada, pero si se mencionan temas que has estado evitando, cosas que ya te habían comentado otros, o incluso ideas que nunca se te habrían ocurrido por ti mismo, más te vale ir analizando lo que ya dabas por sentado.
En el fondo es como una gran reseña de tu trabajo, con la ventaja de que la realizan personas que te conocen bien y que conocen el sector en que te mueves. Y debes hacer como con las reseñas: quédate con aquello que se repita mucho de una persona a otra, y analiza por qué te impactan comentarios que nunca te esperarías.
La información que podemos obtener de una sesión de este tipo entra en contacto con toda la información que pueden proporcionarnos experiencias diversas, como las que hemos visto en el primer apartado. Y gracias al método que vimos de James Clear la semana pasada, podemos lanzarnos a tomar una decisión, a perseguir una meta. ¿Pero qué ocurre cuando nos vemos paralizados por la duda? ¿Qué ocurre cuando tenemos tantas acciones posibles y el futuro se ve borroso, inalcanzable?
He pasado por eso. No puedes moverte. No sabes qué hacer. Incluso las decisiones más diminutas (qué ponerte, qué comer, qué contestar a un correo sencillo) pueden convertirse en grandes desafíos. Me gusta cómo lo enfoca Len Markidan, en su blog Home Office Hero, porque la solución que ofrece es la misma que me sirvió a mí:
Markidan y el secreto del éxito
¿No es curioso ver fotos de antes y después? Primero, la imagen de la chica con sobrepeso, en un chándal rosa fucsia de terciopelo y sin maquillar, el pelo por todas partes. Luego, la imagen de alguien que nos juran que es la misma: con treinta kilos menos, un cuerpo fibroso y espectacular, pelo y maquillaje profesionales.
Probablemente no sean la misma persona, claro. Pero en ocasiones encuentras casos de antes y después reales, ya sean del escritor al que rechazaron incontables veces, tan pobre que tuve que casarse con ropa prestada, que ahora es uno de los mayores superventas del mundo; del informático sedentario con panza que se lanzó al gimnasio y se convirtió en un ubergeek cuadrado y empresario de éxito; del tipo con distrofia muscular, paralizado hasta el cuello, que se ha convertido en uno de los blogueros más conocidos de la industria.
¿Cuál es su secreto?, se pregunta Markidan. Y eso mismo es un problema: no hay atajos, ni soluciones milagrosas. Nos venden muchas, pero en realidad no existen. Y así se sustentan negocios millonarios de dietas extremas, libros de autoayuda que prometen que el universo conspira para darte lo que quieres y todo tipo de superalimentos y suplementos nutricionales que te prometen una salud perfecta de golpe.
Con los grandes escritores ocurre. ¿Cuál es el secreto de Joyce, de Hemingway, de Dickens, de Quevedo? ¡Suerte y talento!, gritan unos. ¡Eran genios!, gritan otros. Tal vez. Pero dicen que Joyce podía tirarse un día entero en busca de la frase perfecta y no hay que investigar mucho para dar con la gran cantidad de material que producía Dickens a diario para mantener el ritmo de publicaciones periódicas que acabarían convirtiéndose en sus novelas. Cuando nos encontramos abrumados con mil decisiones, con todas las opciones que se nos presentan, es fácil perderse en ensoñaciones: suplicamos una gran oportunidad, un contacto allí arriba, en el olimpo de lo literario; una inspiración brutal que nos hará escribir sin esfuerzo la mejor obra de la historia; soñamos con un lavado de cerebro masivo que convencerá a todos los lectores habidos y por haber de que somos lo mejor que ha parido madre desde que la mamá de Farrokh Bulsara* empezó a tener contracciones.
¿Cómo entonces, podemos arrancar? ¿Cómo llegar al final? ¿Cómo convertir toda esa potencia en acción pura y dura?
Así lo dice Markidan:
- Tómate 5 minutos (pon una alarma y no te des ni un segundo más) y elige el enfoque que vas a utilizar para conseguir tu objetivo.
- Márcate el primer pasito que necesitas para llevar este enfoque a la acción. Deberá ser muy pequeño: crear un documento de tareas en una app de notas, hacer ejercicio durante diez minutos, construir el esquema básica del artículo que querías escribir, etc.
- ¡Ya está! Simplemente con elegir tu plan de acción ya has progresado. Mañana, actúa y realiza ese primer pasito y averigua cuál debe ser el siguiente.
- Repite hasta alcanzar tu objetivo.
Mañana podrías estar un día más cerca de conseguir lo que quieres, o no.
A veces nos perdemos de tanto darle vueltas a cómo conseguir algo, cuando realmente es haciendo, progresando, donde aprendemos el cómo. No te quedes bloqueado, ¡empieza! Una decisión pequeña y mala puede rectificarse, enderezarse en el camino: es mucho mejor eso que nunca tomar esa supuesta decisión grande que te cambiará la vida.
Mañana podrías estar un 1% más cerca de tu objetivo. Mañana, como dice Markidan, podrías estar un día más cerca de conseguir lo que quieres. O no, si no haces nada hoy, si no haces nada mañana.
Todo depende de ti.
*Un gallifante para ti (o un grifo diminuto de peluche, o un dragón de purpurina o lo que más ilusión te haga) si acabas de abrir Google para buscar «Farrokh Bulsara».
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Un artículo muy interesante, como siempre Gabriella. A veces es cierto que hace falta un empujoncito para llevar a cabo tareas, proyectos o simplemente pequeñas acciones. Después lo haces y sientes una gran satisfacción.
Respecto a la indecisión, qué bien! Creía que yo era la única indecisa!
Gracias por estos atajos.😃
Hola por aquí 😉
«tiene salidas new age que a veces huelen a pseudociencia y a espiritualismo exacerbado»
quieres decir magufo warning?? xD
«escribir fantasía juvenil, que debe de ser muy fácil porque es un género en que todos los libros son muy malos y venden a puñaos».
nada es fácil, eso está claro, porque como en todo, hay mil frentes. lo que pasa es que la literatura juvenil tienen ALGUNAS cosas que sí la hacen fácil. estoy leyendo ahora ‘el nombre del viento’ y a los protagonistas sólo les falta decir: ‘qué pasa, colega, qué marcha me llevas?’ xD.
«Si tienes amigos escritores más o menos a tu nivel de habilidad».
nunca he conocido a ningún escritor (me refiero a mínimamente bien). ni siquiera amateurs nivel cloaca. amigos ni te cuento ^^
«¿Cuál es el secreto de Joyce, de Hemingway, de Dickens, de Quevedo?»
es curioso pero lo veo en todos los blogs que miro: se citan como paradigmas, sobre todo, autores americanos, anglosajones por ende, en vez de españoles, con todo lo que tenemos en lo patrio! (o de otros países). why?
«Farrokh Bulsara»
jeje, buen guiño. uno de mis jugadores de rol tenía un personaje brujo (dúnedain ^^) que se llamaba Bulsara. y no descarto meter ese nombre en mi novela :p
Si, Gabriel la. Acabo de ganar un gallifante ;). Muy buen articulo, guapa. Estoy totalmente de acuerdo con Markidan y también contigo. Para mi es necesario tomar distancia de vez en cuando y desconectar o dar carpetazo provisional a algunos proyectos (tanto más necesario si el proyecto es ambicioso y requiere de todo mi esfuerzo). Después de unos días (a veces incluso semanas) vuelvo con otra mirada que me suele dar la energía necesaria y adecuada para continuar.
Un besote.
Voy retrasadísima con tus artículos pero es que me encanta disfrutarlos despacito… y cuando son los recortes literarios me lleva más tiempo porque claro, me pierdo por los links (Interesantísimos) que nos ofreces…
Qué curioso. Precísamente lo que propone Berry es la estructura exacta de los workshops que hacíamos en mi máster de Escritura Creativa en Lancaster. Nos reuníamos todo el grupillo de escritores en una sola y debatíamos el trabajo de cada uno durante 20 minutos. El autor del trabajo que se estaba debatiendo no tenía permiso para intervenir, solo tomar notas. Y eso hacía mucho más fácil que todos pudiéramos hablar sin tapujos de lo que podía estar fallando en la escritura. Estar ‘al otro lado’ era muy intenso… yo me dedicaba a apuntar todo lo que escuchaba sin procesarlo para no perder detalle. Días después me leía las notas y filtraba los comentarios que me resultaban útiles… No te puedo contar todo lo que he aprendido gracias a ese método, ni lo rápido que mejoro mi trabajo (en comparación con lo que habría podido producir yo sola).
Muchas gracias por tus artículos, me encanta leerte 🙂
Yo voy retrasada con tus comentarios, pero sé que me perdonas 😉
Me ha comentado también otra persona que se hacen ejercicios similares al de Berry en algunos talleres. Debe de ser toda una experiencia, estar bajo ese estado de sitio. Pero sí, a veces brutalidades como esas nos dan el arranque que necesitamos para mejorar.
Muy interesante el artículo Gabriella.
En el taller de poesía en el que yo estaba (aclaro que la poesía no es lo mío pero me pareció interesante aprender algo de este campo «abrete a lo nuevo como dice Pavlina) también hacíamos algo parecido a lo que propone Berry y la verdad es que es muy útil y enriquecedor. Todos dábamos nuestras opiniones sobre los textos escritos por el compañero y sobre su forma de escribir y tómábamos notas de todas las críticas, opiniones, acotaciones o propuestas de mejora. Evidentemente luego cogíamos lo que queríamos, aunque si había algún fallo o error en el que coincidía la mayoría, intentábamos corregirlo o al menos evitarlo en la medida de lo posible. Yo ni así conseguí un buen poema, pero aprendí mucho.