¿A ti no te da cosita? ¿No arrugas el entrecejo cuando te preguntan a qué te dedicas?
Si la respuesta es «no», es que realmente no te tomas en serio lo de hacer libros (¡tachán! ¡Acusación dogmática!) o igual vives en otro planeta. Me encanta saber que mi blog se lee en otros planetas.
Si no me crees, tengo testimonios.
(Testimonios sobre lo de arrugar el entrecejo al decir que eres escritor, no sobre lo de que mi blog se lee en otros planetas. Es problemático traducir desde el plutoniano. La llegada no tiene ni idea de cuánto).
Recordaréis (o no, con eso de que tenéis vidas maravillosas y perfectas y muy ocupadas en las que mis artículos son la última tarea de vuestro bullet journal) que hace poco convoqué un concurso en el que os pedía que me contarais la reacción que obteníais cuando le contabais a cualquier civil de a pie que erais escritores.
Lo pedí en Facebook (ven a mi página, tenemos caramelos, alcohol y fiestas), en Twitter y, sobre todo, en mi lista de correo. Si no estás apuntado/a, te estás perdiendo muchísimas palabras íntimas y personales en las que hago un poco el canelo, pero allá tú.
Abrí ese correo en particular con está anécdota de Joanna Penn:
«Así que estoy en una fiesta, en una esquina, agarrando mi copa de vino, a la espera de que el alcohol ayude con mis tendencias introvertidas. Se acerca la amiga de una amiga:
—Me han contado que eres escritora —dice—. ¿Y qué escribes?
—Thrillers —le contesto—. Y algo de ensayo.
—Ooh, ¿eres famosa? ¿He oído hablar de ti?
—Hmm, lo dudo, si te soy sincera. Solo hay algunas grandes marcas de las que todo el mundo ha oído hablar, como J.K. Rowling o Stephen King.
—Ah, vale. —Le pega un sorbo a su pinot grigio—. Entonces, ¿podría encontrar tu libro en una librería?
—Sí, puedes encontrar mis libros en las librerías online más grandes del mundo: Amazon, iBooks, Kobo.
Ella frunce el ceño.
—Me refería a una librería física, aquí al lado.
—Bueno, no. Las librerías físicas solo tienen espacio para un número limitado de libros.
—¿Y qué editorial te publica?
—Hoy en día los autores pueden publicarse ellos mismos. Soy una artista independiente, como un músico indie sin discográfica, o un cineasta independiente.
—Vale. —Vuelve a fruncir el ceño, claramente confusa—. De hecho, yo siempre he querido escribir una novela —me dice—. Tal vez algún día, cuando tenga tiempo. —Se acerca a mí y me susurra, conspiradora—: Pero tengo una idea buenísima. Si te la cuento, podrías escribirla tú y nos repartimos los beneficios».
¿A alguien le suena?
A mí esto me suena más que un estribillo particularmente irritante, a medio camino entre el Nyan Cat, el Call Me Maybe* y Somebody That I Used to Know.
Miento: me sigue encantando Somebody That I Used to Know. Por lo menos esta versión.
Y el Nyan Cat es nuestra canción (pero no se lo digáis a nadie).
El concurso y las anécdotas
Sí, hice un concurso donde dije que regalaría libros de Apache (de cuando estuvimos en Valladolid y llegó el editor de Apache y me cargó de libros y me dijo que eran para mis seguidores, porque José** lo mola todo, como si no tuviera bastante con tener pelazo de nativo americano), y os pedí que me contarais vuestras propias anécdotas sobre este tema. El resultado no se hizo esperar, lo cual demuestra que estar apuntado a mi lista te da un +100 a carisma, belleza e inteligencia).
Maite (España), por ejemplo, va a puerta fría vendiendo sus libros.
Yo salgo cada día y visito pueblos y ciudades, presentando mi novela a todo el que me quiera escuchar. Sí, curioso, sí, raro… pero es mi manera de vivir de ello. Presento mi novela así, a pie de calle, en tiendas de todo tipo (desde una charcutería hasta una asesoría: en todas partes puede haber un lector).
¿Sabes que en cierta ocasión me escoltaron hasta la calle? Cuando llegué a cierta oficina de una empresa de nomeacuerdoquépueblo, y les dije que era escritora, y que estaba presentando mi obra, una de las que me atendió me miró como las vacas al tren, y me dijo: «¿Y a ti qué te importa lo que yo lea?»… ¿Mande…? «Es más, te pienso acompañar a la calle, y voy a cerrar las puerta para que no entres más.». Y te juro que me escoltó, tal cual, ¡como si fuera una delincuente! Esto fue muy muy desagradable, pero la respuesta más «rara» que me han dado ha sido hace poco: «Ya tengo unos asesores que me dicen qué leer».
Lo curioso es que cuando te presentas como escritora (…) la gente automáticamente piensa que escribir y publicar es algo que puede hacer cualquiera, y que su vida es la más interesante de todas las vidas, como para escribir sobre ella, y si no lo hacen es sólo por falta de tiempo. Ellos «también» escriben. Una vez cierto individuo me dijo: «Ah, ¿escribes? Yo no soy quién para opinar… pero, vamos, que si un autor no tiene éxito en el primer mes, será porque no tiene talento, porque el que de verdad tiene talento, enseguida destaca y se come el mercado».
Está claro que si en un mes no te conviertes en superventas, estás perdiendo el tiempo. ¡Largaos todos: si lleváis más de diez años escribiendo está claro que sois unos inútiles! También está claro que ser escritor es más o menos el equivalente a atracar un banco.
O ganar la lotería.
O montar una peluquería canina.
Como escritora tendría que ser capaz de crear símiles con mayor profundidad y coherencia.
Pero pasemos a la siguiente complicación.
El problema de la erótica
Creo que todas las que somos mujeres y escribimos nos hemos encontrado en algún momento con algún listillo que lo utiliza para hacerse el interesante. Por ejemplo, Mar Hernández (de España, pero en la actualidad viaja por Japón) lo ha vivido (más como artista que como escritora, pero ahí queda eso):
Yo tendría unos 22 años. Después de cenar fuera un sábado por la noche, un amigo me acompañó a coger un taxi para volver a mi casa.
El taxi llega rápido, yo me despido de mi acompañante con dos besos en las mejillas y entro en el coche. Le doy la dirección al conductor mientras mi amigo se queda en la acera sonriendo.
—¿Es tu novio? —me pregunta el taxista de repente.
Entonces reparo en el conductor. Es más joven de lo que me esperaba, aunque tiene unos cuantos años más que yo.
—Eh, no. Es un amigo —le respondo, un poco molesta por esa pregunta tan personal.
Nos quedamos en silencio hasta que él hace un par de comentarios insustanciales. Prefiero que se calle a que diga tonterías.
—¿Estudias o trabajas? —No, ahora quiere entablar una conversación.
—Estudio.
—¿Qué estudias?
No me apetece responder y sin embargo lo hago, por educación.:
—Estudio Bellas Artes.
El taxista se echa a reír y yo lo miro por el espejo retrovisor ¿De qué va este tío?
—¿Bellas Artes? No, no puede ser que estudies esa chorrada de pintar cuadros y eso.
—Bellas Artes no es ninguna chorrada y hay muchas más disciplinas aparte de pintar cuadros. —Me estoy enfadando.
—¿Pero eso da para ganarse la vida? —La pregunta tiene cierto retintín.
—Por supuesto —Mi tono es seco, no se merece otra cosa—. No todo es pintar, también usamos ordenadores para crear cosas.
Quiero llegar ya a mi casa. Este tipo es un completo ignorante. Abre la boca para hablar, pero no le doy tiempo:
—Puedes dejarme aquí —le digo en la esquina de mi calle.
Él para el coche y le doy el dinero que tenía preparado desde que empezó a hacer las preguntas que no debía. Cuando me devuelve el cambio, sonriendo como un idiota, me da también una tarjeta.
—Aquí tienes mi número de teléfono por si necesitas de mi servicios o por si quieres quedar para salir a cenar o algo.
—Gra… gracias –no me esperaba esto, me ha pillado por sorpresa—. Claro, no te preocupes. Ya te llamaré.
¡Ni aunque fueras el último hombre sobre la tierra quedaría contigo!
Bajo del taxi y corro hasta llegar al portal de mi casa. En el ascensor todavía sigo dándole vueltas a lo que ha pasado y no puedo creérmelo. El mundo está lleno de gilipollas.
También le ha pasado a Poli Impelli (Argentina):
En un casamiento, un amigo del novio intentaba flirtear y para sentirse importante me dijo: «Yo siempre quise escribir algo, un libro corto, no sé…» (ya sabes, TODO el mundo siempre quiso escribir un libro). Hizo una leve pausa ante mi silencio, y agregó: «Buena pareja haríamos nosotros…» (guiño de ojo con copa de vino en su mano).
Sonreí como sonrío normalmente en una foto carné para renovar mi licencia de conducir. «Ya lo creo» —dije—, «ya vuelvo».
(…)
Yo soy demasiado reservada y tímida para este oficio, y esa es la parte que me cuesta. Pero sé que es mal de muchos, y publicar es la forma de salir a la luz y exponerse.
Escribiendo he aprendido a valorar a quien escribe, y cada libro que llega a mis manos, aunque no sea el mejor que leo ni me guste en particular, siento que detrás hubo alguien sudando lágrimas, tiempo y energía. Y eso merece todo mi respeto.
Todo esto no se aleja de la realidad de muchas artistas… y escritoras. ¿Os habéis preguntado cómo es escribir erótica? Tiene su lado divertido. Y otro que no lo es tanto, como explica Leonor Basallote (España):
No llevo mucho tiempo haciendo público que escribo, pero, en estos dos años, la pregunta que me ha hecho dudar más veces si contestaba afirmativamente es: «¿Qué contento debe estar tu marido con esa imaginación?«. Quizás deba aclarar que escribo romántica/erótica y, parece ser que en este campo la imaginación no debe ser indispensable.
Explicar que puedes tener muchas ideas, de la misma forma que alguien que escribe thriller no tiene porqué practicar asesinando, ha terminado por agotarme.
Cosas que te salen solas en cuanto escribes tu primera escena de sexo.
Imagínate si a eso se une que escribes sobre identidad de género, como le ocurre a Pablo Vergara (Escocia):
Como muchos autores, yo llevo una triple vida.
De día trabajo de dependiente en una tienda, cobrando el salario mínimo como un inmigrante más, y por la tarde intento sacarme unas perrillas extra en una tiendecita online que tengo montada desde hace algunos años. Por la tarde estudio derecho y escribo cosas muy sesudas sobre derechos humanos e identidad de género. Ya he escrito un libro sobre el tema y tengo un segundo libro en mente. De noche, cuando nadie se entera, escribo relatos eróticos bajo pseudónimo, porque la temática de los derechos de las personas transexuales no vende mucho, pero la erótica sí, y yo no quiero pasarme toda la vida trabajando de dependiente. Me gustaría poder pagar facturas trabajando como escritor.
Pero, al igual que cualquiera que trabaje en la creación y distribución de productos sexuales, hablar del tema con desconocidos es como colgarte un cartel que diga «soy un salido que solo piensa en sexo», y abrir la puerta a un montón de preguntas inapropiadas. Y ya si lo mezclamos con mi otra actividad de escribir sobre derechos humanos e identidad de género (lo que suele ir acompañado de «bueno, yo es que soy transexual»)… es que ni se me ocurre. Así que si alguien me pregunta a qué me dedico, explico que soy dependiente en una tienda en la que compran muchas señoras mayores y no digo nada más.
Nunca me habría imaginado que los escritores también tienen que salir del armario…
Elevator pitch a la fuerza
También parece que hay una obsesión por que sepamos vender sobre la marcha nuestro producto, como cuenta Laura Tárraga (España):
«Maldito autobús», me repito mientras subo las escaleras del edificio que me lleva a clase. Me he vuelto a marear en el trayecto, tengo ganas de vomitar, el estómago revuelto y la cabeza palpitando. Llego a la puerta de clase, a la espera de que nos abran y enfrentarme a las eternas cinco horas que se avecinan. Mi amiga me espera allí, impaciente. Ya me ha comentado que quería hablarme de uno de los capítulos de mi libro: sonrío, pues me encanta su entusiasmo. El estómago parece que se asienta.
—¡Me encanta! ¡De verdad! ¡Ese personaje me parece tan profundo y maduro! —dice mientras trato de no ruborizarme más de la cuenta.
Entreveo por el rabillo del ojo cómo otro compañero de clase está atento a nuestra conversación. Mi compañera, emocionada, agita mi libro por los aires mientras comenta unas cuantas cosas más del capítulo recién leído.
Yo sonrío y le comento mis opiniones e impresiones, lo que me costó escribir esa escena y lo bien realizada que me sentí al hacerlo.
Finalmente, el chico no soporta más la curiosidad y pregunta.
—¿Lo has escrito tú?
Asiento, temerosa por la siguiente pregunta.
—¿Y de qué va?
Contesto que de viajes en el tiempo, el chico parece interesado. «Bien —pienso—, un posible lector». Pero me equivoco.
—¿Y cómo me lo venderías?
Intento no poner cara de desespero, pues lo último que me apetece en ese momento es hablar de lo magnífica que es mi obra, pues está claro que lo que es este chico quiere es cotillear y no adquirir un ejemplar.
—Tiene de todo, ya sabes: romance, historia, misterio…
—Como el Ministerio del Tiempo —concluye.
Alzo una ceja.
—Ojalá tuviera su nivel. Mi historia tiene más romance y tal.
El chico asiente, fingiendo interés. Ya viene. La pregunta estrella.
—¿Y puedo comprarlo en librerías? —dice sin llegar a creerse que yo sea la autora del ejemplar que mi amiga tiene en mano.
—En alguna está. Pero prefiero venderlo por mi web.
—Vamos, que no eres escritora de verdad.
Me levanto, decidida a no intercambiar más palabras con él. Escucho cómo le pregunta a mi amiga si me he enfadado. Ella responde con un simple:
—No te jode.
Porque cualquiera puede hacer tu trabajo
Esto nos lo cuenta con un ejemplo práctico Adelaida (España):
El año pasado conocí a un chico que sabe que escribo y tengo una novela publicada. Me pregunta qué estoy haciendo ahora y hasta ahí todo bien. Entonces le cuento que hay un tema sobre el que intento escribir una dramaturgia y él, que escribe mails, informes en su trabajo y actualizaciones del Facebook, se ofrece a ayudarme.
Me hace un poco de gracia, pero le digo que muy bien, que gracias.
Al día siguiente me manda un mail con la supuesta dramaturgia: diálogos a lo loco para ser dichos por personajes simples y el tema que me interesaba tratado superficialmente.
En un primer momento pensé que qué suerte tiene la gente que elabora un trabajo con tanta rapidez, pero cambié de idea cuando, en la tercera página, decidí que no tenía tiempo de acabar de leer aquello.
Copio y pego el mail de respuesta:
«Muchas gracias por el esfuerzo, pero la verdad es que no me ha ayudado. Precisamente me estaba costando desarrollar la idea porque me parece más compleja de lo que muestra tu propuesta. Además, los personajes son estereotipos y, no sé, igual has hecho una obra digna de un Max, pero no tiene nada que ver con lo que a mi me interesa».
Ey, chicos, cuando terminéis pasaos por mi despacho, que tengo ocho capítulos de una novela yaoi slipstream futurista que seguro que me rematáis en un periquete.
Cuando tu género es… friqui
Yo sé muy bien lo que es escribir fantasía (fantásico, ci-fi, weird, dreampunk, whatever). Eso también presenta complicaciones. Como dice Aydim Dagam (España):
Yo suelo decir que estoy escribiendo una novela. Y sí, hay un miasma de condescendencia en el interlocutor, un «ah, sí, ¿cuéntame más?» o un «vaya, un amigo mío (o incluso él mismo) también está escribiendo uno».
También es cierto que escribir un libro es sangrar. y se dice fácil y rápido. Pero es duro. y desagradecido. Si escribir es sangrar, promocionarlo como toca, y colocarlo en las librerías (aunque sea lo mínimo) es un desmembramiento puro y duro (…).
Otra cosa que me da bastante vergüenza —será cosa mía— es el género. Llega la ineludible pregunta: «¿Y de qué va?» (sí, sí, con esa mirada infame de condescendencia), que lleva a decir: «Bueno, es de fantasía. Aunque en realidad es un thriller, va de personas». Y cambio de tema.
Algo similar le pasa a Lorena (Argentina):
Si digo que escribo cuentos, automáticamente la gente dice «ah, para chicos» . Claro, porque se ve que nadie se enteró de lo que escribía Borges, de quien acá todos se vanaglorian, o Cortázar… Y si digo que escribo fantasía, claro, es que es como Harry Potter.
Creo que lo que más me molesta es que los demás creen que es una pavada lo que haces. «Ah si, yo también escribía, eso lo podes hacer en cualquier lado». Eso me lo dijo una compañera cuando rechacé un trabajo con viajes frecuentes.
Cuando no te consideras escritor
Porque una cosa es escribir y otra es proclamarte como autor. Lo dice TPStorm (España):
Soy demasiado introvertida (o asocial, como me autodefino). Esto me ha hecho pasar malos momentos, pero también me ha ayudado a descubrir a la verdadera yo, a la yo que ama escribir. No creo ser la mejor del mundo escribiendo, pero es lo único que me ayuda a expresarme, a interpretar lo que siento y, muchas veces, incluso a entenderme. No me gusta hablar de mis sentimientos, por eso escribo y, sí, vale, publico lo que escribo, pero lo hago siempre bajo seudónimo, porque, al escribir, dejo al descubierto más de lo que quiero, pero todo lo que necesito.
Necesito sentir que soy buena en algo, y eso de dejar que la gente me lea por lo que escribo y no por quien soy me hace sentirme bien conmigo misma.
(…)
Soy anónima, pero espero que algún día alguien se acerque a mí con un libro en la mano y no tener que decir que soy escritora.
A Cristina Ruiz le pasa algo muy parecido:
Soy bastante introvertida y creo que mi poesía es mejor que mi prosa. De hecho, me estoy poniendo a escribir microrrelatos, pero siento que la narrativa es para mí, muy amanerada: si no hay conflicto, no hay historia; si no hay tensión, el lector se aburre; si hablas de violencia de género, eso es demasiado directo y vulgar.
Como soy muy dada a la reflexión, si comienzo a hacer digresiones, hay muy poca acción y la gente igualmente se aburre. ¡Qué sé yo! A mí me gusta escribir, pero con libertad: plasmar mis pensamientos, mis sentimientos, relajarme y disfrutar haciéndolo.
Como además soy única en mi entorno, en mi casa y entre mis amigos, siento que no encajo lo suficiente y me da hasta vergüenza publicar.
Y a José de Cádiz (México):
El día que asistí a mi primer taller de narrativa, el profesor me preguntó:
—¿Eres escritor?
Tragué saliva, y contesté:
—N… no.
Me dio vergüenza presentarme como tal. Por extensión vendría la siguiente pregunta: “¿Cuántos libros has escrito?”. iba a quedar en el más apremiante ridículo. Pero el tallerista, sin inmutarse, acotó:
—Pues, todos los que ves aquí somos escritores.
—¡Ah!, encantado. Me gustaría serlo algún día.
El profesor sonrió de buena gana. Yo llevaba algunos cuentitos en una carpeta que tuvieron la suerte de ser publicados en El sol de Acapulco. También algunos poemas. Escuché detenidamente la ponencia y al final el perspicaz tallerista volvió a preguntarme:
—¿Te gustaría leernos algún texto?
—No traigo nada, lo siento. Son documentos de trabajo.
El astuto mentor quería ver lo que yo escribía. Si había talento, imaginación o estilo. Pero ¿cómo leer mis garabatos ante quince experimentados escritores? Todos observándome como ratón cazando una zorra. Nunca me sentí más acomplejado.
Imaginé que ellos tendrían por lo menos cinco libros publicados por prestigiosas editoriales. ¡Y mis textos, con numerosas faltas de ortografía! ¡Pamplinas! Yo no me iba a exhibir como novato. Me sentí en franca desventaja.
Ignoraba que ninguno de esos compañeros tenía obra publicada. Todos bisoños, como calabacitas, pero aspirantes al premio Nobel. Con ganas de comerse al mundo convertidos en fenómenos de las letras. Nunca comprendí por qué llamarnos escritores si únicamente editamos una antología colectiva.
Sigo sin entender por qué comportarnos como tales sin tener un solo libro en una vitrina.
Algunos lo cuentan con poesía
Por ejemplo, Concepción Rodríguez (España):
LE DIJE QUE A ESCRIBIR ME DEDICABA
Le dije que a escribir me dedicaba
y ella me preguntó con picardía
si acostumbro a comer cada tres días
o si con agua fría me aseaba.
Yo pensé: ¡Pues menuda mala baba!
aunque acaso alguna razón tenía
pues si alguna factura hoy venía
a poderla pagar no me alcanzaba.
Pero quise confesarle sin rubor
aunque pudo sonar algo pedante
que quizás el oficio de escritor
es como ser un caballero andante.
Y tal vez solo escribes por amor
sin pensar que quizás te mueras de hambre.
Deja de rescatarme e invítate a una pinta de hidromiel y una tostada de pan de harina sin refinar o algo. Que soy escritora.
Y Flor Intheflowerland (Argentina) me recuerda que lo hacía también Susana Thénon:
Te detiene alguien que te conoce pero no puede recordar tu nombre (Susana Thénon)
– ¿vos qué era lo que hacías?
– yo poesía
– no
ya sé
lo que quiero decir
yo me refiero a lo que hacés
a lo que hacés realmente
– y ¿yo?
yo
sí
poesía
– no
vos no me entendiste
ya sé que hacés poesía
pero hablo de otra cosa
porque supongo que no estarás las veinticuatro horas
escribiendo poesía sin comer sin beber sin trabajar
sin en fin sin todo lo otro que hace toda la gente
¿no? ¿vos trabajás? ¿ahorrás? ¿de qué vivís?
– actualmente
me repongo de un surménage
debido al exceso de trabajo
con un poema
– ¿y al menos te pagaron?
– que se va a publicar o no
tal vez un día
o una noche
o durante un rosado atardecer
o una aurora boreal
o pronto nunca
o nunca siempre
– en definitiva
lo que me estás diciendo
es que no te pagaron
¿y cómo hacés?
¿y cómo te arreglás?
con vos hay algo raro ¿sabés?
– a mí me gustan los conejos
la paz
el sándalo
y el guiso de lentejas
igual que a todo el mundo
no veo lo raro
– pero ¿qué hacés?
al final no me dijiste
– eso es cierto
al final no te lo dije.
Cuando los que te rodean ni tienen claro lo que es la escritura
Nos ofrece un ejemplo Cat (España):
Cuando en el instituto comenté que escribía, muchos se extrañaron.
—¿Pero qué escribes? ¿Los comentarios de texto en Lengua Castellana y Lengua Catalana?
A lo que yo respondía que no. Que escribía según me sintiera en ese momento, o en textos improvisados.
—Ah… ¿Pero eso no sigue siendo comentarios en las dos lenguas?
Ahí decidía callar, porque está claro que cuando lo comentas o te dicen eso, o te lo infravaloran.
Otro nos viene de Anna:
Mi más reciente anécdota sería hace unos días que estoy con una compañera y me pregunta “¿Ya sabes qué quieres estudiar?”.
Y pues le digo que me gustaría estudiar letras y literatura, y tal vez idiomas, y lo primero que me dice es si quiero ser profesora de castellano, pero, a pesar de que me gusta explicar matemática y física a mis compañeros, no tengo en mente dar clases, a lo que le respondo que no, que quiero ser escritora o trabajar en alguna editorial. Y me pasó como describes: *Insertar voz con la que se habla a un perro* “Ohhh, que genial”.
Y cambio de tema.
O también está el caso de José Manuel González (España):
Estando con un compañero entrenador de fútbol, le conté a qué otra cosa me quiero dedicar el resto de mi vida. La conversación fue tal que así:
—José, ¿Y tú que has estudiado?
—Biblioteconomía y Documentación.
Mi compañero arquea la ceja.
—¿Eso es para ser bibliotecario no?
—Y para muchas otras cosas —respondo yo—. Cualquier cosa relacionada con los libros y cualquier tipo de documento en general.
Nuevo arqueo de ceja.
—Am. ¿Entonces te gusta leer?
—Sí claro, y escribir también.
—¿Ah sí? ¿Cómo mola. no? ¡Que guay!
Yo pienso: «Pues mira no, no es guay, porque es un oficio que lleva tiempo y que da cero beneficio ahora mismo», pero lo que respondo es algo así como:
—Sí, te lo pasas bien.
—¿Y has publicado algo ya?
—Pues aún no he terminado de escribir una novela que tengo en proceso.
—Ah, bueno, entonces no eres escritor aún, está en proceso. —Se ríe mientras yo me quedo con cara de tonto—. Bueno, que tengas suerte, a ver si convences a alguno para que te publique.Yo decido, después de lo de «no eres escritor», no seguir a conversación. Podría haberme rebelado y haber dicho:
—Pues mira, sí, soy escritor, igual que hay músicos que no sacan discos, igual que hay gente que tiene carrera y no trabaja, y sin embargo sí son abogados o administrativos.Pero, como siempre, no digo nada.
Y termino este apartado con el caso de Marcelo:
(…) Metido en mi preocupación, saqué mi celular y revisaba mi correo, mi trabajo había quedado en stand by para después de unos días, no quería ni pensar que por estar trabajando algo le sucediera a mi madre y yo metido en mis cosas sin pasar los ultimos momentos con ella. Andrés, que así se llama el muchacho, miró mi celular; yo, por reflejo atávico, cerré el correo para que no lo viera, así que quedó en la pantalla el dibujo de la portada de mi libro que tengo como protector. Lo miró con curiosidad y me preguntó:
—¿Qué es ese dibujo?
—Es la portada de mi libro.
Me miró desconcertado, como si no entendiera de lo que le estaba hablando.
—¿Un libro?, ¿cómo un libro?.
Ahora el desconcertado era yo, hasta que entendí que no creía que este vejete que trabaja en un taller de blindaje de automóviles pudiera escribir un libro, así que me reí de la situación.
—Jajaja, sí. un libro, de esos que se leen.
—¿Pero qué?… Tú escribiste un libro.
—Sí, yo escribí un libro.
—Yaaaaaaa, ¿Y de qué?
Como suelo explayarme demasiado cuando explico de qué se trata mi libro, evadí la respuesta evitando entrar en detalles.
—Es de fantasía épica, como El señor de los anillos, no tan bueno pero más entretenido.
—Yaaaaaaa.
Su mirada de extrañeza lo decía todo, me miraba y no podía ajustar en su cabeza la imagen de mi persona y un escritor, así que decidió por la lógica.
—Mentira… me estás viendo la cara de tonto.
—No, te juro que es mi libro, yo lo escribí.
En ese momento mi cuñado llegaba.
—Este loco dice que escribió un libro.
—Sí, tiene uno en internet.
Ahora la cara era de más extrañeza, pensaba que mi cuñado y yo estábamos de acuerdo en querer verle la cara de bobo.
—¿Cómo se llama este loco?
Mi cuñado le dio mi nombre y el compadre empezó su revisión en internet buscando mi libro y por supuesto, el autor.
—¿Cómo se llama el libro?.
Le di el nombre de mi libro.
Cuando lo encontró fue como si hubiera descubierto el secreto mas guardado de la Tierra, me miraba y miraba su celular, al pobre no le cuadraba, al final tuvo que rendirse ante la evidencia.
—Oye, si, este loco escribió un libro, qué increíble, ¿está en las librerías?
—No, solo en internet como ebook.
-¿Y cómo así?
—Las editoriales no aceptan autores nuevos, solo editan a autores conocidos que saben les traerán ganancias inmediatas.
—Aaaaaaah, ¿pero no me explico como este loco escribió un libro? Qué increíble.
El problema de la familia
La familia no siempre está para apoyarnos. Ellos lo intentan, pero tampoco tienen demasiado claro lo que hacemos. Como cuenta R. R. López (España):
Debemos retrotraernos unos veinte años atrás.
Cuando era estudiante y vivía en el hogar familiar, comencé a escribir los relatos que posteriormente conformarían mi primer libro publicado, Historias que no contaría a mi madre.
Como supongo que hacemos todos, aunque los había leído y corregido un amigo que es escritor profesional, se los di a leer también a gente de mi entorno más cercano.
El libro, aunque de ficción absurda, tiene mucho de realismo sucio, por lo que su temática es harto irreverente y plagada de lenguaje vulgar, escatología y algún que otro chiste subido de tono.
Uno de los lectores cero fue mi padre, al que escogí porque es un lector voraz con mucho bagaje cultural y una biblioteca personal que quita el hipo.
Aún recuerdo el día que entré en la cocina. Él estaba sentado con el manuscrito en la mano, había subrayado algunas partes para hacerme ver mis errores (que no eran tales, pues ya habían sido revisados por mi amigo el escritor).
Cuando entré levantó la vista del manuscrito y, con mirada severa, me espetó:
—Como sigas escribiendo cosas como estas vas a acabar en la cárcel.
Debo decir que el pobre todavía se arrepiente a día de hoy al ver que ya voy por los cuatro libros, y siempre me apoya en lo que puede y me anima de corazón.
(He de decir que esa es una de mis anécdotas favoritas y que, de haber seleccionado finalistas, sin duda estaría entre ellos).
Poco estás trabajando
Una y otra vez me llegaron también anécdotas sobre la percepción tan extraña que tienen otros sobre lo que es trabajar como escritor. Megumi (Colombia) lo ha sufrido en sus carnes:
A veces digo que escribo y a veces no. Depende del estado de ánimo en el que me encuentre, de con quién esté hablando, y de cuánto tiempo tenga para explicar que escribir implica mucho más que el mero acto físico de poner palabras sobre el papel o teclear durante horas.
Una de mis anécdotas más recientes fue con una muchacha que al saber que escribía me preguntó:
«¿Y cuántos libros sacas al mes?«. Yo pensé, indignada: «¡No estoy haciendo churros, sino novelas!»; pero lo que hice fue calmarme y responderle: «Un libro lleva más de un mes en estar listo. No es solo escribirlo, hay muchas más cosas implicadas», pero lo dejé ahí. Total: su atención ya se estaba dispersando y yo tenía cosas qué hacer.
Gerard Cardona (España) también tiene muy claro que el tiempo dedicado a la escritura no suele apreciarse: es como un espacio gratuito y fácil de ocio.
Me hacen gracia aquellos que preguntan sobre el tiempo: “¿De dónde sacas tiempo para escribir?”. Yo respondo con otra pregunta: “¿De dónde sacas tiempo para comer?”.
Cuando les digo que antes de acostarme siempre tengo mis 30 minutos obligatorios de escritura me salen con otra excusa: «Uff, a esas horas estoy demasiado cansado«. Jo, ¿y yo no? ¿Todo el día trabajando practicando deporte a diario, haciéndome las comidas y a ello súmandole las tareas de la casa? Yo a las once de la noche estoy fresquísimo, ¿no te jode? Le digo: “Amigo, simplemente, no eres escritor”.
Escribir pese a todo
Alba Porta (España), ilustradora, tiene una relación de pasión oculta con la escritura:
Al escribir me pasa algo que no me ocurre al dibujar: el lienzo el blanco, la hoja, la libreta, me intimida. Siento un cosquilleo de amor muy especial al escribir que no siento cuando dibujo, o no siempre al menos, es como cuando te gusta un chico (o chica, o… bueno, *suspiro*) y estás nervioso, consciente de la posibilidad de meter la pata, con un nudo en la garganta, pero emocionado, y al final, muy a menudo, decides mantener la boca cerrada para no cagarla. Te arrepientes, pero la magia continúa.
Mi relación con la escritura es una magia cruel que adoro y me aterra a partes iguales. ¿El auténtico motivo, la raíz? Lo desconozco. No creo ser una nulidad, de modo que, pese a que reconozco que tengo fallos a montones (***) descarto la idea de quedar en ridículo. Peeeero…. me falta el arrojo, el hervor, el valor, el sentimiento de »me da todo igual, VOY a escribir». Y me gustaría que se me pasase rápido esa especial edad del pavo porque, demonios, tengo una historia que contar y quiero contarla.
Tú no tienes edad para ser escritor
Ya sabéis aquello de que nunca es uno demasiado mayor para escribir, pero eso no quita que te encuentres unos cuantos problemas por no ser el típico poeta sexi de veintipocos. Como dice Luis López Sanz (España):
Antes, por otras razones, escribía con seudónimo, ahora no. Cuando me preguntan que ahora que estoy jubilado a qué me dedico y digo que escribo, generalmente desvío la conversación porque pienso que lo primero que otros se creen es que soy el clásico jubilado que escribe sus batallitas; lo majos que son sus nietos (en mi caso me los tendría que inventar) y lo mal que está ahora el mundo y lo bien que se lo pasó en la “mili”. Ay, Dios mío, si supiesen los problemas que me ha traído el rollo literario.
En fin, mi anécdota es que en una ocasión, después de la dichosa presentación, una señora me dijo: “Así que escribes, pues entonces tú has de ser inteligente, ¿no?». Sin esperar la necesaria respuesta idiota por mi parte, siguió: «Pues yo también tengo un hijo que escribe, pero es que él va para premio nobel, en la línea de Quim Monzó. Y yo también escribo, no creas, a veces envío ‘cartas al director’ de los periódicos”.
Para Laura Antolín (España), sin embargo, eso de la edad tiene sus ventajas:
(…) yo tampoco voy diciéndole a nadie eso de que soy escritora, más allá de las redes (…), aunque, pensándolo bien, no deja de ser por mi parte una actitud un tanto acomplejada y absurda, pues ¿acaso yo me cuestiono el oficio de los demás en virtud de si son malos, buenos o regulares ejerciéndolo? No, nada de eso, yo me los creo a pie juntillas, como cuando me contaban cómo delinquían o cómo se prostituían; nunca se me ocurrió preguntarles si pertenecían a banda armada o nomás eran cuatro pelados, si las controlaba un chulo o se lo montaban solas en el polígono. Me quedaba con la copla y, ya dije, no sabía luego qué hacer con el relato de sus tenebrosas vidas, hasta que me puse a escribir, y dejaron de irme con cuentos.
Por eso yo tampoco le voy a nadie con los míos. Suerte tengo de tener ya una edad, que antes decían respetable, pero solo es una edad en la que ya nadie te pregunta nada, ni la hora, mucho menos a qué dedicas tu tiempo libre, o ese tiempo que ya corre hacia atrás, cuando lo normal es que te lo pases viendo la tele o rumiando: ¿con qué cara voy y les digo que me lo paso escribiendo?
Otras profesiones también sufren
La escritura a veces es una segunda ocupación para personas que, para bien o para mal, sufren de prejuicios artísticos en su ocupación principal. Por ejemplo, Logan R. Kyle nos deja unas cuantas anécdotas sobre su labor como fotógrafa:
—¿Así que eres fotógrafa? —me pregunta un fulano con una cerveza en la mano, durante un concierto de rock cualquiera.
—Sí.
—¿Y dónde tienes la cámara? —dice desternillándose de risa—. ¡Muy mal, eh!
***
—He visto fotografías tuyas en las redes sociales. ¡Qué chulas están!
—Muchas gracias.
—Pero bueno, es todo Photoshop, claro.
***
—He visto las fotos que le hiciste a Mengana. ¡Son muy bonitas! —dijo Fulanita, amiga de una amiga.
—¡Me alegro de que te gusten!
—Algún día puede que te deje que me hagas fotos —añadió Fulanita Schiffer.
Otra de mis anécdotas favoritas es esta, de Desirée Bressend (España). Porque, por lo visto, ser guionista no es escribir:
—¿Y tú a qué te dedicas?
—A escribir (ya ni siquiera digo lo de «ser escritora», para no cortocircuitar demasiado).
—Ah, yo soy X, trabajo de Y (póngase un empleo común y entendible para los mortales). ¿Y cómo es ser escritor? Tiene que ser aburrido, porque claro ya no lee nadie… (insértese reflexión de lo poco práctico que es ser escritor). Llega nuestro amigo común y anfritrión de la fiesta.
—Bueno, X. ¿No te ha contado Desirée que es guionista?
—¿Pero no era escritora? —La mente de X a estas alturas parece que va a explotar.
—Sí, sí. Escribe para tele.
—Aaaaahh —X se ve de pronto muy agradecido de que esté en la fiesta—. ¡Qué molón! Ah, quién pudiera.
Ser escritor también sirve como punto de partida en una conversación (y para ligar, claro), como comenta Cerdo Venusiano (México):
Una de las situaciones con las que disfruto siendo “amateur” es qué todavía cuento con la capacidad de decir:
—Soy escritor e ingeniero ambiental.
Obviamente la segunda opción es tan aburrida como un trámite fiscal, así que la gente me dice cosas como:
—¿Y qué escribes? ¿Manuales? Porque no me imagino a uno como tú haciendo poesía o escribiendo novelas, bueno, a lo mejor policiacas…
Ahora imagina que el principal motivo por el que he comenzado a publicar es añadir escritor a mi perfil de Tinder (lo cual aumentó mi numero de citas en un 38%) y un montón de desconocidas llegan esperando que les regales una copia física de tu libro.
Así que antes de que salgáis corriendo a añadir escritor a vuestro perfil de Tinder, Meetic o EHarmony, os dejo con mi anécdota favorita, que se lleva los libros de premio. Así es: aquí tenéis al ganador de este concurso, a Rubén Berrueco (España).
Para comprender mejor lo que te voy a contar, tengo que empezar explicando que soy pediatra. O, dicho de otro modo, mi formación académica y profesional comenzó por la pediatría. Lo de escribir lo hago de siempre, claro, pero ¿quién se gana la vida como escritor? (…).
Me apasiona lo que hago, (la medicina, me refiero). Por dejarlo claro, nada más. Ya te puedes imaginar. Todo el día con críos la mar de graciosos que me llenan el día de anécdotas.
Pues no. También tiene partes malas, como todo, pero no te voy a hablar de mocos, llantos y pánico a la bata blanca. Si te escribo es para contarte que la vida no es menos cruel con nuestro colectivo que con el resto de profesiones. Querida Gabriella Literaria, ¿Te quejas de que la gente se mofa de ti cuando se defines como escritora autónoma? ¿De verdad? Porque yo no le deseo ni al peor de mis enemigos que en una fiesta llena de mamás y papás de niños de todas las edades alguien te señale desde la lejanía y exclame: «Ese de allá, el de la pajarita, sí. Ese. Ese, es PEDIATRA». Así, sin anestesia y en mayúsculas, porque es así como suena, o como resuena en mi cabeza durante los siguientes segundos.
Y ¡zas! Se me acabó la fiesta. Se terminó disfrutar del piscolabis y de Raffaella Carrá sonando de fondo. De repente, y sin previo aviso, te ves rodeado por una marabunta de mamis que (y esto es cierto como que estoy escribiendo estas líneas) le bajan los pantalones al nene para que le mires la fimosis que, fíjese usted, le tiene muy preocupada a la señora. ¡Señora! ¡Por el amor de Dios, que estamos en medio de una boda! O peor, se descalzan para enseñarte los juanetes porque han confundido pediatra con podólogo y mire usted lo que me duele la dureza esta que me ha salido.
Sí, hija mía, sí. Elegí una profesión llena de contratiempos. Por eso, ahora, cuando alguien con cara de haber sido padre reciente me pregunta que a qué me dedico, yo les miro con una enorme sonrisa y les digo:
—Yo soy ESCRITOR. Y he publicado una novela.
No me digáis que no es maravillosa esta vuelta de tuerca 😉
*Si te acabo de arruinar la noche, tal vez quieras leer sobre el efecto Zeigarnik para solucionarlo. Si no, ahí va otra canción pegajosa. Y otra. Y otra.
(Por esa última ha muerto gente).
**Esto se llama name-dropping (soltar nombres sin mucho sentido, solo para presumir de que conoces a alguien) y está muy feo. No lo hagáis. Por ejemplo, a MI AMIGA Cristina Macía no le haría ninguna gracia que la mencionara aquí, sin venir a cuento.
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También tengo una lista que es solo para lectores de género fantástico. Y un libro que te soluciona la vida si odias corregir tus textos:
Me ha encantado. Qué cierto! A un músico no le piden que justifique su música con discos. Lo ves con una guitarra y dicen: mira, un músico. Pero un escritor? Tendríamos que ir con el inalámbrico de aquí para allá. Para mí la escritura es una relación con tu palabra, igual que BBKing con su guitarra Lucille. Es una relación con alguien que amas y te ama, con sus virtudes y defectos. Es como tener una novia. No debería importarte lo que piensen de ella, porque la amas y punto.
Jajajajajjaja, me he partido de risa con la anécdota de Rubén porque a mí me pasa lo mismo. Es un verdadero descanso poder decir que soy escritora.
Por cierto, te juro que el vídeo que sale mañana en mi canal lo tenía grabado antes de que enviaras la newsletter. Pero ahí tienes mi respuesta 😀
¿Me pasas mañana el enlace por email? Así lo meto también en este post 😀
😘
¡Al final has incluido mis líneas! Si lo sé me lo hubiera currado un poco más 😀
Mi pareja es músico, cantante para más inri, y le dicen continuamente que cante algo. Continuamente.
Me han encantado algunas anécdotas, y la última es maravillosa.
¡Muchas, muchas gracias Gabriella! Estoy que no quepo en mí de contento. Ya puedo poner en mi currículum que he ganado un premio en tu blog; estoy seguro de que eso me dará caché.
Un abrazo
Hoy nos has hecho un poco más escritores. Muchas gracias, Gabriella.
Como las anécdotas era con lo de ser escritor, pues no escribí porque la verdad no recuerdo nada así, salvo algún comentario que he leído por aquí y un compañero de la universidad que he recordado leyendo todo y que me dijo una vez: con las cosas que nos pasan con la gente de la clase podrías escribir una novela; a mí me gustaría que me sacaras así blablablablabla *ojos en blanco*.
Sí tuve una muy parecida a la que cuenta Mar y lo peor es que me dieron una respuesta muy parecida cuando dije que estaba terminando Historia del Arte. Me acuerdo muy bien, no sólo por la conversación, si no porque era el primer verano que pasábamos en casa, porque mis padres alquilaron la tienda después de muchos años abierta.
Fue por la mañana y con una comercial de estas que empiezan con «te voy a regalar unos libros» (de una colección random) y te meten la chapa para engancharte algo de pago. Mi madre la dejó entrar, supongo que tenía también ganas de darle jarilla. Yo estaba también en el salón, jugando a la consola. No recuerdo con que empecé, sí que durante esa charla cambié al Resident Evil 4…
Total, que lo típico de preguntar a qué te dedicas y por tu familia. Le preguntó por sus hijos y claro, yo estaba allí, así que me pregunta directamente ¿y qué estás estudiando?
Ya digo que a mí lo típico, de alguna gente y sobretodo de mis padres, es que se pregunten si tiene salida o si da de comer. En fin. Pero la respuesta de ella fue muy facepalm
-Ah, entonces pintas muchos cuadros ¿no?
No recuerdo si se lo aclaré o pasé de explayarme. Sí sé que me quedé mirando la pantalla, con esos aldeanos de Galicia gritando en mexicano (ay ese doblaje del juego…) y pensando ¿qué parte de Historia es la que no has entendido, hija? ^^U
Hola,
Yo elijo la respuesta b. Me he reído mucho con las anécdotas, porque ¿qué sería de nosotros sin un poco de humor? Cuando ocurren estas cosas no nos hacen ni pizca de gracia, pero creo que con el tiempo y cierta perspectiva, podemos mirar estas situaciones con cierto cariño.
Me he encantado la anécdota de Rubén y cómo le ha dado la vuelta a todo, jejeje. Su comentario me da que pensar que la gente no tiene mucho respeto hacia ciertas profesiones, creo que sería muy divertido hacer una lista de la profesión y cómo reacciona la gente cuando le dices que eres tal o cual.
Lo que más gracia me hace de todo esto es que si alguien te dice que es fontanero o electricista la gente no lo suele cuestionar y no le exige que demuestre su conocimientos o habilidades en el momento ( y qué decir que a nadie se le ocurriría pedirle que hicieran un trabajo por la cara, sin cobrar un duro, como me han pedido a mi por ser artista).
No puedo dejar de preguntarme por qué ocurren estas cosas, por qué unas profesiones están socialmente aceptadas y otras no (aunque te ganes la vida con ellas). Me toy poniendo muy reflexiva y no es mi estilo. Yo soy más «superficial», jajaja.
Lo dicho, me has alegrado la última mañana en Tokio y gracias por incluir mi anécdota también.
¡Dios mío, cómo me dormí con este concurso! Y eso que te sigo en todos lados. Creo que el peor momento de mi vida fue cuando le envié al chico que me gusta una carta de amor mediante una amiga en común. Siempre me pareció muy intelectual y súper adulto de la ostia (prejuiciosa ante todo), y él ya es alguien con un nombre en la industria musical. Me dije: si voy a impresionarlo, ¡tiene que ser por el lado de la escritura! Cuestión que vuelco mi corazón en un archivo de Word (todo anónimamente), le confieso que adoro escribir y últimamente solo escribo sobre él (¡qué profunda!), y un par de semanas después… me entero de que el muchacho es antigrafista y no considera arte a la literatura. Y yo con una antología de prosa poética sobre él casi lista para publicarse.
He leído esta historia y creo firmemente que lo ocurrido (esa rotura de corazón por varios sitios) no hace más que darle más valor a todo lo escrito anteriormente. ¡Antología con trasfondo inimaginable!
Jajaja, buenísimo. Gracias. Si dudas, lo de Rubén es para aplaudir!!!
(esto es como cuando digo «Profe de inglés», así a secas, porque no ando con el diploma encima, y saltan a preguntarte si les puedes traducir el manual de la nevera nueva, en pleno festejo de un aniversario, o en las bodas, claro, TAMBIÉN. O las mamis, también, con sus hijitos sin poder asimilar el inentendible uso del «do» y el «does», jajaja. Rubén me ha dado una gran idea… A veces, es mejor decir que eres escritor, sí).
PD: me encantó la versión de Somebody That I Used to Know 🙂
Comparto, comparto, comparto.
Besos transoceánicos.
¡Qué bien saber que no soy el único que le pasan estas cosas! En el tema de escribir erótica, yo cuando lo digo me preguntan «pero pensarás en tu mujer mientras escribes ¿no?». Pues no, no pienso en mi mujer. La mayor parte del tiempo pienso en la gramática, en que los diálogos queden claros, y en mantener el equilibrio entre una historia suficientemente estimulante, pero sin que llegue a ser molesta para el lector (subir y bajar el nivel de tensión sin que el lector se vaya a aburrir, y sin caer en una vulgaridad molesta y fuera de lugar).
¡Muchas gracias por publicar mi anécdota!
Anda, Pablo, estaba leyendo tu anécdota sin leer tu nombre y te he reconocido antes de que mencionaras Escocia. ¡Una galleta!
A mí lo que me ha pasado por escribir cifi erótica y hablar abiertamente de que soy bisexual (y solo eso, sin entrar en pormenores) es que un señor me explicase sus fetiches personales y lo que le atraía en hombres y mujeres. Y de pies. También me habló de pies.
Qué nivel, Maribel XD. Una galleta con trocitos de chocolate :P. Yo a tanto no he llegado, pero llevo poco tiempo escribiendo erótica, y de verdad que no hablo de ello habitualmente (a parte de compartirlo en este blog, que sé que lo lee un montón de gente), pero es que lo de estar casado le cambia mucho el chip a la gente, creo (a la gente que no es parte de la pareja, no a la gente que se casa).
¡Qué geniales estas anécdotas!
La respuesta del ganador, con ese giro de tuerca al final, fue sin duda la mejor.
Pienso que la profesión del escritor no es la única incomprendida.
Decir su profesión le puede arruinar a muchos las reuniones sociales (si eres psicólogo, por ejemplo, te cuentan todos sus problemas y los de su familia, y los de sus amigos, y los de…).
Por mi parte, sin importar lo que digan o piensen algunos, seguiré estudiando escritura y trabajando en mis novelas.
Me encanta poder dedicar tiempo a mi vocación de escritora, aunque por ahora no viva de ello.
Gracias por publicar mi anécdota.
Un abrazo.
¡Wiiii! ¡Estoy incluida en la lista!
¡Miaucias Gabriella! Me hace mucha ilusión estar en un hueco de tu blog, un sueño realizado (?)
Y menudas anécdotas, la verdad. Muchas son incómodas, y otras te descolocan.
Aún sí, no entiendo por qué nos da vergüenza decir que somos escritores y más aún, no entiendo por qué demonios lo infravaloran tanto. Que no es algo fácil, ni algo que chasquees los dedos y lo tengas. Y la anécdota de Rubén es increíble. No sé si es porque veo mucho anime, pero me he imaginado la escena de las madres yendo a por él y con sus hijos y todo muy cómico y demasiado extravagante.
La verdad que tampoco entiendo la desconfianza que puede sentir la gente cuando dices que haces o eres algo. Si esa persona miente, pues muy bien, ya se delatará. Pero a mí si alguien me dice o cuenta algo, no lo cuestiono. No tengo derecho a decir »Huy mira, este o ha tenido la vida que dice que ha pasado» o »Huy, no me creo que este sea cuidador de vacas alienígenas en el fondo del mar con una colonia muy tóxica». No soy esas personas, no me he calzado sus zapatos y, por tanto, no puedo juzgar. Pero que te juzguen es normal, todos lo hacen y, al final, acaban reprimiéndote en todo, incluso tus aficiones [Como dibujar].
En fin, de nuevo: ¡Muchas Gracias Gabriella por incluirme! Te estaré gatunamente agradecida.
Qué risas con este artículo, Gabriella y con las anécdotas de los participantes.
Por lo que se puede leer, declararse abiertamente escritor implica saber gestionar reacciones de los demás. Debo decir que todos los que han participado han tenido un enorme «saber estar» en sus respuestas jejeje.
En mi caso, siempre he dicho que me gustaba escribir «es mi hobbie»,»escribo desde niña» y blablabla… pero creo que poca gente me tomaba en serio (tal vez,empezando por mí). De unos años para acá, me declaro abiertamente «escritora» porque me define y porque si uno mismo no empieza tomárselo en serio…ya me dirás. Como la mayoría, tengo un trabajo que me paga las facturas para que pueda dedicar varias horas del día a mi «hobbie» o «vocación».
Hay gente que confunde «soy escritor» con «soy escritor superventas» y entonces claro, cuando les dices «soy escritora» enseguida te preguntan por tu tasa de éxito. Como si a un abogado le preguntaran «¿pero usted cuántos casos importantes ha ganado? Ah…ninguno, aha…» o «¿Charcutero? Pero, ¿charcutería de lujo o de supermercado de barrio?» y un sin fin más…
Algunos de mis textos, de momento, se han publicado en revistas literarias digitales y mientras llega la publicación de alguna novela…seguiré definiéndome como escritora. Porque sí. Sin más 😉
Pd – Mi licenciatura en psicología también me convierte en el centro de las conversaciones de una reunión, al nivel del pediatra o de la doctora (Jomeini), pero eso ya es harina de otro costal jejeje.
Un verdadero honor que mi anécdota esté publicada en tu blog. Muchas gracias. No he podido para de leer hasta que había terminado todas.
Este tipo de post ayudan, a todos los que seguimos «en las sombras de la escritura», a ver que no somos los únicos que intentan salir a la luz, que no somos tan bichos raros como pensamos a veces.
Por cierto, mi nombre es JOSÉ MANUEL, no José Luís, pero te lo perdono por se tú jejeje. ;D
Arreglado 😉
Gracias maja, vales millones.
Sigue así. 😀
Bueno, es raro leerme a mí mismo en este blog, pero me ha gustado la sensación, y el resto de anécdotas son muy buenas. Es como una reunión de «escritólicos» anónimos.
Felicidades para el ganador del premio.
¡Saludos!
Gracias Gabriella por incluir mis letras en tu blog, pues que me he reído como loco con algunas anécdotas, es un honor estar en tu lista, un abrazo y un muy feliz año 2017.
jeje, pues yo soy frontend developer. imaginaos cuando digo a la gente que soy frontend developer. antes era más condescendiente y decía “hago páginas web y esas cosas” pero ahora ya no me da la gana (que también te piden que les hagas la página web, aunque no es por eso). ahora digo: «soy frontend developer» y punto. y generalmente ahí acaban las preguntas. y no necesito decir que soy escritor, como rubén xD.
y bueno, yo antes dibujaba mucho (dice mi madre que desde los dos años). hace tiempo que lo dejé. y la cosa que más rabia me daba era cómo todo el mundo me decía que le dibujara algo (o un retrato de algún familiar). “no, mire, señora, sólo dibujo calaveras. monstruos impíos y pilinguis en pelotas. y únicamente cuando estoy inspirado”. como si fuéramos monstruos de feria o algo… ^^
Algún highlight:
“en las que mis artículos son la última tarea de vuestro bullet journal) “.
jaja, a veces leer tu blog está delante de llamar a mi madre xD
“cuando le contabais a cualquier civil de a pie que erais escritores”.
jaja, me la guardo.
“Nunca me habría imaginado que los escritores también tienen que salir del armario…”
jaja, esta también es muy buena.
“Como además soy única en mi entorno, en mi casa y entre mis amigos, siento que no encajo lo suficiente y me da hasta vergüenza publicar.”
con esta me identifica mucho.
ah, y muchas gracias por añadir mi anécdota, Gabriella 😉
Me ha encantado tu post, y he de decirte que aunque llevo poco en este mundillo, como aquel que dice, me siento muy orgullosa de formar parte de él. Si, es cierto, no es fácil decir que eres escritora, pero imagínate si encima eres peluquera canina también XD Me ha hecho gracia que nombrases también mi otra profesión 🙂
Pues nada, habrá que seguir trabajando para que crean en nosotros y, sobre todo, tenemos que creer en nosotros mismos. Y si de verdad te lo tomas en serio, si llevas una rutina de escritura, etc… ¡SÍ, ERES ESCRITOR!
Os espero en mi recién inaugurado blog de escritora 🙂 Por que aunque no gane dinero con ello, yo sí me siento escritora 🙂
Pasaros si os apetece por mi guarida, y podréis leer mis relatos y sobre todo recuperar la ilusión por esta hermosa profesión 🙂
http://www.laguaridadelailusion.com
Un abrazo Gabriella y gracias por todos tus consejos y post son muy buenos 🙂
Tengo emociones encontradas con este artículo: por un lado me siento en familia, como si hubiese arribado a un hogar que no sabía que tenía pero sentía que me faltaba. Por otro lado, es como si acabasen de declararme la guerra; tengo ganas de desenfundar la espada y salir a luchar por el honor de mis hermanos de pluma y papel.
Espero que hayas batallado a gusto 😉
Bien dice una comediante (que no me acuerdo bien quién es), que cuando preguntaran por la profesión era decir algo como «porctólogo». Así se evitaban los comentarios como los del pediatra. Aunque uno nunca sabe.
Porctóloga, qué buena idea. Me lo apunto.
No solo es que no me da ningún apuro decirlo, sino que mis tarjetas de presentación indican que soy escritor y en una de las caras tienen las portadas de tres de mis novelas. No he obtenido ninguna mala cara, más bien se han interesado por lo que escribo y he tenido conversaciones muy agradables.
Me alegro de que esa haya sido tu experiencia. Como puedes ver por este artículo, para otros no ha sido la misma, jeje.
Yo escribo fantasía romántica erótica. ¡Imagínate! Mi vida es un infierno xD
Genial artículo. Como todos.
¡Saludos!
Me encantó el artículo…Y en uno de los relatos acerca del oficio me sentí plenamente identificada.
Soy algo así como una artista, músico y escritora… pero en las dos primeras enfrentarme al lienzo en blanco o a un público ansioso por escuharme no me provoca nada más que un cosquilleo inicial que luego pasa y se transforma en una especie de impulso que me hace continuar. En cambio con lo de escribir, cada vez que me pongo a hacerlo siento una desesperación que no acaba nunca, una mezcla de deseos de escribir la palabra correcta y de plasmar esa historia que no abandona mi mente ni estando dormida y ese sentimiento me sigue incluso cuando tengo el borrador listo…
[…] ¿Cómo tratas a tus críticos? ¿Y a los trols? ¿Qué les dices a los que no entienden tu profesión? […]
¡Buenísimo el artículo! Y real como la vida misma. Algo parecido a esto les ocurre a las personas que han estudiado Filosofía y trabajan en algo más o menos relacionado. Cuando les preguntan: ¿a qué te dedicas?, son muy poquitos los que te responderán «soy filósofo». Que en realidad es lo que son, pues al igual que el que estudia astronomía es astrónomo, el que estudia filosofía es filósofo; pero parece ser que el «título» de filósofo está reservado solo a personajes ilustres como Platón, Aristóteles, etc., por lo que autodenominarte filósofo puede conllevar el que seas motivo de chanza. Pues aquí igual, parece ser que el «título» de escritor está reservado exclusivamente para aquellos escritores famosos, que publican con una editorial tradicional y que venden sus libros en las librerías físicas. El resto… no sé… para algunos debemos ser meros juntaletras, sueltatintas 🙂
La anécdota de Ruben me alegrado la mañana, he reído hasta que me faltó el aire.
Yo no tengo muchas anécdotas con el tema, ya que me escudo en mi profesión cada vez que me preguntan lo que hago (Soy Ingeniera en Conservación de Recursos Naturales… nombre largo), hasta el momento solo mi familia lo sabe y quiero esperar a tener algo publicado como para transmitir más sobre el asunto… Aunque si mucha gente sabe que me encanta escribir, pero con ello no hacen muchas preguntas =)
Aquí David Monedero, al habla desde Saturno:
Pues a mí me encanta decir que soy escritor. ¡Es como ser estrella del rock! ¡Es lo que siempre quise!
«¿Y qué escribes?»
«¿Y dónde lo puedo comprar?»
«¿Y lo próximo?»
A mí responder esas preguntas no me pone colorado, yo tengo ilusión con ello, y con la misma les respondo…
Aunque, probablemente, sea cosa de formas de ser.
Yo digo desde siempre que soy escritora porque vivo de eso, hago copywtting (redacción publicitaria); no lo digo porque escriba literatura erótica. Sería un suicidio social.
Una vez se me ocurrió poner en mi cuenta de facebook la liga de mi blog; y como moscas empezaron a llegar lectores que no entraban a la página, que se quedaban ahí a pedirme fotos, a invitarme a encontrarnos en grupos de whatsapp y a mandarme imágenes de sus penes.
Quité la liga, eliminé a mis «lectores» hindús y pakistaníes que con trabajos escribían en inglés; y creé un seudónimo para mí.
La palabra «ficción» es más débil que la palabra «erótico». La gente prefiere creer que una sólo escribe las crónicas de su vagina.