Como recordaréis —porque no dejo de recordároslo y por tanto es normal que lo recordéis—, hace poco más de un mes di un taller literario en el marco del muy fantástico festival Celsius de Avilés.
El taller se llenó hasta los topes (que no eran pocos) y pasamos unas horas bastante agradables (¡por lo menos para mí! ¡Y vosotros os reíais de mis chistes malos!). Hicimos una sesión por la mañana presentando conceptos básicos (como qué debe contener un contrato editorial, qué implica la autoedición, cómo escribir a editoriales, etc.) y otra por la tarde, en la que hablamos de mercadotecnia.
Cuando doy cualquier tipo de curso, charla o conferencia, me gusta repasar la experiencia y analizar los resultados para ver en qué puedo mejorar. Pero hoy se me ha ocurrido que también podría analizar en qué pueden mejorar los alumnos: es decir, de qué manera pueden sacarle el máximo rendimiento a la experiencia de un taller literario, ya sea mío o del mismísimo Stephen King.
Así que aquí van algunas ideas, que espero que os sirvan. Espero que me contéis si estáis o no de acuerdo con ellas, y si se os ocurre alguna más:
1. Revisa tus datos
Durante el taller pedí a los asistentes que escribieran en una lista su nombre y correo electrónico. Mi intención era enviarles el guion del temario por email, para que no tuvieran que copiar a mano dicho guion mientras yo lo proyectaba (me gusta que la gente tome notas, pero si alguien intenta apuntarlo todo se encontrará con que se ha perdido gran parte de la experiencia).
Tal y como prometí, al cabo de una o dos semanas envié el guion a los emails de mi lista.
Si tienes que dar tus datos en algún momento de un curso o taller, asegúrate de que están bien, ¡revísalos! Y si tienes que escribirlos a mano, hazlo con una letra bien clara (las mayúsculas ayudan para esto). De los 66 emails que mandé, 8 nunca llegaron a su destinatario. ¡Eso es más de un 10%!
2. Si el taller es gratuito, trátalo como si fuera de pago
Voy a hacer una observación que tal vez sea algo polémica, pero dejad que me explique:
Los asistentes a talleres gratuitos tienden a aprender menos que aquellos que acuden a talleres o cursos de pago.
No me lo estoy inventando. Es algo que he ido viendo de un tiempo a esta parte. No tiene una precisión absoluta; es, ya digo, una tendencia.
¿Por qué ocurre esto?
La primera razón, y la más aparente, es que un taller gratuito ofrece menor valor y calidad que uno de pago, y por tanto los alumnos aprenden y se interesan menos. Esto puede ser cierto, pero no es una ley. En mi caso, mi esfuerzo es el mismo. No «recorto» empeño ni contenido por hacer algo de manera no remunerada.
La segunda es una simple razón psicológica: solemos tener un nivel de compromiso mayor hacia aquello en lo que hemos invertido algo, ya sea dinero, esfuerzo o tiempo.
Me refiero a que los alumnos que pagan por un servicio de enseñanza siempre lo exprimen más. Recuerdan mejor lo aprendido y buscan aplicaciones prácticas. Esto es normal: uno no quiere pensar que ha tirado el dinero. Y si soltó pasta para empezar, es porque el interés es real y apremiante, no mera curiosidad. Esto tampoco se cumple al 100%, por supuesto: hay asistentes a talleres y cursos gratuitos que le sacan muchísimo provecho y alumnos que sueltan cantidades altas de dinero para formación que luego no usan. Pero en mi experiencia esas son las excepciones.
Esto me lleva a pensar que si te estás planteando acudir a alguna actividad literaria gratuita que podría ayudarte como escritor/a, tal vez sea efectivo que te mentalices para tratarla como una actividad de pago. ¿Cómo actuarías si hubieras tenido que hacer un esfuerzo económico para asistir? ¿Qué harías de forma diferente?
Ejemplo gráfico de alumnos que sacan provecho de mis talleres.
Lo que me lleva al siguiente punto, fundamental:
3. Haz un seguimiento de lo aprendido
Entiendo que estamos en verano y que muchos están de vacaciones o descansando, pero aun así me sorprendió ver que solo un 67% había abierto el correo donde les mandaba el material. Probablemente parte acabaría en carpetas de promociones o spam, pero creo que es una buena idea insistir en que si asistes a cualquier curso o taller, te cundirá mucho más si realizas una labor de seguimiento.
¡No te limites a sentarte y escuchar! Apunta lo que te interesa y revisa tu material unas semanas después. Si no has recibido el material que correspondía, contacta con la persona encargada.
4. Busca aplicaciones prácticas
La teoría está muy bien, pero la mejor forma de aprender está en el ejercicio. La próxima vez que acudas a cualquier tipo de clase, conferencia o taller, ponte como objetivo apuntar un mínimo de tres acciones reales, tangibles, que puedes llevar a cabo en tu vida real de escritor avezado.
Y comprométete a usar esas acciones. Ponte alarmas en el calendario, metas en tu aplicación o libreta favorita, marcas con estrellitas en tu bullet journal… lo que a ti mejor te sirva.
Pepe sabía que aquel taller literario solo era el primer paso en su plan de dominación mundial.
Tu tiempo es muy importante. Si has dedicado varias horas a escuchar a alguien que (esperamos) sabe algo de lo que está hablando, no dejes que esas horas queden en la ignominia del desperdicio.
Porque para eso puedes ver una serie, por ejemplo. Te recomiendo The Young Pope.
5. ¡Habla con el profe!
En los cursos o conferencias, muchos de los asistentes buscan no solo aprender, sino un contacto personal con la persona que da el curso. Tras las charlas, suelo tener un grupo de personas que quieren conversar, preguntar dudas o simplemente presentarse. ¡Un taller también es una oportunidad de hacer conexiones molonas!
Y a mí me encanta. Para mí es el mejor momento, porque ya me puedo despreocupar del trabajo propiamente dicho y hablar con los asistentes de un modo más personal.
Me siento así cuando habláis conmigo, palabrita.
Por alguna razón, en este último taller tuve la sensación de que muchos huían lo antes posible.
Esto puede deberse a varias razones:
- Doy un poco de miedo (poco probable).
- Lo hice tan mal que tenían que salir corriendo, horrorizados (posible).
- Todos se estaban meando (bastante posible).
- Había algo importante que empezaba justo cuando yo terminaba (muy posible, teniendo en cuenta la programación del festival Celsius).
- Les daba vergüenza dirigirme la palabra (misteriosamente posible).
Allí había mucha gente joven. Tengo la sensación de que en esa sala ocurría lo que me ocurría a mí en la universidad: no quería ser la pelota que se acercaba a hablar con el docente al finalizar la clase.
¡No os cortéis, en serio! ¿De quién me voy a acordar, de la persona al final de la sala que desapareció misteriosamente o de alguien que vino a saludar y presentarse?
Si esto te da demasiado apuro, hay una forma muy sencilla de solucionarlo. Si vas a ir a un taller, unos días antes mándale al profesor o profesora un email. Simplemente con decir que te hace ilusión asistir, o preguntarle si tratará algún tema concreto, puedes obtener una respuesta. Y luego solo tienes que acercarte, decir que eres la persona que mandó ese email y darle las gracias por la charla. ¡Facilísimo!
6. ¡Haz preguntas!
A veces en las presentaciones, cursos y talleres, a la gente le falta tiempo para preguntar cosas. Pero otras veces se produce un silencio incómodo, mientras me quedo a la espera de que alguien diga algo. Me niego a creer que el 99% de las personas que están en una sala porque vienen a aprender sobre el tema que se está tratando no tienen ABSOLUTAMENTE ninguna duda sobre lo que habíamos hablado.
Lo entiendo. Yo soy tímida e introvertida. Pero he descubierto que quedarse con las ganas de preguntar es una tontería. Y eso que os ronda por la cabeza podría afectar a muchas más personas de la sala. No hay nada tan deprimente para alguien que habla en público (y reconozcámoslo, a todo el mundo le cuesta hablar en público) que terminar su charla, abrir ronda de preguntas y que suenen los grillos.
Consejo: Antes de preguntar, valorad vuestro índice de deseabilidad. Muchos profesores no responderán a personas con un índice de belleza por encima del suyo. Volved a vuestras casas perfectas, gentuza.
7. Habla con otros asistentes
Esto es difícil, lo admito. Pero como dije en el taller del Celsius: los amigos que hagáis entre otros escritores son los contactos que tendréis dentro de uno, dos y quince años. Y muchos de esos contactos podrán ayudarte, al igual que tú podrás ayudarlos a ellos.
Esto tampoco quiere decir que seas pesado/a. Aprende la diferencia entre amabilidad e interrumpir conversaciones privadas, apuntarte a cosas a las que no estás invitado o escribirle a alguien todos los días porque todavía no ha contestado tu email de 8000 palabras.
8. ¡Sonríe!
Esto os parecerá la tontería del siglo, pero prometo que no es así.
Cuando alguien habla para un público, busca una respuesta a su comportamiento y actuación, para saber si está llegando a dicho público o haciendo el ridículo de su vida. Busca además un reflejo: si quien habla sonríe, encontrará sonrisas en su público, que imitan su gesto facial de manera no consciente, porque están entendiendo y disfrutando el discurso.
En todos los públicos hay gente que sonríe y gente que no sonríe. Gente que tiene una cara de palo tremenda. Es frustrante, porque a veces tienes la sensación de que no les está gustando lo que haces, que lo estás haciendo mal.
Lo sorprendente es que a veces luego esas personas tan serias te dicen lo mucho que lo han disfrutado. Y tú ahí sufriendo, agobiada, por el desastre.
Así que si te lo estás pasando bien, si estás aprendiendo, sonríe.
Si no, no sonrías.
¡Pero dejad de confundirme, c*****s!
Notas:
- Imagen de cabecera de ra2studio en Shutterstock. Imagen del unicornio feliz de Len Lis en Shutterstock. Imagen de Pepe, el alumno ambicioso, de Christopher Meder en Shutterstock. Imagen de mujeres con dinero de Dean Drobot en Shutterstock. Imagen de personas asquerosamente guapas que preguntan de G Stockstudio en Shutterstock.
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Leído! Es muy interesante, sobre todo el punto 4 (buscar aplicación práctica ). Esto es para que veas que lo he leído… Me temo que no he asistido nunca a un taller literario, y que lo que me falta es CONSTANCIA. Sin embargo he aplicado algunos puntos que mencionas a mi vida diaria y a mi trabajo y sí: lo gratis o barato parece de menor valor y hay que sonreír tanto si se es ponente como público. En un seminario de ventas al que tuve que ir hace tiempo nos lo decían clarito: Smile, Eye contact and eXcitement!
Me ha gustado el artículo y tienes razón, a veces no se asiste con igual interés ni ganas de aprender a un taller gratuito que a uno de pago, lo cual es un tremendo error(el tiempo es muy valioso). Hay talleres gratuitos muy buenos, pagados por el ayuntamiento (aquí en Fuenlabrada hay varios) o por alguna asociación que no tienen nada que envidiar a otros de pago y he notado que a veces la gente no se los toma suficientemente en serio.
Además, por muy malo que sea el taller siempre se puede sacar algún provecho, la clave está en trabajar y tratar de exprimir al máximo lo que el profesor esté enseñando.
Soy de aquellos que se quedan clavados en el punto número 6 desde toda la vida. Siempre tengo a la mano una lista de preguntas previas que va creciendo a medida que el taller avanza. Hay que aprender mientras se pueda y mientras haya gente dispuesta a enseñar.
Me ha encantado. Y es que, además, no es solo para escritores: estoy pensando en todos los cursos para docentes a los que he ido en los que se puede aplicar todo lo que dices. Y muy de acuerdo con que se saca más rendimiento a un curso que te ha costado dinero. No vas a tirar lo que has invertido, tienes que sacar provecho sí o sí y te esfuerzas en repasar las notas cuando llegas a casa, algo que no haces (tanto) cuando el curso es gratis, por muy bueno que sea.
Me gustó el artículo. Y quiero subrayar una cosa que comentas en el punto 1 y que quizás pase desapercibida para muchos: «me gusta que la gente tome notas, pero si alguien intenta apuntarlo todo se encontrará con que se ha perdido gran parte de la experiencia». Porque yo también pienso así. Aún recuerdo aquellas clases de Historia, Literatura o Filosofía en las que muchos alumnos no levantaban la cabeza del papel en toda la clase. Copiar, copiar, tomar apuntes… era lo único que hacían. Curiosamente al finalizar la clase, pocos de esos alumnos habían asimilado la materia.
Muy interesante. Voy a seguir explorando este excelente Blog.
¡Gracias, Damián!
[…] está en los talleres literarios, como lo explica la increíble Gabriella Campbell en este artículo. Allí no sólo aprendes sobre el arte de escribir, sino que congenias con infinidad de criterios […]
Me puedes pasar el temario que das en los talleres es que me interesa leerlo por favor