Lectores, ¿eh?
Lo único que saben hacer es quejarse.
Y precisamente por eso, supe que si preguntaba a mis contactos de Facebook y Twitter cuáles eran los fallos que más les repateaban en los libros, iba a obtener un buen caudal de respuestas. Iba a averiguar qué es lo que hace que un lector tire tu libro por la ventana.
En serio, puedes estar peleando con un cocodrilo que se hunde contigo en arenas movedizas mientras intentas agarrarte a una liana que resulta ser una serpiente y NADIE irá a ayudarte, pero hay que ver lo que nos gusta quejarnos en público.
Bueno, miento. Obtendrás 118 comentarios en Facebook de personas que te indican la mejor manera de librarte del cocodrilo y estrangular a la serpiente, con otros 235 comentarios con las mejores recetas para cocinar serpiente y hacerse un bolso con la piel de un cocodrilo. Mientras mueres de forma lenta y agónica.
A mí lo de las quejas siempre me resulta contradictorio. Por un lado, me enfado cuando encuentro determinados errores en los libros. Pero luego recuerdo cómo escribía yo hace un par de años (y recordaré dentro de otro par de años cómo escribo ahora) y seguro que he caído en muchos de esos mismos errores. Si un libro tiene demasiados fallos como para soportarlo, simplemente lo dejo. Y sí, soy una lectora muy exigente. Considero que un autor tiene que tener unas nociones básicas de sintaxis, por ejemplo, para que no me den ganas de arrancarme los ojos.
Respiras y sueltas el libro. Lo dejas ir. Pruebas con otro y aquí no ha pasado nada.
Pero a veces sí que tienes la tentación de tirarlo por la ventana.
Estas son diez razones por las que mis contactos lectores y yo nos podríamos pensar lo de la defenestración, ordenadas de menor a mayor gravedad (o de menor a mayor consenso):
1. Esto va a terminar muy mal
¿El qué? ¿El artículo? Es posible.
Pero no, me refiero a los finales de libro. ¿Cuántas veces habéis disfrutado de una buena obra para sentiros totalmente defraudados (¡casi engañados!) por un mal final. A veces todo lo demás compensa, pero puede arruinar la experiencia lectora.
Estos son los peores finales, según mis ayudantes lectores:
-Aquellos en los que se nota que se acerca la fecha de entrega o que el autor se ha aburrido. Es decir, los finales abruptos, acelerados.
–Finales abiertos: Vale, sí, en ocasiones funcionan. Pero la manía esta de terminar cada libro de una saga casi con un cliffhanger se pasa de gracioso y entra en el peligroso terreno arrancapelos de Prison Break y similares.
–Los finales irónicos. Esos finales en los que «oh, qué gracioso, ahora al personaje le ha pasado justo lo que lleva temiendo toda su vida; oh, qué gracioso, ahora al personaje le ha mordido en el culo aquel pecadillo que cometió en la universidad; etc.». En su momento tuvieron gracia, ahora ya está bien.
–Los finales malos en general: aquellos que no se corresponden con el ritmo del resto de la obra (ya sea por lentos o por demasiado rápidos) o aquellos que son demasiado misteriosos, sin darle ningún asidero al lector para entender NADA de lo que ha ocurrido. Y no hablemos ya de los giros inesperados porque sí. Recordad que un giro inesperado solo funciona si las pistas que se han dado para el final se hallan presentes a lo largo de la narración. Si no, la sensación es de que el autor ha hecho más trampas que un cazador en invierno en Wisconsin(1).
Siguiente error tenebroso, por orden de griterío y queja en mis muros de Facebook y Twitter. A este no se le suele dar demasiada importancia, pero cualquier fetichista de los libros sabe lo horrible que es tener…
2. Problemas de formato
Esto ya suele ser más bien cosa de la editorial, más que del escritor, pero es importante tenerlo en cuenta. Hay dos problemas fundamentales:
–Respecto al texto: los fallos de maquetación. Palabras huérfanas y viudas, cambios tipográficos sin explicación, cajas de texto demasiado grandes (y márgenes muy estrechos), por no hablar de párrafos que faltan, un sangrado nefasto o una falta de/excesiva separación entre párrafos… Yo los he cometido todos (y muchos más), pero se te van quitando a base de hostias de los lectores, que vienen en persona a tu casa a pegarte. No me explico que haya editoriales que lleven más de 10 años en el mercado y que sigan en las mismas. Una, dos o tres veces puede ser por desconocimiento, a la vigésimo octava yo diría que es negligencia.
–Respecto al libro: yo metería aquí cualquier problema general de diseño, pero lo peor, sin duda, son los cambios de formato en sagas o colecciones. Es que no queda bien en la estantería, punto.
Eso último es problema de mis amigos, que conste. A mí la pinta de mi estantería me da un poco igual:
3. Diálogos poco dialogados
Otra cosa que los lectores no soportan son los diálogos mal hechos. También es uno de los sitios donde nos peleamos mucho los escritores. Es muy difícil dar con el punto justo de naturalidad/artificio que tiene un buen diálogo escrito (porque no, escribirlos tal y como se habla no es posible. O nos perderíamos entre ahms y ums y puntos suspensivos y «¿sabes?»).
Esto es lo que más irrita a nuestros lectores:
–Los diálogos informativos. Aquellos diálogos utilizados para ofrecer información que al autor le parece importante (o no). Los peores son aquellos en el que un personaje te lo explica todo mientras otro le va haciendo las preguntas oportunas. No miréis para otro lado. Eso lo hemos hecho todos.
(Aunque ahora en los comentarios habrá por lo menos cinco autores que dirán, muy serios, que eso a ellos jamás les ha pasado. Enhorabuena).
–Diálogos fuera del registro del personaje. Un obrero sevillano actual no habla igual que un aristócrata madrileño decimonónico. Ya, eso lo sabemos. Tampoco abogamos por llevar al extremo la adaptación del diálogo al registro de cada uno, porque una luego se encuentra cosas como: «Eh, tío, pásame la pasta y vámonos de marchuqui«. Pero hacer que un niño de seis años hable como si fuera un catedrático de cincuenta igual no es buena idea.
-Del mismo modo, el artificio y el engolamiento en los diálogos suele resultar repulsivo. Hacer que nuestros personajes hablen «demasiado literario» es desagradable para el lector.
–Diálogos que repiten nombre (y apellidos) de personajes: Porque sabéis, queridos autores, que eso no se debe hacer, queridos autores. Queridos autores, ya nos sabemos los nombres de vuestros personajes. Dejad de repetirlos una y otra vez, queridos autores.
–Diálogos forzados. Si conoces a tu personaje, sabes cómo habla y por qué, cuándo y cómo dirá algo. Utilizar las conversaciones y demás interacciones entre personajes como meros vehículos para la trama queda simplón y artificial.
4. Autor, vas de sobrado
Este es un punto curioso, porque pocos de los que me lo comentaron supieron dar exactamente con aquello que les producía esta sensación, pero todos coincidían en lo cansino que era que el autor intentara hacerse notar por encima de personajes, trama y etc. Aquí os dejo algunas de las maneras más comunes en las que puede ocurrir esto:
–La mary sue: Dícese de aquel personaje protagonista que representa de forma clara y evidente todo lo que el autor o autora quiere ser de mayor. Es el personaje del que se enamoran los más guapos y guapas, aquel al que realmente nunca le pasa nada grave y que resulta ser el elegido/tener habilidades especiales/ser diferente/ser un copito de nieve único y fabuloso (sin saberlo, claro). Yo también lo aplicaría a personajes de los que el autor o autora está claramente enamorado/a. Su cabello rubio y largo brillaba bajo el sol, sus formas suaves y contoneantes… blergh.
–El escritor piensa que es bueno, intenta destacar sobre la historia. En vez de decir «la puerta era roja», el autor filosofa sobre la «rojedad» de la puerta, sobre los recuerdos que le trae de su atribulada infancia, reflexiona sobre cómo afecta esa puerta a las nuevas oportunidades que le ofrece la vida tras la muerte de su mujer, etc. El autor quiere que solo lo escuches a él, una y otra vez. No entiendo muy bien por qué este tipo de autor no se pasa a la columna de opinión o a la autobiografía.
–Demasiado meta: El escritor es su propio autor de fanfiction. No hace más que colar ingeniosas referencias a sus demás obras, meter «pistas» sobre personajes futuros y pasados, o incluso comentar sobre hechos pasados en plena «voz en off«. Todo de manera que cualquiera que no haya leído sus demás libros (o no conozca su mundo) se aburrirá más que mi gato con su pienso seco.
–Ataque a personas reales (incluso muertas). Y aquí entramos en el farragoso terreno del daño, de la injuria y la falta de respeto. Y ya si las personas acusadas están muertas y no pueden defenderse… uf. Es diferente, supongo, si escribes tus memorias, pero para otro tipo de obras queda poco profesional. En ensayo, por ejemplo, dedicar más de la mitad de tu texto a descalificar una y otra vez a personas con nombres y apellidos solo para demostrar la poca razón que tienen me parece no solo de mal gusto, sino tedioso.
–Diez páginas de agradecimientos. Esto es discutible. A muchos lectores les irrita que el autor escriba un pasaje emotivo dedicado a las ocho semanas que durmió su editor con él en una tienda mugrienta perdida en la campiña inglesa. A mí, personalmente, me da igual. No lo leo y ya está. Después de años de sufrimiento y rechazo para conseguir escribir y publicar una novela, creo que el autor se merece, como mínimo, un 5% de páginas para darle las gracias a todo el que le apetezca. Esas páginas no son para el lector. Son el único pago que el pobre autor puede hacer a aquellos que lo han apoyado.
Y ya sabéis como es esto: si empiezas, no sabes dónde parar. Es como en las bodas, que no invitas a la tía Maléfica porque tiene unas borracheras muy malas y de repente está entrando por la puerta vestida de negro de Gaultier y con taconazo, maldiciendo a tu hija recién nacida con una muy mala mano para la costura y cosas así.
5. Barroco, que eres un barroco
Pudiendo ser renacentista, o medieval, o incluso retrofuturista, y no, tuviste que ser barroco. Y por eso no le gustas a los que te leen. Todo porque usas…
–Multitud de palabras inusuales: Esternocleidomastoideo no es una palabra que deba colarse en una novela de fantasía. Y guiverno no tiene por qué insertarse en una novela de intriga médica. De nada.
–Construcciones rimbombantes: A ver si dejamos de «otorgar tortas», «poseer frío» y «vociferar a nuestros progenitores». De nada también.
–Exceso de adjetivos: Este lógico y sensato espléndido consejo para autores mediocres, desacostumbrados y descuidados debería servirnos a todos como somero y útil aviso. Y ya si los adjetivos dejamos de anteponerlos a la inglesa, mejor que mejor.
–Redundancias y repeticiones: Si la chica tenía el pelo rojo, no hace falta que me estés diciendo siempre lo rojo que tenía el pelo. Que era como de fuego. Y ese pelo ardía. Porque su cabello era cobrizo. Y porque parecía un sol encarnado. De fuego. Porque era rojo.
–Rimas internas: Las rimas son para la poesía, si es que te apetece que rime. En la prosa, a no ser que estemos usando un paralelismo claro e intencionado (y eso no debería permitirse hasta un mínimo de 500 horas contabilizadas de práctica), evitemos rimas entre palabras y oraciones. Queda feo, cacofónico.
6. Lo de tópico déjalo para las pomadas
Soy de la opinión de que hay algunos clichés que funcionan. Pueden hacerse pesados, pero la verdad es que atraen al lector medio. Los triángulos amorosos; la profecía del elegido; el pobre niño huérfano; el malo que quiere destruir el mundo; la chica fea que se liga al más guapo. Además, un autor excelente dijo una vez que hay ciertos temas que para algunos lectores son nuevos (por ejemplo, para niños o para adolescentes con poco bagaje lector), aunque para otros estén manidos. Pero no podemos caer siempre en lo mismo. Lo bueno de leer mucho es que empiezas a identificar líneas argumentales que se repiten una y otra vez, e intentas evitarlas. Pero hay mucho más, oh, sí:
–Adjetivos, imágenes y expresiones que estamos hartos de oír. No tengo problema con que un personaje se encoja de hombros, aunque muchos lectores se quejen de ello. Lo cierto es que la gente se encoge de hombros, frunce el ceño y se echa a llorar, y prefiero que alguien se eche a llorar a que «vierta lágrimas desconsoladas». Pero no puedes hacer que se encoja de hombros cada vez que participe en una conversación, o que asienta más que un muñeco de esos que asienten mucho. Del mismo modo, cárgate todas esas metáforas y símiles que están muertos: dientes como perlas, piel como la nieve, boca de fresa. Una de las funciones principales del símil es estimular zonas del cerebro asociadas a lo sensorial, para que ciertas palabras nos permitan una experiencia más real y envolvente. Está comprobado que las metáforas muertas (las que tenemos ya plenamente integradas y asumidas) no producen este efecto.
–Personajes planos. Las personas son complejas e interesantes. Los malos no pueden ser villanos de serie B (a no ser que sea un efecto paródico y buscado), los héroes no pueden ser maravillosos y perfectos, las mujeres no deberían poder sustituirse por un mueble. Evitemos los estereotipos, evitemos a la chica fuerte que pierde su voluntad y dignidad cuando se enamora, al chico rico que dona su tiempo y dinero y que ni siquiera es consciente de que lleva vaqueros de marca, al hombretón fuerte y rudo que parece cascarrabias pero que luego es un pozo de sabiduría y talento que ni Hemingway, la pobre chica que cree que es fea pero sus amigas la maquillan y la llevan a la peluquería y resulta que es un bombón.
Y, por favor, dejemos también lo que Juanma Santiago llama el «efecto espejo». Ese momento en que la protagonista buenorra se mira en el espejo y se gira y se aprieta un poco el pecho para que el autor pueda describirnos lo muy buenorra que está. Porque el narrador se ponga caliente pensando en su personaje no es excusa para que todos los objetos inanimados deseen poseerla (la suave espuma del mar acarició sus muslos; la silla de suave terciopelo acarició sus muslos; las sábanas suaves de raso se envolvieron entre sus muslos). Y no penséis que os libráis, autoras. Al próximo «es un yogurín», «me imaginé, nerviosa, su tabla de lavar/tableta de chocolate» o «su fornido pecho de mármol» tendremos Palabras.
Ya está bien.
7. El narrador impertinente
Este punto está muy relacionado con el 4, con el autor, ya que su voz a veces se come a la del narrador. Lo ideal sería que esta identificación no fuera plenamente visible (con la excepción, una vez más, de memorias, autoalabanzas y géneros similares). Aquí tenemos algunos de los problemas que más enfadan a los lectores.
–Autores que hablan a través de sus personajes. Ese burdo intento por intentar expresarte o convencer mejor a tu lector usando un personaje que crees que le cae bien (pista: no, no le cae bien) refleja una falta de contención que ni (insertar chiste sexual inapropiado y también burdo aquí). Los personajes que funcionan son aquellos que tienen una personalidad propia, definida. Si tu personaje es una niña de doce años de pelo largo, queda muy extraño hacer que suelte una parrafada sobre la lucha de clases en el siglo XIX y la discriminación hacia los calvos. Así que piénsatelo muy bien antes de a) soltar tus opiniones porque sí y b) hacerlo usando personajes a los que no les pega en absoluto. Esto nos lleva a otro gran problema:
–Posicionamiento ético o moralizante del autor. Lo de la moraleja con el conde Lucanor tenía su gracia, pero han pasado unos años desde entonces. Tus lectores son personas con posiciones éticas/políticas/religiosas propias. Intentar convencerlos de tu punto de vista mediante la ficción puede ser una mala idea. Sobre todo si lo haces de forma muy metafórica y subrepticia pensando que nadie se dará cuenta, ¿verdad, C. S. Lewis?
Nadie quiere que un narrador le diga cómo debe pensar. El lector quiere que le proporcionen elementos que lo inviten a reflexionar, no soluciones trilladas que intentan meterle por la garganta con un embudo.
–Monólogos internos estúpidos/reflexiones sosas metidas con calzador. No, ese monólogo interno de ocho párrafos sobre cómo murió tu perro y qué significa la muerte, no, gracias. Ni tu reflexión particular sobre la idiosincrasia del fútbol que cuelas en un capítulo en el que un personaje va a un partido. Ya sabes, ese capítulo donde dedicas tres frases al partido y el resto a la reflexión.
–Narradores omniscientes que se involucran en el texto. Un narrador omnisciente se llama así porque sabe todo lo que ocurre en el texto. Es una tercera persona neutra, una especie de divinidad imparcial que lo ve todo. Si quieres que tu narrador se involucre en el texto y dé su opinión, no uses un narrador omnisciente: usa una primera persona (¡incluso una segunda!) o la perspectiva, en tercera persona, de un personaje concreto. Mantener un estilo unificado y coherente es fundamental. Por supuesto que puedes cambiar de perspectiva de un capítulo a otro, si dejas claro que ha habido un cambio de personaje/narrador. Pero cambiar sobre la marcha está feo. No puedes empezar con una narración omnisciente y a las dos páginas empezar a utilizar expresiones como «parecía que había alguien escondido tras la puerta» (¿hay o no hay alguien escondido? ¡Eres omnisciente, lo sabes todo!); ni usar una primera persona narradora que diga: «Miranda estaba nerviosa porque había metido la ropa sucia en el cajón de Manuela» si tu narrador nunca ha conocido a Manuela ni sabe la razón por la que Miranda está nerviosa. En cualquier caso, puedes decir que Miranda tenía algún tic, que no paraba de moverse, inquieta, o que llevaba un cartel colgado del cuello que ponía «estoy nerviosa porque he metido la ropa sucia en el cajón de Manuela y entre esa ropa están los calzoncillos de su novio y ella va a venir a despedazarme con una motosierra». Que no sé por qué habría de llevar alguien un cartel así, pero, eh, eso ya es cosa tuya, autor, que eres un profesional.
Y, por último, parece que sienta muy mal eso de que el narrador prediga el futuro con frases que adelantan la trama. Eso de «Miranda ahora no lo sospecha, pero pronto se arrepentirá de haber pasado de hacer la colada». Yo lo he hecho alguna vez, pero, como todos los autores, me creo especial y creo que lo hago con salero.
Nos acercamos peligrosamente al punto que más cabrea a nuestros pobres lectores. Pero quedémonos primero con el antepenúltimo, que también tiene miga.
8. Más relleno que una buena almohada
y el mismo efecto soporífero
Estás haciendo una tesis centrada en la Inglaterra del siglo XIX y además resulta que te gusta escribir novelas. ¡Puedes aprovechar tantos años de sufrimiento e investigación para documentar tu novela victoriana/steampunk! (DISCLAIMER: ESTO NO VA POR TI, VICTORIA, LO JURO). Puedes hacer una de dos cosas:
1. Utilizar datos pertinentes para ambientar tu novela y darle mayor credibilidad.
2. Soltar datos como quien echa gente pobre por la borda del Titanic. ¿Cinco años de investigación? OS LA VAIS A TRAGAR TOA.
No, eso a los lectores no les gusta. Es lo que comúnmente, en su extraña jerga de lectores, llaman relleno.
El relleno suele usarse para presumir de una labor de documentación. También surge cuando el autor se aburre y larga palabrería técnica/filosófica/ornamental solo para cubrir espacio en blanco. A veces se mete ese relleno por obligación, que hay que llegar a X número de páginas. O puede que algunos creamos que es necesario meter más ambientación y descripción, porque es lo que creemos que hacen los buenos autores. Y también está el que mete algo simplemente para llamar la atención, como mi recurso habitual de hablaros de sexo, unicornios, basiliscos, pterodáctilos, dragones, mundos posapocalípticos y mi libro, donde salen casi tres de esas cosas.
Algunos tipos de relleno molesto:
–Notas innecesarias y apuntes a pie de página. Déjalo para las ediciones críticas de editoriales profesionales, please. Si no te llamas Terry Pratchett, Francisco Rico o Darío Villanueva, no distraigas mi lectura haciéndome bajar la vista al fondo de la página (o, peor, acudir a los apéndices al final del libro). Las notas en ficción se reservan para la parodia y para casos realmente necesarios. Que lo has escrito en tu idioma. No me pongas una nota del traductor (sí, esto ha pasado).
–Una creación de mundos para superdotados. Cuando necesitas un libro auxiliar, un mapa y un profesor de historia medieval para entender qué está pasando(2), pueden pasar dos cosas: o bien te haces muy fan y montas tu propia wiki, o bien suspiras y dices, entre gruñidos «otro tipejo que se cree Martin o Tolkien no, por favor».
–Exceso descriptivo. Quieres meternos en situación, lo entendemos, ¿pero era necesario dedicar cuatro páginas a la vestimenta de un personaje del que nunca volveremos a saber nada? Además, podrías caer en un error garrafal, en una de esas faltas que hacen que los lectores utilicen tu libro para espantar a ese gato persa gris de ojos amarillentos y endemoniados que tiene aterrorizados a todos los mininos del vecindario y que además se caga en tus plantas (es posible que haya mencionado al Gato Gris antes. Y volveré a hacerlo). Ya sabes, ese fallo imperdonable:
llevar más de 250 páginas escritas y que todavía no haya pasado nada
Me estremezco solo de pensarlo.
9. No me seas incoherente
Lo malo de escribir novelas, o cualquier texto largo, es que tienes que tener muchas cosas en la cabeza (o en veintitrés cuadernos Paperblanks, si tienes buen gusto). A veces es fácil cambiarle una prenda a un personaje, cambiarlo de nombre o incluso de sexo. Pero ese es un pecado muy gordo a ojos del lector. Estas son las incoherencias que más alergia les producen:
–Nombres que cambian: Se llamaba Ana. No Bea, ni Marta ni Susana. Ana. No la llames Magdalena de los Dolores de Cristo en el siguiente párrafo.
–Fallos argumentales/huecos de guion/fallos de racord/personajes incoherentes. Lo meto todo en uno, porque si no, no acabaré nunca. ¿Sabes ese momento típico en CSI en que, tras darte pistas y datos, se meten en el laboratorio, hacen un montón de pruebas que en España no existen, a alguno se le enciende la bombilla en la cabeza y te da, muy rápido y de corrido, una explicación muy convincente de quién es el asesino y por qué? ¿Alguna vez os habéis parado a escuchar toda esa explicación, a ponerla por escrito?
A menudo tiene menos sentido que un discurso político. Nos dan las explicaciones rápidas para que no nos paremos a analizarlas, por la sencilla razón de que muchas veces tienen más agujeros de guion que una película sobre coladores. Pero si el espectador da con esos agujeros, se enfadará, y con razón. Se pondrá rojo e hinchado y gaseoso como un crítico de cine con una licenciatura en Física, después de ver Gravity.
Si tu personaje lleva una falda roja, no puede llevar pantalones verdes en el capítulo siguiente si todavía no ha tenido oportunidad de pasar por casa a cambiarse. Si a tu personaje no le gustan las pasas, no puedes ponerlo a comer fruitcake dos páginas más tarde. O por lo menos no con gusto.
Y si tu personaje vive en un mundo donde no existen las hadas y no das ninguna pista en todo el libro que nos lleve a pensar que las hadas sí existen, no puedes resolver el problema final cubriendo al malo de hadas carnívoras. Bueno, puedes, pero nos dejará un tanto confusos. No puedes romper el pacto narrativo, no puedes insultar a la inteligencia del lector.
–Fallos de coherencia del mundo creado. Con la fantasía y con la ciencia ficción hay cierta tendencia a creer que todo es posible. Y lo es, siempre que seas coherente con las leyes del mundo que has creado. Así, si hablamos de un mundo donde asumimos que las leyes físicas funcionan como en cualquier otro lado, no puedes modificarlas a tu gusto. Si hablamos de un mundo donde los dragones ponen huevos, hacer que una dragona sea vivípara de repente nos va a dejar a todos desconcertados.
–Deus ex machina. Y con el deus ex machina no me refiero solo a ese superhéroe desconocido que aparece para salvar a todos los personajes del enredado de trama imposible que se le ha ido al autor de las manos, sino también a cualquier introducción conveniente de hechizos, herramientas o personajes de los que no se ha hablado a lo largo de todo el libro. El medallón mágico que resucita muertos, que el prota llevaba todo este tiempo y que acaba de recordar que tiene, tras ocho semanas de festejos de duelo por la muerte de la única persona que puede salvar al mundo; el amigo culturista y millonario que tiene la protagonista que aparece justo cuando va a darle el «sí, quiero» a un hombre que no le hará bien (pero del que hasta ahora ni se había mencionado el nombre); el cuchillo afilado que casualmente llevaba un personaje en el bolsillo de su vestido de noche (what?) para clavárselo al malo malísimo cuando este está a punto de estrangular al héroe.
Y no. Lo de «todo era un sueño» y «solo lo he imaginado» tampoco nos convence. Ni las escenas interminables de ensoñaciones y delirios sin sentido que meten algunos para distraernos del hecho de que ya no sabe qué están haciendo con su novela.
Ni los fallos de documentación. Aquí todos podemos equivocarnos, pero para los lectores exigentes es sinónimo de descuido e ignorancia. Antes de meter un dato científico o histórico en una obra, procura asegurarte de que no estás metiendo la pata hasta el fondo. Aunque esto lo digo con la boca muy pequeña. Que realmente no es nada difícil fastidiarla con ese tipo de cosas.
Y al fin, más de 4000 palabras más tarde (en serio, ¿qué me pasa?), hablemos de ese GRAN FALLO, de aquello que ha puesto a lloriquear, gemir y soltar espantos a más lectores por metro cuadrado desde la aparición de la imprenta (o de los manuscritos en papiro con miniados. O del cuneiforme). Oh, sí. Seguro que sabéis de lo que estoy hablando:
10. Erratas y horrores
La corrección puede ser una profesión muy desagradecida. Hay alguna que otra regla o excepción que no la conocen ni en su casa a la hora de comer, y que cuando la aplicas encima te señalan con el dedo (me da miedo usar palabras como márquetin, por muy correctas que sean). Lo malo de la corrección es que nadie apreciará lo que hagas bien, solo se quejará de lo que hagas mal. Y siempre se te va a escapar algo, o siempre va a haber algo que no sepas. La vas a fastidiar, y esas 1347899,3 faltas y erratas que corregiste no significan nada junto a las dos que se han colado aun después de ocho revisiones. Al autor le va a pasar algo parecido, tenga o no tenga el apoyo de un buen corrector.
Lo peor de todo es cuando cometes un fallo que SABES que es un fallo. Lo cometes, porque tu cerebro se fue de vacaciones durante unos breves segundos, y en las reseñas alguien te dice: «No me puedo creer que cometieras ese fallo«.
Ya, yo tampoco.
La herramienta de un escritor es el lenguaje y debe conocerlo bien. Debe saber de sintaxis, de gramática y de ortografía. Después de terminar un artículo largo, reconozco que me queda poca energía para darle todas las revisiones que necesita. También sé que sabréis perdonarme si se escapa alguna errata. Pero no me lo perdonaríais en un libro, no. Habéis pagado por ese libro. Habéis pagado por una experiencia de inmersión, evasión y divertimento.
No hay excusas para un texto plagado de erratas, de faltas de ortografía y de fallos gramaticales. No solo hace que un lector abandone tu libro con la velocidad de Flash con mucha prisa, sino que hará que un editor o un lector profesional no llegue ni al segundo párrafo de tu manuscrito antes de mandarlo a la papelera de reciclaje (que después vaciará sin cargo alguno de conciencia y tal vez con una risa maléfica). Es, con diferencia, lo que más cabrea a un lector, a cualquier tipo de lector. Eso y las malas traducciones. Con lo cual, solo me queda un mensaje para vosotros, escritores (y para mí misma, por supuesto): Alone see and write good!
Tenéis que contarme, como lectores, qué es lo que más os enfada a vosotros, aquí, en los comentarios.
Por mi parte, estoy contenta. Como autora, nadie puede obligarme a ir a arreglarle la ventana rota. Recordad siempre que hay que abrirla antes de proceder a la defenestración de libros.
Si no, el daño ya no es del escritor. Es vuestra, por torpes.
(1) No sé si se hacen muchas trampas de caza en invierno en Wisconsin. Sonaba bien, lo siento.
(2) Frase por cortesía de Fabrizio Ferri-Benedetti.
¿Te ha servido este artículo, pero quieres más? En Amazon tengo un libro de 70 trucos para solucionar problemas como estos, un libro pensado para ayudarte a corregir tu libro a nivel formal y de contenido, ¡échale un vistazo aquí! (O aquí, si resides fuera de España).
Coincido con la mayoría, y he de admitir, casi sonrojándome, que más de una vez los cometí todos (si acaso no los sigo cometiendo). Me siento afortunado por haber tomado consciencia de esos fallos (sobre todo de los más graves) y de haberlos quitado de mi modo de escribir (aunque hay algunos que lamentablemente son de corte editorial), pero sigo preocupado por aquellos que insisto en cometer por mero gusto personal (el barroquismo y el uso de tópicos). No me desagradan ni para leerlos, ni para escribirlos, siempre que no haya abuso en ello. Seguro que más de uno tirará mis novelas por la ventana. Al menos servirá para matar a alguien que lo merezca, si lo tira cerca de un edificio gubernamental.
Buena tu página. Un saludo desde el fin del mundo.
LDM.
«Al menos servirá para matar a alguien que lo merezca, si lo tira cerca de un edificio gubernamental»–> Me gustan tu optimismo y sentido práctico 😀
Conclusión: es imposible (o muy difícil) escribir la novela perfecta. ¡Siempre hay algo que va a molestar a un tipo determinado de lector!
Has hecho una buena recopilación, demasiado completa, agobiante, diría yo, si fuese leída por un escritor que se vería reflejado en muchos de tus ejemplos. jaja (Yo aún sólo soy escritora de redacciones de colegio, alguna poesía, algún cuento y algún trozo de texto con vistas a convertirse en novela que luego acaba en el olvido.)
En general estoy muy de acuerdo en todo, excepto en algún detalle (a mí no me molestan los finales irónicos, según has descrito que son).
Lo que más me molesta a mí son las faltas, y lo de los adjetivos también es algo que cada vez noto más y que yo creo que es algo muy propio de escritores principiantes. Me acuerdo mucho de un relato que escribí de más joven y llené de todo tipo de palabras raras que buscaba en el diccionario de sinónimos, y yo en mi ingenuidad pensaba que le daban más categoría al texto. Ahora cada vez que lo leo me doy cuenta de lo equivocada que estaba. ¡Qué horror!
También me chirrían mucho los textos que transmiten una ideología sobre algún tema de forma demasiado evidente (como usando los diálogos de los personajes, o una situación concreta que aprovechan para soltar unos párrafos de opinión).
Aunque admito que siempre me asusta la longitud de tus artículos, me ha encantado este y sus toques de humor.
¡¡Saludos!!
Me temo que en asuntos como este es imposible escribir artículos cortos, jeje.
Saludos y gracias por leer y comentar.
Lo que no soporto es que cuando sale la película o serie de algún libro, inmediatamente todas las portadas de ese libro cambien y aparezcan los actores en la portada.
Otra cosa que se mencionó aquí que encuentro lo peor de todo, es que existan fallas en la impresión. Recuerdo aquella vez que iba muy avanzado en un libro, leyendo con muchas ganas y aparecen como 3 o 4 páginas en blanco :C Por suerte tenía a mano el Kindle así que bajé el pdf, leí esas páginas y continué leyendo, aunque mi mania hizo que lo fuera a cambiar por otro en buen estado.
Y por último, lo que no soporto, es que al terminar de leer el primer libro de una saga, te des cuenta que era posible hacerlo todo en uno, y que el escritor escribe más por amor al dinero que por el amor a escribir una buena historia.
Cierto, Patricio, lo de las páginas es desconcertante. Y nada hay más feo que la cara de Tom Cruise en la portada de mi edición de Minority Report. Que no es que el hombre sea feo, pero pega ahí más bien poco 🙂
y al reves? un libro que desde la cuarta parte anuncia que ira para largo porque se llama «Las cuatro estaciones del amor» y el primer libro se llama Primavera…sera de mal gusto?
Fabi, Gabriella: Estoy en mitad de una saga de Chic-lit sobre cuatro hermanos. La saga no tiene nombre, pero el primero de los libros se llama «El verano en que decidimos», el segundo «Fue en otoño cuando te vi», el tercero (en el que estoy inmersa ahora) «Si el invierno llega», y el último, que todavía esta en esbozo, se llamará «Primavera para dos». Las estaciones tienen que ver con las personalidades de los hermanos o con sus relaciones, pero ahora me dejáis hecha polvo. ¿Me replanteo los títulos?
Hola Patricio. Hola Gaby.
Lo de las portadas libro-película lo tolero, ya que es una manera de hacer publicidad cruzada (supongo), pero ODIO ver en una portada o promoción el rostro de un famoso cuando la historia se trata de lo-que-sea menos del citado personaje público. Por ejemplo, hoy me encontré por ahí con una rimbombante promo de un libro X con Christina Ricci (Los Locos Addams, Gasparín, Sleepy Hollow…) y un tipejo que no sé quién es. Que alguien me explique qué hacía esa mujer ahí.
¡Ah! Imposible dejar por fuera las portadas con mujeres semidesnudas y hombres con barras de chocolate en el abdomen para tratar la dolorosa historia de amor prohibido entre María (la chica inocente que puede recrear hasta el 5to tomo del Kamasutra) y Juan (el inalcanzable macho perfecto que trata a todas como unos limpiapisos, menos a María porque… es la protagonista). Como si los feos o los seres normales no tuviéramos derecho a ser amados, a tener mentes criminales o a convertirnos en héroes.
Jeje, las portadas darían para muchos más artículos. Yo también aborrezco que usen carátulas de las películas basadas en el libro para ponerle cubierta al libro.
«María (la chica inocente que puede recrear hasta el 5to tomo del Kamasutra) y Juan (el inalcanzable macho perfecto que trata a todas como unos limpiapisos, menos a María porque… es la protagonista)».
Creo que acabas de definir la trama de un 50% de las novelas románticas en el mercado.
«Como si los feos o los seres normales no tuviéramos derecho a ser amados, a tener mentes criminales o a convertirnos en héroes».
Los que no son blancos ni hetero tampoco tienen mucho derecho a eso, si te fijas en el libro medio 🙁
A eso me refiero 😛
Muy completo y algo realmente útil para que pongamos las barbas en remojo XD Algunas de estas cuestiones ya las había observado por ahí, y pongo todo mi empeño en evitarlas al escribir, porque a mí también me molestan como lectora. Especialmente el exceso de adjetivos antepuestos; en castellano van al final, loco!! Se me ocurre que debe ser culpa de las malas traducciones, he identificado ese error en los doblajes de Star Trek Next Generation por ejemplo, y con adverbio incluido!!
Sólo discrepo con la opinión sobre los finales abiertos; por lo que veo en el taller en que participo, a los lectores nunca les gustan, aunque estén bien. No sé cómo serán los ganchos de las sagas (la única que leí es ESDLA), pero un final estilo «Una vuelta de tuerca» me parece mucho más interesante.
Nota de color: una vez presenté en el taller un cuento que terminaba siendo un sueño y uno me lo criticó, por lo que me vi obligada a hacerle notar que había dejado pistas por todas partes. Ese final había sido mi punto de partida, de hecho. Cuando lo mandé, ya sabía que algun@ iba a caer, pero me gustaba tanto la idea que no pude resistirme XD
Saludos!!
Sí, creo que lo de los adjetivos proviene sobre todo de la cantidad de traducciones que leemos del inglés. Los traductores muchas veces olvidan realizar esa modificación y poco a poco se nos pega. A mí también me pasaba (y en mis artículos me sigue pasando bastante), pero ahora tengo muy clara que la sonoridad de un sintagma nombre-adjetivo varía muchísimo según dónde coloques el adjetivo. No se trata de ponerlos siempre después del nombre, claro, sino en jugar con órdenes y estructura para sacarle el mayor provecho fonético y enunciativo 🙂
Se puede hacer un buen final abierto, pero normalmente como parte de un relato con una construcción muy medida. Uno de mis relatos favoritos de siempre, Come Rain or Come Shine, de Ishiguro (sería algo así como Llueva o haga sol, no sé si se ha traducido a nuestro idioma) tiene un final totalmente abierto. Y realmente en el relato casi no pasa nada, no hay una estructura definida de exposición, nudo, desenlace. Sin embargo es un relato que aún hoy me roe el cerebro, porque hay tantas cosas escondidas por debajo de cada frase… Lo mismo ocurre con algunos relatos de Cortázar, donde el final realmente está escondido en el resto del texto. Tal vez sea más difícil hacer esto en novela, ya que los lectores modernos estamos condicionados a esperar un remate, una satisfacción, y si no nos la dan después de 400 páginas puede correr la sangre 🙂
Vamos allá, pero antes de nada: «A mí eso no me ha pasado». XDXDXDXD
EL FINAL: Siempre digo que el final debe ser el que pide la historia, ¡es que te lo pide! Da igual si tú quieres uno bonito, empalagoso, horrible, violento, mortífero, con cosas buenas y malas, rápido, lento… Nada de eso importa, un buen final es el que te pide la historia y punto. Y sí, un escritor, el 99% de las veces, sabe cuál es ese final.
Dicen que es lo más complicado, pero yo creo que lo complicado no es poner el final en sí, más bien el darle vueltas a cuál le gustará a la gente, cuál venderá más, cuál, cuál, cuál…
Como lectora… A mí me gusta que las cosas acaben bien, pero a veces no puede ser así. Una vez que acabo de leer una historia, me tomo mi tiempo para rumiar ese final y decidir si es el que debe ser y si realmente me gusta aunque mueran todossssss.
FORMATO: Bueno, eso es algo del editor, igual que los fallos del corrector (siempre que haya tenido corrector, obvio; y siempre que no sean fallos básicos). Molesta lo del formato, sí, pero a mí, personalmente no es algo que me atormente (a menos que haya pagado 20 euros por el libro en cuestión, of course).
DIÁLOGOS: Dicen que es algo muy complejo, personalmente es mi punto fuerte, quizás por mis influencias audiovisuales, quizás porque es mi punto fuerte y punto, XD; quizás ambas… Pero es algo que me encanta, que se me da bien y que me sale solo.
Y sí, me he encontrado con libros cuyos diálogos no te cuentan nada, son sosos, son forzados o se nota a la legua que los usan para explicar al lector lo que no son capaces de contar de otra manera y resultan artificiales y fuera de lugar. Y ojo, que son una parte importante de una novela, sean pocos o muchos.
AUTOR SOBRAO: Realmente nunca había pensado en ese punto, tendré que hacer memoria para ver si alguna vez me he topado con algo así…
Por cierto, lo de los agradecimientos siempre me los leo.
En mi novela, recuerdo que pretendía no alargarme para no ser pesada, pero tampoco quería dejar a nadie fuera. Decidí decir nombres de personas que estaban relacionadas con la novela de alguna forma y el resto hacerlo más general, aun así, creo que la cosa quedó en hoja y media o así y lo repasé mil veces intentando no dejarme a nadie. Es algo complejo…
BARROCO: A la hora de corregir manuscritos de autores. muchos usan todo lo que has dicho y yo no hago más que decirles que es un error. Por ejemplo, en cuanto a las «palabrejas» (como digo yo): ¿por qué decir algo con palabras complicadas cuando puedes decirlo de una forma sencilla? Sobre todo si no está justificado: una cosa es que en la historia aparezca una reunión de escritores (somos unos pedantes todos, pegaba ahí que se note la RAE, jajajja), pero ¿en una novela juvenil, o en una romántica? ¿Para qué, por qué? Lo hacen los escritores noveles mucho como para intentar demostrar que no son principiantes y ahí se delatan. Ahora bien, también te digo que hace poco encontré la primera novela que escribí y terminé y se me abrió la boca hasta el suelo: había hecho exactamente lo mismo, ¡mierda! También lo de repetir todo lo del pelo rojo, Diosssssss, me mata. En este punto podría explayarme mucho más, pero vamos a dejarlo…
TÓPICOS: Coincido en lo de que hay algunos que funcionan, ¿por qué no poner a la chica gordita con problemas de autoestima, o a la pija de turno que es un zorrón? Usa el tópico y haz que deje de serlo. Ambas aparecen en mi novela e intenté que ambas dejaran de ser tópicos, si lo he conseguido o no… jajajaja.
Respecto a lo del buenorro y la buenorra, estoy harta de eso, la literatura romántica, ya sea juvenil o adulta es así. Desde el primer capi ya sabes qué va a suceder en la historia y cómo va a terminar. ¡Un poco de originalidad, señores!
NARRADOR IMPERTINENTE: Un punto muy interesante y, sin duda, un escritor no debería exponer SUS ideas de esta forma. ¿No hay un grupo de personajes? Pues que haya de todo, unos con unas ideas, otros con otras, para que el lector las vea todas, no solo la tuya propia. ¿Leer no es democrático? XD
Yo también soy de las que odio que el narrador te adelante la trama con esas frases, son terriblesssssssssssssssss.
RELLENO: Ufffffffffffff, no puedo con esos libros. Vamos a ver, está bien que te den ciertos datos, pero cuando esos datos te sacan de la trama… mal vamos. Y algunos son realmente excesivos. Si quiero saber todo eso, ya leeré un libro especializado, pero este libro lo estoy leyendo por otro motivo. Llega un momento que no sabes si estás leyendo ficción o qué estás leyendo. Hubo un libro que la trama me motivaba mucho, pero era tal cantidad de datos innecesarios que terminé por dejarlo y odio dejar un libro. Los datos justos, los datos que te pida la trama y ya está. Por algo no me suelen gustar las novelas (te hablo cuando son puras) de ciencia ficción, épicas o históricas; demasiadas descripciones para mi gusto.
INCOHERENCIA: Es verdad que muchos fallos de los que dicen se pueden producir cuando uno escribe. Por ejemplo, yo voy escribiendo varias novelas a la vez, según me apetezca o me inspire cojo una u otra, quizás mañana otra diferente. Las dejo tiempo aparcadas, luego vuelvo a por ellas, es normal que se produzcan fallos. Pero para eso está uno, para volverla a leer al final y cuando la corrige, la idea es ver todos estos fallos y subsanarlos. Ayer mismo me puse a releer lo que llevo escrito de una novela que quiero continuar y me di cuenta que había puesto que la protagonista tenía trabajo y más adelante no lo tenía, que era ama de casa. Para eso estamos, para subsanar esto antes y la editorial también debería, ejem.
En la novela que tengo publicada, me confundí en el año de publicación de un libro y solamente se dio cuenta una persona, ya está cambiado, pero de toda la gente que lo leyó, una solaaaaaaaaaa. (Por un lado es bueno).
ERRATAS Y HORRORES: Entiendo lo que dices de la corrección, mucho, muchísimo. Por cierto, a mí no me gusta usar el güisqui, pierde su gracia.
Los fallos ocurren, y fastidian, claro que fastidian tanto al escritor como al lector, pero nadie es perfecto.
Yo, para variar, aquí con un comentario extralargo. Un saludote, XD
Dioses, Sarah, no sé ni por dónde empezar a responderte, jaja. Muchas gracias por realizar un comentario tan completo. Respecto a lo que dices de los finales, no sé. Me ha ocurrido hace poco que en una historia que tenía muy claro cómo debía acabar he acabado realizando una modificación bastante grande, ya que entre mis lectores cero coincidía mucho esa necesidad y yo misma creo que ahora queda mejor. Esto siempre es así de contradictorio: fíate de tus instintos… pero no siempre 😉
a veces el pelo rojo lo es todo, de verdad, nunca es suficiente metafora para REMARCAR la importancia del fuego en sus cabellos, o sea, rojo jajajajaja (estoy traumada, voy a tirar mi manuscrito por la ventana y no lo voy a publicar)….
Es que si no tienes un personaje femenino fogoso y pelirrojo no vas a vender. True story.
Como siempre, un artículo maravilloso y estupendísimo, Gabriella. Me he visto identificada en muchas de las situaciones que describes.
Estoy de acuerdo con casi todos los puntos que se mencionan, aunque he dudado unos momentos acerca de si yo pondría el de las erratas como el más grave. No acostumbro a encontrar demasiados fallos en los libros que leo, y, en cualquier caso, nada más allá de errores de mecanografía, «rio» con tilde por aquí y alguno de esos benditos interrogativos indirectos sin tilde por allá. La cosa es que, cuando los encuentro, no suelo enfadarme. En el caso de que el libro (manuscrito sería más adecuado aquí) esté plagado de ellos, me cabrearía, sí, pero nunca me he visto en esa situación. Así, cuando encuentro este tipo de errores puntuales, no me enfado, sino que casi me río, porque me hacen gracia y me resultan curiosos. Casi como cuando éramos pequeños y pillábamos a un adulto decir un taco.
Por otra parte, echo en falta dos de los aspectos que, como lectora, me cabrean más. Hablas de personajes planos, de narración incoherente, pero, ¿qué hay de la literatura facilona? ¿qué hay de esos escritores que, especialmente en juvenil, consideran que sus lectores son tontos y que no son capaces de seguir tramas complejas? Me molesta mucho que se recurra a la literatura fácil, que no se profundice, que los personajes sean perfectos y carezcan de conflictos y de evolución. Me molesta que, por describir un par de escenas que a ojos de los adolescentes serán preciosas y fantabulosas, algunos escritores consideren que ya está todo el trabajo hecho. Me molesta que no arriesguen, que no se atrevan a pasar ciertas líneas y, como mencionas, me molesta el moralismo obvio, pues considero que los valores se deben tratar con delicadeza y sutileza, hay que saber transmitirlos de la manera adecuada para que lleguen. Hablando de casos concretos de lit. juvenil que he leído (y sufrido), me molesta también que cuando los autores intentan moralizar acaben consiguiendo todo lo contrario: chicas anoréxicas que empiezan a verse bien solo cuando el típico personaje buenorro les dice que son guapas (¿personajes de mujeres fuertes e independientes? ¿qué es eso?), bulimias que se superan en menos de cincuenta páginas, la romantización de relaciones abusivas…
Poco más por mi parte. Como siempre, muy fan de tu autobombo, que no falla los martes; ¡no sé cómo consigues meterlo y que encaje tan bien con el contenido!
¡Un abrazo!
Yo tampoco me enfado por las erratas y faltas que suelen enfadar a la gente, igual porque sé lo fácil que es que se escapen. Me enfadan las barbaridades, ya sabes, cosas con v en vez de b y etc. También me molestan las rayas de diálogo mal usadas, pero esa ya es una manía particular. Lo que realmente hace que abandone un libro es si las erratas o faltas son continuas.
Respecto a la literatura facilona, que no arriesga, a mí también me molesta. Pero también es cierto que suele tener unos resultados de venta superiores a la que sí arriesga, y hay unos cuantos escritores en el mundo que conocen bien a su público, saben darle lo que quiere y además tienen la aspiración de vivir de lo que escriben. Es un tema complicado, desde luego.
«chicas anoréxicas que empiezan a verse bien solo cuando el típico personaje buenorro les dice que son guapas»–> Jaja, sí, ¡un clásico!
En cuanto a lo del autobombo, intento pensar en lo que a mí me agobiaría o molestaría si fuera lectora del blog, y tirar por ahí. Me puedo equivocar, claro, y si en algún momento me pongo muy pesada creo que sería ideal que me lo dijeran mis lectores. Me sentaría fatal, claro, pero sería necesario 😛
«(…) parece que sienta muy mal eso de que el narrador prediga el futuro con frases que adelantan la trama.»
Peor aún, narradores que adelantan el futuro y cuyos autores luego ni se acuerdan que lo han hecho. Recientemente leí una novela en que se cerraba un capítulo con el socorrido «no sabían que era la última vez que se veían», y cien páginas después volvían a encontrarse.
¡Hala, qué bueno! Alguno así me he encontrado yo alguna vez, sí 🙂
Estoy de acuerdo con todo, o casi todo. Hay una parte no te comprendo bien.
Gabriella dice: <>
No entiendo eso como puede molestar al lector, a mi desde luego no. Si esos «diálogos informativos», como tu lo llamas, aportan información sobre la trama es que está bien, no?
Otra cosa sería diálogos entre dos personas que mas que narrar lo que hace es escribir por escribir pero no aporta datos relevantes para la historia.
¡Hola, Jorge! A ver, un poco de información nunca viene mal, sobre todo si se introduce de forma natural en el texto y es relevante. Lo que puede ser problemático es meter demasiada, de tal modo que el lector se pierde y ya no recuerda qué estaba diciendo el personaje.
No suelo leer novelas, me aburren. Leo ensayo y gracias a Dios estas cosas no suelen pasar. Todas las tramas de las novelas están contenidas en la Biblia, la Odisea y la Iliada. Me encantaría descubrir una novela que tuviera algo diferente de verdad.
Me ha encantado el artículo. Lo he leído todo enterito. Y he pillado un par de faltas… pero bah! Y sí, con todo, lo que más horror me produce después de pagar un libro es verlo lleno de faltas y errores tipográficos. Hace tiempo que tuve que rebajar el nivel y acepto como mucho tres. Después de eso, MAL. Sobre todo si el libro es una preciosidad, portada maravillosa, papel bueno, pinta de hacerte pasar un buen rato y que lo acabes cabreada. Por todo esto es por lo que me ha encantado tu artículo, porque muchas veces me he sentido incomprendida, porque no es que una no vea más allá de las faltas, es que esquivar todo eso hace que me salga de la historia y no disfrute como debería. Ahora ya no. Gracias 😉
Estoy contigo. Para mí es un problema si las erratas, faltas y construcciones torpes no hacen más que sacarme de la lectura. Bueno, en realidad no es un problema, porque cambio de libro y hala. Será por libros 🙂
Ah, si recuerdas qué faltas encontraste, pásamelas, que me haces un favor. Siempre me falta tiempo para revisar los artículos todas las veces que debería, y yo si no reviso las cosas cuatro veces meto la gamba seguro.
Tienes muchísima razón. Yo mismo me ahorraría un montón de quebraderos de cabeza si tuviera a mano un boli y un papel para acordarme de quién es quién cuando escribo. Está visto. La literatura y la creatividad no son parientes cercanos, pero están obligados a entenderse si queremos que el libro salga bien.
Saludos
Yo llego al terrible momento en que me doy cuenta de que tengo más papeles con notas (o, ahora, anotaciones en el móvil) que texto escrito al respecto. Ese es el momento de ponerse a escribir sí o sí, jeje.
Yo creo que la mayoría de gente es bastante indulgente con todos estos fallos. No hay más que ver qué libros tienen éxito: Crepúsculo, 50 sombras de Grey, etc. Lo que de verdad el público no perdona es: que un libro sea aburrido.
Sí, puede ser. Entre los lectores que yo conozco la exigencia por un buen tratamiento formal y coherencia en el contenido es mayor. Supongo que depende del tipo de consumidor.
muy cierto lo mismo en la música si no es divertido se hunde en el olvido mas aun en esta época. los snob y grupos intelectualoides pueden prestarle atención a finezas pero el publico general busca divercion, sea en libros, música, películas.
Has escrito ‘idiosincracia’ en lugar de idiosincrasia… Por lo demás ¡qué razón tienes!
¡Es verdad, gracias por el apunte! Voy ahora mismo a corregirlo 🙂
Hola,muy buen artículo.No volveré a escribir en mi vida.Pero tampoco tendré la culpa de mortificar a mis lectores.Lo cierto es que sabiendo que para mi era imposible concluir una novela,junté varias historias separadas y encontré un argumento de fondo para conectarlas.Claro que me salió una ficción científica difícil de digerir.Al ser mi primer libro,quise hablar de todo lo que me interesaba por el precio de uno.Y utilizar todos los sinónimos y adjetivos,unos para no repetir y otros para terminar redundando . Todo ello sumado a una mala corrección y mediocre maqueta,dieron por resultado un relato pobre.Sólo se que algún que otro capítulo gustó,porque en eso han coincidido varias personas.Hoy me arrepiento de mi libro.Fue un gran esfuerzo que no valió la pena.Saludos.
No estoy de acuerdo, Marcelo. Yo diría que fue un esfuerzo que valió la pena.
Los primeros libros que escribimos no salen bien. Son para aprender. Tú viste tu libro y pensaste en todo lo que podrías haber hecho de forma distinta. Si ahora escribieras otro, lo harías muchísimo mejor, estoy segura. Y si escribieras un tercero, sería incluso mejor. Y así hasta el infinito 😉
El problema de todos estos errores no es cometerlos. Todos los cometemos. El problema es no aprender de ellos (y que las editoriales se decidan a publicar cosas sin corregirlas ni editarlas en condiciones, pero ese es otro asunto).
lo mismo pensaba Kafka de sus escritos, el solo planteamiento que usted hace parece interesante y su situación como escritor con todas esas dificultades hace que nos identifiquemos talvez su libro no sea bueno pero usted como escritor es un héroe, luchando con las dificultades que todos tenemos. si usted escribiera contando su historia seria muy interesante.
Estoy de acuerdo prácticamente en todo y añadiría algo: las muertes innecesarias,
No hay nada que me moleste más que cuando muere alguien así, de gratis, sin aportar absolutamente nada a la historia, sólo por añadir dramatismo.
O incluso todo lo contrario: cuando para los protagonistas todo va bien mientras que a su alrededor se muere el mundo entero.
Eso que tienes 5 protagonistas y llegan todos al final estupendos y con finales felices mientras que están en una guerra y muere hasta el apuntador allí. Es que nuestros protagonistas del libro están protegidos por la mano divina.
«cuando para los protagonistas todo va bien mientras que a su alrededor se muere el mundo entero» –> Uy, sí, qué horror.
Respecto a las muertes excesivas, ahí Martin y Cotrina han hecho mucho daño. Ahora parece que hay que matar a todos los protagonistas sí o sí 😛
Se que es un comentario viejo, pero igual quiero responderte. No tengo nada en contra de las muertes innecesarias (casi ninguna muerte es necesaria). Y estoy en contra de que las muertes sean exclusivamente para el uso de la trama, la gente muere y ya (siempre en el uso de la razón, no quiero que 1/4 de la humanidad se muera por que Fulanito quiere un orbe magico). El problema es que los escritores llaman «muerte» a «eliminar un personaje mientras cierra los ojos». ¿Alguien se muere? un capitulo de tristeza y luego no se lo menciona mas, que la vida sigue. En la vida real la gente recuerda a sus muertos por mas que no sean héroes.
Respecto a las muertes innecesarias, no me parece mal que si el protagonista tiene un duelo lo maten al primer corte. O si un personaje es narco, que pase un auto y le acribille la puerta. Pero QUE REPERCUTA EN LA VIDA DE LOS PERSONAJES. Por que se murió, pero sigue ahí, afectando a las personas. Otra cosa son las muertes exageradas: puede que el protagonista y el villano se maten entre sí en un duelo, pero que algún personaje llegue a ser viejo. ¡Que es la edad media no el carbonifero!
Al leer tu comentario es inevitable pensar en George R.R. Martin y creo asistimos a un error monumental. Sí, seguramente le podríamos reprochar a Shakespeare que hay demasiados muertos en sus obras. En algunas mueren todos.
No hay que perder de vista que la obra es el contenido, y el estilo en cuanto a la forma de explicarlo. Un autor decide sobre su obra. Es su derecho.
Ahora se ponen nombres rimbombantes a cualquier cosa: corrector de estilo. No se puede corregir el estilo de un autor sin traicionarlo.
Decía la mujer del editor de Raymond Carver que se tenían que pulir mucho sus manuscritos antes de publicarlos ¿entonces qué es lo que se publicó? el trabajo del autor o del editor.
Que los editores se limiten a los errores de bulto y las faltas de ortografía si las hay, el resto es responsabilidad del autor, y si no, que no lo publiquen.
Bueno, creo que Daessaer se refiere a las muertes gratuitas. A la moda actual de matar porque sí, solo para crear una reacción emocional en el autor. O por lo menos es lo que yo he entendido.
«Que los editores se limiten a los errores de bulto y las faltas de ortografía si las hay, el resto es responsabilidad del autor, y si no, que no lo publiquen».
Por desgracia el editor ya no se dedica a eso y a veces ni hay un corrector ortotipográfico (o eso parece): los libros salen en condiciones muy regulares. Hay muchos libros que están bien que podrían mejorar hasta niveles insospechados con la intervención de un editor tradicional (de los «de antes»), de un asesor o de un corrector de estilo. Un buen corrector de estilo saca brillo, pule el texto respetando la voz y las formas del autor. Elimina repeticiones innecesarias, construcciones torpes, palabras mal utilizadas, etc. Si es bueno, nunca toca la voz ni la personalidad del texto. No afecta al trabajo del autor, solo lo completa.
Estoy de acuerdo en que si un manuscrito está en condiciones deplorables no tendría ni que publicarse, por mucho que enganche la historia o esté de moda o qué sé yo. Y sí, un autor debería ser responsable de su obra. Pero hay cosas que los que escribimos no vemos por nosotros mismos. Una buena corrección y edición pueden convertir en genial un texto simplemente bueno.
Dicen que el corrector de estilo del «Ulises» de Joyce se suicidó. Es broma.
No quiero aburrirte, ni alargar demasiado el tema, pero de la forma en que propones la corrección hay una cierta suplantación del propio autor que me parece peligrosa.
El brillo de un texto ha de provenir del autor, no del corrector.
Hace poco he leído «Las puertas de Anubis» de Tim Powers (la literatura fantástica me parece tan digna como otra cualquiera) en la que aparece como unas doscientas veces la frase «frunció el cejo/entrecejo», puede que por culpa de la traducción. Caso de ser culpa del autor, lo ideal en este caso es que alguien se lo advirtiera y que él lo cambiara. Nunca que un corrector lo hiciera.
Gracias por tu paciencia y tu artículo.
Entiendo muy bien a qué te refieres y es un miedo que yo también tenía, hasta que trabajé con correctores buenos y hasta que empecé a trabajar, yo misma, como correctora. Generalmente un corrector de estilo propone modificaciones al autor, no las obliga, no sé si me explico. Realiza una serie de sugerencias y el autor es libre de aceptarlas o no (un modo actual muy práctico de hacerlo es utilizar el control de cambios de Word, por lo que el autor puede aceptar o rechazar cualquier cambio realizado por el corrector). Como los correctores de estilo son más caros que los ortotipográficos, generalmente no los proporciona la editorial (a no ser que se trate de una coedición o de una editorial muy concienzuda), por lo que es el propio autor el que suele recurrir a ellos y el trabajo se hace en estrecha colaboración. Para cosas no estrictamente formales (por ejemplo, en el caso de una incoherencia argumental, un personaje que tira un objeto que ya ha soltado dos páginas atrás), el corrector se lo haría ver al autor y este ya realiza la modificación a su gusto. Se trata de una cooperación donde salen recompensados correctores y autores que ya han trabajado antes juntos, ya que saben cómo hablarse y el corrector conoce los defectos y problemas del autor. También es una cooperación larga y lenta que muchas editoriales no se pueden permitir, pero de la que están tirando cada vez más autores autoeditados con cierto éxito (en EEUU, que es donde esto prolifera, muchos cuentan con lo que llaman su line editor).
Lo que podría hacer un buen editor (de nuevo, de los de antes) sería sugerir modificaciones a la estructura (o incluso obligarla, como condición de publicación), pero ese es otro tema, mucho más espinoso.
«la forma en que propones la corrección hay una cierta suplantación del propio autor que me parece peligrosa».
Estoy de acuerdo. Hay casos de malos correctores que directamente quieren ser escritores y poner el texto a su gusto, o que por ignorancia realizan modificaciones que hacen más mal que bien. Pero una buena colaboración de corrector-autor puede resultar en cosas maravillosas.
Información Bitacoras.com
Valora en Bitacoras.com: Lectores, ¿eh? Lo único que saben hacer es quejarse. Y precisamente por eso, supe que si preguntaba a mis contactos de Facebook y Twitter cuáles eran los fallos que más les repateaban en los libros, iba a obtener un buen caud..…
Ay, señor, anda que no me reviso todos esos errores. Especialmente los de documentación, relleno extra y adjetivos y expresiones trilladas, que de tanto leerlas ya se te quedan en el subconsciente. Soy una pésima escritora de novelas 🙁
Aporto una, muy personal. En relación con la novela erótica mainstream, es un error que a base de experiencia yo he logrado pulir bastante bien pero que escritores noveles cometen en todas partes (aparte de los que ya has puesto). Escribir erótica NO es solo describir que apéndice A se introduce en orificio B, y eso pasa en el 90% de las lecturas. Te digo más, cuando la escritora de turno se curra una descripción muy sensual, cuando llega el momento de la penetración, empiezan a aparecer palabras y términos que te cortan la narración. Porque, en serio, no puedes pasar de la prosa a la jerga coloquial. Eso no es erótico, es vulgar y además de mal gusto, aunque te hayas pasado tres paginas escribiendo con metáforas. Luego están las que te describen el acto como si fuesen especialistas anatómicos. ¿En serio? Eso es lo que a mí me dan ganas de triturar el libro…
Muy buen aporte, ahora voy a ir con miedo a la hora de escribir jajajaja.
Uf, lo del lenguaje sexual es que es complicadísimo. No podemos evitarlo, es un tema que hasta cierto punto nos inhibe, y el lenguaje asociado nos parece malsonante. Y las metáforas son a veces incluso peores, ya que quedan de un cursi horrible. No es nada fácil escribir una escena de sexo, no.
Completamente a favor de todo lo dicho. He recordado muchos (muchísimos) errores que hacía hace unos años, y me he dado cuenta de más de uno que he cometido hace unos días. Completamente de acuerdo, muy útil. Es que, ¿quién mejor para corregir a un escritor que el mismo lector? Muchas veces pido a escritores y lectores que me ayuden en la corrección de un relato. La gran diferencia entre ellos es que el lector te dice dónde y por qué motivo dejaría de leer tu historia, en cambio el escritor te dice qué y por qué otra cosa deberías cambiar la que tú has escrito con todo tu amor.
Ninguna queja. Secundo todo lo dicho. A mí lo que me molesta es cosas que se han dicho ya: incoherencias, cambios de narrador, de estilo, erratas, y un sinfín de cosas más. Además me ha hecho mucha gracia eso del cambio de modelo de un libro, porque me ha pasado con una de mis sagas favoritas: ha salido el segundo igual que el primero, y en la versión española han cambiado el formato de la saga entera para el tercero. ¿Ahora qué hago yo con mi primer libro? Suerte que el segundo opté por comprarlo para kindle, así que compraré también el tercero en ebook y arreglado.
Pero sí, eso, lo que decía: toda la razón. Muy interesante y ha sido de mucha ayuda.
¡Mil gracias!
«el lector te dice dónde y por qué motivo dejaría de leer tu historia»–> Eso es muy valioso, sin duda, sobre todo si pretendemos crear una obra con el ritmo adecuado y con una historia interesante. Es cierto que los escritores tendemos a buscar mil motivos técnicos (cosas del oficio) mientras que para un lector puede ser mucho más sencillo: quiero seguir leyendo o no quiero seguir leyendo.
Completamente. La opinión más valiosa para mí es la del lector que no sigue leyendo. 😉
También es verdad que no todos los libros son para todas las personas, y eso ya no tiene que ver con grandes fallos o errores, sino con gustos particulares de cada uno 🙂
Una persona me ha pedido que haga de lectora cero para su novela recién escrita y básicamente es un intento descaradísimo de convencer de sus ideas políticas y religiosas, que da la casualidad de que son opuestas a las mías. Para esto, podría haber escrito ensayo. No sé cómo decirle que es propaganda infumable sin que se ofenda y sin que crea que lo hago solo por estar en desacuerdo. Qué violento…
¡Hola, Sara! Este es el problema de las lecturas cero: que cualquier comentario puede tomarse como un ataque, pero el mismo tiempo una buen lectura debe hacerse precisamente contando las impresiones que vas teniendo. Lo importante es intentar hacerlo de un modo objetivo, explicando a quien escribe que si la voz y opinión del narrador son demasiado evidentes pueden acabar sacando al lector de la historia (rompiendo el llamado «pacto de ficción»). Esto es algo que he tenido que incluir en más de un informe de lectura y, generalmente, si se intenta explicar desde esa perspectiva más técnica (sin acusación alguna a quien escribe), se lo han tomado bien (o por lo menos no lo han expresado si les ha sentado mal).
Dicho esto, en una lectura cero siempre está el riesgo de que se enfaden contigo (sobre todo si son autores con poco bagaje, menos acostumbrados a lidiar con «feedback»). Me temo que eso no tiene mucha solución: solo puedes ser lo más amable y objetiva posible.
¡Magnífico, Gabriella! En tu línea habitual.
Me ha parecido estar como con la lista de la compra: tachando los que ya he cometido e intentando ver si me he escapado de alguno… ¡Madre mía! Algunos MUY recientes…
¡Muchas gracias de nuevo!
Yo creo que a todos nos ha pasado por lo menos uno de la lista 😉
Hola! He disfrutado mucho esta lectura. Me he encontrado todos estos errores y al recordarlo me he reido a carcajadas (miradas de intriga y desaprobación de la concurrencia). Aunque no me considero escritora, hago mis rayas al papel. He podido verme y procuraré corregirme. Excelente!
Muchas gracias, Milka 🙂
Si un autor se enfada por tener que corregir sus errores con frecuencia, es que aún tiene algo que aprender. A mí las comas y algunos acentos me tienen frito. Algunas obras las he corregido unas cuantas veces, y aún encuentro errores. 😉 ¿O las estoy corrigiendo mal? Bueno, lo importante no es desesperar. Eso es como si un hijo te trae malas notas ¿Dejarás de quererlo por eso? Paciencia, mucha paciencia.
En el proceso de aprendizaje vamos a fallar una y otra vez, es inevitable y es así como se avanza 😉
Y una obra, por lo general, necesita cuatro o cinco revisiones (de distintos tipos) para pulirse. Cuando revisamos hay muchas cosas que no vemos, no solo por ignorancia o despiste, sino porque nuestro cerebro rellena lo que falta o está mal, porque conoce ya el texto. Así que toca corregir, corregir y corregir, y a mí me trae eso muy frita.
Me identifiqué mucho con las críticas que haces -o que hacen tus lectores amigos- a los malos escritores. Como lector he sufrido prácticamente todos y cada uno de los ejemplos que incluyes.
En lo personal, lo que más me molestan son (en orden de más a menos): la incoherencia (no la soporto, creo que es una de las pocas cosas que me pueden llevar directamente a dejar el libro a medio leer), el excesivo relleno, los tópicos, los finales malos y el autor que quiere convencerte de sus ideas a como dé lugar (aunque en algunos casos, como el ejemplo que doy más abajo, esto podría figurar primero en la lista). De mi experiencia, agregaría las historias que se vuelven demasiado previsibles (se podría considerar como una variante de las historias que terminan mal, siempre que consideres, como me ha pasado, que el final son las últimas 300 páginas). A otras cosas, como los errores o el formato, tiendo a no darles tanta importancia porque entiendo que muchas veces son responsabilidad del editor más que del autor.
Agrego una breve lista de novelas que detesté, por algunas de las causas mencionadas:
“Cenizas en el mar”, de Michel Bataille: es un libro que busca criticar el aborto, pero el autor se vuelve tan pesado y repetitivo al tratar de meterte en la cabeza su punto de vista, que termina siendo de lo más odioso. Está lleno de frases como “las turbinas del avión encendieron con un ruido a succión, similar al que la máquina del doctor X utiliza para asesina niños”. Paradógicamente, a la tercera frase de este estilo (es decir, transcurridas no más de diez páginas) decidí abortar… la lectura, al menos. No sé por qué el tipo no escribió un ensayo y dejó la ficción en paz. No lo tiré por la ventana, pero lo devolví al estante donde lo encontré, para que acumule polvo. No quiero volver a tocarlo ni con el plumero.
«Nirza», de Alibel Lambert: Tiene un subtítulo que dice “Novela gótica”. Como si no le alcanzara con la advertencia, cae absolutamente en todos los lugares comunes del género que se te puedan ocurrir, además de que los personajes son en extremo chatos y los diálogos parecen sacados de la telenovela de la tarde. A eso, agrégale los horrores ortográficos, que aunque haya dicho que no me molestan demasiado, aquí eran tantos, taaaaaaaaantos, que resultaban desesperantes.
Hablando de historias predecibles, creo que Robin Cook se lleva el premio gordo. De él leí “Coma” y “Signos vitales”. Además de que los argumentos de ambas novelas parecen calcados, a las 50 páginas (no exagero) ya te das cuenta perfectamente de quienes son los malos, y por qué. Las únicas que no se dan cuenta de nada son sus estúpidas protagonistas, que se meten cada vez más y más en la boca del lobo. Dan ganas de meterse uno dentro de la novela, y dispararles.
De algunas cuestiones, como el relleno y los finales pobres, no escapan ni siquiera algunos escritores consagrados. Por ejemplo, Stephen King es un autor que admiro en algunos aspectos, y creo que maneja el suspenso como pocos, pero sus finales a veces dejan mucho que desear. “Apocalipsis”, por ejemplo, son 1800 páginas de preparación para el gran enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal, que nunca llega. Termina de golpe, dejándote con una sensación de ¿y ahora qué? Que no es muy agradable que digamos.
En fin, me encantó este artículo y me dieron muchas ganas de leer los anteriores. Hablando de finales abruptos…
Mariano, cada vez que leo la palabra relleno me acuerdo de Apocalipsis, sí. King se quejaba de que su editor le hubiera recortado cosas del libro, así que luego salió otra edición «uncut». Y me parece que hay mucha paja. Pero también es cierto que el estilo de King suele gustarme, así que tampoco bostecé demasiado.
Creo que Robin Cook es un buen ejemplo de la «novela fórmula». Ocurre mucho también en los thrillers policiacos. Siguen patrones marcados, que posibilitan al autor poder producir libros como churros (muchos además cuentan con grupos de documentación). Es el equivalente del cine de Hollywood de entretenimiento puro. A mí personalmente no me gusta nada, pero hay gente que lo disfruta, a la que le gusta reconocer esos patrones. A cada cual lo suyo, supongo.
Gracias por leer y comentar 🙂
Me ha gustado mucho el artículo y las reflexiones-consejos que haces en él. Sobre todo para criticarlas o matizarlas una por una, claro. Porque razón, tienes razón… pero… si nos empeñamos en definir lo que tiene que ser y lo que no tiene que ser… pues corremos el peligro de acabar haciendo todos lo mismo.. las mismas tendencias, los mismos estilos… Nada, nada, esto es literatura y el autor se tiene que arriesgar, y pegarse todas las bofetadas que sea, y meter la pata hasta quedarse cojo irremediable… y así, a lo mejor, algún día le sale algo interesante, o no. Pero seguro que sentirá que su trabajo es, al menos, honesto. Porque si a mí me gusta adjetivar (es un poner) pues adjetivo y ya está (que oye, a lo mejor hay todo un mundo de lectores que les mola lo del adejtivo sublime, vaya usted a saber). Bueno, que no me extiendo más, pero se me entiende ¿no? (que ya me gustaría tener un debate muuucho más largo pero…)
Claro que sí, Ignacio. Yo creo que hay que aprenderse las reglas bien para luego entender también bien cuándo conviene saltárselas. El problema está en autores que acaban de empezar y ya quieren saltárselas, o por lo menos esa impresión tengo. O en autores que se las saltan desde un principio y lo hacen una y otra vez, sin entender ni cómo ni por qué lo están haciendo. Todos queremos ser como los grandes y saltarnos el proceso intermedio.
Nadie dice que no puedas adjetivar hasta que te salgan calificativos por las orejas (ahí tenemos a Rushdie o a Foster Wallace), por seguir el ejemplo que has puesto. Ahora… conseguir hacerlo como los maestros ya es harina de otro costal. Las quejas de los lectores suelen estar en otra dirección: en textos torpes donde el intento sale por la culata. Yo diría que la diferencia está en la experiencia y, como bien dices, hay que probar para aprender 😉
«el autor se tiene que arriesgar, y pegarse todas las bofetadas que sea, y meter la pata hasta quedarse cojo irremediable»–> ¡Y tanto!
No me gusta nada, en novelas de fantasía, encontrarme todas las razas de seres mitológicos dentro de un tomo, cuando es una saga de unos 20 libros. Me ha pasado, he comenzado a leer el primer libro de la saga de la que hablo y no he podido pasar del capitulo 16, es insoportable, además de lo lento que trancurre todo.
Vaya, puede que ahora yo cometa alguna de esas erratas.
Lo que más me puede llevar a dejar un libro a medias (que es de lo que iba el artículo) es una narración pesada y excesivamente descriptiva. No me hace falta saber cuantas veces han pateado una piedra para llegar al lugar donde se ha cruzado con el protagonista. Esos libros cuestan mucho de calar, tengo poco tiempo y requieren una concentración que desgraciadamente no siempre tengo a mi disposición. Claro, en ocasiones quieres una lectura pesada, pero mi día a día no me permite tanto tiempo libre. Aunque es una cosa totalmente personal. Conozco a algunas personas que un libro de lectura sencilla les parece malo solo por esa falta de descripciones.
Algo que también me molesta es que hagan saltos en el tiempo sin lógica. Por ejemplo, no puedes decirme que llegó alguien a un pueblo con 20 años, y páginas más adelante me sueltes que recuerda que con 14 años le pasó algo en dicho pueblo. Coherencia.
Claro que me fastidia el cambio de formato, portada, etc de una misma colección. También me puede echar atrás un excesivo y repetitvo error en correcciones, pero si me ofreces una buena historia puedo saltarme esos puntos sin problemas. No soy tan quisquillosa.
Yo no escribo, así que todo es del punto de vista de un lector, no me lo tengas muy en cuenta.
Voy a añadir una cosa… Lectores que critican sin fundamento. Esos que leen una novela juvenil romántica y se sorprenden de que una chica joven se enamoré del chico nuevo/chico malo /chico guapo… Creo que es lo más probable que pase porque con esas edades es en lo que piensan las niñas, no todas claro, pero la gran mayoría, y se escribe para ese gran público. Es como esperar que en una novela de fantasía no aparezcan otras razas…
Saludos
«Por ejemplo, no puedes decirme que llegó alguien a un pueblo con 20 años, y páginas más adelante me sueltes que recuerda que con 14 años le pasó algo en dicho pueblo. Coherencia». Estoy de acuerdo. Eso sí, es increíble lo fácil que es cometer ese tipo de errores… y que tu lector cero/editor/corrector/quien sea tampoco se dé cuenta. Y entonces llega algún lector avispado y te señala con el dedo, jajaja.
Me ha gustado mucho. Conforme lo leía me acordaba de libros concretos (ese La cartuja de Parma acabado a matacaballo para cumplir el plazo, por ejemplo).
Tengo 2 propuestas, medio en serio medio en broma:
1) titular la última sección herratas y orrores y
2) forjar una alianza de hombres, enanos, elfos y porteros de discoteca para asesinar al próximo personaje que tenga la ocurrencia de «hoyar la blanca nieve virgen».
Respecto a tu sugerencia 1), Antonio, vendría alguien a decirme que qué vergüenza, que he escrito orrores sin hache (true story).
Por lo demás, la alianza de hombres, enanos, elfos y porteros de discoteca es algo que tendría que existir YA.
Me ha encantado. Tanto en contenido como en forma, me he echado unas risas importantes recordando experiencias pasadas.
Personalmente tengo una alergia importante a las repeticiones. Encontrar 20 veces la palabra unicornio en la misma página, o que me expliquen tres veces lo mismo es algo que puede con mi paciencia. Si no lo entendí a la primera es posible que no estuviera bien explicado, la opción de borrar y reescribir es algo que se usa poco.
Otra de las cosas que me animan a organizar una hoguera en el salón de mi casa es la moda de personajes extremadamente «emo» que se empeñan en hacerme participe de sus traumas una y otra vez a través de 4 libros en primera persona. Bien el drama, bien intentar que comparta el ambiente, pero si ya conozco tus penas deja de repetírmelas, cansas más que una amiga que ha dejado diez veces al mismo novio.
A parte de todo eso debemos tener claro dos derechos indiscutibles que se han de tener en cuenta en el proceso de la lectura. El del autor a hacer con su mundo lo que le de la realisima gana y el del lector a no tragárselo y cambiar de tercio. Ahora una de topicazos: para gustos colores, y para aprender hay que darse en la boca con los errores.
Me apunto a la alianza de hombres, enanos, elfos y porteros de discoteca.
Un saludo!
Es curioso lo cansinos que pueden ser los personajes emo, sí. La gracia está en que en ese sentido una novela no tiene por qué ser realista: si lo fuera, los personajes estarían dando vueltas y vueltas a todas sus preocupaciones y traumas y nunca los superarían durante el tiempo necesario para enfrentarse al malo/salvar al mundo/colonizar marte/transformar la industria de la moda 😀
Genia! idola!!! dijiste lo que muchas veces quise decir como lectora. Y de manera muy graciosa, además. Por eso, me permití compartirlo en mi blog de reseñas. Ahora voy a seguir leyéndote. Hiciste un gran trabajo en esta nota!!!!
Saludos desde Argentina!!!!
http://unacriticadenovela.blogspot.com.ar/2015/04/excelente-nota.html
¡Muchas gracias por compartirlo, Lilian!
A mí me cabrean mucho los escritores que crean una trama fascinante pero como van de realistas no la resuelven. Igual soy una anticuada, pero yo si veo presentación y nudo, espero un desenlace.
Todo esto se podría resumir en: ‘no tomes al lector por tonto’ y ‘si lo que te gusta es escribir para ti mismo haz un diario’.
Creo que muchas veces hay un fallo en el proceso. Uno puede (a lo mejor hasta debe) escribir para uno mismo, ya que es el modo más divertido y lo que dará mejores resultados, o eso creo yo. El problema está cuando el texto que uno ha escrito para sí mismo se queda ahí, no pasa por un proceso de corrección y reescritura para hacerlo un poco más atractivo para los demás (las faltas de ortografía son el ejemplo perfecto).
Entiendo lo que quieres decir con lo de los desenlaces, aunque también reconozco que a veces me gusta que una obra salga de la clásica tripartición presentación-desarrollo-conclusión. Eso sí, creo que tienes que ser muy buen escritor para hacer un texto lo bastante profundo e intenso como para que el lector medio, que está muy condicionada por esa tripartición, pueda salir de ese orden y valorar tu narración por sí misma. Si no, como bien apuntas, puede ser frustrante para el lector.
[…] 10 errores que hacen que la gente tire tu libro por la ventana (Gabriella Campbell | Gabriella Literaria) […]
hola. muy buen artículo. bastante aclarador, al menos :p.
pues yo voy a lanzarme con mi primer libro, y me gustaría evitar todos esos errores; es decir, no llegar a cometerlos nunca :p; aunque hay algunos que seguro que no podré evitar (soy bastante barroco). una de las cosas que tendrá mi libro es que tienen que morir, si no todos, prácticamente todos, se puede embozar y se puede confundir pero se intuuye además. otro problema es que es demasiado complejo para una primera novela, pero ese aspecto también es difícilmente evitable ^^
en fin, que cuando hay errores que sabes que existen pero poco puedes hacer (por tu propio estilo, necesidades de la trama o por lo principiante) da mucha rabia ^^
A veces supongo que la única forma de aprender es cometiendo esos errores. Y si nos podemos a pensar en TODO lo que podemos hacer mal nos bloquearíamos y no escribiríamos nunca. Yo aconsejo hacer lo que te dé la gana al escribir, y en las sesiones de corrección tener al lado una lista como esta e ir tachando cosas y arreglando sobre la marcha 😉
Un consejo para una primera novela: planifica todo lo que vas a escribir, hazte esquemas, resúmenes, etc. Así es más sencillo evitar entrar en nudos y complejidades de las que luego es difícil salir. Cada uno tiene su modo, pero al empezar creo que la planificación puede ayudar bastante.
Buenísimo! En el post está casi todo lo que como lector me tira para atrás. Lo penoso es que como escritor caigo a menudo en unos cuantos de esos errores. Es un agujero negro que sabes que está ahí, pero que es muy jodido de evitar.
Por eso creo que lo mejor que puede hacer un escritor novatillo es ser breve. Bastantes cagadas cometerá ya como para obligar al lector a aguantarlas durante 800 páginas.
«Por eso creo que lo mejor que puede hacer un escritor novatillo es ser breve». Estoy muy de acuerdo. De hecho, se suele aconsejar a gente que empieza a escribir que empiece con relatos y poco a poco vaya ampliando. Hay que tener en cuenta que nuestros primeros textos suelen ser malos, por lo que es mejor escribir cincuenta relatos malos (que siempre pueden rescatarse y reescribirse luego; las ideas siempre pueden aprovecharse), creo yo, que una novela imposible que luego igual tienes que tirar a la basura.
palabras mágicas «ser breve», escribir «cien años de solead» requiere mucha experiencia y manejo en cuentos , crónicas eso no se logra fácilmente sino todos seriamos Tolstoi o Garcia Marques
sentimientos encontrados: terror y mucha, mucha risa….como niña pillada en falta….
¡Terror no! Lo importante es reírse y tomar nota por si acaso 😉
disculpen la ignorancia, pero no entiendo a que te refieres con «otorgar tortas», «poseer frio», o «vociferar a nuestros progenitores» , eso es rimbombante? o como se relaciona con lo rimbombante?
¡Hola, Luis! Son ejemplos del uso de ciertas palabras solo porque nos suenan más «cultas», en vez de recurrir a la opción más sencilla. Por ejemplo, una torta se da, no se otorga. Entre dar y otorgar hay matices de significado que hay que tener en cuenta. Se trata de un problema de complicar el texto de manera innecesaria.
Muy interesante el artículo, al igual que el blog. Te ganaste un nuevo lector, Grabriella. Saludos desde Buenos Aires.
¡Muchas gracias, Joaco, y bienvenido!
Tremendo, buenísimo. #muyfan desde ya de lo que escribas 🙂
Por cierto, ahora estoy escribiendo un folletín en vivo y en directo desde mi blog (si Dickens pudo, porqué no yo. Para chula, mi pirula).
Escribo un capítulo nuevo cada viernes. No te quiero ni contar el vértigo, por suerte también la diversión. Ahí lo dejo por si te sirve de idea para algún post.
Pues creo que debe de ser un ejercicio de escritura estupendo. Tienes una obligación para con tus lectores a la que no puedes faltar… y si además te divierte, ¿qué más puedes pedir?
Meter poco la pata. Acabo de arreglar el arranque del primer capítulo con uno de los errores que comentas 😉
¡A su servicio! 😀
Hola Gabriella, me encanta tu blog, respecto de lo que dices sobre los diálogos y la superabundancia en ellos del nombre del/los personajes ¿sería más «invisible» poner dijo en vez de nombres o aconsejas sinónimos como agregó, murmuró, etc?
Hay muchas opiniones al respecto, pero yo abogo por usar casi siempre lo más sencillo, el verbo decir. Puedes colar algún otro verbo de habla de vez en cuando, pero evita verbos «raros» (aventurar, especificar, rezongar…) dentro de lo posible, ya que distraen al lector y lo sacan del diálogo. Yo como mucho uso algún preguntar o quejarse, y mucho me parece 🙂
Artículo de mucho reír (supongo que ese era el objetivo). He reconocido tantos vicios y errores (cometidos por mi mismo mismamente) en este decálogo que no puedo decir más que: ¡Viva y bravo! Sólo tengo futuro como escritor de manuales de lavadoras. Enhorabuena, usted.
«Sólo tengo futuro como escritor de manuales de lavadoras».
Quién sabe, igual hay un mundillo escondido de redactores de manuales de electrodomésticos que viven genial y bien pagados, pero no quieren que se sepa para no colapsar el mercado. Así que fingen que en realidad son traductores malísimos chinos y producen textos de risa. O algo.
[…] 10 errores que hacen que la gente tire tu libro por la ventana […]
[…] 10 errores que hacen que la gente tire tu libro por la ventana […]
Hola, esta es mi opinión. Me gustan las historias y cuando compro un libro, lo hago por que su historia me llama la atención. Yo creo que una buena historia es aquella que te aporta algo que tu no sabias, es la que sabe introducirte en esa escena sin palabras complicadas, es decir «al grano tio». Y si, lo relaciono con las películas. ¿a que a todos nos gusto el señor de los anillos? ¿Por que? por que se entiende a pesar del empacho de efectos especiales. Lo que quiero decir, es que si una novela se entiende, y te muestra una parte de una situación en la que aprendes de ella, es que esa novela es buena.
Un voto para todas aquellas personas que siempre quisieron escribir su primera novela. Y escribe, de corazón, lo que realmente quieres escribir, no lo que los demás te digan como. Tal vez ahora no les importe a la generación actual, pero de aquí un tiempo tal vez seas uno de los mas grandes escritores de tu época. No lo digo yo, se ha demostrado en la historia, no solo en la escritura, sino que en el mundo del arte también ha pasado lo mismo. Dudo mucho que a Tolkien, acogieran su obra una vez acabada, o una historia de Edgar Alan Poe, la primera de sus historias fuera bien acojida, lo dudo mucho, sin hablar de la autora de harri potter que tubo problemas al principio de publicar la obra o que me dicen de la autora de los cuadros de «las niñas de los ojos grandes», que nadie pagaba ni 5 dolares por un cuadro al principio.
Gracias por expresar mi opinión.
Un saludo
¡Claro que sí! El temor a escribir puede paralizarnos, pero hay que empezar por algún sitio. A mí el estilo sí me parece importante, pero hay que escribir mucho para obtener buen estilo. Todo llega si escribes y lees lo suficiente. Pero conocer los errores más comunes también es importante, creo. Ayudan a entender qué funciona y qué no funciona con los lectores.
Gracias por leer y comentar.
muy cierto hay que diferenciar entre escribir como terapia a escribir para comunicar, algunos sin darse cuenta escriben a nivel de aprendiz y pretenden hacer la «gran novela», hay que ser consciente del nivel en el cual se esta y para que se escribe. asi evitamos quedar en ridículo, y vernos frustrados. si le nace escribir pues escriba como auto – exprecion como auto – realización como terapia, o escriba para aprender a ser escritor, es diferente a escribir para los demás.
Lo de los diálogos informativos me ralla muchísimo pero ha habido veces que no he sabido como evitarlo… 🙁
Mira, prueba con la regla de tres, a mí me ayuda muchísimo:
https://www.gabriellaliteraria.com/la-regla-de-tres/
Pues sí que parece interesante. Lo probaré. Muchas gracias 😉
Hola! Gab me gustan mucho tus artículos, hace poco los empeze a leer y me han ayudado bastantes (:: te quería pedir, si podrias escribir, sobre como hacer monólogos y no fracasar en el intento.
Saludos! Y muchos abrazos! (:::
¡Espero que no hables de monólogos de comedia, que de eso no tengo ni idea!
La verdad es que no es algo que me haya planteado; he usado poco del monólogo en mis escritos y no soy ninguna experta ni nada por el estilo. Seguro que puedes encontrar artículos buenos sobre el tema en la red 😉
+1 a las faltas de ortografía. Cuando te gastas 20 euracos en un libro y ves que faltan tildes prácticamente en cada página me quedo con cara de idiota… 🙁
Lo de las faltas es curioso. Todo el mundo dice que es lo que más le irrita, pero luego el mercado está repleto de superventas apenas corregidos. Sospecho que en general las faltas nos irritan, sin duda, pero no nos resultan intolerables.
El menda no soporta los decálogos… por su misma concepción
Otro «error» muy grave que puede hacer que se tire algo por la ventana es escribir un texto para criticar y que el que lo lee se sienta atacado. xD
Yo afortunadamente sólo me he visto aludido en el punto 7 (narradores omniscientes que se involucran en el texto) y el 8 (notas innecesarias y apuntes a pie de página). El 7 resulta imposible de eliminar sin caer en otros errores más graves. Si quieres dar una opinión que no encaja con el personaje de referencia del momento ni puede salir en los diálogos, no queda otra. Siempre se puede disfrazar la opinión de alguna manera que parezca otra cosa pero eso seguramente sea aún peor. El 8 lo intentaré arreglar, pero cuando se escribe novela histórica de una época desconocida para casi todos resulta muy complicado eliminar estas anotaciones sin caer en el error del punto 4, que ese sí lo he tenido muy en cuenta.
Sobre los errores que más me molestan son el exceso de descripciones y el barroquismo por un lado y los diálogos en los que todos los personajes hablan igual y parecen tener el mismo nivel cultural. Pero lo que más me toca las narices con diferencia en novela histórica es el anacronismo moral. Un romano vulgar que critica la esclavitud o un soldado medieval que ve a las mujeres como iguales es algo que me parece hasta ofensivo. Es un insulto al pasado. Los autores te venden a un personaje como el bueno y luego les resulta muy difícil aceptar su contexto moral. Esto es especialmente común cuando el autor escribe en primera persona. Seguro que hay alguno que ha citado a Martin Luther King en el siglo I.
Gracias por el artículo.
PD: Y los tramperos no son de Wisconsin. Todo el mundo sabe que son de Connecticut 😛
«Otro “error” muy grave que puede hacer que se tire algo por la ventana es escribir un texto para criticar y que el que lo lee se sienta atacado». xD
Jaja, sin duda. Que conste que la intención aquí no era tanto criticar, sino invitarnos a todos a hacer examen de conciencia y darle un repaso mental a lo que escribimos.
Lo que comentas de los anacronismos ideológicos es muy cierto. Siempre puede haber gente muy adelantada a su tiempo (un caso que se me ocurre es el de la existencia de personas vegetarianas ya hace siglos, por ejemplo. Existían, pero nos choca, ya que la reivindicación de los derechos de los animales se supone que es un fenómeno moderno). Pero intentar meterle ideas contemporáneas a un personaje solo para que nos caiga mejor es un truco que, por desgracia suele funcionar muy bien.
«PD: Y los tramperos no son de Wisconsin. Todo el mundo sabe que son de Connecticut 😛».
Gracias, me lo apunto para la próxima 😉
Muchas gracias por leer y comentar.
Cómo tirar tu blog por la ventana:
entras desde el móvil y saltan popups. Para más diversión te encuentras publicidad antes que el propio contenido.
Es lo que se llama una visita ejemplarizante
Tienes razón, sí. Tengo algunos problemas con la versión móvil de la web (por ejemplo, si no esperas que se carga toda la página, te sale primero toda la información de la barra lateral, lo que da la impresión de que te están contando mil cosas innecesarias antes de llegar al artículo en sí). Los popups, por otro lado, cumplen su función (y en teoría solo debería salirte uno, una sola vez), pero he optado por eliminarlo también. Personalmente aborrezco las webs con mil anuncios y quiero evitar esa sensación con este, lo lamento.
Como escritor debo reconocer que conozco estos fallos y que intento evitarlos lo máximo posible, aunque haya veces en que se cae en ellos sin darse cuenta.
Conozco escritores a los que he tenido que explicarles más de una vez la diferencia entre ser un narrador omnisciente y que plasmar en primera persona los pensamientos de un personaje
El problema en los cambios bruscos de perspectiva es muy común, a mí también se me escapan de vez en cuando. Era habitual ver cambios en punto de vista en la novela decimonónica, donde se utilizaba una omnisciencia casi absoluta que iba saltando de cabeza en cabeza, por ejemplo, pero en novela actual diría que solo sirve para confundir al lector e interrumpir la fluidez de lectura.
Gracias por leer y comentar.
Y cuando se nota (a leguas) que el autor está intentando escribir ‘muy visual’ para que hagan la película. Pfff, que asco…. Esos libros van al cubo directamente.
Pues vaya, acabo de descubrir al leerte que guion no lleva tilde, llevo toda la vida escribiéndolo mal. ¡Gracias!
Supongo que es cuestión de gustos. En el hardboiled, por ejemplo, es algo que funciona bien y muchos lectores lo disfrutan. Como lectora, tiene que estar muy bien hecho para que lo disfrute, si me ocurre, como a ti, que el libro se me hace vacío, «peliculero».
Sí, lo de guion (y guio) fue una de esas cosas en las que insistió la RAE en 2010. La palabra es monosílaba y no se tildan los monosílabos (pero es difícil pensar eso cuando todavía se ve con tilde por todos lados).
Gracias por leer y comentar.
Buenísimo post, enhorabuena (de parte de un escritor novel). Gracias por compartirlo con nosotros 🙂
Mil gracias. Me alegro de que haya sido de utilidad 🙂
«La joven les suplica que la salven, que la liberen de la oscuridad.» Buen ejemplo de laísmo en tu descripción del libro, tópico en su planteamiento donde los haya, «El fin de los sueños». Creo que no estás en condiciones de dar consejos sobre estilo literario. Por un lado, rezumas pésima literatura «moderna» y osas (tienes la desfachatez de, más bien) decir a los demás cómo deben escribir, es decir, que escriban tan mal como tú lo haces. Por otro, ese buenrollismo que te gastas, tratando a los lectores del artículo como si fuesen amigos tuyos tontitos a los que hay que dar consejos que nadie te ha pedido, es soberbio y de mal gusto. Eres una mediocre vaya, pero te das ínfulas de novelista profesional, cuando quizá te vendría mejor dedicarte a otra cosa en vez de escribir tu basura e intentar publicarla en un mundo ya atiborrado de heces literarias. Ten en cuenta que si no hubiéses sido tan pretenciosa como para escribir esta bazofia de artículo, lleno de perogrulladas, tópicos y consejos que sólo muestran tus limitaciones como pensadora, y por ende como escritora, te hubieras ahorrado este comentario de desprecio y asco. Pero no. Crees que ahora ya eres buena escritora y que ahora puedes dar lecciones de estilo porque has conseguido qué ¿Publicar una novela? ¿Te has dado cuenta, por ejemplo, de que en el segundo párrafo de tu antes mencionada obra escribes dos veces muy seguidas la palabra «aturdido»? es decir ¿qué clase de mierda es esa? ¿No te has parado a pensar que igual todavía no sabes escribir bien? ¿Quién te crees? ¿Sthendal? ¿Balzac? ¿Cómo osas insinuar que tus horrendos gustos literarios y tu forma cutre de escribir son modélicas? (el ad hominem para tu gato, a ver si se inflama). Por tu parte, más humildad (mucha más), más trabajo intelectual y más drogas (o lo que necesites para inspirarte, porque a ti así de primeras las musas no te hacen mucho caso, eso está claro), y quizá, sólo quizá, algún día, cuando seas viejecita y andes dándole vueltas a si cocinar un pollo o tu cabeza en el horno, podrás dar algún consejo a algún escritor novel. Hasta entonces, haz un favor a los pobres chavales que como tú sueñan con ser escritores y no los corrompas con tu mediocridad y tu mierda de «consejos», ya que cualquier escritor con talento sabe qué hacer y cómo, y el que no lo sabe que se dedique a otra cosa, que la naturaleza es muy cabrona y arbitraria con los dones que otorga y no suelen ser, salvo feliz coincidencia, aquellos que uno desea.
No suelo aprobar comentarios de este tipo, pero es que tu párrafo me ha dejado realmente asombrada.
En ningún momento he ocultado que estoy aquí para aprender, no me considero una buena escritora ni nada por el estilo; de hecho comparto con bastante frecuencia mi frustración en el proceso de aprendizaje. Mis «consejos» parten más bien de mi experiencia como correctora y lectora (y de lo que he aprendido de otros autores y lectores). Si no he sabido dejar eso claro, pido disculpas. Mi intención en el blog es divertir e ir compartiendo lo poco que voy aprendiendo. Y este artículo tiene precisamente esa intención.
No veo laísmo en la oración que indicas. Y tu comentario sobre el hecho de que cualquier escritor con talento sabe qué hacer… en fin, si quieres creer en la sagrada noción del talento, que ningún escritor estudia ni trabaja ni analiza otras obras para mejorar, adelante. No estoy de acuerdo, pero puedes pensar lo que quieras, obviamente. Tienes muchos blogs ahí fuera que comparten esa noción, no pierdas el tiempo con el mío.
Realmente tanto odio por parte de una persona que ni conozco me asusta un poco.
Cree el leísta que los demás son laístas y loístas.
Gabriella, es complétamente inútil moderar los comentarios si luego apruebas la basura. Este ser tiene algo contra la humanidad en general, y contra la gramática en particular. No seas cruel y deja de exhibirlo.
¡Un hater! Lo estás haciendo estupendamente bien, Gabriella, ¡sigue así! jajajajaajajaja
Leí un thriller que terminaba con un elefante aplastando a los protas mientras estaban de safari huyendo del pasado… Eso no lo supera ni el final de Los Serrano.
Me ha encantado el artículo y, como lectora,estoy de acuerdo con todo lo que has explicado.
Pocas veces abandono un libro, pero las veces que lo hago es por una trama rara, enrevesada o sin sentido. El tema de las erratas o faltas de ortografía me ponen mala. No lo achaco al escrito, más bien a la editorial. Cuando se suelta tal cantidad de palabras es normal equivocarse, tener algún error de sintaxis o falta de ortografía, pero una vez escrito se suele pasar a un revisor y luego a impresión. El temas de las faltas de ortografía es lo que más me molesta, puede o no gustarme un libro, me he podido hacer una idea equivocada del libro a través de la sinopsis, no gustarme los personajes… pero gastarme en torno a 20€ en un libro y que tenga erratas…Me dan ganas de devolverlo y que me reembolsen mi dinero porque en mi opinión he adquirido un producto defectuoso, pero claro, eso no se puede hacer. En ese caso, en vez de hacerle la cruz al escritor, se la hago a la editorial.
Un saludo
Conclusión: mejor no escribir.
Bueno, nadie dijo que escribir fuera fácil 😉
O igual alguien sí lo dijo, pero conozco a pocos escritores que estarían de acuerdo.
Nunca he entendido la diversión que encuentran algunos en trolear a lo loco… Si no te gusta un blog, Arturo, no lo leas, pero es ridículo entrar en un sitio solo por soltar tu bilis y tus traumas. No sé, deja el gluten, o sal a correr…
A mí me gusta como escribes, nada más.
Lo peor, que lo de la chica con el pelo rojo es algo que atrae mucho para un personaje… muy difícil resistirse…
¡Es verdad! Yo me resisto… por ahora.
Mirémoslo por el lado positivo: toda moda acaba saturando (espero). Cuando ya nadie hable de personajes pelirrojos llegaremos nosotros y meteremos chicas de pelo rojo por doquier 😉
Artículo más que interesante. Felicidades por el mismo. Y algunos comentarios también son muy útiles.
¡Gracias! Fue sorprendente la respuesta masiva que obtuve cuando planteé la pregunta en redes sociales, así que era natural que despertara debate también en los comentarios. Parece que los errores de ortografía son lo que más nos irritan (aunque viendo el estado de muchos libros a veces me resisto a creerlo), pero poco a poco van saliendo un montón de pequeños odios y manías que creo que a los escritores nos viene muy bien conocer.
¡Enhorabuena! ¡Me ha encantado el artículo! Desde mi punto de vista, hay veces que como lectora, muchas veces me cuesta distinguir entre un libro malo u otro que simplemente no encaja con mis gustos; por eso siempre intento darle una oportunidad a cada libro que leo. ¡Hay que mantener el optimismo!
Eso sí, una de las cosas que menos soporto cuando leo son las descripciones vacías de todo contenido. No sé qué libro estaba leyendo hace poco en el que hicieron una enumeración de toooodos los alimentos que había en un almacén durante 3 ó 4 páginas, sin sentido ninguno. Bueno, miento, la finalidad era hacer ver al lector que quedaba poca comida para alimentar a las personas que estaban refugiándose allí. «En el almacén hay 57 chorizos, carne enlatada, 3 sacos de harina, 4 kilos de pescado en salazón,…» Y lo peor es que sigo sin hacerme una idea de si la comida era suficiente o no. Igual que tampoco me hago una idea de las distancias cuando las comparan con campos de fútbol. ¿Seré yo?
«Desde mi punto de vista, hay veces que como lectora, muchas veces me cuesta distinguir entre un libro malo u otro que simplemente no encaja con mis gustos; por eso siempre intento darle una oportunidad a cada libro que leo».
También es verdad que hay mucho que va más allá de lo puramente técnico y que se adentra en el terreno del gusto. He leído libros de alta calidad que no me han gustado, como creo que nos ha pasado a todos. Yo ya no doy muchas oportunidades: si un libro me engatusa, leo; si no, es posible que lo deje a medias. El tiempo lector es escaso y muy valioso, y la pila de libros en espera es muy alta 😀
Por eso todo eso es por lo que sigo enamorada de Moravia.
A mi me molestan mucho las analogías del tipo: Ella sintió el impacto de bala, como si un pequeño cilindro de plomo incandescente perforara su carne.
Jajaja. Oh, sí. Las comparaciones redundantes. Pero pillarlas es divertido.
Hola, me gustaría contactar contigo.
Me
Hay un formulario de contacto aquí: https://www.gabriellaliteraria.com/sobre-mi/
Soy muy nueva en esto de escribir, el año pasado publiqué. Trato de leer todo lo que puedo para no cometer errores y saber que le puede molestar al lector. Graciass, muy completo lo que publicaste.
Gracias a ti por comentar, Myrian, y mucho ánimo con tu escritura 🙂
Hay algo que no soporto, y por desgracia Terry Pratchett era muy aficionado a hacerlo: que el tic de un personaje aparezca continuamente reflejado en la narración. En «El Quinto Elefante», por poner un ejemplo, un personaje hace «ejem» y «ujum» cada vez que habla. Me resultó tan insoportable que dejé la lectura varias veces.
El abuso de tacos también me desespera, más aún si son muletilla o seña de identidad de un personaje. Todos decimos tacos alguna vez y es cierto que refuerzan y dan naturalidad a un diálogo (siempre que no sea un anglicismo mal traducido, en plan «dame la jodida llave», cuando un español siempre diría «dame la puta llave» o «la llave de los cojones»), pero fatiga mucho leer «hostia puta», «coño» o «el muy cabrón» cada tres líneas. DIGA NO AL CANALLISMO GRATUITO.
Y ya que he hablado de muletillas: OJO con ellas. Se nota cuando están forzadas para intentar ser memorables y vender camisetas, sobre todo si haces que un personaje repita la suya cada tres frases. Y no hay nada más triste que una muletilla fallida.
Por último, me mata de agonía el detectar que una frasecita lapidaria del capítulo 3 se va a repetir cerca del final, cuando el bueno derrote al malo, deje con un palmo de narices a alguien que le cae muy mal o bien comprenda su completo significado y se aleje cabizbajo y con las manos en los bolsillos
Estoy de acuerdo con lo que dices de los tics (aunque en Pratchett nunca llegó a molestarme. ¿Lo leías traducido o idioma original? Tal vez en la traducción al español fuera más intrusivo al no ser una «muletilla» tan natural), el afán de hacer que el diálogo sea verosímil puede hacer que aburramos al lector. Lo mismo pasa con los tacos: uno de vez en cuando es expresivo: que se use constantemente se hace cansino, a no ser que seas McNulty de The Wire y puedas resolver un asesinato utilizando ocho «fucks» por frase.
«Por último, me mata de agonía el detectar que una frasecita lapidaria del capítulo 3 se va a repetir cerca del final, cuando el bueno derrote al malo, deje con un palmo de narices a alguien que le cae muy mal o bien comprenda su completo significado y se aleje cabizbajo y con las manos en los bolsillos».
Jajaja, lo has expresado muy bien. Y esto es difícil: si se hace bien, de forma sutil, queda genial. Pero qué fácil es meter la pata.
Muy bueno, todos los escritores deberían leer esto 🙂
¡Gracias! Todos no sé, pero nunca está de más recordar estas cosas 😉
Recuerdo que me regalaron un libro (que no mencionaré) hace cosa de cuatro años y que lo empecé a leer sin muchas ganas.
El porqué:
– El título del libro. Tenía un nombre rimbombante muy (poco) elaborado, que probablemente no se le había ocurrido anteriormente a ningún autor de terror/misticismo/llámalo»x»porqueniyosedóndemeterlo. O eso debió pensar quien escribió el libro. Desde luego, a mi me pareció un sofrito de las ideas más manidas que puedan existir.
Al ser un regalo, era mi obligación leerlo. Tarea que abandoné al segundo día por esa información tan absurdamente innecesaria que cualquier lector ya había deducido, pero si no se escribía, cabía la posibilidad de confusión.
La cosa venía siendo que un personaje tenía sangre en el cuello de su camisa, y por todo el contexto de las 15 páginas anteriores ya sabías que no era suya. Pero tenía que ponerlo.
Y eso me cabreó. Mucho. No lo defenestré, y eso que tuve que contenerme. Mucho.
Tardé un año en volver a coger el libro, puesto que tenían interés en saber qué me pareció. Nunca en mi vida he deseado tanto saber cómo preparar ese plato tremendamente elaborado del que sólo mi abuela tiene la receta pero no está escrita en ningún lado y debes permanecer junto a ella mientras lo prepara si quieres aprender.
Lástima que por desgracia no tenga abuela.
Y en resumen, eso es algo que me cabrea mucho, los títulos rimbombantes absurdos y que me den una información que a) ya se, porque se deduce; b) es un spoiler como la copa de un pino en tu propio libro.
Muy buen artículo, realmente me identifico con muchas de las opiniones dadas por los lectores.
¡Hola, Adrián!
Lo de los malos títulos es una pena, porque muchas veces no vienen determinados por el autor, sino por la editorial y el departamento correspondiente de márquetin. No creo que haya que juzgar un libro por su diseño de portada ni por su nombre, pero ese pecado de información redundante que comentas sí que es razón, por lo menos para mí, para dejar un libro.
Gracias por leer y comentar 🙂
Te cuento que escribí un libro de fantasía, que tiene todos los errores que has comentado, jaja, el problema es que me gusta, no solo a mi sino a los pocos que lo han leído, no se si un compendio tan grande de errores se hace entretenido si lo cuentas bien, de todos modos me encanta tu blog, de verdad, leo cada uno de tus artículos y disfruto la forma desenfadada de como escribes. Me has ayudado varias veces con tus concejos, un abrazo a la distancia
¡Hola, Marcelo! Ningún error es definitivo, todos (menos los de ortografía) hay que cogerlos con pinzas y algunos hasta pueden tener su gracia si todo lo demás se hace bien. Si le gusta a tu público, eso es lo importante. Si te preocupa que haya problemas como los descritos en este artículo, tal vez convendría encargarle la lectura a algún profesional para que te sugiera modificaciones que puedan mejorar el texto sin por ello modificar nada de lo que hace que tu texto guste a tus lectores 😉
¿A qué te refieres con : ‘Su tabla de lavar de chocolate’?
Tabla de lavar o tableta de chocolate son metáforas que he visto (sobre todo en romántica, pero también en otros géneros) para referirse a los abdominales bien marcados. El primero viene más bien de la metáfora manida washboard (traducida como tabla de lavar); la segunda es una invención más autóctona, creo 🙂
Todo esto que has escrito (útil, gracioso, cierto) puede resumirse así: simplemente no escribas un libro malo.
Muy buena la entrada, Gabriella.
Saludos.
No escribas un libro malo… uf, qué difícil, ¿no? Hasta los más experimentados tienen quienes les dicen que sus libros son malos.
Gracias por pasarte y comentar 😉
Hola excelente articulo, pusiste un punto que van de acuerdo a una duda y quiero preguntarte sobre ello.
El primero es lo del autor demasiado metido en el texto, en mi caso es que escribo una novela y el narrador es omnisciente pero constantemente (no tanto) rompe la cuarta pared y si un personaje explica algo, el narrador corta el dialogo y dice: realmente el no sabia sobre el tema, pero quería sonar profesional y… ¿es buena idea tratar de que parezca una película de Scorsese o no debería intervenir? NOTA: trato de que sea de forma cómica y que ayude a que el lector comprenda mejor el tema que se trata.
¡Hola, Víctor! Lo de romper la cuarta pared puede funcionar muy bien si sabes hacerlo. El riesgo que se corre es que la voz del narrador directo (el que se dirige al público) no caiga bien a dicho público. Es muy difícil dar con una primera persona realista, que no parezca forzado ni pagado de sí mismo.
En resumen: sí, se puede hacer y puede quedar muy bien, pero solo lo recomendaría para escritores que tienen ya cierta experiencia en estas lides.
Nunca me reí tanto con un post! Cuanta razón tenes! Aunque reconozco, con vergüenza, que yo cometí casi todos los horrores que describís. Muy bueno el post de verdad.
¡Muchas gracias, Fernando! Y no te preocupes, creo que los hemos cometido todos, precisamente ahí está la gracia.
[…] despiertan ansiedad o miedo son los que mejor funcionan. Uno de mis artículos más visitados es 10 errores que hacen que la gente tire tu libro por la ventana. Todo el mundo quiere saber si está cometiendo esos […]
«–Los diálogos informativos. Aquellos diálogos utilizados para ofrecer información que al autor le parece importante (o no). Los peores son aquellos en el que un personaje te lo explica todo mientras otro le va haciendo las preguntas oportunas. No miréis para otro lado. Eso lo hemos hecho todos.»
He sonreído ampliamente y asentido con energía xD
Estupendérrimo artículo, como siempre.
Jajaja, creo que todos hemos pasado por ahí. ¡Parte del proceso de aprendizaje!
Me encanta. Lo mejor de todo es cometer casi todos los errores y darse cuenta así, de una tacada, a las claras, que ni tengo ni tendré posibilidad alguna de escribir algo que merezca la pena.
Me encanta que una serie de errores básicos sean suficientes para diferenciar al menos entre dos niveles de escritura para saber que ni siquiera seré capaz de escapar del nivel cero.
En algo han de diferenciarse los grandes autores de los pequeños y los pobrecitos que ansían lo imposible.
He llegado aquí buscando una lista de errores literarios y además de divertirme mucho he tenido que incluirlos … ¡¡ TODOOOOSSS !! O.M.G. en mi último mensaje de blog. (De ahora en adelante, blog de mierda) Y conste que lo iba a poner donde dice «Web».
Muchas gracias por explicarme porqué no me gusta mi forma de escribir. Al menos me sirve de terapia/desahogo.
[ … en este intervalo, he estado mirando qué escribes tú para comprar y ver si te aplicas las normas … ]
¡Uy!, pero si además sales barata. Y qué morro tienes. «Compra mis libros». Anda que…
¿Sabes que te digo?
Eres una asquerosa. Qué envidia te tengo.
Me voy a la porra, que tú ya has ido y vuelto.
¡¡¡¡Chao!!!! (Y muchas gracias)
Veo que hay gente que se ha tomado este artículo como una acusación. Como si yo no cometiera ninguno de esos errores y os señalara con el dedo.
Nada más lejos de la realidad. Conozco muy bien estos errores precisamente porque yo también he cometido muchos de ellos. Se trata de una recopilación de aquello que a los lectores les resulta irritante. Es una manera sencilla de ser conscientes de qué estamos haciendo mal, qué podría hacer que nuestro lector no disfrutase de nuestro texto. Yo lo veo como una herramienta muy útil 😉
Como lector me horrorizan en las novelas los nombres de los personajes raros, largos y difíciles de pronunciar. Cuando son varios personajes los que tienen esos tipos de nombres, es que ya dejo de leer. Por ejemplo, nombres como «Arlena Brewster», «Kenneth Neasdon». Cada vez que te encuentras con el nombre, pierdes un rato en pronunciarlo, el ritmo de lectura o en saber qué personaje era.
Hola, en Twitter cada dia me quejo de las erratas en los libros. Hace más de un año que lo estoy haciendo, el Gremi d’editors de Catalunya me ha blocado por ello, pero sigo.
El caso es que desde no hace mucho he ampliado la queja añadiendo este artículo tuyo por si alguien quiere saber un poco más sobre el tema.
Si te parece bien lo dejo, siquieres lo quito. Si te va bien ya me dirás alguna cosa.
Muchas gracias y hasta otra.
Xavier.
Hola, me ha gustado mucho tu artículo. Yo tengo publicado un libro en papel y otro en ebook. Estoy deseando hacer una segunda edicion de ellos para RECTIFICAR errores ortograficos que despues de muchas revisiones se escaparon. La verdad es que cuando tengo que revisarlos se me va la MAGIA. y me dan ganas de mandarlo todo a paseo.
un cordial saludo.
David Piqueras
Me gusta como dieses las cosas o mejor dicho; como las escribes.
Te seguiré porque tienes un espacio serio y no como tantos que solo copian y pegan, creyendo que lo saben todos.
Gracias por tus consejos
Hace poco comencé a escribir un cuento corto y los inicios de lo que será una novela, sin embargo, pese a mi amor por las letras, siento que carezco de muchos conocimientos para llegar a escribir algo tan perfecto, no queda mas que leer y seguir estudiando, un escrito exitoso no sale en días o meses, eso se ha visto en grandes escritores que pueden tener sus borradores pero tardar años en publicarlos.
En cuanto a lo que se debe hacer o no se debe hacer, tengo unos ejemplos, cuando leí el libro «Mujercitas», me di cuenta que el libro no tenia una super historia llena de intrigas, pero la forma en que fue narrada es impresionante, disfrute mas de leerla, que la historia en si, por raro que suene, incluso su forma de narrar se quedo en mi mente y creaba soliloquios como si fuera otra hermana junto a Jo o Amy, por el contrario, un libro que no he podido avanzar es «El embajador», le he dado dos oportunidades y siento que el libro gasta tanto en ser redundante que lejos a invitarte a quedarte, te aburre, no me gusta su forma de escribir, en el caso de «El psicoanalista», es un libro que no me gusto del todo, era lento y describía mucho, creo que si hubiéramos quitado las descripciones no tendríamos las 600 paginas del libro original.
«llevar más de 250 páginas escritas y que todavía no haya pasado nada», a menos que seas Patrick Rothfuss, que ya lleva dos libros y todavía no ha pasado nada.
Escribir un buen libro es una cosa muy difícil de hacer, y hoy parece que mucha gente está convencida de que puede… Yo disuadiría a muchos de quienes intentan escribir: primero porque así nos evitaríamos leer muchos libros malos, malos; segundo porque el mal escritor no tendría que soportar críticas aceradas, de esas que al final acaban haciendo daño y que los lectores no van a dejar de hacer.
Saludos.