Alguna vez os he hablado del elevator pitch (conocido en nuestro idioma, a veces, como el discurso del ascensor). Es un término que suelo ver asociado a la industria del cine, pero últimamente se usa mucho para la presentación de ideas y proyectos ante posibles inversores (inversores que cuentan con poco tiempo y menos paciencia).
Intentas convencer a alguien de que invierta (de forma personal o financiera) en tu producto o idea, en el mismo tiempo que tendrías si coincidieras con esa persona en el ascensor. Unos treinta segundos.
Puesto de otro modo (y este es el ejemplo que se suele mencionar): si te encontraras con Spielberg en el ascensor y tuvieras treinta segundos para convencerlo de que llevara tu libro al cine, ¿qué le dirías?
Angone y tres preguntas para un ascensor
Hace poco leí un artículo del escritor Paul Angone donde hablaba de su experiencia a la hora de enviar su libro a editoriales. Angone insistía en que no es el editor el único que decide a la hora de publicarse tu libro: entran también profesionales financieros y de mercadeo (por lo menos en las editoriales grandes). Por esto, por desgracia, ya no basta con escribir un buen libro, ahora además tenemos que tener claras las respuestas a las siguientes preguntas y saber dárselas a los profesionales de los números y las ventas:
¿Puedes decirme en treinta segundos qué credibilidad tienes, de qué va tu libro y por qué es necesario? Y entonces, cuando te pregunte más acerca de esa «necesidad dramática», puedes probarla?
Angone trabaja con libros de no ficción, y creo que esa «necesidad dramática» va más acorde con el ensayo que con lo literario, donde la necesidad dramática puede ser simplemente diversión, evasión, reflexión o cualquier otra razón por la que leamos lo ficticio. Pero creo que sus demás preguntas son válidas. Hoy en día ese «qué credibilidad tienes» no se refiere tanto a si tienes un título de nutricionista para que nos tomemos en serio tu libro de dietas, sino a si tienes una plataforma, un seguimiento en el que podemos invertir. Las editoriales ya no solo buscan una buena historia, sino la prueba de que tienes una interacción constante con lectores potenciales y reales, una presencia que pueden confirmar y que, con suerte, se traducirá en ventas.
Tal vez nuestra «venta de ascensor» para un libro de ficción sería: a) una sinopsis muy atractiva y emocionante de nuestra obra; b) una muestra de nuestra presencia/plataforma; c) qué público querrá nuestro libro y por qué. Y, muy importante, d) un contacto en común con tu compi de ascensor.
Vende tu libro: qué concepto tan extraño para un creador. A mí la simple noción de «vender» mi obra en un ascensor me parece horrible. Odiaría estar en un ascensor y que alguien a quien no conociera de nada comenzara a darme la brasa sobre su libro, por muy interesante que fuera. Pero el equivalente editorial está ahí: editores que tienen que lidiar con cientos de emails con sus correspondientes manuscritos. Tienes menos de treinta segundos de su atención; de hecho, tienes mucho menos. Si puedes enganchar al editor mediante a) un conocimiento previo (hablasteis en una conferencia o conoces personalmente a uno de sus escritores publicados); b) una sinopsis y presentación atractiva, genial. Pero no olvides incluir en tu propuesta todos esos datos que podrían interesarle al personal menos literario.
Y tienes que conseguir todo esto sin mostrarte arrogante (¿sabéis lo difícil que es intentar parecer una inversión atractiva sin parecer un creído tocapelotas?) y mostrando verdadera pasión por tu trabajo.
Es decir, tienes que encontrar el punto medio perfecto entre un plan de empresa y una autobiografía.
Que enganche en menos de treinta segundos.
Suerte.
Gerard y la personalidad pública del escritor
A raíz de todo esto de las plataformas y de las relaciones con los lectores, críticos, y etc., en una entrevista reciente para LitHub la novelista Sarah Gerard reflexionó sobre la diferencia entre ser una escritora desconocida y ser alguien que de repente tiene una imagen pública:
Mi relación con todo esto de ser una figura pública es dudosa. No me veo como tal, pero sí que me he dado cuenta de que ahora tengo menos tiempo para mí. Cuanto más hablo de Binary Star, menos siento que esa obra es mía. Ahora ya es un monstruo propio, con una vida que a menudo nada tiene que ver conmigo, y con la que estoy intentando estar al día. En esta situación es fácil sentir que estás intentando abarcar demasiado a la vez. La gente se fija en ti, cuando antes ni te miraría. Me siento un poco incómoda con esto, porque no me queda muy claro si están fijándose en mí por primera vez o si están cambiando su opinión sobre mí; ¿pensaban que antes yo era otra persona, alguien con quien no merecía la pena hablar? Y en ese caso, ¿están decidiendo ahora que me he ganado su atención?
Obviamente mi caso es muy distinto al de Sarah, pero hay algo en sus palabras donde me siento identificada. Todos hemos tenido momentos en los que de repente hemos entrado en el campo de visión de alguien, a raíz de hacernos un poquito más públicos, un poquito más visibles. Y muchas veces nos preguntamos: ¿por qué ahora? Yo soy la misma persona. ¿Por qué me haces caso ahora? He estado gritando tu nombre, tantos nombres como el tuyo, y no me escuchabas.
Aquí puse una larga parrafada sobre la experiencia de pasar de la invisibilidad a esta extraña reinvención de una misma, este empezar a figurar en el campo visual de los que antes pasaban de largo. No he tenido más remedio que eliminarlo. Creo que si empiezas a preguntarte las motivaciones detrás de cada interacción, si dejas que el resentimiento empiece a abrirse hueco, siempre te dominará la duda.
¿escribir ensayo ayuda a escribir ficción? Patchett dice que sí
Como dedico mucho tiempo a escribir artículos para el blog, suelo preguntarme si es tiempo que le estoy quitando a la ficción.
No fallo a mi mínimo de 200 palabras diarias dedicadas al cuento o a la novela, y suelen ser bastantes más, pero me pregunto si podrían duplicarse si el blog no existiera. Es como preguntarte si estás pasando demasiado tiempo con un amante ocasional cuando a quien realmente quieres es a otro/a. Pero, a diferencia de lo que ocurre en las relaciones matrimoniales monógamas y convencionales, resulta que dedicarle tiempo tanto a la ficción como a la no ficción puede ser muy bueno para todos. Y Ann Patchett explica aquí muy bien por qué:
En mi cabeza, la ficción y la no ficción se mantenían tan separadas la una de la otra que durante años yo juraría que no tenían mayor relación que la que pueden tener la ficción y la hostelería. Escribir una novela, incluso cuando va bien, me resulta muy difícil, y escribir un artículo, incluso un artículo difícil, es fácil. Creo que la no ficción me resulta fácil precisamente porque la ficción es difícil; siempre preferiría producir un artículo que enfrentarme al siguiente capítulo de mi novela. Pero he llegado a darme cuenta de que mientras que todos esos años de escribir ficción habían mejorado mi capacidad como escritora en general, todos esos años de escribir artículos… me habían convertido en un caballo de tiro, y que esa, a su vez, era una habilidad que yo llevaba de vuelta a mis novelas.
Escribir ficción mejora la capacidad narrativa necesaria para que un artículo sea popular; escribir ensayo crea una disciplina y determinación fundamental para la novela. Creo además que la esencia de lo comunicativo, que se revela en un artículo (sobre todo si este depende de la captación de la atención de lectores potenciales para sobrevivir), se lleva luego a la ficción. Aprendes la importancia de la precisión, de la claridad y de la funcionalidad del texto, algo que los escritores de ficción inexpertos, perdidos en nuestra pirotecnia de supuestos artistas, tendemos a dejar de lado.
El ensayo también tiene una salida económica más inmediata que la ficción. Patchett recurrió a él para poder sobrevivir:
Lo complicado de ser escritor, o de ser cualquier tipo de artista, es que además de crear arte también tienes que vivir de algo. Mis cuentos y novelas siempre le han dado sentido a mi vida, pero, por lo menos durante la primera década de mi carrera, tenían las mismas posibilidades de darme de comer que mi perro. Pero lo que me encanta de las novelas y de los perros es que son maravillosamente ignorantes de nuestras preocupaciones económicas. Les servimos y como recompensa ellos prosperan. No es su responsabilidad averiguar de dónde viene el dinero para el alquiler.
Lo mismo digo. Pero con gatos.
(Fijaos: una década para empezar a conseguir dinero en condiciones, dinero con el que mantenerse. Y Patchett es una de las grandes de la literatura estadounidense).
Es así, qué vamos a hacerle. O le das un enfoque decididamente comercial a lo que creas, o encuentras un trabajo que te mantenga durante el tiempo necesario para que el mundo reconozca tu genio.
Supongo que si encuentras un trabajo que puede ayudarte, mejorar tus habilidades como escritor, mejor que mejor, ¿no?
Tennessee Williams y el lector como testigo
Leí un artículo que era un extracto de Follies of God, el libro de James Grissom sobre el dramaturgo Tennessee Williams, su proceso de trabajo y su relación con sus personajes. El artículo es fascinante, ya que nos permite entrever algo de la asombrosa mente creadora del genio. Pero fue su descripción del lector lo que más me llamó la atención:
¿Cómo sabe la chica guapa que es guapa? Los que la ven atestiguan que es única, que sus semejantes carecen de algo en cuanto a pigmentación o estatura. ¿Cómo podemos saber que tenemos talento hasta que nuestras palabras, o la manera en que las usamos, emocionan a alguien? Hacen que esa persona piense por fuera de las líneas esmirriadas entre las que se ha coloreado a sí misma. No podemos saber que tenemos el poder de romper estas líneas con nuestro pensamiento hasta tener a nuestro primer testigo, aquella persona que nos dice lo que hemos hecho.
Más allá de la belleza del discurso de Williams, uno no puede dejar de considerar lo que tiene de validación este lector, este testigo, como si no pudiéramos escribir, ser escritores, sin él. Los hay que esconden sus manuscritos, hay Kafkas espléndidos por el mundo que o bien no buscan al testigo por confianza y por intimidad, o bien no buscan al testigo por miedo, por miedo a que este atestigue que no hay talento, que el acto de escribir no se ha producido.
Y sigue hablando Williams, con contundencia:
Así que crecemos gracias a que nos observan y nos sienten, y crecemos por observar a otros, y tenemos que salir luchando de los callejones sin salida que nos creamos al creer que podemos esnifarnos un testigo sobre un espejo o que este pueda residir en la punta de una jeringuilla o salir de la boca de un testigo pagado.
¿Queremos lectores?
Claro.
¿Queremos que nos quieran?
Escribir también puede ser una forma de apagar el dolor, de buscar el placer del subidón, del reconocimiento.
Alguien decía en Facebook hace poco que el acto de escribir era un acto ególatra, que provenía de la necesidad pura del escritor de ser alabado, reconocido, amado. Ese comentario tuvo muchas quejas de muchos escritores. Algunos incluso respondían con insultos.
Yo creo que no se equivocaba mucho. Cada escritor tiene una motivación distinta. Pero la maldición de algunos es que cuando sentimos la punzada del lector que admira, la punzada del lector que siente gracias a nuestras letras, ya no hay vuelta atrás.
Siempre queremos más. Y nunca será suficiente.
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Buenas 🙂 Yo sería un paquete para vender mi libro en 30 segundos. De hecho, no me gusta hablar de mi libro porque me siento una cretina y una pedante insufrible. Da igual que lo diga bonito, en mi cabeza yo misma sueno creída y prepotente.
Aún así, esas preguntas que planteas creo que son esenciales para convencer al editor. Incluso necesarias, porque para eso haces una propuesta editorial, para que el editor vea lo bonico que es tu libro. Hay una cosa que no entiendo. Todas las editoriales (me he estudiado las líneas editoriales a ver dónde encaja mejor mi libro) piden el manuscrito completo y la propuesta editorial. ¿Para qué te piden el manuscrito, si para eso están las propuestas editoriales, para saber si te interesa y si no, hasta luego? Es que, bueno, me pica un poco ese asunto.
Sobre lo de la personalidad pública del escritor, también me raya un montón. Sin ir más lejos, la promoción de los librojuegos en Harlequin ha sido una catástrofe. ¿Por qué? Porque si no dices que se trata de un librojuego, la novela pasará a ser una del montón. En cambio, cuando me personé en un encuentro romántico hace un poco y lo primero que dije (antes de contarles de que iba el libro) es que era un «elige tu propia aventura» todo el mundo me prestó atención. El libro era así antes de que comenzara a hablar, ¿por qué ahora he captado tu interés y no antes? Uhm, algo falla ahí.
Y bueno, escribir ensayo o cualquier cosa ayuda. A mi me resulta más fácil escribir un relato para el blog que la novela. Pero gracias a eso he aprendido a sintetizar, a borrar las cosas que sobran, a decir lo que quiero decir. Tengo que perfeccionarme en eso todavía, pero creo que lo estoy consiguiendo.
Besets 🙂
Lo del manuscrito suele ser pura economía de tiempo. Leen primero la propuesta y, si les interesa, leen el manuscrito. Así no tienen que mandarte otro email pidiéndolo. Parece que no, pero ahorra tiempo y evita darle ilusiones a un autor (al pedirle el manuscrito) que igual luego se quedan en nada 🙂
Por cierto, que no se me olvida que te debo un email. A ver si consigo escribirte mañana 😉
No me gustaría tener que vender mi historia en ese ascensor, ni tampoco ser ese editor… pero entiendo que tienen cantidades monstruosas de manuscritos para valorar.
Yo también creo que escribir ensayo puede ser muy positivo para nuestras novelas, relatos… en fin, para lo que es la ficción. Todo lo que sea conseguir nuevas habilidades relacionadas con la escritura creo que es un paso importante, terreno ganado. Ver la escritura desde otros prismas siempre nos enriquecerá.
«Todo lo que sea conseguir nuevas habilidades relacionadas con la escritura creo que es un paso importante, terreno ganado. Ver la escritura desde otros prismas siempre nos enriquecerá».
Así es. Creo que es importante aprender a extraer lo bueno de otros medios (televisión, cine, videojuegos…) para aprender cómo funcionan los patrones narrativos.
Hola, Gabriella 🙂
Al del ascensor le daría el prólogo del libro en un sobre cerraro y le diría que por favor no lo leyera. Quién sabe, lo mismo me pasa algo como en las pelis americas y me hago famoso 😛
Un abrazo,
Nico
Uy, psicología inversa, eres un chico listo 😉
Me he leído el artículo hasta el final y, quizás porque lo tengo más reciente, no me puedo sacar de la cabeza esa idea de que el reconocimiento es adictivo como la peor de las drogas. No dudo que lo sea, pero me gustaría matizar mi visión del asunto. Del mismo modo que expones que hay diferentes tipos de público (y por lo tanto mayor o menor riesgo a la hora de apostar por un autor novel), creo que también hay formas distintas de recibir el feedback de los lectores.
Como es de bien nacidos ser agradecidos, aprecio un halago hacia mi trabajo provenga de quien provenga. ¡Pero mentiría si dijera que todos tienen el mismo impacto! Eso no depende del tipo de persona que sea el emisor de la crítica (un escritor reconocido, un amigo o un bloguero anónimo), sino del grado o la forma en que haya entendido mi obra (ego, ego por todas partes). Creo que una historia tiene muchas capas, como las cebollas: una superficial en donde todo es pirotecnia y entretenimiento, y otra en donde se ve el trasfondo moral, filosófico o íntimo de lo que has expuesto. Yo sé que sólo un 7% de la población entiende lo que quiero decir realmente con uno de mis relatos, pero cuando alguien me hace una devolución de ese calibre… ¿Qué quieres que te diga? Siento que puedo morir en paz. Con esto no quiero decir que mi trabajo sea de calidad o para un público muy exquisito, simplemente quería aclarar que a mí los comentarios que me gustan son los que vienen a decir “he captado el mensaje aunque lo hayas escondido debajo de tantas escenas, personajes y diálogos”. Espero que algo de lo que he soltado tenga sentido para ti.
Muchas gracias por escribir esta entrada. ¡Sigue así!
Tiene mucho sentido, claro. Supongo que para mí es algo diferente, ¡estas experiencias son tan personales…! Para mí sí que es importante quién realiza la crítica. No si tiene mayor prestigio, estatus, conocimientos, etc., sino si proviene de alguien cuyo criterio valoro (o de alguien que, con sus palabras, me demuestra que es el tipo de persona cuyo criterio valoro). Son importantes para mí todas las opiniones, claro, pero mentiría si dijera que las de algunas personas no me impresionan más que otras. Lo de que encuentren o vean cosas… no lo sé. Soy de la opinión de que el texto, una vez liberado, es de quien lo lea. Lo cierto es que muy rara vez he dado con lectores que hayan «desvelado» mis más oscuras intenciones (y aun así, solo las han desvelado en parte, como si solo dieran con una parte diminuta del pastel). Sí que he dado con lectores que han ido desmenuzando el texto capa a capa, dando con sentidos y significados que me parecen fascinantes, precisamente porque nada tienen que ver conmigo. Esas son las reseñas que me encanta leer 🙂
[…] hazles un elevator pitch maravilloso y […]
La última parte del artículo se me ha quedado acá *se lleva la mano dramáticamente al corazón*. Es cierto, me puse mucho más firme con mis escritos y dejé de bajar los brazos cuando una amiga (pero de esas sinceras, que te dicen que estás horrible cuando lo estás) me comentó que le gustó el escrito que tímidamente le pasé. Con el tiempo me preguntaba sin que yo le insinuase nada cómo seguía la historia, que quería leerla… y eso me motivó a seguir adelante y tratar de mejorar.
Lo de escribir no ficción es cierto también. Hace poco comencé con mi blog y cada post me cuesta montones. Pero he aprendido a detectar cuándo me voy por las ramas y lo corrijo en la ficción. Ahora me falta que la personalidad de la ficción quede en el blog =’D
«cuando una amiga (pero de esas sinceras, que te dicen que estás horrible cuando lo estás) me comentó que le gustó el escrito que tímidamente le pasé»
¡Ah, esos son los mejores lectores cero, sin duda!
Al principio es normal que cuesten los posts. Es como sacarle sangre a una piedra, porque nos cuesta mucho cambiar de un formato a otro. Pero luego un día algo te hace clic en el cerebro y todo fluye. Es como cuando escribes ficción: a veces es cuestión de encontrar tu voz.
Pues yo estoy empezando en esto y hace loco inicié mi blog. Si ya me cuesta o me costó hablar de mi novela en el mismo, no quiero ni pensar qué haría en 30 segundos. Muy interesante el artículo.
Hola, Gabriella,
Todavía no escribí nada que me atreviera a venderle a nadie en un ascensor como si fuera una papelina. En las distancias cortas soy persona sin autocensura, suelo decir lo primero que me viene a la cabeza, a veces un disparate. Una pena, escribiendo no me sale, ¿por eso todavía no escribí nada que me atreviera a vender en 30 segundos? Por ahí debe de ir el carraspeo. Así que miro al techo, eludo el espejo, y los treinta segundos se me hacen mundo.
Cualquier exposición pública puede empujarnos a sobreactuar; andar con pies de goma por si.
Ahora estoy escribiendo un ensayo de historia. Estoy llena de dudas, no vaya a ser que cometa alguna inexactitud. Que resulte tendenciosa. (Porque la Historia la escriben los vencedores y yo ¿qué guerra gané?) Pero es escritura, al fin. Todo ejercita, hasta sorber sopa de letras.
No sé si egolatría (la palabrota esa, tan dorada)… Más diría algo como «por aquí anduve, y lo viví así como te lo cuento». Esta fue mi visión y te la paso, por si te sirve. (Ojalá.)
Un abrazo.
Pues yo acabo de hacer esto versión más dificil todavía.
Si es dificil con una persona en el ascensor, probad a explicarlo como ejercicio improvisado a vuestra clase de idiomas en una lengua que no dominais, deletreando palabras y con la profesora diciendo ¡eh, que no están apuntando la dirección de tu blog!
Si es que a quién se le ocurre presentarse como «escritor».
Nos ha hecho presentarnos uno a uno y dandonos conversación le he tenido hasta que explicar mi plan de marketing. Luego, por si fuera poco, tuve que exponer a toda la clase el argumento de mi literatura.
Me río por no llorar XD